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Lorenzo de? Medici: ?Tengo dos armarios: para el d¨ªa a d¨ªa y para la vida social?
Escritor y exdise?ador, ha superado su obsesi¨®n por la ropa y hace 10 a?os que no se pone ninguna de las 80 corbatas de su armario.
Escritor y exdise?ador, ha superado su obsesi¨®n por la ropa y hace 10 a?os que no se pone ninguna de las 80 corbatas de su armario.
Le gustan las tiendas vintage, los vestidos mini y se ve capaz de ponerse cualquier cosa. Su abuela le ense?¨® a coser y hasta se hizo un abrigo.
Odia las corbatas, las camisas, el esmoquin y el frac. Despu¨¦s del uniforme de cocinero, lo suyo son las camisetas y los colores oscuros.
Presume de habilidad a la hora de comprar ropa y de encontrar gangas en los mercadilllos, pero es, sobre todo, una fan de las compras online.
Asegura que va de compras con el tiempo justo: nunca le dedica m¨¢s de media hora. Pero la realidad es que, all¨ª donde aparece, todo el mundo se fija en lo que lleva. ?Estilo innato?
Lo mismo se pone un trapito de Zara que se deja caer por Valentino. La mujer m¨¢s elegante del flamenco confiesa su vicio: la moda.
El primer icono de elegancia en el f¨²tbol espa?ol reconoce que le gusta la moda, que le encanta ir de compras y que se ocupa de la intendencia de su vestidor.
Los vestidos y los vaqueros copan su armario. Se desenvuelve como pez en el agua en las tiendas de segunda mano y suele escaparse a Berl¨ªn y a Nueva York de compras.
Aunque no dedica mucho tiempo a ir de tiendas, el creador tiene un armario minuciosamente seleccionado con mano experta. Ahora, esta se atreve con un perfume.
Tiene un aire de lord ingl¨¦s, un gusto especial por las gabardinas y lo ¨²ltimo que llevar¨ªa ser¨ªa un ch¨¢ndal.
Deslumbra en la alfombra roja, para cantar le gusta ponerse un canc¨¢n en el escenario y por la calle se mimetiza gracias a su uniforme diario: camiseta, vaqueros y botas.
Reconoce que es m¨¢s de pantalones, que los botines son para caminar y que le seduce el binomino blanco y negro. Por algo es la viva imagen de la elegancia.
En su armario abundan los vaqueros y los fulares, pero ella sue?a con prendas de otras ¨¦pocas. Su trabajo en el cine y la televisi¨®n le brinda la posibilidad de disfrutar de ellas.
Recuerda con pasi¨®n un Valentino que le prestaron para un estreno y conserva el vestido que se puso para su primera pel¨ªcula como directora. Pero lo suyo son la americanas.
Confiesa que de coser sabe lo b¨¢sico para hacer disfraces a sus hijos. Pero la protagonista de su novela ha elevado a las modistas de la posguerra a la categor¨ªa de fen¨®meno literario.
Las transparencias le han jugado malas pasadas sobre el escenario, donde igual revive el tango que la copla. Y confiesa que lo guarda todo, ?hasta las sudaderas de cuando iba al instituto?.
Arrasaba en las tiendas cuando era joven. Y eso le ha servido para llenar un armario que apenas necesita renovaci¨®n. Entre peque?os lujos vintage y faldas a medida, la exdirectora de Arcomadrid sabe disfrutar de su ropa.
Envidia a las presentadoras de telediario que ahora lucen vestidos y blusas. En su ¨¦poca de informativos iba siempre con americanas y acab¨® aborreci¨¦ndolas.
Fan rendida del estilo cl¨¢sico de Katharine Hepburn, no es amiga de tacones de aguja, pero s¨ª de bufandas. ?Tienen un enorme componente pr¨¢ctico?, asegura.
No prescinde de la feminidad ni de los accesorios para imponerse como presidenta del Parlamento vasco. Interesada por la moda, no se permite ning¨²n descuido.
Casi 50 a?os en el mundo de la moda le dan la autoridad para afirmar que nadie mejor que ella sabe lo que le sienta bien. Teresa manda en su armario: no se admiten opiniones y se reserva el derecho de admisi¨®n.
Uno de sus sue?os ser¨ªa crear su propia colecci¨®n de ropa. Est¨¢ cerca de conseguirlo: su hija Mar¨ªa est¨¢ acabando los estudios de Dise?o. As¨ª evitar¨ªa ir de tiendas, algo que detesta.
Puede hacer una lista razonada de sus firmas favoritas, pero a veces se deja liar y acaba con cosas imposibles, ?como una chaqueta de poeta l¨¢nguido?.
Su armario no se arredra ni ante el tiempo ni ante las polillas. En ¨¦l habitan joyas vintage, piezas m¨ªticas de las primeras colecciones de su marido, Roberto Torretta, y bolsos de YSL.
Afirma que tiene varios yoes y que viste seg¨²n el que toque en cada momento. Huye de la seriedad estricta con grandes complementos.
Asegura que empe?arse en estrenar algo cada dos por tres es el reflejo de un plan de vida equivocado. Pero el actor no renuncia a la moda: pocas prendas, pero bien escogidas.
Quiere montar una exposici¨®n con las obras de arte que pueblan su ropero: peinetas imposibles, vestidos irreverentes, mantones exquisitos y gafas de sol cuadradas.
Le encantan las gafas, pero confiesa que las acaba perdiendo. Y prescinde del bolso. Aunque siempre se las ingenia para guardar en alg¨²n sitio la barra de labios.
Su armario est¨¢ lleno de disfraces con los que hace re¨ªr a los ni?os de la Fundaci¨®n Aladina. Quiz¨¢ por eso, en el d¨ªa a d¨ªa, prefiere pasar desapercibido con un ?look normalito?.
Trabajar de supermodelo al m¨¢s alto nivel no la ha vuelto loca: compra lo justo, prefiere lo pr¨¢ctico y ama la comodidad. ?En casa de herrero, cuchillo de palo?
Compra por impulso y no sigue las tendencias: ?Mi armario parece el de la ni?a de luto, solo hay negro?. Su ¨²ltimo reto es dise?ar su propia colecci¨®n de gafas.
A su pareja le encanta regalarle bolsos, hasta el punto de que, gracias a ¨¦l, tiene una gran colecci¨®n.
El hijo de la musa Nati Abascal tiene m¨¢s de 100 corbatas, 70 camisas blancas y alg¨²n que otro chaqu¨¦. ?Su deuda estil¨ªstica? Vestir un frac.
Su armario es de mil colores, como su canci¨®n. Huye del estilo minimalista para apostar por el exotismo y las prendas con car¨¢cter. Una proyecci¨®n de ella misma.
Presentador y c¨®mplice de Ana Rosa, confiesa que no le gusta la ropa reci¨¦n estrenada y se pone antes los trajes por casa ?para vivirlos primero?.
Tard¨® a?os en encontrar los zapatos de sal¨®n perfectos, que resultaron ser unos Manolos. La presentadora de moda pisa fuerte y toma decisiones firmes.
La capital escocesa inspir¨® a J. K. Rowling, Stevenson y Walter Scott. Un paseo literario que se completa con historia, 'pubs' y un museo del whisky
Loquillo hace locuras para conservar su estilo.
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