50 a?os del primer accidente mortal en el espacio
Los tres tripulantes rusos de la misi¨®n ¡®Soyuz 11¡ä, lanzada en junio de 1971, murieron despu¨¦s de que una v¨¢lvula en la pared de la cabina de la nave se abriera a destiempo
Desde que Yuri Gagarin abri¨® la era del hombre en el espacio, 18 personas han fallecido en accidentes durante un vuelo espacial (21, si incluimos a la tripulaci¨®n del Apollo 1, perdida en un incendio en la plataforma de lanzamiento). Algunas de estas tragedias siguen muy presentes en el imaginario popular. Por ejemplo, la explosi¨®n del Challenger, retransmitida en directo ante la horrorizada mirada de amigos y familiares. Otras se han diluido con el paso del tiempo quiz¨¢s porque el accidente tuvo lugar en la m¨¢s absoluta soledad. Es el caso del Soyuz 11, del que ahora acaba de cumplirse justo medio siglo.
En el verano de 1971, la carrera hacia la Luna ya se hab¨ªa decidido a favor de la NASA. La postura oficial de Uni¨®n Sovi¨¦tica era que nunca hab¨ªa participado en esa competici¨®n, puesto que prefer¨ªa utilizar sondas autom¨¢ticas, m¨¢s econ¨®micas y que no pon¨ªan vidas en peligro. En eso hab¨ªa cosechado espectaculares ¨¦xitos: el Luna 16 hab¨ªa tra¨ªdo a la Tierra muestras lunares y el 17, depositado all¨ª el Lunojod, el primer veh¨ªculo rodante que se desplaz¨® por nuestro sat¨¦lite.
En cuanto a los vuelos tripulados, descartada la aventura lunar, la URSS favoreci¨® la creaci¨®n de laboratorios orbitales, en los que la tripulaci¨®n podr¨ªa permanecer durante semanas ¡ªmeses, quiz¨¢s¡ª. Los habr¨ªa de dos tipos, exteriormente muy similares: los de uso civil y los militares; todos compartir¨ªan el mismo nombre Salyut, aunque unos y otros fueran construidos por empresas no solo distintas sino claramente competidoras. Ambos llegaban al espacio impulsados por un cohete de gran potencia: el Prot¨®n, que sigue utiliz¨¢ndose hoy en d¨ªa, aunque en aquella ¨¦poca sus caracter¨ªsticas y hasta sus simples fotograf¨ªas eran casi desconocidas.
Desde que Gagarin abri¨® la era del hombre en el espacio, 18 personas han fallecido en accidentes durante un vuelo espacial (21, si incluimos a la tripulaci¨®n del ¡®Apollo 1¡ä, perdida en un incendio en la plataforma de lanzamiento)
La primera Salyut se lanz¨® en abril de 1971 y a los cuatro d¨ªas de estar en ¨®rbita llegaba su primera tripulaci¨®n: tres cosmonautas a bordo del Soyuz 10. Pero las cosas no fueron bien: el mecanismo de amarre solo consigui¨® un enganche parcial que, adem¨¢s, trab¨® el dispositivo. Los tres astronautas no pudieron entrar en el laboratorio y solo tras repetidos intentos consiguieron desconectar su nave y dejar libre el ¨²nico punto de amarre.
El segundo intento se program¨® para primeros de junio. El comandante de la tripulaci¨®n ser¨ªa un carism¨¢tico veterano, Alexei Leonov, el primer hombre en realizar un paseo espacial. Pero poco antes del lanzamiento, los m¨¦dicos descubrieron una sombra sospechosa en el pulm¨®n de Valeri Kuvasov, el ingeniero de vuelo. Tuberculosis, quiz¨¢s. A diferencia de la NASA, que en estos casos sustitu¨ªa solo al piloto afectado, la URSS aplicaba la pol¨ªtica de cambiar a todo el equipo por sus reservas. As¨ª fue como Vladislav Volkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsayev pasaron a ser la primera tripulaci¨®n que ocupar¨ªa la flamante nueva estaci¨®n orbital.
A diferencia del primer intento, el sistema de amarre autom¨¢tico funcion¨® a la perfecci¨®n y los tres astronautas abordaron el laboratorio orbital. La idea era que permanecieran all¨ª durante un mes hasta ser relevados por otra tripulaci¨®n. Y su estancia no fue tranquila. Se notaba que la Salyut era un modelo de primera generaci¨®n, construida con cierta premura. Algunos equipos dieron problemas desde el primer d¨ªa, como el telescopio cuya tapa se negaba a expulsarse. Otros sencillamente se quemaron, sin que se llegase a determinar la causa. En una ocasi¨®n, la estaci¨®n se llen¨® tanto de humo que los astronautas tuvieron que recurrir a sus respiradores mientras se planteaban si tendr¨ªan que abandonarla.
La Salyut no era confortable. En aquella ¨¦poca no se conoc¨ªa bien el r¨¦gimen de ejercicio necesario para mantener a los astronautas en forma. Cada vez que arrancaba la cinta de correr toda la estaci¨®n vibraba. Y los trajes ping¨¹ino (una especie de tirantes que llegaban hasta las suelas para simular la pesantez de la gravedad) resultaban de una incomodidad insoportable. Adem¨¢s, en un intento por recoger los m¨¢ximos datos posibles, el programa de trabajo estaba sobrecargado. Y los astronautas ya acusaban el cansancio. Hasta tal punto que cuando cumplieron tres semanas a bordo recibieron orden de regresar a tierra.
Desde muchos a?os atr¨¢s, los astronautas rusos volaban en traje de calle, sin escafandras. Era una manera de demostrar la confianza que les inspiraba su nave. Pero, sobre todo, era la ¨²nica forma de acomodar tres personas en un espacio tan reducido. El equipo de presurizaci¨®n y suministro de ox¨ªgeno hubiese ocupado todo el espacio destinado al tercer tripulante.
Desde muchos a?os atr¨¢s, los astronautas rusos volaban en traje de calle, sin escafandras. Era una manera de demostrar la confianza que les inspiraba su nave.
As¨ª que los tres hombres ocuparon sus asientos y prepararon el desenganche de la estaci¨®n. Hab¨ªan acumulado tanto material cient¨ªfico y fotograf¨ªas que no cab¨ªa todo en su c¨¢psula y se vieron obligados a dejar parte en la Salyut a la espera de que la pr¨®xima tripulaci¨®n la recogiese.
La maniobra de desacople tambi¨¦n iba a encontrar dificultades: El sensor de cierre de la escotilla principal permanec¨ªa encendido. Se intent¨® una y otra vez, siguiendo las instrucciones de tierra: ¡°Girar la manivela una vez a la izquierda y seis a la derecha¡±. Al final, forzando un s¨¦ptimo giro casi completo, la luz de alarma se apag¨®. Aunque otras versiones aseguran que se consigui¨® gracias a un trozo de esparadrapo colocado sobre el sensor. En todo caso, sin trajes de presi¨®n, los astronautas sab¨ªan que no pod¨ªan regresar a tierra en una c¨¢psula no estanca.
La Soyuz 11 se separ¨® al fin del laboratorio orbital y dispar¨® su motor de retrofrenado para volver al suelo. A continuaci¨®n, tal como estaba previsto, detonaron los bulones que sujetaban las tres secciones de la nave: La c¨¢psula de descenso, el m¨®dulo de servicio a popa y el m¨®dulo orbital, esf¨¦rico, a proa. Pero no lo hicieron secuencialmente sino todos a la vez.
La vibraci¨®n fue tan violenta que provoc¨® la apertura de una v¨¢lvula en la pared de la cabina. Muchos sistemas de a bordo se accionan mediante peque?os explosivos: es un m¨¦todo mucho m¨¢s seguro que los equipos mec¨¢nicos que pueden atascarse. Soportes de uni¨®n entre secciones de la nave, cortadores de cables o de conductos hidr¨¢ulicos, incluso v¨¢lvulas de combustible que solo deben abrirse o cerrarse una vez.
Es posible que la detonaci¨®n de los otros explosivos provocase la de la peque?a v¨¢lvula de la pared. Deber¨ªa haberse abierto a cuatro kil¨®metros de altura para igualar la presi¨®n interior con la de la atm¨®sfera; pero en aquel momento a¨²n estaban a casi 170 kil¨®metros sobre el suelo. Vac¨ªo casi absoluto.
Probablemente los cosmonautas no oyeron el estampido de la v¨¢lvula al abrirse; los auriculares y los dem¨¢s ruidos de otros mecanismos lo debieron amortiguar. Pero lo sintieron de inmediato de la forma m¨¢s dolorosa: un agud¨ªsimo dolor de o¨ªdos al intentar equilibrar presi¨®n con el aire que escapaba.
En menos de treinta segundos la cabina qued¨® en vac¨ªo. El comandante Dobrovolsky lleg¨® a soltar su cintur¨®n de un intento de alcanzar la v¨¢lvula da?ada. Quiz¨¢s pens¨® que podr¨ªa taponarla con el dedo. O quiz¨¢s, recordando las dificultades que hab¨ªan tenido para cerrar la escotilla, supuso que esta se hab¨ªa abierto. En todo caso, el escape estaba en la pared de la c¨¢psula, detr¨¢s de los paneles de mando as¨ª que era casi imposible acceder a ¨¦l en el breve tiempo disponible.
Con su macabra carga, la c¨¢psula complet¨® el descenso bajo mando autom¨¢tico hasta caer, ladeada, en la estepa de Kazakst¨¢n. El equipo de recuperaci¨®n lleg¨® all¨ª en cuesti¨®n de minutos, alarmados al no haber captado ninguna transmisi¨®n de audio. Al abrir la escotilla encontraron a los tres hombres asfixiados, con hilillos de sangre que brotaban de o¨ªdos y nariz, s¨ªntoma evidente de lo que hab¨ªa sucedido.
Los intentos de resucitaci¨®n cardiopulmonar, practicados en improvisadas camillas en plena estepa, estaban condenados al fracaso. Cuando su c¨¢psula toc¨® tierra ya llevaban media hora sin vida. Las autopsias descubrir¨ªan hemorragias internas en cerebro y pulmones. La despresurizaci¨®n hab¨ªa provocado, adem¨¢s, embolias por aparici¨®n de burbujas de nitr¨®geno en su torrente sangu¨ªneo y sus niveles de ¨¢cido l¨¢ctico eran elevad¨ªsimos, coherentes con un caso de asfixia. El grabador de datos biom¨¦dicos de a bordo registr¨® intensos jadeos de los pilotos (48 por minuto, el triple de lo normal) apenas tres segundos despu¨¦s de abrirse la v¨¢lvula. Medio minuto despu¨¦s hab¨ªan fallecido.
No se lleg¨® a establecer el motivo real del accidente. Ni siquiera se pudo reproducir la apertura de la v¨¢lvula en tierra pero a intentarlo repetidas veces. De hecho, en docenas de vuelos posteriores, nunca ha vuelto a ocurrir una emergencia semejante. Pese a la tragedia del Soyuz 11, estas veteranas c¨¢psulas siguen consider¨¢ndose entre las opciones m¨¢s seguras de ir al espacio.
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