El renacer ind¨ªgena: crece la b¨²squeda de las ra¨ªces abor¨ªgenes en Argentina
El 500 aniversario de la conquista de Am¨¦rica marc¨® un despertar de las identidades originarias. El rescate de los saberes ancestrales podr¨ªa dar respuesta a algunos problemas de las sociedades modernas
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Ger¨®nima Mart¨ªnez naci¨® en territorio guaran¨ª en el monte paraguayo, donde el espa?ol es una lengua extranjera, pero vive hace casi 40 a?os en Argentina. Hablaba s¨®lo el guaran¨ª cuando lleg¨® a los 10 a?os con unos conocidos de su madre por unos dos meses, que se convirtieron en a?os. Por entonces, cuenta Ger¨®nima, los ni?os trabajaban a la par de los adultos y termin¨® siendo criada en casas de varias familias. ¡°Era algo as¨ª: ¡®Te doy techo, comida y servime¡¯. Y caes como en una telara?a¡ Por eso fue muy importante el acompa?amiento que tuve en C¨®rdoba, donde conoc¨ª buena gente que se preocup¨® para que me formara¡±, relata.
La mujer agradece la ayuda que recibi¨® del sacerdote Horacio Saravia, de la parroquia San Jer¨®nimo, ubicada en el multicultural barrio de Alberdi, que no s¨®lo le dio albergue durante un tiempo sino que la impuls¨® a recuperar su identidad dormida y su voz ind¨ªgena. En su ¡°proceso de descolonizaci¨®n¡± Ger¨®nima adopt¨® un nombre guaran¨ª (Jasyrendy, que significa ¡®luna encendida¡¯ en lengua Mby¡¯a) pero, m¨¢s tarde, decidi¨® recuperar el del santoral cristiano. En 1992, el testimonio de Ger¨®nima, junto a decenas de abor¨ªgenes de distintos pueblos, fue uno de los pilares fundadores del Instituto de Culturas Abor¨ªgenes (ICA) en C¨®rdoba, un espacio para rescatar la memoria de los pueblos originarios.
¡°Conformamos un equipo para recuperar la voz, ya que a nuestros abuelos los hab¨ªan silenciado. As¨ª comenc¨¦ a ponderar la cultura y el idioma que traigo y me acompa?a hasta el d¨ªa de hoy; che ?e¡¯¨ºte, la de mis primeras palabras, la que se aprende en el seno de la comunidad a la que pertenecemos¡±, explica Mart¨ªnez, hoy directora del ICA y docente de Lengua y Pensamiento Originario Guaran¨ª.
Su historia es una entre tantas de pobladores originarios que en los ¨²ltimos a?os han desandado en Argentina los caminos sinuosos del desarraigo, el ocultamiento y la deconstrucci¨®n para luchar por el reconocimiento de su identidad y por el rescate de ciertos saberes ancestrales, que pueden dar algunas respuestas a los problemas de las sociedades modernas.
Las poblaciones ind¨ªgenas argentinas han logrado sobrevivir pese a que el relato oficial las neg¨® e invisibiliz¨® durante mucho tiempo y pese al proceso de colonizaci¨®n y las campa?as militares del siglo XIX que provocaron parte del exterminio de varios pueblos. En el Registro Nacional de Comunidades Ind¨ªgenas est¨¢n inscritos 34 pueblos originarios y el Instituto Nacional de Asuntos Ind¨ªgenas (INAI) tiene identificadas 1.653 comunidades; 1.456, con personer¨ªa jur¨ªdica. Seg¨²n los ¨²ltimos datos disponibles del Censo de 2010 (los de este a?o a¨²n no est¨¢n procesados), por entonces 955.032 personas se identificaban como abor¨ªgenes o descendientes de pueblos originarios. La cifra representa el 2.4% de la poblaci¨®n.
Los pueblos ind¨ªgenas transitan diferentes realidades en Argentina y en toda Am¨¦rica Latina, pero hay un denominador com¨²n: las dificultades para la inclusi¨®n social plena. En la regi¨®n, representan el 8% de la poblaci¨®n, y, seg¨²n un informe del Banco Mundial, constituyen aproximadamente el 14% de los pobres y el 17% de los extremadamente pobres. Casi la mitad vive en zonas urbanas. ¡°En el imaginario se cree que el ind¨ªgena tiene que ser pobre. No somos pobres, hemos sido empobrecidos¡±, asegura Ger¨®nima.
En 1992, hace exactamente 30 a?os, la conmemoraci¨®n de los 500 a?os de la conquista de Am¨¦rica gener¨® en este continente un encendido debate sobre la historia oficial de la llegada de Crist¨®bal Col¨®n y propici¨® el inter¨¦s por rastrear los or¨ªgenes entre quienes sospechaban pertenecer a los pueblos originarios.
El historiador Pablo Reyna confirma que aquel a?o fue clave para el resurgir de las culturas ind¨ªgenas. Los antrop¨®logos lo llaman ¡°proceso de reemergencia ¨¦tnica¡± o de revisibilizaci¨®n. ¡°La identidad ind¨ªgena, como todas, es una construcci¨®n social. No es algo que se define por lo biol¨®gico, lo fenot¨ªpico o lo cultural. Todos somos mestizos biol¨®gicos y la cultura de cualquier pueblo siempre se va dinamizando y cambiando. Por ende, las identidades ind¨ªgenas son parte de un proceso de toma de conciencia que est¨¢ vinculado con las memorias, las afectividades, los silencios y olvidos estrat¨¦gicos¡±, opina Reyna, perteneciente al pueblo camiare (comeching¨®n), originario de C¨®rdoba.
M¨®nica Zidarich, licenciada en Ciencias de la Educaci¨®n y educadora intercultural en comunidades wichi en la norte?a provincia del Chaco y en comunidades aba guaran¨ªes, chorotes, nivacles y qom del oeste de Salta, sostiene que en los ¨²ltimos a?os en Argentina hubo una visibilizaci¨®n de los pueblos y lenguas originarias, estimulada tambi¨¦n por la llegada de Evo Morales a la presidencia de la vecina Bolivia, la reforma de la Constituci¨®n de 1994 que reconoci¨® la preexistencia de los pueblos originarios en el pa¨ªs y la Ley Nacional de Educaci¨®n que garantiza desde 2006 la educaci¨®n intercultural biling¨¹e. En ese proceso, asegura Zidarich, se pas¨® de la negaci¨®n a la aceptaci¨®n y a la valoraci¨®n. Entonces, muchos dejaron de avergonzarse de su identidad.
Silenciamiento y discriminaci¨®n
La narrativa de la extinci¨®n se fue construyendo desde fines del siglo XIX y hasta mediados del XX de la mano de las ¨¦lites pol¨ªticas, los censos de poblaci¨®n que exclu¨ªan a los originarios y de las escuelas que imped¨ªan hablar el idioma nativo, seg¨²n explica Pablo Reyna. ¡°Las comunidades empiezan un periodo que desde la antropolog¨ªa llamamos el autosilenciamiento¡±, remarca el tambi¨¦n autor de Cr¨®nica de un renacer anunciado.
Ger¨®nima Mart¨ªnez recuerda que, de ni?a, cuando asist¨ªa a la escuela, s¨®lo hablaba guaran¨ª, pero recib¨ªa clases en espa?ol. ¡°Repet¨ªamos como loritos. La gente no quer¨ªa ir porque no entend¨ªa nada. Te formateaban para la homogeneizaci¨®n¡±, opina. El castellano era dominante, y las lenguas ancestrales eran consideradas de inferior calidad. ¡°En Paraguay y en Argentina se usa la palabra guarango (maleducado) de manera despectiva. Y, en realidad, guarango es el hablante guaran¨ª. Se dec¨ªa que si habl¨¢s guaran¨ª sos un guarango; y eso peg¨® en generaciones que no quer¨ªan ense?ar a sus hijos esa lengua de baja calidad, que no era la lengua culta¡±, asegura Ger¨®nima.
A la peruana Eugenia Butron C¨¢rdenas, una aymara residente en C¨®rdoba, tambi¨¦n le prohibieron hablar su lengua en su casa y en la escuela. ¡°Con el tiempo entend¨ª que era para invisibilizar nuestra cultura e idioma aymara, ya que tambi¨¦n personas que se cre¨ªan superiores le hab¨ªan prohibido a mis tatarabuelos, abuelos y padres¡±, explica.
Adem¨¢s, Reyna apunta a que desde las instituciones del Estado se construy¨® la imagen de que los ind¨ªgenas eran ¡°atrasados¡±, ¡°b¨¢rbaros¡± y ¡°salvajes¡±. Por eso, muchas familias, durante gran parte del siglo XX, debieron callar. ¡°El ind¨ªgena naturaliz¨® la extinci¨®n de lo ind¨ªgena y eso queda guardado en la memoria¡±, opina el historiador.
La b¨²squeda de la identidad perdida
El renacer ind¨ªgena que se ha visto en los ¨²ltimos a?os en Argentina es tambi¨¦n un fen¨®meno regional. Seg¨²n el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, entre 2000 y 2010 la poblaci¨®n aborigen latinoamericana subi¨® un 49,3%, lo que supone un crecimiento anual del 4,1%. Para la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina y el Caribe (Cepal), se trata de una recuperaci¨®n demogr¨¢fica de gran magnitud, ya que en el mismo per¨ªodo la poblaci¨®n latinoamericana se increment¨® el 13,1%, a un ritmo anual de 1,3%. Esto significa que el alza no es simplemente por razones demogr¨¢ficas, sino por un aumento en la autoidentificaci¨®n de los pueblos ind¨ªgenas.
¡°Muchos entendemos que volver a retomar la identidad de nuestros mayores es poner en valor las ra¨ªces m¨¢s profundas de nuestro continente. Y es la posibilidad de vivir de otra manera: valorando linajes familiares, cuidando el monte, el agua, y los animales, y reencontr¨¢ndose con una espiritualidad que intent¨® ser sepultada, pero que pervive y est¨¢ a¨²n latente¡±, remarca Reyna.
La abuela que no exist¨ªa
Hace 15 a?os, Adriana Abril, de 74 a?os, comenz¨® a buscar su propia identidad ante los indicios de ser nieta de una ind¨ªgena sanavirona, otro pueblo originario de la provincia de C¨®rdoba. Unos an¨¢lisis de ADN confirmaron sus sospechas. ¡°Esta abuela era la ¨²nica de los cuatro abuelos que no era inmigrante europea y sobre ella exist¨ªa un claro ocultamiento y desprecio de su procedencia. En la familia, de ese tema no se hablaba, pero todas las actitudes cuestionables de mi abuela ¡ªcar¨¢cter fuerte, tozudez, rebeld¨ªa¡ª se justificaban aduciendo que eran por ser india¡±, cuenta.
Sus cumplea?os no se festejaban y ella nunca quiso responder cu¨¢ndo y d¨®nde hab¨ªa nacido. ¡°Me acuerdo que a mi mam¨¢ no le gustaba que se hablara de su mam¨¢, porque era m¨¢s morocha [morena]. Me dec¨ªa: ¡®Vos ten¨¦s que verle las piernas que son m¨¢s blancas¡¯. Cuando yo cumpl¨ª 15 a?os, mi mam¨¢ quer¨ªa civilizar a la abuela para que estuviera en la fiesta. Entonces tuvimos que ir a la peluquer¨ªa para que no pareciera criolla, india. Siempre se valor¨® m¨¢s a mi abuelo espa?ol, que era rubio de ojos celestes¡±, recuerda.
Benita Audelina Delgado, como conoc¨ªan a la abuela, era indocumentada, analfabeta y vivi¨® en muchos lugares del suroeste de la provincia de Buenos Aires y este de La Pampa, siguiendo el avance de la adjudicaci¨®n de tierras fiscales despu¨¦s de la Conquista del Desierto, las campa?as militares de fines del siglo XIX que culminaron con el exterminio de varios pueblos ind¨ªgenas. ¡°Tard¨¦ mucho para buscarla, esa persona no exist¨ªa¡±, asegura Abril, bi¨®loga, investigadora y docente universitaria jubilada.
El rastreo de informaci¨®n en registros oficiales arroj¨® que la abuela se cambi¨® el nombre y apellido seis veces. El nombre con que Abril la conoci¨® no figura en ning¨²n registro parroquial ni civil. Naci¨® en el departamento cordob¨¦s de R¨ªo Primero, muy alejado de los lugares donde vivi¨® en distintas provincias argentinas. Se cas¨® tres veces y tuvo 14 hijos. Se alfabetiz¨® a los 25 a?os y a partir de all¨ª fue una mujer activa que manej¨® los negocios de su segundo marido y luch¨® ante tribunales en el juicio de sucesi¨®n por la herencia y la tenencia de sus hijos, cuando la legislaci¨®n vigente no otorgaba derechos civiles a la mujer.
¡°La vida de mi abuela es un claro ejemplo de ocultamiento voluntario para evitar la discriminaci¨®n por aborigen, de superaci¨®n intelectual y de lucha por los derechos de la mujer que merece rescatarse y revalorizarse¡±, asegura Abril.
El enfermero wichi
Nicasio L¨®pez, de 34 a?os, naci¨® en Sauzalito, provincia del Chaco, en la comunidad wichi donde tuvo la suerte de recibir educaci¨®n biling¨¹e en tiempos en que las escuelas s¨®lo impart¨ªan clases en espa?ol. Aprendi¨® a leer y escribir en castellano y en wichi gracias a su maestra M¨®nica Zidarich. ¡°Era la ¨²nica blanca que hablaba en wichi, por eso la gente le tom¨® mucho cari?o¡±, cuenta L¨®pez, hoy enfermero graduado de la Cruz Roja, el primero de su comunidad.
Sauzalito, que en wichi se traduce como Sipohi ¨C lugar del mandur¨¦, un pez de la zona¡ª, es un pueblo grande que ha crecido en los ¨²ltimos tiempos al l¨ªmite con la provincia de Formosa, en el norte del pa¨ªs, a la vera del r¨ªo Bermejo. All¨ª funciona el Centro de Investigaci¨®n y Formaci¨®n para la Modalidad Aborigen, del que se grad¨²an docentes, pero a¨²n es un territorio postergado con cientos de kil¨®metros de caminos de tierra en los que no entran ni las ambulancias.
L¨®pez lleg¨® a la ciudad de C¨®rdoba en 2013 despu¨¦s de retomar el contacto con su antigua maestra a trav¨¦s de Facebook. Cuando le cont¨® que era changar¨ªn (pe¨®n para tareas temporales) en Sauzalito y que no hab¨ªa terminado la secundaria, la docente le aconsej¨® que se graduara y se ofreci¨® a ayudarle si quer¨ªa cursar estudios superiores.
Ahora es enfermero en una cl¨ªnica privada de la ciudad de C¨®rdoba, aunque sabe que su caso sigue siendo una excepci¨®n. Seg¨²n dice, a muchos j¨®venes wichi les gustar¨ªa estudiar para colaborar con la comunidad, pero no todos pueden. El enfermero habla con orgullo de sus or¨ªgenes, pero no siempre fue as¨ª. Cuando estudiaba no se presentaba como wichi por temor a ser discriminado. ¡°Un d¨ªa, conversando con mis compa?eros sobre los pueblos originarios, les cont¨¦ sobre mi origen. Me sorprendi¨® que no supieran nada de las comunidades; algunos dec¨ªan que ya no existimos y otros cre¨ªan que estamos en tribus en el r¨ªo. Le dije al profe: ¡®Yo soy wichi, soy hablante. Y tuve que hablar en wichi por tel¨¦fono con mi t¨ªa para que me creyeran¡±, recuerda.
Su sue?o ahora es volver a Sauzalito para contribuir con lo que ha aprendido. ¡°Me gustar¨ªa rescatar algunos yuyos [hierbas silvestres], mezclando medicina ancestral con la occidental. Mi mam¨¢ me ense?¨® mucho, mi abuela tambi¨¦n¡±, afirma. Y lamenta que los conocimientos sobre las propiedades de las plantas medicinales se esfumen con la muerte de cada anciana.
Como ¨¦l, muchos de los que est¨¢n rescatando sus or¨ªgenes o reinterpret¨¢ndolos desde el orgullo ven en los saberes ancestrales y la cosmovisi¨®n de los pueblos originarios ¡ªque se basa en una relaci¨®n arm¨®nica con la naturaleza y con los dem¨¢s seres del planeta¡ª, un lugar donde encontrar respuestas a los problemas actuales. As¨ª lo cree Ger¨®nima Mart¨ªnez, quien dice que la gente de a poco se est¨¢ sumergiendo en las ra¨ªces de sus abuelos para ver qu¨¦ conexi¨®n tiene con el territorio. La tierra ¡°nos regala los alimentos con sus frutos, la medicina y un lugar donde vivir¡±, asegura. ¡°Pero si la seguimos da?ando y maltratando puede librarse de nosotros cuando ella quiera¡±.
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