Lo que el cine debe a la pintura
El Museo de Orsay estudia la relaci¨®n entre ambas disciplinas en el siglo XIX, cuando el arte abri¨® una reflexi¨®n sobre la imagen animada que luego retomaron los primeros cineastas, como M¨¦li¨¨s y los Lumi¨¨re
Existe una leyenda que asegura que el p¨²blico sali¨® espantado de la primera proyecci¨®n del cinemat¨®grafo en el Grand Caf¨¦ de Par¨ªs, all¨¢ por 1895. Una locomotora humeante, capturada por la c¨¢mara de los hermanos Lumi¨¨re, avanzaba a toda velocidad hacia los asistentes, que habr¨ªan huido despavoridos por miedo a ser aplastados. Es un relato ap¨®crifo: en realidad, ese cl¨¢sico del cine primigenio no se estren¨® hasta un a?o m¨¢s tarde, en Lyon. Y, sobre todo, la ingenuidad del p¨²blico no pod¨ªa ser tan pronunciada. Pese al asombro y la incredulidad provocados por la espectacularidad de esas im¨¢genes, de la que dejaron constancia todas las cr¨®nicas de la ¨¦poca, la sociedad decimon¨®nica llevaba casi un siglo familiarizada con los teatros ¨®pticos, las linternas m¨¢gicas, las vistas estereosc¨®picas y otros experimentos que aspiraban a reproducir el movimiento.
En Par¨ªs, una ambiciosa exposici¨®n en el Museo de Orsay, Enfin le cin¨¦ma!, recuerda ahora que el cine no naci¨® por generaci¨®n espont¨¢nea. Fue el resultado de una larga reflexi¨®n sobre la imagen animada que ya recogi¨® y vulgariz¨® la pintura del siglo XIX, principal medio de masas de la ¨¦poca, bajo el influjo evidente de la fotograf¨ªa y del resto de innovaciones t¨¦cnicas. Pero tambi¨¦n, como apunta la hip¨®tesis m¨¢s estimulante de cuantas enuncia la muestra, con la emergencia de una nueva cultura urbana como tel¨®n de fondo, que eclosion¨® en el Par¨ªs transformado por el bar¨®n Haussmann. Su intervenci¨®n urban¨ªstica, encargada por Napole¨®n III y llevada a cabo entre 1853 y 1870, desemboc¨® en la creaci¨®n de los bulevares y la transformaci¨®n de la capital francesa en un espect¨¢culo continuo, lleno de luces y de colores. De repente, aparecieron nuevas perspectivas: el mundo a la velocidad del ¨®mnibus u observado desde la ventana del tren ¡ªun invento de 1802 que ya delimitaba la realidad en un encuadre cinematogr¨¢fico¡ª, o bien las vistas desde los balcones, los globos panor¨¢micos y los belvederes como la Torre Eiffel.
Dos d¨¦cadas antes que el cine, Renoir, Degas, Pissarro o Caillebotte, representados con 50 cuadros en la muestra, intentaron buscar un reflejo pl¨¢stico a las nuevas formas de vivir y de ver
En ese sentido, el cine, que se apropi¨® de esa nueva cultura visual desde el primer d¨ªa con el uso del travelling o los planos a¨¦reos, no fue inventado en 1895; lo concibi¨® esa ¨¦poca en su globalidad y con todas sus inquietudes. Ya dice Jean-Luc Godard que, pese a que prosperase en la centuria posterior, el cine siempre fue ¡°un arte del siglo XIX¡±.
Dos d¨¦cadas antes de que los avances t¨¦cnicos permitieran la explotaci¨®n comercial de la imagen animada, nombres como Renoir, Degas, Pissarro y el resto de pintores de la ¨¦poca, representados con unos 50 lienzos en la exposici¨®n, ya buscaron un reflejo pl¨¢stico a esas nuevas formas de vivir y de ver. Firmaron cuadros protagonizados por figuras de la modernidad como el fl?neur y el voyeur. Casi siempre estaban desprovistos de argumento, poblados por siluetas fugaces y borrosas, dignas del nuevo anonimato urbano, y de encuadres que romp¨ªan con la perspectiva arm¨®nica y piramidal en boga desde el Renacimiento. Inspir¨¢ndose en las vi?etas urbanas y descentradas del pintor, ilustrador y fot¨®grafo Henri Rivi¨¨re, Caillebotte retrat¨® en uno de los cuadros dedicados al Pont de l¡¯Europe a un paseante entrecortado, que sal¨ªa del lienzo por su margen izquierdo sin mostrar su rostro. En esos cuadros naci¨® el fuera de campo, el flou y el contrapicado, inspirados en lo que la fotograf¨ªa, arte todav¨ªa joven, se permit¨ªa hacer desde hac¨ªa d¨¦cadas. A su vez, en un flujo fascinante entre vasos comunicantes, el cine retom¨® esos encuadres de la vida moderna popularizados por una pintura que aspiraba a reconstituir la experiencia de la vida urbana, m¨¢s que a ofrecer su reflejo fidedigno; el concepto de la urbanidad y ya no su m¨ªmesis.
Esas formas influyeron luego en el constructivismo y en la Bauhaus, en el primer cubismo y en la abstracci¨®n incipiente que anuncian algunos cuadros fragmentados de Kupka. Es una l¨¢stima que la muestra se detenga en 1907, con la creaci¨®n de las primeras salas de cine en el sentido moderno, sin tener ocasi¨®n de insinuar esa continuidad. Tambi¨¦n que se ci?a solo a Francia, siendo este uno de los primeros hechos culturales globalizados, y que su puesta en escena, entre sobria y desangelada (seg¨²n el d¨ªa que tengamos), no recurra m¨¢s al comparatismo entre las diferentes disciplinas.
Cuando lo hace, brilla: resulta apasionante la confrontaci¨®n entre las im¨¢genes de una caravana de camellos en Palestina, filmada por Alexandre Promio, uno de los operadores de los Lumi¨¨re, con el cuadro casi id¨¦ntico de L¨¦on Belly, pintado en 1861, que las inspir¨® de forma deliberada o inconsciente. Es un ejemplo representativo del uso que ese cine de los or¨ªgenes hizo de la pintura hist¨®rica que triunfaba en los salones, reproducida en litograf¨ªas, postales y cajas de cerillas. Esos popular¨ªsimos cuadros dieron lugar a las primeras adaptaciones cinematogr¨¢ficas: Los ¨²ltimos cartuchos (1873), de Neuville, inspir¨® seis versiones, incluyendo una de M¨¦li¨¨s, y El asesinato de Marat (1880), de Weerts, tuvo otras tantas.
Por ¨²ltimo, la exposici¨®n se detiene en la conocida serie de Monet sobre la catedral de Rouen, que muestra su fachada con luz cambiante, en distintos momentos del d¨ªa. Realizadas entre 1892 y 1894, casi a dos d¨ªas del invento del cinemat¨®grafo, esas pinturas fueron concebidas bajo la influencia de la cronofotograf¨ªa. Y en respuesta a la voluntad, tan com¨²n en el siglo XIX, de animar lo inanimado, como Pigmali¨®n logr¨® hacer con Galatea, la estatua que cobr¨® vida, un mito que inspirar¨ªa a Rodin y a M¨¦li¨¨s, tal vez porque ambos compart¨ªan ese mismo af¨¢n. Con ese relato y sus ramificaciones art¨ªsticas comienza esta exposici¨®n, con la que el Museo de Orsay reincide en su inter¨¦s por demostrar que todas las grandes preocupaciones de la sociedad actual, de la inc¨®moda herencia colonial a la fascinaci¨®n por la moda, pasando por el debate sobre la prostituci¨®n, nacieron en el siglo XIX, siguiendo esa m¨¢xima de Charles P¨¦guy que aseguraba que el mundo cambi¨® m¨¢s entre 1880 y 1914 que desde los tiempos de la Antigua Roma.
¡®Enfin le cin¨¦ma!¡¯. Museo de Orsay. Par¨ªs. Hasta el 16 de enero de 2022.
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