El 2023 en Colombia se juega entre la reacci¨®n al cambio y su aceleraci¨®n
Las reformas sociales del Gobierno, las pujas pol¨ªticas y las inciertas perspectivas econ¨®micas se revelar¨¢n sus caras en una aceleraci¨®n de los cambios de 2022, o de la reacci¨®n a ellos
Si 2022 qued¨® marcado por el grito por lograr un cambio, 2023 mostrar¨¢ hasta d¨®nde pueden llegar sus ecos. Ser¨¢ el a?o de mostrar avances en la promesa de mejorar la situaci¨®n de los m¨¢s vulnerables con la que lleg¨® Gustavo Petro al Gobierno, que en sus primeros meses se vio m¨¢s en el discurso que en ejecutorias concretas. Eso porque de agosto a fin de a?o se dedic¨® a organizar su equipo de trabajo, a sacar adelante la reforma tributaria para tener m¨¢s recursos para su programa y a administrar el presupuesto que dej¨® Iv¨¢n Duque, que ten¨ªa naturalmente prioridades diferentes.
El a?o que inicia ser¨¢ el del debate de grandes reformas a la seguridad social, seg¨²n han anunciado el Gobierno y sus aliados en el Congreso. El presidente de la C¨¢mara de Representantes, David Racero, explica: ¡°Este semestre decidimos hacer el debate p¨²blico en cuanto a lo econ¨®mico y a la paz. El pr¨®ximo semestre haremos el debate en torno a lo social. Y le soy sincero, el pa¨ªs nos va a recordar por las transformaciones sociales que hagamos el pr¨®ximo a?o. Ah¨ª miraremos si triunfamos o fracasamos¡±. El congresista es una de las figuras visibles del Pacto Hist¨®rico, la coalici¨®n de partidos y movimientos por la que fue elegido Petro y marca la importancia de lo que viene: las reformas son parte de un programa de transformaciones sociales que definir¨¢n si el Gobierno Petro cumple sus promesas de reducir la desigualdad y fortalecer el Estado y lo p¨²blico.
Esas reformas prometen ser m¨¢s debatidas que las que avanzaron en 2022. Los cambios al sistema pensional, por ejemplo, han suscitado intenso debate desde la campa?a electoral. La pol¨¦mica no es sobre la necesidad de hacer ajustes en un sistema que solo pensiona a 1 de cada 4 colombianos, sino en c¨®mo hacerlos. La propuesta del Gobierno todav¨ªa no est¨¢ plasmada en un proyecto legal y puede seguir evolucionando. Sin embargo, buena parte de los expertos coinciden con ella en varios elementos centrales: eliminar la competencia entre dos reg¨ªmenes diferentes en prestaciones, requisitos para pensionarse, costo fiscal y en general l¨®gicas, y convertirlos en dos capas complementarias. La idea es que todos los trabajadores coticen al r¨¦gimen p¨²blico, que administra Colpensiones, hasta cierto tope de ingreso, y de ah¨ª para arriba, si perciben m¨¢s, aporten a fondos privados para tener una mayor pensi¨®n.
El debate sobre este llamado sistema de pilares es el monto hasta el cu¨¢l los trabajadores deber¨ªan cotizar a Colpensiones. Eso no solo equivale a definir si los fondos privados son viables sino cu¨¢ntos recursos frescos le entrar¨ªan al Estado cada mes, hasta d¨®nde deber¨ªa reducir sus giros a Colpensiones (hoy de 18.4 billones de pesos al a?o), qu¨¦ tanto margen fiscal nuevo tendr¨ªa para otros fines e incluso cu¨¢ndo dinero ahorrado por los trabajadores actuales pasar¨ªa de los fondos privados a Colpensiones. Todo eso, y la posibilidad de que el Gobierno use el ahorro ya hecho para invertir o gastar en otros fines - un fantasma que Petro ha negado una y otra vez pero que despert¨® de nuevo recientemente por las declaraciones del presidente Colpensiones- promete un debate fuerte en 2023.
Lo mismo ocurre con la reforma a la salud. La posibilidad de que la propuesta lleve a eliminar las entidades privadas que administran las prestaciones de servicios de todos los colombianos, y que en teor¨ªa deben actuar como compradores inteligentes pero en la pr¨¢ctica en muchas ocasiones han buscado capturar rentas, ha producido amplia discusi¨®n. Aunque esas EPS han producido sonados esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, el coraz¨®n del debate est¨¢ en qui¨¦n las reemplazar¨ªa. Si fuera el Estado, en cabeza de las secretar¨ªas locales y departamentales de salud, ¨¦stas tambi¨¦n han protagonizado sus propios problema judiciales.
En el camino hay m¨¢s reformas que hasta ahora han sido menos pol¨¦micas pero que tambi¨¦n prometen debates, m¨¢s si se tramitan al tiempo con las de salud y pensiones. Entre ellas est¨¢n la laboral, para aumentar los pagos a los trabajadores por trabajar en horas extras o aumentar los horarios que se consideran nocturnos. O la propuesta de ampliar las obligaciones del Estado para cubrir a los ni?os de 3 a 5 a?os de edad, como explic¨® el presidente este mi¨¦rcoles. Todas ellas prometen, y especialmente su conjunto, prometen ayudar a definir si la oleada de cambios se acelera y si las reacciones se hacen m¨¢s intensas.
El cambio tambi¨¦n pasar¨¢ por la posibilidad de que se concreten avances en la pol¨ªtica de paz: firmar acuerdos, as¨ª sean parciales, con el ELN marcar¨ªa una inflexi¨®n en el conflicto; lograr acuerdos a varias bandas no tendr¨ªa antecedentes. Pero si la apuesta empieza a hacer agua, si las cifras de l¨ªderes sociales asesinados o de masacres siguen creciendo, si los mercados ilegales y el gobierno criminal sobre ellos se mantienen, la ilusi¨®n puede perder fuello y el cambio encontrar un freno poderoso.
Esas dos fuerzas, la del cambio y la de las reacciones a ¨¦l, se cristalizar¨¢n en la puja electoral. La meta del Pacto Hist¨®rico de ganar m¨¢s de la mitad de las 1.102 alcald¨ªas de Colombia marca un criterio para medir el tama?o del cambio. Adem¨¢s de las elecciones de 2022, los resultados de 2019, cuando fuerzas alternativas de diferente matices ideol¨®gicos ganaron las alcald¨ªas de casi todas las ciudades m¨¢s grandes del pa¨ªs (Bogot¨¢, Medell¨ªn, Cali, C¨²cuta, Bucaramanga, Cartagena, Manizales, Villavicencio, Soacha...), son un indicador de que la apuesta tiene sustento.
Pero esos resultados tambi¨¦n marcan sus l¨ªmites: candidatos de la izquierda m¨¢s caracterizada, con avales de los partidos que componen el Pacto Hist¨®rico, perdieron en Bogot¨¢ con Hollman Morris, en Medell¨ªn con V¨ªctor Correa, o Cartagena con Luis Daniel Vargas y Horacio Correa. Las ciudades votaron por la renovaci¨®n, por el cambio; como ocurri¨® en las presidenciales, cuando el deseo de cambio impulso a Petro y al poco conocido multimillonario Rodolfo Hern¨¢ndez a la segunda vuelta. Y ese cambio puede significar apoyar al Pacto Hist¨®rico en algunas regiones, pero tambi¨¦n puede significar su opuesto, alternativas c¨ªvicas o candidatos no petristas en otras.
En ese sentido, el cambio se puede dar tanto por el crecimiento de la izquierda como porque se profundice la elecci¨®n de alcaldes y gobernadores que no vienen de la pol¨ªtica tradicional, una tendencia que empez¨® en Bogot¨¢ hace ya tres d¨¦cadas y que ha dio creciendo en todo el pa¨ªs. Cualquiera de ellas puede acelerar el cambio, pero tambi¨¦n pueden enmascarar una forma de reacci¨®n a ¨¦l mediante el acomodamiento de fuerzas m¨¢s tradicionales a la realidad pol¨ªtica.
Y es que entre las dos posibilidades de cambio hay una tensi¨®n, en la medida en que las mayor¨ªas legislativas con las que cuenta el Gobierno para pasar sus reformas incluyen justamente a partidos tradicionales, y la competencia electoral las puede poner en riesgo - o llevar a inusuales alianzas de la izquierda con los sectores pol¨ªticos m¨¢s tradicionales que han ido perdiendo fuerza en las elecciones locales.
La definici¨®n de si las elecciones locales trae un cambio, y si es uno que se oriente m¨¢s hacia la izquierda que representa Petro o hacia la llamada antipol¨ªtica, pasa en parte por los resultados econ¨®micos y el gasto social que haya el Gobierno. El recaudo extra que tendr¨¢ el Estado por cuenta de la reforma tributaria y por el crecimiento econ¨®mico del a?o que termina dejar¨¢n al Gobierno con unos 16 billones de pesos adicionales para invertir o gastar. La forma en la que lo haga, y la resiliencia que muestre la econom¨ªa en un a?o de desaceleraci¨®n ayudar¨¢n a moldear el estado de ¨¢nimo y a definir si el cambio se acelera y si crecen las reacciones a ¨¦l.
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