Aventuras en el peque?o comercio
La decadencia del comercio tradicional dejar¨¢ una ciudad insulsa y mon¨®tona para beneficio de las franquicias de siempre.
Hay una pescader¨ªa en Lavapi¨¦s donde los peces vuelan. M¨¢s que peces son pescados, y su vuelo, como una cinta plateada que cruza el cielo, no se debe a lo sobrenatural, sino a que los pescaderos, que se disponen en p¨²lpitos como sumos sacerdotes o componentes de Kraftwerk, se los lanzan de uno a otro por el aire.
En esa pescader¨ªa, llamada Alofer, una vez di la vez a dos se?oras al mismo tiempo. Luego cada una quiso hacer uso, muy leg¨ªtimamente, de su turno y se lio una que tuve que salir a cuatro patas, entre las piernas de los clientes, con mis filetes de panga.
Me acuerdo de estas cosas por el reportaje que los compa?eros Fernando Peinado y David Alameda publican en esta secci¨®n sobre la decadencia del comercio tradicional, que dejar¨¢ una ciudad insulsa y mon¨®tona para beneficio de las franquicias de siempre.
El asador de pollos El Murciano es algo as¨ª como la sala de m¨¢quinas de Lavapi¨¦s. Ah¨ª est¨¢ siempre el que yo llamo Capit¨¢n Murciano, un gigante pelirrojo hijo del fundador y jefe de esta singular tripulaci¨®n que parece vivir en las calderas de un submarino: hay humo, calor, ruido, la actividad es incesante. El Capit¨¢n Murciano mantiene siempre burbujeante el aceite donde fr¨ªe las patatas y los pimientos; el Primer Oficial recibe a las largas colas de clientes y repite la frase que tienen tatuada en el cerebro estos rudos marineros: ¡°?Te lo corto con salsita?¡±. (Se refieren al pollo que, si quieres, te lo cortan con salsita).
Los dem¨¢s tripulantes ensartan nuevos pollos y los ponen a rotar eternamente. O preparan los deliciosos fritos que ofrece esta nave: los quesitos con jalape?o, las fabulosas croquetas solo superadas por las del Melo¡¯s o las empanadillas de at¨²n y de ensue?o. (El radiotelegrafista es el que va a por pan o por cambio).
Nunca la fritura ha alcanzado la deliciosidad que alcanza de la mano de estos hombres que pocas veces ven la luz del sol. Los vecinos, por su parte, acuden incesantes en busca de estos pollos que rotan como rota la V¨ªa L¨¢ctea, como el spin electr¨®nico, como el giratutto televisivo, en este ambiente termonuclear (el interior del Sol debe ser como este sitio).
Esos pollos plat¨®nicos del Pa¨ªs de la Fantas¨ªa, que no se sabe si existen o son solo una construcci¨®n de la mente, que levantan los brazos rostizados como si alguien les estuviera apuntando con un arma.
Pero parece que todos estos momentos se perder¨¢n en el tiempo como l¨¢grimas en la lluvia.
La gente, en vez de montar sus propios negocios, su proyecto de vida, trabajar¨¢ en franquicias cl¨®nicas el servicio de gigantescas corporaciones.
O quiz¨¢s lo hagan, mejor, unos cuantos robots con gorra.
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