Evoluci¨®n para veraneantes: todo lo que no entendiste bien de Darwin y las especies
La selecci¨®n natural no ofrece un proceso de mejora, sino solo una adaptaci¨®n relativa a las condiciones, que cambian de forma caprichosa: no existen formas de vida superiores a otras
La playa es un buen sitio para reflexionar sobre la evoluci¨®n de la vida en la Tierra. Si abandona usted su posici¨®n privilegiada en la hamaca y se da un paseo, podr¨¢ observar el vuelo bajo de alguna gaviota y a los cr¨ªos buscando cangrejos, lapas, an¨¦monas y erizos de mar entre las rocas. El veraneo playero nos acerca a una enorme diversidad biol¨®gica sin mucho esfuerzo. Ante tanto bicho viscoso y primitivo, podr¨ªa deducirse que la evoluci¨®n es sin duda un proceso de mejora permanente por el cual aparecen cada vez formas de vida m¨¢s complejas y perfeccionadas: desde las an¨¦monas, pasando por los gusanos que usan los pescadores para pescar por las tardes, las lapas, los cangrejos, los erizos de mar, los peces, las gaviotas, etc. En alg¨²n momento todo este proceso desemboc¨® en los mam¨ªferos, que tiempo despu¨¦s dar¨ªan lugar a los lectores en sus hamacas. ?Acaso no demuestra nuestro desarrollo tecnol¨®gico la superioridad evolutiva de la especie humana? Pensar as¨ª no es culpa suya. Esta idea se sigue ense?ando en los colegios e incluso en algunos museos de historia natural. Mi ¨²nico prop¨®sito hoy es convencerle de que la evoluci¨®n no funciona as¨ª. No es progresiva ni hay formas de vida superiores a otras.
La idea popular de que la evoluci¨®n empuja constantemente a las formas de vida hacia la complejidad se la debemos a Jean-Baptiste Lamarck, un naturalista franc¨¦s que vivi¨® entre 1744 y 1829. Muchos hemos o¨ªdo la an¨¦cdota de la jirafa de Lamarck, que de esforzarse para alcanzar las hojas m¨¢s altas de los ¨¢rboles termina teniendo las patas y el cuello m¨¢s largos, rasgos que heredan sus descendientes, que siguen reproduciendo esta tendencia. El ejemplo de la jirafa y este proceso, conocido como la herencia de los caracteres adquiridos, se usa a¨²n hoy en las escuelas para casi ridiculizar la teor¨ªa de Lamarck. ?A qui¨¦n se le ocurre idear esta teor¨ªa tan absurda! Pero la an¨¦cdota de la jirafa apenas ocupa cuatro l¨ªneas en la obra de Lamarck, y la herencia de los caracteres adquiridos era el pensamiento com¨²n de la ¨¦poca. La chicha de la teor¨ªa evolutiva de Lamarck, considerada la primera s¨ªntesis evolutiva moderna, no estaba en estas adaptaciones, sino en lo que ¨¦l llamaba la tendencia a la complejidad. Lamarck cre¨ªa que el proceso fundamental en evoluci¨®n operaba constantemente impulsando las formas de vida hacia niveles de organizaci¨®n m¨¢s y m¨¢s complejos. Fruto de misteriosas reacciones de los compuestos vitales, las membranas corporales tend¨ªan a plegarse cada vez m¨¢s, produciendo estructuras cada vez m¨¢s complejas. El ascenso en complejidad no necesita cambios ambientales ni adaptaci¨®n, es sencillamente inevitable. Por eso a las teor¨ªas que asumen una fuerza interna o un proceso preprogramado en evoluci¨®n se las llama lamarckistas.
Podemos imaginar el sistema de Lamarck como un gran edificio comercial. La vida empieza en el parking m¨¢s profundo (pongamos parking -3), con los seres unicelulares, que ya est¨¢n subidos a la escalera mec¨¢nica. Irremediablemente, ir¨¢n subiendo de piso en piso, ganando poco a poco en complejidad, evolucionando a las an¨¦monas (parking -2), gusanos (parking -1), etc¨¦tera. Arriba del todo, en la ¨²ltima planta, los mam¨ªferos, incluyendo a los lectores en sus hamacas, por supuesto. ?Pero c¨®mo es que si todo aumenta de complejidad seguimos viendo an¨¦monas, p¨®lipos y gusanos en las rocas? Porque en el parking -3 la vida aparece por generaci¨®n espont¨¢nea una y otra vez, as¨ª que lo que vemos en realidad son varios procesos escaleras mec¨¢nicas arriba.
El cuello y lo invisible
?Y la famosa jirafa? Como un proceso secundario, en cada piso los organismos de un determinado nivel se diversifican. Se separan de las escaleras mec¨¢nicas y pululan por las diferentes secciones de esa planta. Este segundo tipo de evoluci¨®n se da en respuesta a los cambios ambientales, es decir, como adaptaci¨®n a la infinidad de condiciones que encuentra la vida. Aqu¨ª entra la jirafa de Lamarck, que no es m¨¢s que una deriva dentro del piso de los mam¨ªferos. Pero para Lamarck estas ramificaciones no s¨®lo ten¨ªan poco inter¨¦s sino que eran anomal¨ªas y distorsiones que dificultaban el estudio de lo verdaderamente importante. El meollo y el aut¨¦ntico misterio estaba en las escaleras mec¨¢nicas, que lamentablemente eran fruto de alquimias incomprensibles que quedaban fuera de nuestro alcance para estudiarlas. Lamarck fue revolucionario porque explicaba todas las formas de la vida en la Tierra con solo dos procesos evolutivos, frente a ideas previas que o bien se basaban en supuestos teol¨®gicos o directamente rechazaban la evoluci¨®n (o transmutaci¨®n, como se dec¨ªa en la ¨¦poca). Sin embargo las ideas de Lamarck ven¨ªan a decir, como resumen algunos historiadores, que lo importante en evoluci¨®n no puede verse, y lo que puede verse (el cuello de la jirafa) no es relevante, condenando a los empiristas de la evoluci¨®n a la irrelevancia.
Aunque Lamarck y su teor¨ªa recibieron diversas cr¨ªticas, fue Charles R. Darwin quien en 1859 ofreci¨® una teor¨ªa evolutiva que desmontar¨ªa la escala evolutiva, la jerarqu¨ªa de niveles de complejidad y la noci¨®n de progreso vitalista de Lamarck. En lugar de dos procesos separados para explicar la evoluci¨®n, Darwin necesit¨® s¨®lo uno: la selecci¨®n natural. En este sentido ambas teor¨ªas invocan procesos sencillos para explicar sistemas muy complejos, un reduccionismo caracter¨ªstico de la ciencia moderna. La selecci¨®n natural (solo el m¨¢s apto sobrevive para engendrar descendencia) como mecanismo de adaptaci¨®n al medio produce cambios paulatinos y graduales, imperceptibles de una generaci¨®n a otra, pero que se acumulan a lo largo de millones de a?os.
El propio Darwin sucumbi¨® a estas influencias y concedi¨® un papel preponderante a la competencia entre organismos
Como ven, Darwin no inventa el concepto de evoluci¨®n, ni siquiera el de adaptaci¨®n. Aun as¨ª, Darwin fue revolucionario. Primero, porque coloca la selecci¨®n natural como mecanismo pr¨¢cticamente hegem¨®nico de la evoluci¨®n cuyos efectos son palpables y podemos estudiar, sentando las bases de la biolog¨ªa evolutiva. Segundo, porque derriba el pedestal en el que estaba la especie humana, ya que su teor¨ªa explica c¨®mo todas las especies descienden a su vez de otras. La nuestra es una ramita m¨¢s de un enorme ¨¢rbol. No hay escaleras mec¨¢nicas, no hay niveles. En su formulaci¨®n m¨¢s pura, la selecci¨®n natural no ofrece un proceso de mejora absoluto y sostenido, sino solo una mejora adaptativa relativa a las condiciones inmediatas, que cambian de forma caprichosa. Lo que hoy es una adaptaci¨®n a mejor, ma?ana no tiene por qu¨¦ serlo. ¡°Despu¨¦s de mucha reflexi¨®n, no puedo eludir la convicci¨®n de que no existe una tendencia innata hacia el progreso en la evoluci¨®n¡± escribi¨® Darwin en 1872 por carta al paleont¨®logo Alpheus Hyatt.
Pero a los humanos nos cuesta concebir historias que no llevan a ninguna parte. En la ¨¦poca victoriana, de grandes avances tecnol¨®gicos y conquistas, las nociones de progreso y superioridad eran dif¨ªciles de evitar cuando se hablaba de historia de las civilizaciones o de la tecnolog¨ªa. ?Y qu¨¦ es la historia evolutiva, sino una historia? El propio Darwin sucumbi¨® a estas influencias, y en su ¡°lucha por la supervivencia¡± concedi¨® un papel preponderante a la competencia entre organismos por encima de las adaptaciones al ambiente cambiante. As¨ª, los ganadores en esta permanente batalla competitiva no pod¨ªan ser otra cosa que superiores a los vencidos. Como resultado, en su obra El origen de las especies se encuentran varias reflexiones que apuntan a una constante mejora y progreso de las formas vivas.
Muchas veces o¨ªmos que las extinciones en masa limpian los ecosistemas de las especies peor adaptadas, pero es una tremenda estupidez
Por tanto, aunque Darwin dio carpetazo a las ideas de escalas y niveles de perfecci¨®n, no cerr¨® del todo la puerta a una idea de un progreso evolutivo sostenido, que ha llegado hasta nuestros d¨ªas. Valga como ejemplo la idea de progreso en nuestra propia evoluci¨®n. Hoy sabemos que la evoluci¨®n humana deber¨ªa ser representada como un ¨¢rbol con unas 30 ramitas, las especies de hom¨ªnidos que conocemos. Pero la idea popular de la evoluci¨®n humana es una progresi¨®n que termina en Homo sapiens. Entender la evoluci¨®n como una senda lineal es m¨¢s f¨¢cil que verla como un matorral. Y, mientras el matorral habla de un linaje que en el pasado ten¨ªa una gran diversidad que se ha ido perdiendo, la senda lineal nos coloca como resultado ¨²ltimo de una mejora constante, una narrativa mucho m¨¢s reconfortante.
En la segunda mitad del siglo XX, la paleontolog¨ªa nos permiti¨® finalmente superar las nociones de progreso en la evoluci¨®n. Los f¨®siles nos ense?aron que la vida se ve constantemente afectada por cambios ambientales impredecibles y que, de vez en cuando, colapsa dram¨¢ticamente debido a grandes extinciones en masa. Cuando abarcamos dimensiones temporales que se miden en varios millones de a?os, los eventos fortuitos y el azar toman el control. En un juego con reglas cambiantes, la importancia de la competencia entre organismos queda relegada a un segundo plano. Aunque muchas veces o¨ªmos que las extinciones en masa limpian los ecosistemas de las especies peor adaptadas, esto es una tremenda estupidez. Las especies no pueden adaptarse a algo que nunca han experimentado, como el impacto de un asteroide o erupciones volc¨¢nicas masivas que cambien al clima durante decenas de miles de a?os. Hoy sabemos que los supervivientes de este tipo de hecatombes son un pu?ado de especies con suerte.
Si ma?ana hubiera una extinci¨®n catastr¨®fica, no hay motivos para pensar que la especie humana tendr¨ªa mayores posibilidades de sobrevivir que las an¨¦monas o los erizos de mar (que, por cierto, llevan mucho m¨¢s tiempo en este planeta que nosotros). Depender¨ªa de una loter¨ªa: de la naturaleza de la cat¨¢strofe, imposible de predecir a priori. As¨ª que, en evoluci¨®n, debemos evitar las ideas de avance, mejora y progreso, ya que las condiciones cambian caprichosamente y las grandes extinciones resetean la vida en la Tierra a partir de unos pocos supervivientes suertudos.
Juan L¨®pez Cantalapiedra es paleont¨®logo e investigador en la Universidad de Alcal¨¢
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