Instant¨¢neas que detienen la vida
Literatura y arte tienen a veces el don de convertir lo perif¨¦rico en central, igual que de elevar al marginado a la categor¨ªa de h¨¦roe
No siempre lo original o lo memorable ocurre en los centros privilegiados del mundo, en los lugares de m¨¢xima irradiaci¨®n en los que est¨¢n las galer¨ªas, las editoriales, los medios que amplifican lo de antemano prestigioso. Lo original, lo verdadero, lo del todo inesperado, estalla de golpe en lugares apartados, en la periferia geogr¨¢fica o social, inventado por visionarios que convierten en m¨¦rito su aislamiento y obtienen la fuerza de su marginalidad. Pero como sucede tan lejos y nadie importante le presta mucha atenci¨®n, lo original corre el peligro de perderse, un rel¨¢mpago que no ha visto casi nadie y que se extingue en la oscuridad, un talento secreto que al ser descubierto demasiado tarde obtiene el prestigio triste de lo p¨®stumo.
Nada parece ahora m¨¢s oscuro que la Espa?a de finales de los a?os cincuenta, aislada del mundo exterior, anclada en la negrura de la pobreza y de la tiran¨ªa. Y en ese pa¨ªs alejado de los centros visibles del mundo pocos lugares eran m¨¢s perif¨¦ricos que los de la Andaluc¨ªa pobre, la interior, la oriental, y en ella, en un extremo, Almer¨ªa, con su claridad polvorienta y sus paseos de palmeras como de ciudad colonial del norte de ?frica, con aquellos barrios de miseria sobre los que Juan Goytisolo escribi¨® cr¨®nicas que parec¨ªan de viajero europeo por las aldeas del Rif.
Pero la literatura y el arte tienen a veces el don de convertir lo perif¨¦rico en central, igual que de elevar al marginado a la categor¨ªa de h¨¦roe. Un pueblo sin nombre de La Mancha o un precario asentamiento perdido en el Caribe colombiano son ahora capitales de la imaginaci¨®n universal. No es menos inveros¨ªmil que en Almer¨ªa, hacia 1956, se fundara una revista que iba a ser durante unos a?os fulgurantes la punta de flecha de la renovaci¨®n de la fotograf¨ªa en Espa?a. Como tantas revistas emprendidas por grupos de entusiastas en ciudades de provincia, Afal tuvo una difusi¨®n escasa y una vida precaria. A diferencia de la mayor parte de ellas, lati¨® con un pulso infalible de modernidad y cre¨® una especie de circuito neuronal que conect¨® entre s¨ª a una gran parte de los mejores fot¨®grafos que estaban trabajando entonces en Espa?a, cada uno de ellos luchando para no ahogarse en la mediocridad ambiental, cada uno tanteando su propio camino, con una mirada puesta en lo que ten¨ªan delante de los ojos y otra en lo mejor que estaba sucediendo en el mundo exterior, en las capitales extranjeras de la fotograf¨ªa.
Ser, en Espa?a, a finales de los cincuenta, Ram¨®n Masats, o Joan Colom, o Gabriel Cuallad¨®, o Francisco Onta?¨®n, o Ricardo P¨¦rez Siquier, o Francisco G¨®mez, exige un arrojo, una intuici¨®n est¨¦tica, un esfuerzo de voluntad que se acercan al puro hero¨ªsmo
En una ¨¦poca de libertades plenas y comunicaciones universales instant¨¢neas, nosotros no podemos hacernos una idea del empe?o radical de libertad de esp¨ªritu y de imaginaci¨®n creadora que les hizo falta a aquellos fot¨®grafos para alcanzar un grado de maestr¨ªa colectiva comparable al de lo mejor que se estaba haciendo en ambientes exteriores mucho m¨¢s favorables. Ser Cartier-Bresson en Par¨ªs o Robert Frank en Nueva York sin duda requiere gran talento. Pero ser, en Espa?a, a finales de los cincuenta, Ram¨®n Masats, o Joan Colom, o Gabriel Cuallad¨®, o Francisco Onta?¨®n, o Carlos P¨¦rez Siquier, o Francisco G¨®mez, exige un arrojo, una intuici¨®n est¨¦tica, un esfuerzo de voluntad que se acercan al puro hero¨ªsmo.
Lo perif¨¦rico de entonces, los ejemplares de aquella revista de factura simple y admirable y m¨ªnima visibilidad, los materiales de estudio y taller que atestiguan el trabajo de hacerla, ahora llegan al centro definitivo, a la canonizaci¨®n est¨¦tica en las salas del Reina Sof¨ªa. El efecto es m¨¢s asombroso porque lo envuelve a uno en la fuerza a la vez variada y un¨¢nime de lo colectivo. El todo es mucho m¨¢s que la suma de las partes. Algunos de los fot¨®grafos que se congregaron en torno a Afal han tenido carreras muy continuadas; a otros se ha reconocido muy tard¨ªamente; de unos cuantos, y entre ellos alguno de los mejores, yo no hab¨ªa visto nada hasta ahora. La exposici¨®n empieza, espectacularmente, con una gran ampliaci¨®n de la foto m¨¢s c¨¦lebre de Ram¨®n Masats, la del seminarista que se tira y no llega a parar un penalti, en un campo de f¨²tbol improvisado, en un descampado deplorable del Madrid de 1957, con un horizonte de eriales y de edificios no se sabe si en ruinas o abandonados a medio construir. Pero a partir de ah¨ª el itinerario nos lleva a lo largo de los fotogramas de una pel¨ªcula que es la de la vida espa?ola de aquellos a?os. Los intereses y las po¨¦ticas individuales se conjugan sin premeditaci¨®n ni esfuerzo en una cr¨®nica colectiva. Las fotos de Masats en los sanfermines muestran un jolgorio beodo y macabro a lo Guti¨¦rrez Solana, una aspereza de autarqu¨ªa espa?ola. En las de Oriol Maspons y Xavier Miserachs ya se atisban los cambios de est¨¦tica y de costumbres de los primeros sesenta, la sugerencia entre er¨®tica y pop de las modelos y de las turistas.
Dos rasgos muy comunes entre los fot¨®grafos espa?oles de entonces son la presencia tumultuosa de la gente en la calle y el humorismo. Uno de los fundadores de la revista, Carlos P¨¦rez Siquier, define las fotos como ¡°instant¨¢neas que detienen la vida¡±: detienen la vida y la revelan en su miseria y en su humanidad, y conjugan un m¨¢ximo de calidad formal con una ambici¨®n generosa por mostrar la realidad de la vida de la gente. Las fotos en color de P¨¦rez Siquier en el barrio de la Chanca son de una sutileza pl¨¢stica que en nada debilita su testimonio valeroso. En una ¨¦poca de siniestra hipocres¨ªa beata, Joan Colom desliza una mirada cruda y cordial hacia el mundo de las prostitutas, los mariquitas y los mirones en el Barrio Chino de Barcelona.
Lo documental, lo bullicioso, lo carnavalesco, se interrumpe en la sala consagrada a dos maestros de la quietud, Gabriel Cuallad¨® y Francisco G¨®mez. Situados frente a frente los dos dejan ver mejor sus semejanzas y sus profundas diferencias. Los une la quietud y el silencio, la contemplaci¨®n no de lo instant¨¢neo y lo fugitivo, sino de las presencias y las cosas que permanecen en el lento desgaste del tiempo. Lo que distingue a Francisco G¨®mez es la ausencia de figuras humanas y de actos visibles. Hay huellas, pero no presencias directas. Hay lugares deshabitados o abandonados con marcas de quienes estuvieron en ellos, como inscripciones en un templo en ruinas. Cuallad¨® se acerca a esa percepci¨®n pura de la ausencia en la foto de un perro desenfocado, casi sumergido en la oscuridad, en un campo en el que amanece o cae la noche. La materia de la fotograf¨ªa es lo que est¨¢ a punto de desaparecer.
Una aproximaci¨®n a Afal. Donaci¨®n Autric-Tamayo. Museo Nacional Reina Sof¨ªa. Madrid. Hasta el 19 de noviembre.
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