¡®Los amantes extranjeros¡¯, ese cari?o por los cazurros espa?oles

Los rostros de Ingrid Bergman y Gary Cooper en la pel¨ªcula Por qui¨¦n doblan las campanas (Sam Wood, 1943) evocar¨¢n para siempre el idealismo de la lucha de las Brigadas Internacionales contra las fuerzas golpistas de Franco en la Sierra de Guadarrama en 1936, en los inicios de la Guerra Civil. M¨¢s de 23.000 j¨®venes de todo el mundo hab¨ªan apos...

Los rostros de Ingrid Bergman y Gary Cooper en la pel¨ªcula Por qui¨¦n doblan las campanas (Sam Wood, 1943) evocar¨¢n para siempre el idealismo de la lucha de las Brigadas Internacionales contra las fuerzas golpistas de Franco en la Sierra de Guadarrama en 1936, en los inicios de la Guerra Civil. M¨¢s de 23.000 j¨®venes de todo el mundo hab¨ªan apostado por la Rep¨²blica espa?ola para poner freno a los totalitarismos que a?os despu¨¦s asolar¨ªan Europa. Y con ellos lleg¨® como corresponsal Ernest Hemingway, que supo despu¨¦s plasmar aquel compromiso en una novela, el hom¨®nimo bestseller en el que se bas¨® la pel¨ªcula. Tambi¨¦n lo hizo el periodista Henry Buckley, amigo del premio Nobel de 1954 y autor de Vida y muerte de la Rep¨²blica espa?ola, uno de los mejores libros sobre aquellos sucesos. Los textos de Hemingway y de Buckley han sido los que han guiado m¨¢s de 80 a?os despu¨¦s a la periodista y escritora Ana R. Ca?il (Madrid, 1958) por los montes de Valsa¨ªn tras los pasos de Robert Jordan (Cooper) y Mar¨ªa (Bergman). Con paradas en el puente de la Cantina sobre el r¨ªo Eresma, o la cueva del Monje (el de la gitana Pilar, la griega Katina Paxinou en el filme). Y con un gu¨ªa excepcional, el profesor jubilado de Literatura espa?ola Ram¨®n Buckley, hijo del escritor, Ca?il completa un recorrido evocador, que sirve para redactar uno de los cap¨ªtulos m¨¢s interesantes del reciente volumen Los amantes extranjeros (Espasa).

El libro de Ana R. Ca?il, con fotograf¨ªas de Sof¨ªa Moro, Alfredo C¨¢liz y Jos¨¦ Garc¨ªa P¨¦rez, es una gu¨ªa de viajes peculiar, que recurre a numerosos escritores extranjeros para descubrir con sus ojos el pa¨ªs. De la mano de Washington Irving, autor de Cuentos de la Alhambra en 1829 y que lleg¨® a alojarse varias noches en unas habitaciones del monumento nazar¨ª, describe por ejemplo Granada (tambi¨¦n junto a Hans Christian Andersen, Th¨¦ophile Gautier y Charles Davillier). Y con los textos de Edith Wharton o Cees Nooteboom visita las iglesias del rom¨¢nico asturiano de Santa Mar¨ªa del Naranco y de San Miguel de Lillo. ¡°Una de las pocas constantes en mi vida es mi amor ¡ªno hay una expresi¨®n inferior¡ª por Espa?a. Mujeres y amigos han desaparecido de mi vida, pero un pa¨ªs no se escapa tan f¨¢cilmente¡±, afirm¨® el escritor holand¨¦s, autor de El desv¨ªo a Santiago.

¡°Nos abren un mundo que va m¨¢s all¨¢ del viaje tur¨ªstico en busca de arte o de paisajes; tambi¨¦n nos desvelan c¨®mo nos ve¨ªan en lo social y en lo pol¨ªtico. Son miradas que sorprenden, ilustran y, muchas veces, duelen¡±, explica Ca?il en el pr¨®logo del libro, donde tambi¨¦n habla del milagro que supone ver ahora un pa¨ªs moderno y perfectamente integrado en la Uni¨®n Europea, ¡°tras leer la compasi¨®n, el desprecio y la displicencia ante nuestra incultura y retraso con los que, en general, nos retratan los viajeros del siglo XIX¡±.

El libro recoge testimonios de escritores como el franc¨¦s Julio Verne, que habla de la bah¨ªa de Vigo en Veinte mil leguas de viaje submarino; como la escritora galesa Jan Morris (James Morris cuando visit¨® Espa?a en 1963 en una furgoneta hippy), que describe Segovia en Presencia de Espa?a; o el austr¨ªaco Stefan Zweig, enamorado de Sevilla en De viaje. Francia, Espa?a, Argelia e Italia. Richard Ford y George Borrow en la Maragater¨ªa (Le¨®n) o Jean-Christophe Rufin y la propia Wharton por el Camino de Santiago, van trazando los recorridos que conducen a Ca?il por la pen¨ªnsula. Una geograf¨ªa que concluye con la Barcelona del brit¨¢nico y combatiente a favor de la Rep¨²blica George Orwell, autor de Homenaje a Catalu?a, donde retrata las luchas cainitas entre las distintas facciones del bando republicano, o la de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, con especial delicadeza cuando evoca la ciudad que habit¨® en la ficci¨®n la brasile?a ¡®Mar¨ªa dos Prazeres¡¯, la protagonista del famoso cuento del Nobel colombiano que deseaba ser enterrada junto al l¨ªder anarquista Buenaventura Durruti.

Vista la n¨®mina de autores, queda claro que, a la hora de seleccionar sus lecturas, Ca?il se detiene especialmente en dos oleadas de viajeros y deja constancia de que sus percepciones son distintas. La primera oleada fue la de aquellos exploradores rom¨¢nticos del siglo XIX que se desviaron del Grand Tour por Europa (que inclu¨ªa visitas a Inglaterra, Francia e Italia) al encuentro de la aventura ¡ª¡±buscaban un exotismo con cierto matiz oriental¡±¡ª en un pa¨ªs que muchas veces asociaban con ?frica. Y la segunda, la que formaron los corresponsales y escritores que arribaron a la Pen¨ªnsula en la Guerra Civil, atra¨ªdos por el idealismo de la Segunda Rep¨²blica en contraposici¨®n a la amenaza del nazismo y el fascismo que ya campaban en Alemania e Italia. ¡°Para la lectura de hoy¡±, resume Ca?il en el cap¨ªtulo dedicado a Hemingway y a Buckley, ¡°resulta menos hiriente la cr¨®nica de los escritores y periodistas que cubrieron la dureza y brutalidad de la Guerra Civil, con toda su crueldad, que el sutil desprecio y la cari?osa altaner¨ªa con la que nos retrataban la mayor¨ªa de los viajeros rom¨¢nticos, reduci¨¦ndonos al folclore, los toros, la b¨²squeda intensa de los t¨®picos, con unas gentes buenas pero cazurras, amantes de los monarcas absolutos, de los dictadores y de la todopoderosa Iglesia cat¨®lica¡±.

Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.