Jocelyn Bell sobre el Nobel que le negaron: ¡°No quer¨ªa parecer una alborotadora porque era muy precaria. Hoy hablar¨ªa de otra manera¡±
La historia de esta astr¨®noma que descubri¨® los p¨²lsares es el mejor resumen de c¨®mo las mujeres eran barridas del mundo cient¨ªfico. En esta entrevista, Bell recuerda c¨®mo vivi¨® su exclusi¨®n del Nobel, los numerosos obst¨¢culos machistas que encontr¨® en su carrera y c¨®mo super¨® su s¨ªndrome del impostor
La historia de la astr¨®noma Jocelyn Bell (Belfast, 79 a?os) es quiz¨¢s una de las m¨¢s emblem¨¢ticas de lo que significa para muchas cient¨ªficas la invisibilizaci¨®n de su trabajo. Suyo es el m¨¦rito del descubrimiento de uno de los cuerpos estelares que m¨¢s quebraderos de cabeza supuso para los astr¨®nomos de su ¨¦poca. Y tambi¨¦n es suyo el m¨¦rito de que por primera vez se otorgara un Premio Nobel a un descubrimiento astrof¨ªsico, aunque no fuera ella la galardonada. Pero fueron su paciencia, su rigor y su tenacidad las que la llevaron a descubrir en 1967 los p¨²lsares, esos faros c¨®smicos formados por estrellas muy densas que rotan fugazmente emitiendo una se?al luminosa.
Tan asombrosa es la regularidad y la precisi¨®n de estas se?ales que durante unas semanas ella y su director de tesis, Antony Hewish, se preguntaron si no eran alien¨ªgenas los que mandaban la se?al. Little Green Men, hombrecitos verdes, fue el apodo que dieron al principio a aquella extra?a fuente radio. ¡°Afortunadamente, cuando descubr¨ª mi segundo p¨²lsar en otra parte del cielo, qued¨® claro que no pod¨ªan ser dos grupos de extraterrestres que enviaban mensajes en el mismo momento, en la misma frecuencia radio y hacia el mismo insignificante planeta¡±, explica Bell en una entrevista con EL PA?S.
No hab¨ªa sido f¨¢cil para Bell convencer a Hewish de que la se?al que ella hab¨ªa detectado era real. Hab¨ªa pasado los primeros dos a?os de su tesis levantando un radiotelescopio: una enorme serie de cables colgando de 2.000 palos de madera en una superficie grande como 57 campos de tenis en la lodosa campa?a inglesa en las afueras de Cambridge. Pocos meses despu¨¦s de comenzar a usarlo hab¨ªa notado una peque?¨ªsima irregularidad en un enorme rollo de papel, donde una plumilla trazaba una l¨ªnea roja de la se?al recibida. ¡°Medio cent¨ªmetro en kil¨®metros de papel: a otra persona menos cuidadosa seguramente se le habr¨ªa pasado por alto¡±, asegura ahora. Bell pas¨® por Barcelona la semana pasada, invitada por el Cosmocaixa, para dar una charla sobre c¨®mo fue la historia del descubrimiento de estas estrellas al final de su vida, muy compactas, capaces de emitir un fuerte impulso de radio, de forma precisa como un reloj.
Aquel hallazgo no fue la primera vez que tuvo que luchar por hacerse valer, como cuando entr¨® con 11 a?os en un centro escolar con la intenci¨®n de estudiar ciencias. ¡°Ten¨ªa claro que quer¨ªa estudiar ciencia y mis padres me hab¨ªan prometido que en ese instituto lo podr¨ªa hacer¡±, relata Bell. Cuando lleg¨® el esperado d¨ªa de la primera clase de ciencia, a ellas las mandaron al aula de econom¨ªa dom¨¦stica. Bell protest¨® con sus padres por lo ocurrido, y ellos contactaron a otras familias cuyas hijas querr¨ªan estar en esa clase. Al final lo consiguieron: tres chicas en una clase de chicos. ¡°Fuimos las primeras tres que pudimos estudiar ciencia en esa escuela, y las primeras tres que nuestro profesor no hab¨ªa visto nunca¡±, recuerda hoy.
Cada vez que entraba a clase, la tradici¨®n era que todos silbaran y golpearan las gradas de madera
La siguiente an¨¦cdota de su camino cuesta arriba fue la impactante experiencia en la Universidad de Glasgow donde fue a estudiar F¨ªsica. ¡°Era la ¨²nica alumna en una clase de 50 chicos. Cada vez que entraba a clase, la tradici¨®n era que todos silbaran y golpearan las manos y los pies contra las gradas de madera¡±, cuenta. ¡°Tuve que aprender a no sonrojarme, si no habr¨ªa sido peor. Cuando volv¨ªa a mi residencia de estudiantes y les comentaba que era la ¨²nica chica, mis compa?eras pensaban que me cambiar¨ªa de curso, porque era lo que hac¨ªa la mayor¨ªa de las mujeres. Pero yo quer¨ªa ser astr¨®noma, y era necesario licenciarse en F¨ªsica, no ten¨ªa alternativa¡±, explica. Una persona menos centrada en su objetivo hubiese tirado la toalla: ¡°Probablemente, habr¨ªa hecho Matem¨¢ticas, donde hab¨ªa ya alguna mujer. Siempre una minor¨ªa, pero al menos eran m¨¢s de una¡±. Nunca encontr¨® ning¨²n aliado masculino en su camino. Al contrario: ¡°Los profesores, a veces, parec¨ªa que quisieran unirse a los estudiantes. Afortunadamente, nunca lo hicieron¡±.
Pasaba lo mismo cuando hac¨ªa una pregunta. ¡°Cuando ven¨ªa alguien a dar charlas, todos mis compa?eros levantaban el brazo para hacer preguntas inteligentes: yo callaba para poder hacerme invisible¡±, dice. ¡°Sin embargo, desarroll¨¦ una estrategia. Escuchaba con mucha atenci¨®n los primeros cinco minutos de la charla, anotaba todas las hip¨®tesis que hac¨ªa el investigador y al final preguntaba: ¡®Se?or ¡ªs¨ª, siempre eran hombres¡ª ha hecho esta y esta asunci¨®n. ?C¨®mo cambiar¨ªan sus conclusiones si no fueran ciertas?¡¯. Parece ser que esto dejaba muy impresionados a los cient¨ªficos invitados y tambi¨¦n a mis profesores¡±, recuerda. Solo dos de los docentes que tuvo fueron mujeres: ¡°Una nos dio un curso de matem¨¢ticas, y la otra dur¨® solo dos meses, no aguant¨® la presi¨®n: lo que los alumnos me hac¨ªan a m¨ª, ?se lo hac¨ªan a ella tambi¨¦n!¡±.
La gente me felicitaba por casarme y no por mi descubrimiento
Cuando empez¨® el doctorado en Cambridge, estaba convencida de que se hab¨ªan equivocado en elegirla. Hoy lo llamamos s¨ªndrome del impostor, algo que afecta a muchas mujeres acostumbradas a ser menospreciadas. Eso la hac¨ªa ser muy cuidadosa y detallista, sobre todo en esos convulsos meses entre finales de 1967 y el verano de 1968, cuando acab¨® su tesis a la vez que descubr¨ªa seis p¨²lsares. ¡°Mi director de tesis tard¨® mucho en reconocer que estaba haciendo algo importante¡±, cuenta, ¡°aunque est¨¢ claro que cuando haces un descubrimiento extraordinario debes ser muy cauta¡±. Uno de los factores que contribuyeron a su discriminaci¨®n, seg¨²n Bell, es que hab¨ªa muy pocas mujeres en la Universidad de Cambridge. ¡°Muchos hombres pensaban que era injusto que estudi¨¢ramos. Por eso las mujeres deb¨ªamos ir con mucho cuidado, asegurarnos de no estorbar y no meternos en l¨ªos, llevar la ropa adecuada y no molestar a los profesores hombres¡±, recuerda Bell.
Tambi¨¦n los periodistas y los fot¨®grafos del tiempo contribuyeron a la discriminaci¨®n: ella era siempre ¡°la chica¡±, su jefe ¡°el cient¨ªfico¡±; ¨¦l posaba serio, a ella le ped¨ªan desabrocharse unos botones de la blusa. ¡°Cuando me compromet¨ª con mi futuro marido, entre el descubrimiento de mi segundo p¨²lsar y mi tercer p¨²lsar, me di cuenta de que la gente me felicitaba por casarme y no por mi descubrimiento. La expectativa era que las mujeres nos qued¨¢ramos en casa¡±, lamenta.
Para ella fueron a?os frustrantes, en los que debi¨® seguir la carrera del marido y adaptar la suya. ¡°Como pareja decidimos tener un hijo. Y sab¨ªa que eso habr¨ªa complicado much¨ªsimo mi carrera. Por aquel entonces no exist¨ªan guarder¨ªas, ya que todo el mundo sab¨ªa que, si las madres trabajaban, los hijos se convertir¨ªan en delincuentes¡±. ?Y c¨®mo lo hac¨ªa para gestionar esos sentimientos? ¡°Seguramente, con un poco de resentimiento. Pero consegu¨ª trabajar a tiempo parcial en muchos trabajos interesantes como astr¨®noma. Adapt¨¢ndome un poco, a veces trabajando c¨®mo t¨¦cnica. Pero al menos pude estar al d¨ªa de la investigaci¨®n¡±, recuerda.
Y de pronto, el Nobel
Hasta que un d¨ªa, en 1974, mientras preparaba desde Kenia el lanzamiento de un cohete con un telescopio en los rayos X, recibi¨® la noticia de que hab¨ªan dado el Nobel en F¨ªsica a su jefe, Antony Hewish, y al jefe de su jefe, Martin Ryle. Pero no a ella. Bell siempre dec¨ªa que era feliz de que sus estrellas hubiesen hecho ver al comit¨¦ del Nobel que la astrof¨ªsica tambi¨¦n era f¨ªsica de primera, y que ella era solo una estudiante, al fin y al cabo. ¡°En esos a?os sent¨ªa que necesitaba que no me viesen como una alborotadora porque era muy precaria, sin un trabajo fijo. No pod¨ªa agitar demasiado las aguas. Hoy hablar¨ªa de otra manera¡±, se justifica. Era consciente de lo injusto de la decisi¨®n, pero prefer¨ªa que fueran sus compa?eros quienes se quejaran en su lugar: ¡°Llegaron a decir que era un Nobel No-Bell, jugando con mi nombre¡±. Fred Hoyle, un gran astr¨®nomo, se indign¨® p¨²blicamente, pero fue porque estaba enfrentado a sus jefes sobre la teor¨ªa del Big Bang: ¡°Yo era instrumental en su guerra, y no pod¨ªa mostrar que estaba de acuerdo con ¨¦l¡±.
Finalmente, a finales de los 80, su hijo se independiza y su marido la deja para ir a vivir con otra mujer. ¡°Por primera vez en mi vida pude empezar a buscar un trabajo porque me gustaba, y no por estar donde iba mi marido¡±, recuerda. Y fue as¨ª como obtuvo ¡°un trabajo muy bonito en la Open University, una universidad muy peculiar, con estudiantes de nivel muy elevado¡±, explica. Y a?ade orgullosa: ¡°Me hicieron jefa del departamento de F¨ªsica, y era especialmente gratificante ense?ar por las tardes a adultos que intentaban compaginar su trabajo con sus estudios¡±.
Explica que tard¨® muchos a?os, mientras acumulaba premios, en superar su s¨ªndrome del impostor: ¡°Siento que con el tiempo me he ganado mi sitio y he ganado confianza. Me podr¨ªa haber roto, pero poner tu energ¨ªa en algo positivo ayuda a superar la frustraci¨®n de no ver tu trabajo reconocido¡±.
Siento que con el tiempo me he ganado mi sitio y he ganado confianza. Me podr¨ªa haber roto
En 2018 le otorgaron el Premio Especial Breakthrough en f¨ªsica fundamental: 3 millones de d¨®lares, el triple de dinero que el Nobel. Una suma que ella decidi¨® destinar enteramente para becar a mujeres, refugiados y personas de minor¨ªas infrarrepresentadas: ¡°No estoy involucrada en la selecci¨®n de las personas, las descubro despu¨¦s. Hasta ahora se ha becado a 21 personas, a las que se suman las de este a?o en el que, por primera vez, no son solo mujeres blancas¡±.
Un aspecto importante para Bell es la faceta religiosa de su vida. ¡°Soy cu¨¢quera, un movimiento religioso muy inusual¡±, explica. ¡°Muy diferente de las grandes religiones. Es una iglesia no dogm¨¢tica: no te dice qu¨¦ es lo que tienes que creer. Te empuja a que seas t¨² la que trabajes por ti misma en lo que crees. La ¨²nica gu¨ªa es que las personas son buenas o dicho m¨¢s formalmente: que hay un poco de Dios en cada uno¡±, describe. Lo que hace diferente la experiencia religiosa de los cu¨¢queros es la exploraci¨®n intelectual de la fe. ¡°No es una experiencia como la conversi¨®n de San Pablo, no¡±, comenta riendo. ¡°Al menos, no para m¨ª: es un camino muy gradual, de maduraci¨®n, a lo largo de tu vida. A veces, sentimos una experiencia o, como decimos, un ¨¢ngel se nos acerca. Y entendemos un poco m¨¢s, como en la ciencia: tu pensamiento con el tiempo evoluciona. La comprensi¨®n m¨¢s profunda de las cosas te puede pasar leyendo qu¨¦ han hecho los cu¨¢queros en su vida, o hablando con personas, u observando la naturaleza. En esta iglesia s¨ª que hay espacio para cient¨ªficos, al contrario que en otras¡±, asegura.
La rama de la astrof¨ªsica que ahora le fascina m¨¢s se llama ¡°astronom¨ªa de los fen¨®menos transitorios¡±. ¡°Con la mejora de nuestros telescopios, podemos tomar im¨¢genes con exposici¨®n m¨¢s breve. Y esto nos permite descubrir que hay muchos m¨¢s fen¨®menos de corta duraci¨®n de los que cre¨ªamos con las exposiciones largas. La parte m¨¢s emocionante es ser capaces de explicar estos fen¨®menos. Hay algunos que pasan en las frecuencias de radio: se llaman ¡°r¨¢fagas r¨¢pidas de radio¡± y a¨²n no hay un modelo que explique qu¨¦ las causa. Solo sabemos que vienen de fuera de nuestra galaxia, de los brazos de espirales de otras galaxias. ?Pero all¨¢ pasan muchas cosas! Ser¨¢ dif¨ªcil dar con una buena explicaci¨®n¡±.
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