La hora de la gobernanza ambiental mundial
La cesi¨®n de alguna parte de las soberan¨ªas nacionales proporciona beneficios colectivos y es un valor real a?adido al conjunto
?Es hora de pensar en una Autoridad Mundial sobre el medio ambiente? Esta es una a?eja idea, siempre controvertida, que ya se planteaba hace medio siglo a ra¨ªz de la Conferencia de la ONU sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo en 1972. Desde entonces se ha ido construyendo un sistema para la cooperaci¨®n y la diplomacia ambiental internacional que ha estado vigente en los ¨²ltimos 50 a?os. De esta manera, se han establecido una pl¨¦tora de iniciativas pol¨ªticas en este ¨¢mbito, destacando los grandes convenios mundiales de Naciones Unidas, como el de la capa de Ozono (Viena 1985; Montreal 1987) y los firmados en la Cumbre de la Tierra de R¨ªo en 1992, sobe Cambio Clim¨¢tico, Biodiversidad y Desertificaci¨®n. As¨ª, se han ido desarrollando m¨¢s de 500 acuerdos ambientales multilaterales (MEA por sus siglas en ingl¨¦s), seg¨²n la base de dato de ECOLEX, y que han dado lugar a m¨¢s de 200 organizaciones internacionales especializadas. Es cierto que con este sistema se han ido produciendo algunos avances. Pero los logros han sido hasta ahora muy insuficientes. Y tambi¨¦n demasiado lentos por la urgencia de actuar sobre la Emergencia Planetaria a la que nos enfrentamos.
Ahora, sin embargo, para afrontar con ¨¦xito los desaf¨ªos sist¨¦micos del Cambio Global de esta nueva ¨¦poca denominada la era del Antropoceno o, dicho con mayor precisi¨®n, la era real del Capitaloceno, es imperativo avanzar hacia una gobernanza ambiental democr¨¢tica a escala mundial. Nunca antes, en la historia de la humanidad, el mundo se ha enfrentado a tantas amenazas ambientales ¨Dclima, desastres, biodiversidad y contaminaci¨®n¨D que son predominantes en el escenario mundial porque est¨¢n afectando a la salud, al desarrollo socioecon¨®mico y a la seguridad mundial, tal como lo viene manifestando el Foro Econ¨®mico Mundial sobre Riesgos Globales en sus ¨²ltimas ediciones. Por ello, la comunidad internacional debe dar un paso definitivo para garantizar que el medio ambiente mundial est¨¦ debidamente protegido y bien gobernado.
En esta direcci¨®n, Naciones Unidas plantea la renovaci¨®n del contrato social entre los pa¨ªses y una mayor solidaridad entre generaciones mediante un nuevo ¡°pacto mundial por el medio ambiente¡± que se apoye en una ¡°gobernanza global¡± sobre bases de confianza, solidaridad y derechos humanos.
A este respecto, un primer frente de la gobernanza ambiental mundial es la administraci¨®n de los ¡°bienes comunes mundiales¡± que por convenci¨®n no est¨¢n sujetos a la jurisdicci¨®n nacional, como son la alta mar, la atm¨®sfera, la Ant¨¢rtida y el espacio ultraterrestre. Precisamente, una buena noticia reciente, el 19 de junio de 2023, se ha acordado un hist¨®rico Tratado de la ONU sobre los oc¨¦anos, tambi¨¦n conocido como Tratado para la Gobernanza de la Alta Mar, jur¨ªdicamente vinculante para asegurar la conservaci¨®n y el uso sostenible de la diversidad biol¨®gica marina de las zonas situadas fuera de la jurisdicci¨®n nacional. El otro gran frente reside en administrar de forma equitativa y duradera los ¡°bienes p¨²blicos globales¡±, donde la paz, la salud, y la sostenibilidad del planeta configuran su columna vertebral. La expansi¨®n de los males mundiales ¨Dcomo la pandemia de la covid-19 o la destrucci¨®n de los sistemas naturales¨D tambi¨¦n se tiene que combatir con una mayor provisi¨®n y protecci¨®n de los bienes p¨²blicos globales.
Este ambicioso proyecto de gobernanza mundial exige profundos cambios en las sociedades y grandes innovaciones organizativas para darle forma en el plano real. La soberan¨ªa nacional, el poder, los recursos y las oportunidades deben compartirse mejor a nivel mundial para reflejar coherentemente la unidad y las realidades interdependientes de todo el planeta.
Se trata de algo m¨¢s que de una simple reforma del bienintencionado, pero endeble, Sistema de Naciones Unidas que, hasta ahora, ha sido el referente principal y con ¨¦l, habr¨¢ que seguir contando, pero que, en todo caso, requiere una profunda renovaci¨®n de su arquitectura institucional para mejorar su funcionalidad. Hay que posibilitar nuevas f¨®rmulas del sistema multilateral para reflejar la pluralidad de los intereses sociales y evitar las asimetr¨ªas de poder y las din¨¢micas de desigualdad, al tiempo que hay que corregir y democratizar el predominante ¡°multilateralismo de ¨¦lite¡±, como los grupos del G-7, o del G-20 que concentra el 90 % del PIB mundial, el 80 % del comercio global, dos tercios de la poblaci¨®n del planeta, representa el 75% del uso global de materiales y es el causante de las tres cuartas partes de las emisiones que provocan el cambio clim¨¢tico.
La soberan¨ªa nacional es un concepto controvertido que no deja de ser un tanto parad¨®jico. La cesi¨®n de alguna parte de las soberan¨ªas nacionales proporciona beneficios colectivos y es un valor real a?adido al conjunto. Por el contrario, cuando se reh¨²ye ego¨ªstamente la cooperaci¨®n, se afecta a la disponibilidad y asignaci¨®n equitativa de los bienes y servicios planetarios, lo que, finalmente, acaba debilitando a la misma soberan¨ªa nacional. Una soberan¨ªa ¡°responsable¡± tambi¨¦n es ¡°inteligente¡± para gobernar solidariamente el patrimonio com¨²n de la humanidad. Lo m¨¢s urgente es lograr una ¡°gobernanza global real¡± basada en un ¡°enfoque polic¨¦ntrico¡±, responsable y democr¨¢tico, para optimizar los cobeneficios y evitar imponer sacrificios injustos a los actores m¨¢s desfavorecidos. Seguramente, m¨¢s que una autoridad ¨²nica, se puede perfilar una autoridad compleja, donde m¨²ltiples tipos de autoridades (p¨²blicas, privadas e h¨ªbridas) comparten las responsabilidades, interact¨²an e influyen entre s¨ª.
La participaci¨®n privada en sus diferentes formas empresariales, de organizaciones no gubernamentales y entidades diversas de la sociedad civil, cada vez es m¨¢s significativa. Dif¨ªcilmente, los Estados estar¨¢n dispuestos a delegar expl¨ªcitamente en los actores privados la responsabilidad de la gobernanza del medio ambiente. Pero, en alguna ocasi¨®n, puede ser determinante. Por ejemplo, en el caso Protocolo de Montreal de 1987 sobre la protecci¨®n de la capa de ozono, que prohibi¨® el uso de sustancias qu¨ªmicas da?inas, como los aerosoles, suele sobrevalorarse la dimensi¨®n pol¨ªtica e infravalorarse la incidencia de las empresas multinacionales que dominaban el mercado internacional de los Clorofluorocarburos (CFC) y que, ¡°casualmente¡±, ya contaban con una alternativa tecnol¨®gica para fabricar e imponer un producto sustitutivo, como los Hidrofluorocarburos (HCFC), lo que les permit¨ªa seguir aumentando sus ganancias y controlando los mercados.
Los nuevos modelo de gobernanza requieren grandes transformaciones no solo en las pol¨ªticas y en las formas de hacer las pol¨ªticas, sino, tambi¨¦n en los esquemas mentales y en las maneras de pensar con un enfoque sist¨¦mico y una visi¨®n m¨¢s bioc¨¦ntrica, reincorporando el perdido sentido de la biofilia de la que nos habla E. O. Wilson; esa ¡°tendencia innata a dirigir nuestra atenci¨®n a la vida y a los procesos vitales¡±.
Pero, sobre todo, se necesita una mayor ambici¨®n pol¨ªtica con l¨ªderes audaces, inspiradores y comprometidos para abordar una gobernanza ambiental mundial, afrontando los riesgos sist¨¦micos globales e incorporando controles efectivos a los poderes de los Estados y de los mercados. Esta es la base principal para apostar por un verdadero Plan de Emergencia Planetaria.
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