La huella camaronera
Duquende, Pedro el Grana¨ªno y Guadiana tributan un memorable homenaje a Camar¨®n, desaparecido hace 25 a?os, en Flamenco on Fire
Rara vez tendr¨¢ el maestro un homenaje tan sentido. El maestro, en este caso, es Jos¨¦ Monje Cruz, conocido en el universo flamenco como Camar¨®n de la Isla o, simplemente, Camar¨®n. Casi nada. Estaban para ello la noche del mi¨¦rcoles en el auditorio Baluarte de Pamplona, en la segunda jornada de la IV edici¨®n de Flamenco on Fire, tres destacados seguidores o disc¨ªpulos del genio gaditano desaparecido en 1992: Pedro el Grana¨ªno, Duquende y Guadiana. Se cumplen 25 a?os desde la muerte del cantaor gitano y por ello el festival ha producido este espect¨¢culo: Maestro, Homenaje a Camar¨®n.
Definirse -o ser definido- como camaronero supone una cierta categorizaci¨®n, algo as¨ª como ser mairenista (de Antonio Mairena) caracolero (de Manolo Caracol) o marchenista (de Pepe Marchena), o, en el ¨¢mbito literario, filos¨®fico o social, ser kafkiano, posmoderno o surrealista. Una manera de ser, de escribir, de pensar o (este es el caso) de cantar.
Desde los a?os en que Camar¨®n levantaba pasiones y llenara plazas de toros, casi considerado un santo milagrero por los suyos, los artistas camaroneros han surgido como hongos, especialmente tras su muerte. La mayor¨ªa yace hoy en un justo olvido, aunque algunos llegaron a tener su momento de gloria, citemos, a modo de ejemplo, a El Potito o a Jos¨¦ Parra.
Ocurre que ser camaronero es como querer escribir como Garc¨ªa Lorca. Son estilos tan rotundos, tan reconocibles, que al final, m¨¢s que un continuador de un estilo se acaba haciendo una parodia del modelo. Es lo que les ha ocurrido a muchos. Se puede ser, por ejemplo, mairenista, porque con Mairena, m¨¢s que un estilo o un timbre de voz lo que se segu¨ªa era una escuela, una obediencia a una cierta estructura de los cantes, el seguimiento de una supuesta "ortodoxia". Sin embargo, con Camar¨®n, como con Garc¨ªa Lorca o con Borges, el estilo, fuera del modelo original, se convierte con facilidad en desmesura par¨®dica.
Pero hay excepciones. La de anoche en el Baluarte fue una de ellas. Duquende es uno de los m¨¢s antiguos y acreditados camaroneros, avalado por el casi inventor del camaronismo, el guitarrista Paco de Luc¨ªa, que llev¨® a Duquende en su grupo y del que lleg¨® a decir que era el cantaor que mejor afinaba. Quiz¨¢s tanto afinaba, era tan correcta y previsiblemente camaronero (lo que no deja de ser un contra factum) que acababa resultando mon¨®tono, lineal, casi aburrido. El Duquende de estos tiempos es otro, desgarrado, rompi¨¦ndose al l¨ªmite, emotivo. Su seguiriya fue un monumento.
Un camaronero de ¨¦xito m¨¢s reciente y de calidad incontestable es Pedro el Grana¨ªno, ayer compa?ero de viaje de Duquende. Su voz es la m¨¢s cercana a Camar¨®n. Si uno cierra los ojos puede pensar que es Jos¨¦ Monje, que ha vuelto. Y, parad¨®jicamente, es, al mismo tiempo, el m¨¢s personal. Su sole¨¢, al borde del abismo emocional, tuvo muchos quilates.
Ha habido en los ¨²ltimos a?os algunos intentos de evocar la figura de Camar¨®n. En una de las ¨²ltimas, de mediocres logros, participaba el propio El Grana¨ªno, cuya voz , seguramente, era lo mejor y lo que justificaba el espect¨¢culo. En cambio, este montaje en Pamplona, ideado ad hoc por Flamenco on Fire, sin querer ser nada m¨¢s que un homenaje ("Eterno Camar¨®n, en cambio, ten¨ªa pretensiones de musical) estaba bien estructurado, con una leve y acertada teatralizaci¨®n y conjunci¨®n entre los tres cantaores (el tercero era Guadiana, que no desmereci¨®, aunque su voz est¨¦ en otra onda) y las voces corales y m¨²sicos: Paco Heredia, Antonio Luque, Patrocinio Hijo, Los Mellis, Paco Vega, Cristian de Moret...
Es curioso que Camar¨®n, que tanto "disc¨ªpulo" ha tenido, nunca quiso ser, voluntariamente, un maestro. Fue revolucionario, pero sin quererlo. Lo abusivo a veces en el terreno de la creatividad es querer ser moderno como un empe?o, como una voluntad. El duende, que nadie sabe d¨®nde est¨¢, lo defini¨® Lu¨ªs Rosales en su precioso libro "Un misterio llamado Andaluc¨ªa", lo fij¨® en un lugar concreto: el vino. Claro, el ser humano siempre ha necesitado el alcohol y otros remedios para activar las drogas naturales del cerebro que provocan la euforia y la alegr¨ªa.
El duende "existe", pero Camar¨®n estaba pose¨ªdo por ¨¦l sin quererlo, como una fatalidad. Y ese duende camaronero fue invocado anoche en el Baluarte sin pretensiones, con armon¨ªa y ritmo, con grandeza, desde la Nana inicial a dos voces hasta la pata¨ªta final por buler¨ªas de Duquende. Hab¨ªa que ir a Pamplona. Lo que son las cosas.
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