Yo he dormido en el hotel de El Algarrobico
Esta activista de Greenpeace cuenta c¨®mo ocup¨® durante tres noches una habitaci¨®n con vistas al mar de este edificio ilegal, cuando se cumplen 15 a?os de la paralizaci¨®n de las obras. Un juzgado ha abierto juicio oral contra 28 de sus compa?eros por otra protesta de este tipo
Yo he dormido en el hotel de El Algarrobico, en una de sus habitaciones ilegales con vistas al mar. Fueron tres noches en septiembre de 2011, junto con una decena de activistas, en una acci¨®n de Greenpeace para reclamar su demolici¨®n. Una de las muchas que hemos llevado a cabo en estos 15 a?os para denunciar la ilegalidad de esta aberraci¨®n, como la protesta de 2014 por la que ahora un juzgado de Almer¨ªa lleva a juicio a 28 de mis compa?eros.
Nos metimos en el edificio por una entrada posterior, en la cara que no da al mar. Accedimos sin provocar ning¨²n desperfecto y sin ning¨²n tipo de violencia. No nos encontramos con nadie, simplemente, entramos. Al principio era como estar en una obra, caminamos por un pasillo solo cubierto de cemento. Sin embargo, cuando subimos unos pisos, la sorpresa fue may¨²scula: encontramos habitaciones mucho m¨¢s avanzadas en la construcci¨®n. No vimos a nadie trabajando, pero era evidente que las obras no se hab¨ªan parado cuando lo dict¨® el juez en 2006.
Resulta imposible que a uno no le llame la atenci¨®n este gigante tan fuera de lugar, empotrado en la monta?a y con los pies de cemento casi en el mar. Si este macrohotel tiene 21 plantas, el acceso por el que entramos daba a una altura media del edificio y luego subimos un par de pisos. Nos instalamos all¨ª, donde ocupamos solo unas pocas habitaciones. Al salir a los balcones, era c¨®mo estar en un barco en mitad del Mediterr¨¢neo, literalmente, te sientes metido en el mar, de lo cerca que est¨¢ el agua. Entre nosotros, los comentarios eran de asombro y de tristeza.
Desde mi habitaci¨®n ocupada de El Algarrobico la vista era abrumadora. Igual de abrumadora que deber¨ªa ser para cualquier persona que se paseara por aquel monte antes de que se levantara esta mole. Alrededor no hay pr¨¢cticamente construcciones, se trata de un paisaje ¨²nico. Lo m¨¢s impactante era por las noches. Aunque hab¨ªamos colocado placas solares para los ordenadores y ten¨ªamos algunas linternas, no hab¨ªa mucha luz, todo alrededor era oscuridad. Y esto hac¨ªa todav¨ªa m¨¢s imponente el cielo estrellado. ?C¨®mo es posible que se pueda construir algo as¨ª en un sitio como este, en pleno parque natural, de forma tan claramente ilegal?
La primera vez que activistas de Greenpeace denunciaron de esta forma la construcci¨®n ilegal del hotel de El Algarrobico fue en 2005, antes de conseguir incluso parar las obras. Desde entonces, hemos estado all¨ª protestando otras siete veces. En todo este tiempo m¨¢s de 100 activistas han sido llamados a declarar y se ha reclamado a nuestra organizaci¨®n m¨¢s de medio mill¨®n de euros por estas acciones. Sin embargo, hasta ahora todas las denuncias han sido archivadas. Que ahora se quiera abrir juicio oral contra otros 28 activistas que protestaron en 2014 por esta enorme ilegalidad, mientras el hotel sigue en pie con una treintena de sentencias en contra, muestra las extra?as relaciones de poder de este pa¨ªs.
Yo dorm¨ª en una habitaci¨®n de El Algarrobico, en saco de dormir, sobre una esterilla en el suelo. Tambi¨¦n cocin¨¦ con hornos solares en las terrazas y com¨ª en el suelo. No es muy c¨®modo, pero parte de nuestro papel como activistas es resistir. Yo no hubiera escogido pedir unos d¨ªas de vacaciones para estar all¨ª si no hubiera una ilegalidad manifiesta y una inacci¨®n de las Administraciones p¨²blicas para tirarlo de una vez. A menudo los promotores de obras irregulares esperan que llegue un d¨ªa en que los que protestan se desmovilicen, pero hay organizaciones que podemos aguantar el tiempo que haga falta, d¨¦cadas.
Si no hubiera sido por todos los que nos hemos movilizado en este tiempo, el hotel ilegal se hubiera terminado de construir o se hubiera legalizado para evitar tirarlo, como ha ocurrido otras veces. Hoy esta construcci¨®n es ya todo un s¨ªmbolo y no pararemos hasta que caiga. En mi caso, la empresa protest¨® por nuestra acci¨®n y la denuncia fue tambi¨¦n archivada, como todas las dem¨¢s. No era yo la que estaba donde no deb¨ªa, es el hotel el que lleva ya m¨¢s de 15 a?os en el sitio equivocado.
Sara Pizzinato es activista de la organizaci¨®n ecologista Greenpeace.
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