Una de calamares
Tras el ¨¦xito de ¡®El juego del calamar¡¯ no est¨¢n los nombres con los que Netflix ha firmado contratos millonarios, tampoco una abrumadora campa?a publicitaria, lo ha conseguido gracias al boca ¡ªestupefacta¡ª a boca
Un cliffhanger es, figuradamente, un momento de tensi¨®n interrumpido para atrapar al espectador y, literalmente, ¡°quedarse colgado de un precipicio¡±. Lo segundo pasa en el cuarto cap¨ªtulo de El juego del calamar; lo primero perdi¨® sentido con la implantaci¨®n de esa barrita de siguiente cap¨ªtulo que pocos habr¨¢n abortado aun sabiendo qui¨¦n sobrevivir¨ªa. Resulta dif¨ªcil contenerse con una serie que parece perge?ada a base de glutamato monos¨®dico y memes, los elementos m¨¢s adictivos de la vida moderna.
Hay algo subversivo en que el nuevo ¨¦xito de una plataforma que apuesta por crear entornos neutros para que nadie se sienta excluido sea tan local, desde las galletas Dalgona hasta el juego del t¨ªtulo, todo es inequ¨ªvocamente surcoreano. Tambi¨¦n en que sea algo cutre, con planos descuidados y escenarios que parecen sacados del contenedor de cart¨®n de Imaginarium. Pero en lugar de empobrecerla, los defectos la hacen m¨¢s cercana, menos redicha. En tiempo de ficciones que parecen escritas al dictado de un algoritmo rezuma una frescura despreocupada.
Desde que en los cincuenta Robert Sheckley escribi¨® en El precio del peligro acerca de un concurso televisivo en el que un hombre arriesgaba su vida a cambio de dinero, el argumento se ha repetido tanto en ficci¨®n como en realities. Hasta en Un, dos, tres hab¨ªa parejas dispuestas a descalabrarse por un Talbot Solara o una orde?adora mec¨¢nica, porque como repet¨ªa Mayra, ¡°si coche, coche; si vaca, vaca¡±. Poner en riesgo la integridad f¨ªsica por dinero para solaz de espectadores se ha cotidianizado. Tambi¨¦n la emocional. Esta semana, una concursante de Secret Story, ese Gran Hermano Vip disfrazado de Tipo de Inc¨®gnito, revel¨® que ha practicado sexo en un tanatorio. Se agradece que ning¨²n guionista aderezase la confesi¨®n con un cliffhanger que nos hiciese dudar acerca de las constantes vitales de su par.
Puedes seguir EL PA?S TELEVISI?N en Twitter o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.