El horror de combatir en una Fortaleza Volante: ¡®Los amos del aire¡¯ muestra la guerra a¨¦rea como nunca se ha visto
La magn¨ªfica serie, en la estela de ¡®Hermanos de sangre¡¯ y The Pacific¡¯, reconstruye con un realismo estremecedor las misiones de los grandes bombarderos estadounidenses B-17 de la Segunda Guerra Mundial
Enjambres de cazas alemanes atraviesan como mort¨ªferas centellas las formaciones de bombarderos estadounidenses en un cielo surcado por las estelas de condensaci¨®n y el fulgor asesino de las trazadoras. Un combate furioso, desesperado, se desarrolla all¨¢ arriba, en un campo de batalla infinito. Los B-17 caen derribados, picando hacia la eternidad o girando sobre s¨ª mismos como gigantescas hojas de ¨¢rbol incendiadas. Los pilotos de las Fortalezas Volantes tratan de mantener la formaci¨®n para no convertir sus aviones en presas solitarias. Y en medio de la tormenta de destrucci¨®n, el artillero en la expuesta torreta ventral de uno de los grandes aparatos estalla en una nube de sangre al ser alcanzado. ¡°Soberbia¡±, ha dicho el brit¨¢nico James Holland, uno de los historiadores militares de moda, de la nueva serie b¨¦lica Los amos del aire. Desde luego, nunca se ha visto la guerra a¨¦rea, concretamente la de los bombarderos pesados estadounidenses lanzados sobre Alemania y la Europa ocupada, con el realismo y la emoci¨®n con que aparece en esta miniserie de nueve cap¨ªtulos de Apple TV +. Los amos del aire est¨¢ basada muy fidedignamente en el extraordinario libro de 2006 de Donald L. Miller del mismo t¨ªtulo que acaba de publicar en castellano Desperta Ferro.
Con la misma exitosa f¨®rmula de Hermanos de sangre (infanter¨ªa paracaidista) y The Pacific (marines) y Tom Hanks y Steven Spielberg de productores, Los amos del aire resigue la campa?a de una unidad estadounidense en la Segunda Guerra Mundial a lo largo de la contienda. Esta vez la historia se centra en los miembros (pilotos, tripulaciones, mec¨¢nicos y mandos) del ¡°sangriento 100¡å, un sufrido Grupo de Bombardeo de la famosa 8? Fuerza A¨¦rea de EE UU que volaban, desde sus bases en la campi?a inglesa, las c¨¦lebres Fortalezas Volantes, los impresionantes bombarderos cuatrimotores Boing B-17 pre?ados de devastaci¨®n, con los que se pretend¨ªa doblegar a la Alemania nazi.
Presenciamos a lo largo de la serie, con el coraz¨®n en un pu?o, asombrados de lo que es capaz de sufrir (e infligir) el ser humano en guerra, escenas sensacionales y escalofriantes. Como la de los Messerschmitts Bf 109 atacando a los bombarderos de frente y roci¨¢ndolos de balas que abren grandes boquetes en la cabina, en el fuselaje y en la carne de los aviadores. O la de las letales nubecillas negras de la Flak (la defensa antia¨¦rea alemana) sembrando el cielo, agitando los aparatos con sus explosiones como una mano gigante (r¨ªete t¨² de las turbulencias) y reventando literalmente los aviones y a sus tripulaciones. En un momento, desde un B-17 ven c¨®mo cae una lluvia de restos de otros bombarderos desintegrados, incluido un cuerpo que va a dar contra el ala. Otras escenas impactantes son la del tripulante enganchado en la compuerta de bombas al tratar de saltar en paraca¨ªdas mientras su avi¨®n se precipita en una ca¨ªda vertiginosa y un camarada intenta angustiosamente liberarlo, o la del aviador que, al regreso de una misi¨®n, mientras los sanitarios extraen a sus compa?eros destrozados, sintetiza todo lo que ha pasado cayendo de rodillas en la pista de aterrizaje y vomitando compulsivamente.
La serie muestra muy bien el contraste entre los poderosos bombarderos, maravillas de la tecnolog¨ªa aeron¨¢utica de la ¨¦poca que despegan en impresionantes falanges, y la forma en que son destruidos. Como resumi¨® un piloto al tratar de asimilar la visi¨®n de diez hombres y tres toneladas de metal reducidos a una nube de humo negro, ¡°parece imposible que algo tan grande pueda desaparecer tan r¨¢pido¡±. En la escena de un aterrizaje forzoso de un B-17 acribillado, con dos motores inutilizados y sin ruedas, varios tripulantes muertos o malheridos, es imposible no estremecerse cuando el piloto suelta la tan familiar (en otro contexto) frase: ¡°Crew, prepare for landing¡±.
La mayor¨ªa de esas escenas provienen del libro, y de los testimonios reales recogidos por Miller. Lo m¨¢s incre¨ªble de la serie es que de verdad fue as¨ª. Y que esos j¨®venes procedentes de las cuatro esquinas de EE UU y salidos de todas las clases sociales, fueran capaces de, tras sobrevivir a misiones sangrientas y aterradoras, volver a encaramarse en sus aviones al d¨ªa siguiente. Murieron 26.000 aviadores de la 8? Fuerza A¨¦rea, m¨¢s bajas mortales que el Cuerpo de Marines. Los amos del aire muestra fehacientemente que si hubo algo peor en la segunda contienda que servir en submarinos fue hacerlo en los bombarderos, que sumaban el v¨¦rtigo a la claustrofobia (?qu¨¦ espanto el constre?ido interior de los B-17!) y a la pesadilla de combatir en un medio hostil. La falta de ox¨ªgeno y el fr¨ªo fueron ¡ªy la serie lo muestra muy bien¡ª, junto con las condiciones atmosf¨¦ricas, dos de los peligros mortales que sufrieron los aviadores. En un cap¨ªtulo se ve c¨®mo a un ametrallador que trata de desatascar su arma quit¨¢ndose los guantes se le quedan las manos pegadas al metal y se desgarra la piel.
La peripecia del colectivo se representa especialmente ¡ªcomo en el libro de Miller¡ª a trav¨¦s de un conjunto de personajes reales, aqu¨ª interpretados por actores, como los mayores Gale Buck Cleven (Austin Butler) y John Bucky Egan (Callum Turner), los tenientes Harry Crosby (Anthony Boyle), Glenn Graham (Darragh Cowley) y Curtis Biddick (Barry Keoghan, el tan de moda protagonista de Saltburn), o el sargento del escal¨®n de apoyo Ken Lemmons, encarnado por Rafferty Law, hijo de Jude Law. La acreditada f¨®rmula de contar una historia desde dentro de una unidad de combate y recalcando la dimensi¨®n humana de sus integrantes vuelve a funcionar en Los amos del aire (sufrimos inevitablemente por esos j¨®venes que lo pasan realmente mal en sus aviones), todo y la dificultad de despertar afinidad e identificaci¨®n, precisamente ahora, con militares que siembran el caos y la destrucci¨®n y arrasan ciudades matando con sus bombas a poblaci¨®n civil.
Y es que si hay alg¨²n arma con la que cuesta empatizar es con los bombarderos. El debate sobre la destrucci¨®n atroz que provoc¨® el bombardeo estrat¨¦gico desde gran altura estadounidense en la Segunda Guerra Mundial aparece en el libro de Miller y en la serie, en la que algunos aviadores se cuestionan la matanza de poblaci¨®n civil. En todo caso, tanto la serie como el libro optan por la tranquilizadora tesis de que ese sufrimiento fue necesario para acabar con los nazis, y que de alguna manera los alemanes se lo hab¨ªan buscado. Miller trata de distinguir entre el bombardeo de los estadounidenses, que siempre habr¨ªa estado encaminado, recalca, a atacar esfuerzo de guerra alem¨¢n, aun contemplando que las bombas pudieran desviarse; y el de los brit¨¢nicos, que no dudaba en reventar ciudades premeditadamente. Serie y libro recuerdan continuamente el enorme sacrificio que hicieron los aviadores de bombardeo, que llegaron a perder 60 Fortalezas Volantes y casi 600 hombres en una sola misi¨®n. Otro tema complejo que mencionan libro y serie es el del racismo: los democr¨¢ticos EE UU permitieron que algunos negros volaran en cazas (los hombres de Tuskegee) pero de ninguna manera en los bombarderos.
A destacar de la serie la exactitud t¨¦cnica y operativa (las misiones que se cuentan son aut¨¦nticas, incluso la que acab¨® con el aterrizaje en el Norte de ?frica tras bombardear Ratisbona) y un dise?o de producci¨®n que cuida minuciosamente todo, desde los aviones hasta el m¨¢s peque?o elemento de ¨¦poca, pasando por la indumentaria de los aviadores, con las ic¨®nicas chaquetas de cuero y piel de oveja. Tambi¨¦n los much¨ªsimos buenos detalles hist¨®ricos. Entre ellos, el secretismo con las miras Norden, el instrumento decisivo de los bombarderos estadounidenses que permit¨ªa acertar los blancos con inaudita precisi¨®n, o la escena en que un operador de radio se come las hojas con las frecuencias y la identificaci¨®n secreta del aparato antes de caer en territorio enemigo. Asimismo, la forma en que se muestra el ambiente en las bases (y las cantinas), las supersticiones de los tripulantes, el estr¨¦s de combate, el miedo (¡°el canguelo Focke-Wulf¡±), la m¨ªstica de las 25 misiones tras las que te marchabas a casa (se cuenta la historia real del B-17 Memphis Belle, al que se dedic¨® la pel¨ªcula del mismo t¨ªtulo de 1990), la buena relaci¨®n del personal estadounidense con los ni?os brit¨¢nicos, o las relaciones sentimentales y sexuales durante la guerra. La serie plasma muy acertadamente, en tramas paralelas, como funcionaban las redes de evasi¨®n para pilotos derribados (con ellas pudo regresar al combate Chuck Yeager), y la vida de los aviadores capturados e internados en campos de concentraci¨®n (Stalag Luft, como el de La gran evasi¨®n).
Entre las pegas, el acentuado ¡ªy a veces excesivo¡ª sentido ¨¦pico de la narraci¨®n, y cierto esteticismo (es dudoso que los bomber boys fueran todos tan guapos y posaran tan bien). Dos cosas que desde luego contribuyen a hacer de Los amos del aire un grand¨ªsimo espect¨¢culo, pero que casan poco con la realidad ¨²ltima de c¨®mo dejaban los bombarderos el mundo all¨¢ abajo a su paso.
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