La huella indeleble del crimen rural
El documental Casting JonBenet se adentra en la larga sombra que cubre a los pueblos donde se perpetr¨® un macabro asesinato
Cuando se busca un pueblo en Google, el primer resultado suele ser la p¨¢gina de Wikipedia del lugar, pero en el caso de Puerto Hurraco es el segundo. El primero es una entrada titulada ¡®Masacre de Puerto Hurraco¡¯. Quien quiera saber algo m¨¢s de esta localidad extreme?a, en la pac¨ªfica y hermosa comarca de La Serena, lo va a tener dif¨ªcil. Si acude al apartado Historia, de la entrada Puerto Hurraco, no encontrar¨¢ ni un solo dato que no se refiera a los cr¨ªmenes de agosto de 1990 perpetrados por los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo, cuando salieron de casa armados con escopetas y asesinaron a nueve vecinos que estaban tomando el fresco. Aparte de eso, no hay ni una referencia al a?o de fundaci¨®n del lugar, ni a otros sucesos hist¨®ricos. Nada.
Puerto Hurraco es igual a crimen. Peor lo tiene Alc¨¤sser. La funci¨®n de autocompletado de Google a?ade por su cuenta ¡°crimen de Estado¡± cuando se teclea el nombre del pueblo, que ni siquiera tiene una entrada en Wikipedia en la primera p¨¢gina de resultados. En cambio, los algoritmos s¨ª destacan mucho la titulada ¡®Crimen de Alc¨¢cer¡¯, donde se da cuenta muy prolija del secuestro y asesinato de Miriam, To?i y Desir¨¦e, cuyos cuerpos aparecieron semienterrados en una fosa en enero de 1993.
Han pasado 27 y 24 a?os, respectivamente. Hay vecinos adultos de ambos sitios que no hab¨ªan nacido entonces, pero tambi¨¦n ellos viven en el presente de la tragedia, como si el tiempo se hubiera parado.
La estaci¨®n de cercan¨ªas de Atocha, en Madrid, fue escenario en 2004 de la mayor matanza de la historia de Espa?a en tiempos de paz. Sin embargo, quien busque Atocha en Google no encontrar¨¢ alusiones a ella en las primeras p¨¢ginas de resultados, y la detallad¨ªsima y larga p¨¢gina de Wikipedia dedicada a la historia de la estaci¨®n solo habla del 11-M de pasada en una l¨ªnea. Los m¨¢s de 200.000 viajeros diarios que pasan por ah¨ª sepultan la memoria criminal a pesar de los recordatorios perennes en forma de monumentos: nadie o casi nadie espera la llegada de su tren mientras piensa en los atentados. No hay morbo ni escalofr¨ªos colectivos. Muy cerca de all¨ª, en la calle de Atocha, una placa y una escultura recuerdan la matanza de los abogados laboralistas de 1977, hito que conmocion¨® al pa¨ªs. Es grande y llamativa no perturba ni un poco el ajetreo cotidiano de esa esquina madrile?a.
Es la maldici¨®n de los cr¨ªmenes rurales: su recuerdo pringa los top¨®nimos, las calles y las casas. Pueblo y muerte se funden en el imaginario colectivo durante generaciones, mientras la gran ciudad absorbe la memoria de sus propios traumas en cuesti¨®n de meses. Esta persistencia contra el olvido propia de las comunidades peque?as, incapaces de levantar mitolog¨ªas alternativas, inspira ficciones y relatos de todo tipo. Uno de los ¨²ltimos es el muy desasosegante documental Casting JonBenet, presentado en el ¨²ltimo Festival de Sundance y producido por Netflix.
La pel¨ªcula relata el asesinato sin resolver de una ni?a de seis a?os, reina infantil de la belleza, en Boulder, un pueblo de Colorado, en 1996, que provoc¨® una agitaci¨®n en Estados Unidos parecida a la que caus¨® el crimen de las ni?as de Alc¨¤sser en Espa?a en 1992, con teor¨ªas conspiranoicas, programas de la tele volcados en el caso y sobreexposici¨®n medi¨¢tica de los padres de la v¨ªctima, que llegaron a escribir libros sobre la experiencia (sin estar ellos mismos libres de sospechas). La originalidad de Casting JonBenet consiste en que presenta la historia a trav¨¦s de las pruebas de casting a las que se presentan actores aficionados del pueblo para interpretar el dramatis personae del crimen. Los aspirantes a los papeles comparten sus hip¨®tesis, sus recuerdos y sus prejuicios, y todos juntos transmiten una certeza: 20 a?os despu¨¦s, la muerte de aquella ni?a sigue ocupando el centro de la memoria. Las pasiones y desencuentros que provocaba en 1996 se conservan igual de inflamados.
No hay ning¨²n experimento cinematogr¨¢fico ni tibiamente parecido en Espa?a, donde se ha tratado la huella de los cr¨ªmenes rurales, siempre bajo la etiqueta ominosa de la Espa?a negra, desde las convenciones del drama y la tragedia. Incluso cuando cineastas originales y esteticistas se han acercado a alguno de ellos, como Carlos Saura con Puerto Hurraco, han adoptado enfoques convencionales que replican los lugares comunes sobre la brutalidad y el atraso.
En el caso del pueblo de Badajoz, hab¨ªa una carga simb¨®lica y pol¨ªtica inevitable: los hechos sucedieron cuando el pa¨ªs estaba inmerso en la preparaci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona, fiesta may¨²scula de la modernidad espa?ola. Los disparos de los hermanos Izquierdo parec¨ªan la vieja Espa?a emergiendo del pozo donde el resto del pa¨ªs la hab¨ªa tirado. Pero en El s¨¦ptimo d¨ªa, de Saura (con guion de Ray Loriga), es m¨¢s reveladora la intrahistoria del rodaje que la cinta en s¨ª: el equipo tuvo que buscar localizaciones en pueblos de Castilla y Le¨®n debido a la gran hostilidad que el proyecto despertaba en Extremadura, donde el entonces presidente, Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, presion¨® para boicotear el filme, aduciendo que pod¨ªa perjudicar al turismo.
¡°Puerto Hurraco quiere olvidar¡± es un titular recurrente, tambi¨¦n en el archivo de este peri¨®dico, cada vez que un aniversario o cualquier otra excusa propicia un nuevo reportaje sobre la huella de aquel crimen, pero el olvido es lento y nada se puede hacer para acelerarlo. Ya casi nadie recuerda el crimen sin resolver de Los Galindos, en Sevilla, de 1975, y otros se difuminan entre aires de Lorca, que marc¨® en su teatro el est¨¢ndar, el aroma y el tono por el que se miden todas las matanzas rurales en Espa?a. Hay incluso pueblos que, tras d¨¦cadas de olvido obligado, hacen de su tragedia hist¨®rica el n¨²cleo de su identidad: Casas Viejas, en C¨¢diz, dej¨® de llamarse as¨ª para figurar en todos los papeles como Benalup de Sidonia, tras la matanza que le hizo famoso en 1933 y que provoc¨® la primera gran crisis del Gobierno republicano. En 1998 el pueblo pas¨® a llamarse Benalup-Casas Viejas. Claro que aquella masacre fue pol¨ªtica, pero la relaci¨®n con el estigma, la memoria y los hilos familiares que unen a muchos vecinos con la violencia y sus consecuencias son tan fuertes y dolorosos como en cualquier crimen.
Sergio del Molino es escritor. Su ¨²ltimo libro es ¡®La mirada de los peces¡¯ (Literatura Ramdon House).
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