La agenda de la NASA para volver a la Luna (y quedarse)
Un borrador filtrado a la prensa se?ala los planes de la agencia espacial estadounidense para ¡®reconquistar¡¯ el sat¨¦lite
A finales de 2017, coincidiendo con el 45 aniversario del ¨²ltimo vuelo del programa Apolo a la Luna, el expresidente de EE UU Donald Trump firm¨® una directiva presidencial que instaba a la agencia espacial estadounidense (NASA, por sus siglas en ingl¨¦s) a renovar sus esfuerzos para volver a la Luna cuanto antes. No puso fecha, pero apenas un a?o despu¨¦s, el que fuera vicepresidente Mike Pence s¨ª lo hizo: 2024. Presumiblemente, contaba con una eventual reelecci¨®n de Trump, que de alguna manera emular¨ªa as¨ª el gesto de John F. Kennedy medio siglo antes. Pero el plazo era demasiado ajustado. No exist¨ªan ni la nave ni el cohete adecuados, ni siquiera un plan concreto de c¨®mo hacerlo. Apolo se hab¨ªa planteado con un programa esencialmente de prestigio nacional, con limitadas ambiciones cient¨ªficas; un regreso a la Luna deber¨ªa ser una misi¨®n de exploraci¨®n con objetivos m¨¢s amplios, aparte de plantar las banderas ceremoniales, que tambi¨¦n. As¨ª naci¨® el programa Artemis, del que ahora hemos sabido nuevos planes para reconquistar la Luna.
Artemisa, en la mitolog¨ªa griega, es la hermana gemela de Apolo. Y casi desde el primer momento empez¨® a acumular retrasos. La NASA nunca revel¨® de forma oficial sus intenciones m¨¢s all¨¢ de los tres primeros vuelos: el primero, sin tripulaci¨®n; el segundo, ya tripulado, para orbitar alrededor de la Luna; y el tercero, destinado ya a posarse en su superficie. La fecha: 2025. Para muchos expertos, un plazo inalcanzable.
Y es que la nave lunar Ori¨®n y su cohete portador, el SLS, todav¨ªa no han volado. Ambos deber¨ªan debutar este verano. La Ori¨®n es una c¨¢psula orbital, no de descenso a la superficie. Esta misi¨®n se le ha encomendado a la StarShip de Space X (que fue quien present¨® la mejor oferta econ¨®mica).
La Starship de Space X es un concepto revolucionario, pero hasta ahora su prototipo no ha llegado a m¨¢s de 15 kil¨®metros de altura
Sobre el papel, la Starship parece un concepto tan prometedor como revolucionario: carguero, nave orbital con capacidad para docenas de tripulantes, veh¨ªculo suborbital para transporte de pasajeros, cisterna para reavituallamiento en vuelo, c¨¢psula de descenso en la Luna y ¡ªpor fin¡ª explorador de Marte. El ¨²nico inconveniente es que hasta ahora su prototipo no ha llegado a m¨¢s de 15 kil¨®metros de altura y solo ha conseguido completar un aterrizaje con ¨¦xito. Lo cual es mucho, ciertamente, pero de momento no lo suficiente como para pensar en ir a la Luna.
Ahora acaba de aparecer un borrador de los planes de futuros vuelos que seguir¨ªan, filtrado al medio Ars Technica. Artemis 4 se destinar¨ªa a empezar la construcci¨®n de una estaci¨®n orbital alrededor de la Luna, que incluir¨ªa una sustancial cooperaci¨®n europea. Eso ser¨ªa, en el mejor de los casos, entre el 2027 y 2029 y requerir¨ªa por lo menos dos o tres vuelos m¨¢s.
Ya en el pr¨®ximo decenio, la NASA contempla cinco misiones Artemis m¨¢s. Llevar¨ªan a la Luna elementos para construir una peque?a base permanente y tambi¨¦n un veh¨ªculo presurizado que ser¨ªa algo as¨ª como un laboratorio rodante similar al que aparec¨ªa en la pel¨ªcula Marte. El ¨²ltimo vuelo planteado es el Artemis 9, previsto ¡ªcon desbordado optimismo¡ª para 2034.
El gran obst¨¢culo para materializar estos planes es su desmesurado coste. No est¨¢ claro que Washington acepte cubrir unas facturas que sin duda rebasar¨¢n los 4.000 millones de d¨®lares por vuelo, hoy por hoy casi el 20% del presupuesto total de la NASA. Y ya se levantan voces que cuestionan el uso del nuevo s¨²percohete SLS, ahora descansando en su rampa del Centro Kennedy.
El SLS empez¨® a dise?arse antes de que Space X demostrase la posibilidad de recuperar los cohetes para reutilizarlos. Desde entonces, la compa?¨ªa de Elon Musk ha reciclado alguno de sus lanzadores en m¨¢s de una docena de vuelos, con el consiguiente abaratamiento de cada operaci¨®n. Cuando despegue, el SLS ser¨¢ un cohete de ¡°usar y tirar¡±: sus cuatro motores principales ¡ªaprovechados de antiguos transbordadores¡ª ir¨¢n a parar al fondo del Atl¨¢ntico.
Puesto que utilizaba motores, tanque central y aceleradores laterales derivados del programa Shuttle, el SLS deber¨ªa haber sido m¨¢s econ¨®mico que el Saturno 5 de la d¨¦cada de los 60. No fue as¨ª. Cada cohete lunar del programa Apolo costaba alrededor de los 1.400 millones (en d¨®lares actualizados); cada transbordador, unos 1.500; el SLS pasar¨¢ de los 2.200. Eso, sin contar sus astron¨®micos costes de desarrollo... Y el hecho de que para futuras operaciones lunares habr¨¢ que construir una versi¨®n a¨²n m¨¢s potente.
EL SLS no es el ¨²nico tal¨®n de Aquiles del programa Artemisa. Muchos opinan que la base Gateway en torno a la Luna no tiene m¨¢s sentido que proporcionar un punto de amarre seguro a gran altura para la c¨¢psula Ori¨®n, cuyos motores no le permitir¨ªan salir por s¨ª sola de una ¨®rbita lunar baja. El futuro StarShip de alunizaje (conocido como HLS: Human Landing System, sistema de aterrizaje humano) tambi¨¦n deber¨¢ atracar con la estaci¨®n orbital, d¨¢ndose la paradoja de que su tama?o ser¨¢ mucho mayor que la propia Gateway, con numerosos sistemas duplicados: mantenimiento vital, comunicaciones, estabilizaci¨®n... As¨ª que la duda estriba en si puede justificarse el coste y tiempo dedicados a construir la estaci¨®n y si no podr¨ªa encontrarse una alternativa m¨¢s econ¨®mica.
Quiz¨¢ haya que buscar la respuesta no en la t¨¦cnica sino en la pol¨ªtica. Hace 12 a?os, el programa SLS fue dise?ado para apaciguar a los grandes contratistas aeroespaciales que ve¨ªan con preocupaci¨®n el fin de las operaciones del transbordador. Y, al mismo tiempo, mantener los puestos de trabajo. Casi todos los estados consiguieron una parte del pastel m¨¢s o menos importante, seg¨²n la habilidad negociadora de sus representantes en Washington. Entre unos y otros se repartieron 24.000 millones solo de gastos de desarrollo.
Y es que ya no est¨¢bamos en los tiempos de Kennedy en los que ir a la Luna era una cuesti¨®n de orgullo nacional; ahora era solo una cuesti¨®n de negocios.
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