Luz de jazz para tiempos oscuros
Varios ¨¢lbumes concebidos y grabados en pandemia muestran la excelente salud del g¨¦nero, que en lo que va de a?o ya ha brindado algunas obras memorables
Confundimos en ocasiones la originalidad, concepto esquivo que ha de mirarse en muchos espejos antes de poder afirmarse con rotundidad, con la frescura o el ingenio. No es necesario inventar algo nuevo cada dos por tres para mantener una m¨²sica relevante, sino establecer nuevos planteamientos o prismas por los que mirar ideas ya existentes. Ahora que estamos empezando a escuchar el grueso de ¨¢lbumes concebidos y grabados en pandemia, encontramos deslumbrantes brotes de creatividad surgidos de las limitaciones provocadas por la situaci¨®n global, que ponen un foco sobre el jazz como una m¨²sica profundamente viva.
Si hay un jazzista a quien no hay pandemia que pueda parar es el hiperactivo trompetista y compositor Dave Douglas. Su ¨²ltimo ¨¢lbum, Secular Psalms (Greenleaf Music), es uno de los mejores que ha publicado en los ¨²ltimos a?os, y consiste en una suite comisionada para celebrar el 600? aniversario del majestuoso Altar de Gante, de Jan van Eyck, en la que Douglas parte de fuentes tan ajenas a ¨¦l como misas latinas, m¨²sica folcl¨®rica medieval o compositores del siglo XV, para crear una obra totalmente contempor¨¢nea. Completando el triple salto mortal, Douglas, obligado por la pandemia, rompe una regla esencial del jazz y presenta un ¨¢lbum con la parte de cada m¨²sico grabada en diferido y por separado desde diferentes ciudades del mundo. Nadie lo dir¨ªa: el sexteto, compuesto por Douglas, tres j¨®venes belgas, la pianista polaca Marta Warelis y la fabulosa chelista norte?americana Tomeka Reid, suena completamente org¨¢nico y natural. Pura magia.
Reid es una de las protagonistas de otra suite extraordinaria reci¨¦n publicada, firmada por Myra Melford, una de las m¨¢s estimulantes pianistas de la m¨²sica creativa actual. Antes de la pandemia, durante una residencia en la legendaria sala The Stone de Nueva York, Melford form¨® puntualmente un quinteto estelar junto a Reid, la guitarrista Mary Halvorson, la saxofonista Ingrid Laubrock y la percusionista Susie Ibarra, todas ellas m¨¢ximos exponentes de sus respectivos instrumentos, para una sesi¨®n de improvisaci¨®n libre. La experiencia fue tan satisfactoria que se plante¨® extender la colaboraci¨®n, pero el confinamiento trunc¨® los planes de reeditar en directo al quinteto. A cambio, Melford se sent¨® a escribir este For the Love of Fire and Water (RogueArt), un ¨¢lbum fascinante que consigue algo muy raro y valioso: mostrar a cinco improvisadoras extremadamente personales en total armon¨ªa, con todas ellas manteniendo su identidad sin tensiones ni desvirtuar lo colectivo del proyecto.
¡®Assembly¡¯, de Jacob Garchik, es un ¨¢lbum excitante y original. Si es jazz o no, es lo de menos: es una obra maestra
Volviendo a los triples saltos mortales provocados por la pandemia, el trombonista Jacob Garchik, uno de los m¨¢s brillantes m¨²sicos de la escena norteamericana y compa?ero habitual de titanes como Henry Threadgill, Mary Halvorson o Anthony Braxton, ha rizado el rizo en su nuevo ¨¢lbum y le ha salido m¨¢s que bien: Assembly (Yestereve) es sin duda uno de los mejores discos que ha dado el jazz en lo que va de a?o. Y lo hace con un esp¨ªritu a priori antijazz¨ªstico y un resultado prodigioso: durante la pandemia, Garchik junt¨® a un quinteto de amigos (el saxo soprano Sam Newsome, el pianista Jacob Sacks, el contrabajista Thomas Morgan y el baterista Dan Weiss) y organiz¨® algunas sesiones en un estudio con diferentes cabinas para cada m¨²sico, grabando standards, blues y piezas dentro de la ortodoxia jazz¨ªstica. Despu¨¦s, Garchik se pas¨® varios meses en el estudio cortando, pegando, uniendo, formando y deformando la m¨²sica hasta construir un colosal frankenstein, un ¨¢lbum excitante y original, como hace tiempo no escuch¨¢bamos en el g¨¦nero. Si es jazz o no, es lo de menos: es una obra maestra.
En otro extremo, sintetizando al m¨¢ximo la idea del instrumentista en soledad, nos encontramos con el ¨²ltimo disco del guitarrista John Scofield. Un disco ¨ªntimo de t¨ªtulo hom¨®nimo (ECM) en el que todo es Scofield y solo Scofield: el guitarrista en solitario, respaldado por s¨ª mismo con un looper en el que graba previamente delicados acompa?amientos, interpretando un repertorio que es, en cierto modo, un personal autorretrato musical que nos lleva de versiones de Hank Williams y Buddy Holly a viejos standards y un pu?ado de originales. Una pura delicia interpretativa que muestra la talla de uno de los grandes guitarristas de la historia en su expresi¨®n m¨¢s pura y esencial.
Tambi¨¦n en soledad est¨¢ concebido otro ¨¢lbum cautivador, aunque muy diferente al de Scofield. Mientras el del guitarrista est¨¢ apoyado en el divertimento y la distensi¨®n, Nuna (Pi Recordings), de David Virelles, surge de la reflexi¨®n y la b¨²squeda de ideas, tanto en el plano de la composici¨®n como en el de la profundizaci¨®n en el sonido del instrumento. Virelles, probablemente el jazzista cubano m¨¢s interesante desde Gonzalo Rubalcaba, aglutina varias ra¨ªces musicales: la herencia latina en general, y cubana en particular, el ?jazz contempor¨¢neo, la improvisaci¨®n libre y la tradici¨®n europea germinan por igual en su personal m¨²sica. Nuna es un conjunto de miniaturas que muestran todas estas ra¨ªces, y un viaje al interior de la identidad pian¨ªstica de Virelles, formada de continente en continente, y l¨²cido reflejo de la globalidad del m¨²sico de jazz del siglo XXI.
Y donde Virelles repiensa, a su manera, el piano solo, el demoledor grupo Punkt.Vrt.Plastik de la pianista eslovena Kaja Draksler, el contrabajista sueco Petter Eldh y el baterista alem¨¢n Christian Lillinger va mucho m¨¢s all¨¢ de la introspecci¨®n y el estudio, reinventando el tr¨ªo cl¨¢sico de piano, contrabajo y bater¨ªa con m¨²sica que nace de la disciplina y de la espontaneidad a partes iguales. Las piezas del tr¨ªo, angulosas y alambicadas, se apoyan tanto en ostinatos obsesivos como en las constantes fluctuaciones del ritmo, con los tres instrumentos construyendo un andamiaje improvisado en el que cada uno parece ir por su lado y, al mismo tiempo, todo suena asombrosamente ensamblado. Su nuevo ¨¢lbum, Zurich Concert (Intakt), tiene el plus de estar grabado en directo, mostrando que en la apabullante m¨²sica del grupo no hay trucos: son tan buenos como parec¨ªan en el estudio. Aut¨¦ntico jazz del siglo XXI, con una categor¨ªa que pocos tienen hoy.
Otra interesante reinvenci¨®n, muy diferente a estas, viene de nuestro pa¨ªs: el saxofonista Josetxo Goia-Aribe ha publicado Sarasateando (Karonte), un ¨¢lbum compuesto por 10 piezas en las que parte de la m¨²sica del violinista y compositor Pablo Sarasate para crear algo muy curioso: aunque la est¨¦tica entronca con lo jazz¨ªstico ¡ªel grupo es un cuarteto de saxo, piano, contrabajo y bater¨ªa¡ª, no podemos decir que estemos ante un disco de jazz, pero mucho menos a¨²n ante relecturas cercanas a la m¨²sica cl¨¢sica. El atractivo del proyecto reside en su respetuosa irreverencia y en su ¨¢nimo de revitalizar armon¨ªas rom¨¢nticas y ra¨ªces folcl¨®ricas, llev¨¢ndolas al terreno del saxofonista y entreg¨¢ndolas como un pu?ado de exquisitas miniaturas.
Pero, como dec¨ªamos al principio, tampoco hay que inventar nada para crear una obra fresca y rotunda en el jazz contempor¨¢neo, basta con tener el lenguaje y la personalidad del extraordinario tr¨ªo de Liba Villavecchia con Vasco Trilla y ?lex Reviriego, que han publicado uno de los m¨¢s redondos discos de jazz publicados internacionalmente en lo que va de a?o, Zaid¨ªn (Clean Feed). M¨²sica libre, profunda y vibrante, creada en Espa?a durante los turbulentos tiempos de la covid. Y estos son solo algunos ejemplos; sin duda, a¨²n queda resaca creativa por descubrir.
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