La sentencia hist¨®rica que reconoce el racismo estructural en Ecuador
El fallo de la Corte Constitucional declar¨® que Furukawa perpetr¨® esclavitud moderna por el ¡°origen afrodescendiente¡± de sus trabajadores. Tres activistas y acad¨¦micos analizan las deudas pendientes del Estado con esta poblaci¨®n

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El pueblo negro lleva en Ecuador m¨¢s de cinco siglos. La mayor¨ªa llegaron esclavizados desde Senegal, Gambia, Congo y Angola y fueron obligados a trabajar la tierra de otros; a pertenecer a otros. Estas comunidades, asentadas principalmente en el corredor del Pac¨ªfico, llevan resistiendo en los palenques desde entonces. En estos espacios cercados, los esclavos huidos y los que compraban su propia libertad se organizaban en comunidad, atesoraban sus costumbres y su cultura y fueron cocinando la abolici¨®n, proclamada tres siglos m¨¢s tarde, en 1852. Hoy, 172 a?os despu¨¦s, el Estado ha admitido que estas pr¨¢cticas similares a la esclavitud continuaron vigentes en pleno siglo XXI.
El pasado jueves, la Corte Constitucional emiti¨® una sentencia hist¨®rica que reconoce que la empresa Furukawa, uno de los principales exportadores de abac¨¢ del mundo, fue perpetradora durante seis d¨¦cadas de pr¨¢cticas an¨¢logas a la esclavitud moderna, conocidas como servidumbre de la gleba. En un contundente fallo, que exige reparaciones econ¨®micas y simb¨®licas pioneras, advierte que esta explotaci¨®n se dio por el ¡°racismo estructural¡± que existe en Ecuador. ¡°Las personas que cultivaban el abac¨¢ eran percibidas, debido a su origen afrodescendiente, como objetos de producci¨®n, y no como personas en igualdad de condiciones de dignidad humana¡±, dictaba la Corte. Los descendientes de quienes resistieron hace 400 a?os ganaron el pulso a Furukawa.
Para David Qui?onez, m¨¦dico y secretario general de la Uni¨®n del Pueblo Afroecuatoriano, este puede ser un momento clave de reparaci¨®n real: ¡°Sentimos que al fin encontramos una voz activa que escucha nuestras demandas hist¨®ricas. El Estado tiene ahora una oportunidad de oro para reparar no s¨®lo a las v¨ªctimas de Furukawa. Los indicadores sociales de estas comunidades muestran unas brechas abismales. Este es el racismo estructural del que habla la Corte y que el Estado no ha reparado nunca¡±.
El 7,2% de la poblaci¨®n ecuatoriana es afrodescendiente. Sin embargo, representan el 40% de las personas empobrecidas del pa¨ªs; y el 15% de la pobreza extrema, frente al 4% de la media nacional. Adem¨¢s, uno de cada diez afroecuatorianos no cuenta con saneamiento adecuado. Esta sobrerepresentaci¨®n recogida en el Informe de Visita del Grupo de Expertos de Naciones Unidas sobre Afrodescendientes tambi¨¦n est¨¢ presente en las c¨¢rceles. En t¨¦rminos educativos, el fen¨®meno se invierte, y esta comunidad est¨¢ infrarrepresentada. En Ecuador, un 84% de los estudiantes negros no pueden acceder a estudios superiores; un 10% m¨¢s que la tasa nacional. ¡°Somos todav¨ªa una comunidad exclu¨ªda y vulnerada¡±, cuenta el experto, quien present¨® un amicus curiae en el juicio tras haber atendido como doctor a las v¨ªctimas de esclavitud en las haciendas.

G¨¦nesis Anangon¨®, del Centro de investigaci¨®n de Estudios de ?frica y Afroam¨¦rica, tilda de ¡°agridulce¡± este fallo. Para ella, el tiempo que se han tomado los tribunales en fallar un caso tan importante para el pa¨ªs ¡°es un espejo de c¨®mo la sociedad no prioriza¡± las luchas de los afrodescendientes, cuenta por tel¨¦fono. Aunque asegura que el discurso negacionista de la colonizaci¨®n o la esclavitud no es tan fuerte en su pa¨ªs, siente que se repite el mismo problema: ¡°Todos creen que el racista es el otro¡±. As¨ª, explica, se percibe que la reflexi¨®n -de haberse hecho- es a¨²n muy superficial. Es por ello que las escasas pol¨ªticas de acciones afirmativas para achicar m¨¢s la brecha son completamente desprestigiadas por la sociedad. ¡°Nos siguen diciendo: ¡®Es que a ustedes les regalan las cosas¡±, lamenta.
Jaqueline Gallegos, coordinadora del Observatorio de Derechos Humanos Afroecuatoriano coincide y lamenta que este tema no haya sido politizado ni en Ecuador ni en la regi¨®n. ¡°Nuestros Estados han nacido de pr¨¢cticas coloniales, se fundaron en la discriminaci¨®n y en la esclavitud. Y se ha hecho muy poco por resarcirlo¡±, asegura.
Para ella, estas vulneraciones actuales tienen muchas similitudes con la ¡°trata transatl¨¢ntica¡±. ¡°Entonces se deshumanizaron a las personas y se las vend¨ªan, casi como si fueran animales. Esa discriminaci¨®n, la de no reconocer los derechos del otro, sigue vigentes en nuestros Estados y, sinceramente, no creo que ni el Ecuador ni la sociedad est¨¦n preparados para la reparaci¨®n que necesitamos¡±. Aunque los tres expertos inciden en que la reparaci¨®n econ¨®mica que pide la Corte a Furukawa -y que la empresa ya ha tildado de ¡°imposible¡± de pagar- no ser¨¢ nunca suficiente para resarcir ¡°los cuerpos atravesados por el racismo¡±, consideran que es un buen punto de partida. Es la punta del hilo de un ovillo que va a requerir muchas manos para desenredar.
Aunque Gallegos celebra la contundencia de la Corte, habla de ¡°utop¨ªa¡± en su implementaci¨®n, ya que, dice, ¡°Ecuador es el pa¨ªs de las normas¡± que luego no salen del papel. ¡°No creo que se priorice este tema, en el momento de crisis de seguridad actual en el que una persona negra sigue siendo sospechosa de cualquier delito por el mero hecho de ser afrodescendiente¡±, explica Gallegos, quien tambi¨¦n anima a los tribunales a empezar a preguntar al pueblo negro de qu¨¦ forma quiere ser reparado.
¡°La reparaci¨®n no puede venir solo desde fuera¡±, dice. ¡°Es una construcci¨®n con los sujetos de derechos. Pasa igual con la lucha antirracista: no puede ser una responsabilidad de las v¨ªctimas. Tiene que ser toda una sociedad buscando la igualdad social¡±.
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Para los tres acad¨¦micos, esta es una gran oportunidad para sentar bases en el mundo de la agroindustria, un sector en el que los trabajadores son la mayor¨ªa afrodescendientes e ind¨ªgenas. ¡°La relaci¨®n entre los due?os de las tierras y los trabajadores tiene que cambiar ahora¡±, dice Anangon¨®. ¡°La Corte sent¨® un antecedente¡±.
Gallegos se?ala a la justicia y a las dem¨¢s instituciones del Estado como parte tambi¨¦n de esa herencia colonial y racista intr¨ªnseca al pa¨ªs. ¡°Es dif¨ªcil ser cr¨ªtico ante ciertas realidades si no entiende que es necesario trabajar el modelo de justicia desde las interseccionalidades¡±, narra. Este concepto acad¨¦mico que subraya la superposici¨®n de las capas de exclusi¨®n, como el g¨¦nero, la raza y el estrato es tambi¨¦n recogido pioneramente por la Corte: ¡°Estas personas [las v¨ªctimas de Furukawa] se encuentran en condici¨®n de vulnerabilidad interseccional, pues existen m¨²ltiples factores de vulnerabilidad que confluyen en todos los abacaleros y arrendatarios y que configuran una situaci¨®n de riesgo en el ejercicio de sus derechos¡±.
Precisamente porque la Corte reconoce que existen estas capas de discriminaci¨®n. Las mujeres que han vivido en las haciendas y que se han sumado a la denuncia de Furukawa recibir¨¢n un monto adicional, por el hecho de ser mujeres. Nombrarlo, dicen, es un paso gigante. Pero no suficiente. ¡°Es un punto de partida que celebramos¡±, explica Qui?onez. ¡°Pero sabemos que nos toca seguir vigilantes para que no quede en papel mojado¡±.
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