Ding pierde el control de s¨ª mismo y la 7? partida del Mundial cuando dominaba a Niep¨®mniashi
El ruso aventaja al chino por 4-3, a falta de siete, en el duelo m¨¢s re?ido desde 1958
Liren Ding ser¨ªa el claro favorito para convertirse en campe¨®n del mundo si el ajedrez fuera solo ciencia y arte. Pero es sobre todo un deporte de tensi¨®n extrema, que el chino gestion¨® muy mal en la s¨¦ptima partida, lo que le llev¨® a sufrir horrendos apuros de tiempo. El ruso Ian Niep¨®mniashi, mucho m¨¢s pragm¨¢tico, domina por 4-3 tras su victoria, a falta de siete asaltos. El octavo est¨¢ programado para el jueves en el Mundial de Astan¨¢ (Kazajist¨¢n), el m¨¢s trepidante desde el que disputaron los sovi¨¦ticos Mija¨ªl Botv¨ªnik y Vasili Smyslov en 1958.
Niep¨®mniashi describi¨® as¨ª el momento clave: ¡°Tras el movimiento 27 mi posici¨®n era peor y adem¨¢s muy inc¨®moda. Pero he intentado hacer jugadas que mantuvieran la tensi¨®n. Por fortuna, Ding no ha acertado con las mejores suyas y adem¨¢s se ha metido en unos apuros de tiempo muy severos, que le han llevado a una situaci¨®n desesperada¡±.
Por su parte, Ding, con la cara de un ciclista que se cae cuando afronta solo en cabeza la recta final, solo acert¨® a hablar de las jugadas concretas donde se equivoc¨®. Pero sin explicar lo realmente decisivo: sus neuronas se enredaron y crearon un cortocircuito que le bloque¨® despu¨¦s de jugar espl¨¦ndidamente durante casi cuatro horas.
El combate fue dur¨ªsimo. Ding, con las piezas negras, evit¨® la Apertura Espa?ola (en honor de Ruy L¨®pez, campe¨®n del mundo oficioso en el siglo XVI), que se vio en los asaltos primero y quinto, para optar por la Francesa (creada en 1834 en una partida postal entre los clubes de Londres y Par¨ªs), que suele dar lugar a luchas tensas y largas. Niep¨®mniashi eligi¨® una variante s¨®lida pero propicia para montar lentamente un ataque contra el rey.
El ruso es muy peligroso en ese tipo de esquemas porque su virtuosismo t¨¢ctico le permite ser letal en el castigo de imprecisiones defensivas. Pero Ding dio un recital, tocando cada vez la tecla exacta para defender a su monarca mientras, al mismo tiempo, se hac¨ªa fuerte en el centro. El ataque de Niep¨®mniashi se derriti¨® como la nieve ante un sol radiante. El chino ten¨ªa una ventaja clara. Tambi¨¦n es verdad que el reloj le apretaba -unos diez minutos para 13 jugadas-, pero no es menos cierto que su posici¨®n parec¨ªa relativamente c¨®moda porque dispon¨ªa de varios movimientos de espera, s¨®lidos, que le permitir¨ªan acercase al control sin sufrir.
Pero ah¨ª ocurri¨® el cortocircuito en su mente. Ding crey¨®, err¨®neamente, que la posici¨®n exig¨ªa ser agresivo, sin jugadas de espera, y eligi¨® seguir atacando con un lance correcto pero que requer¨ªa un c¨¢lculo preciso, y ¨¦l no ten¨ªa tiempo para eso. El ruso, astuto y pragm¨¢tico, respondi¨® con la jugada que exig¨ªa mayor precisi¨®n, aunque no fuera la mejor. Y el asi¨¢tico se bloque¨® entonces por completo, como si fuera un jugador totalmente distinto, y mucho m¨¢s d¨¦bil, que el de las primeras tres horas y media de combate. Su par¨¢lisis fue tal que lleg¨® a tener solo 45 segundos para ocho lances.
Encontrar cuatro victorias seguidas en otro Campeonato del Mundo implica ir a 1986 (tercer duelo Kasp¨¢rov-K¨¢rpov, en Leningrado, actual San Petersburgo), cuando Kasp¨¢rov perdi¨® tres seguidas tras ganar la anterior. Y para hallar cinco victorias en los primeros siete asaltos, mucho m¨¢s lejos, a 1958 (Botv¨ªnik-Smyslov, en Mosc¨²), aunque deben a?adirse dos aclaraciones. El hist¨®rico duelo Spassky-Fischer, Reikiavik, 1972) tambi¨¦n registr¨® cinco triunfos en siete partidas, pero uno de ellos fue por incomparecencia del estadounidense. Y lo mismo ocurri¨® en el K¨¢rpov-Kamsky de 1996, que era el Mundial oficial, pero todo el mundo, excepto la Federaci¨®n Internacional (FIDE) reconoc¨ªa entonces como verdadero campe¨®n a Kasp¨¢rov, vencedor del indio Anand en 1995 bajo la organizaci¨®n de la Asociaci¨®n de Jugadores Profesionales (PCA).
Ding tendr¨¢ cuatro veces la iniciativa de las piezas blancas en las siete partidas que faltan. Y hasta ahora ha confirmado que su comprensi¨®n del ajedrez es de extraordinaria profundidad, mayor a¨²n que la de Niep¨®mniashi; su estilo es m¨¢s universal. Adem¨¢s, ha sido capaz de recuperarse de dos derrotas muy dolorosas. Pero esta, la tercera, es de las que duelen todav¨ªa m¨¢s: hizo muy bien lo m¨¢s dif¨ªcil y fall¨® cuando se supone que el 3? del mundo no debe hacerlo. Le falt¨® el pragmatismo equivalente al equipo de f¨²tbol que va ganando y retrocede el bal¨®n a su portero o lo lleva al rinc¨®n del saque de esquina o efect¨²a infinidad de pases horizontales para ganar tiempo. El reloj es uno de los elementos que convierten el ajedrez en un deporte dur¨ªsimo. Y Ding fall¨® en esa lid con estr¨¦pito.
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