La fila del crimen
Gustavo Petro tiende la mano a la delincuencia organizada. Tan organizada, que siempre hay alguien dispuesto a reemplazar a quien deja la ilegalidad.
Aprovechando una tarde de s¨¢bado, estando solo en casa, repet¨ª Dunkerque, la emotiva pel¨ªcula de Christopher Nolan sobre la evacuaci¨®n de tropas brit¨¢nicas en la playa de la c¨¦lebre ciudad francesa (1940). En varias escenas se registra la manera en que las largas filas de soldados en la playa, a la espera de transporte, se romp¨ªan cuando atacaban los Stuka (Ju 87), vomitando plomo, en infernal picada y con el bramido de sus Trompetas de Jeric¨®.
Las filas desaparec¨ªan al instante. Unos cuantos reaccionaban disparando; otros, se acurrucaban como orugas tocadas por una rama o corr¨ªan despavoridos. Pero siempre, una vez retirada la potencia a¨¦rea de la Lutwaffe alemana, y sin importar el n¨²mero de muertos tendidos sobre la arena, la fila se reorganizaba. La vida segu¨ªa. Una vida en espera de la muerte.
No pude evitar tener una especie de asociaci¨®n extravagante con nuestra propia guerra. De ninguna manera, aclaro, relacionada con la muerte de tantos uniformados en las ¨²ltimas d¨¦cadas. A ellos nunca les hemos agradecido como se merecen y, en cambio, somos pr¨®digos en ingratitud por su entrega y devoci¨®n. Digo extravagante, porque se me pas¨® por la mente el borrador del proyecto de sometimiento a la justicia del gobierno para las bandas y grupos al margen de la ley.
Entiendo y valoro, como millones de colombianos, los esfuerzos pacifistas del presidente Gustavo Petro, quien no solo ha padecido la guerra; tambi¨¦n la ha protagonizado. En este af¨¢n, al que le llueven tantas flechas encendidas, hay una buena intenci¨®n, un deseo genuino de construcci¨®n de tranquilidad. Ojal¨¢ en t¨¦rminos de ¡°sometimiento¡± y no del peligroso ¡°acogimiento¡± de hace unas semanas.
El proyecto es generoso: rebaja de penas, detenci¨®n comunitaria en sitios de arraigo del delincuente, trabajos sociales durante la privaci¨®n de la libertad, actividades en polideportivos y huertas comunales, participaci¨®n en programas especiales de reinserci¨®n, permisos de 72 horas (sobre todo para cumplir con el compromiso de restituci¨®n a las v¨ªctimas), salidas de hasta quince d¨ªas, posibilidad de conservar parte del dinero mal habido¡ Irresistible para alguien que no quiera continuar despertando con el p¨¢lpito de que todos los d¨ªas son el ¨²ltimo y quiera regresar a la legalidad.
Con tan apetitoso men¨² punitivo, seguramente muchos l¨ªderes de estructuras delictivas se montar¨¢n al tren de la paz total. El gran ¡°pero¡± de todo el asunto es que, como en las filas de soldados en las playas de Dunquerke, el puesto que alguien deja lo ocupar¨¢ autom¨¢ticamente un lugarteniente ¨¢vido de ascender en la estructura criminal. Esas filas son enormes en un pa¨ªs donde la inequidad y la justicia social son conceptos tan lejanos como E?rendel, la estrella que el Hubble ubica a 12.900 millones de a?os luz.
La paz total tiene como uno de sus pilares desanimar a los delincuentes de seguir si¨¦ndolo. Pero sabiendo que las condiciones sociales de Colombia no hacen sino atraer gente a la ilegalidad, cual bombillo nocturno en corredor de finca, la lectura puede ser dolorosamente real: la paz total estar¨¢ a 12.900 millones de a?os luz, hasta que alguien no logre apagar definitivamente la luz del bombillo.
El presidente Petro, como innumerables antecesores, no asegura hacerlo, pero promete sentar las bases. Ya son muchas las veces que nos han vendido la historia de que se van a sentar las bases de la paz y de la seguridad. Y mientras contin¨²an sentando las bases, todos seguimos, sentados, esperando una paz definitiva que nadie alcanza. Como el Hubble, apenas la vemos, diminuta, en la inmensidad.
Retaguardia
Que el sano restablecimiento de relaciones entre Colombia y Venezuela no se traduzca en terminar de compadres con un tirano grotesco y violador de derechos, como es el desvergonzado Nicolás Maduro.
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