La reconquista del espacio p¨²blico
La Bienal de Venecia, el Premio Europeo de Espacio P¨²blico y varios libros analizan la amenaza de privatizaci¨®n de las ciudades y las iniciativas c¨ªvicas para combatirla
El pabell¨®n de Luxemburgo en la Bienal de Arquitectura de Venecia ¡ªabierta hasta el 25 de noviembre¡ª tiene un pasillo muy estrecho donde se concentran los visitantes. Est¨¢ rodeado de maquetas casi inaccesibles de los nuevos rascacielos de la capital. ?La raz¨®n? El viandante se mueve en un 8% del pabell¨®n, ¡°el porcentaje de espacio p¨²blico que queda en Luxemburgo¡±, se lee al final del corredor. ?Un pa¨ªs privatizado es una empresa o un Estado?
Se suele describir el ¨¢gora griega ¡ªun lugar para el comercio y la cultura donde se intercambiaban ideas y mercanc¨ªas¡ª como el primer espacio p¨²blico. La urbanidad, el respeto hacia los dem¨¢s, se aprende en ese ¨¢mbito que el agresivo urbanismo de hoy, orientado casi exclusivamente hacia la rentabilidad, condena a la extinci¨®n en urbes de crecimiento acelerado, como Dub¨¢i o S?o Paulo, en las que es dif¨ªcil caminar sin jugarse la vida. El espacio p¨²blico se redefine, sin embargo, en propuestas temporales ¡ªcomo huertos urbanos o ba?os colectivos¡ª en las megal¨®polis informales africanas, asi¨¢ticas e iberoamericanas. Tambi¨¦n en las urbes europeas que se mueven entre la creciente dependencia del turismo y la turismofobia.
?Qu¨¦ est¨¢ ocurriendo? Mientras buena parte de la arquitectura que se levanta en el mundo evita responsabilizarse de la construcci¨®n y del mantenimiento del espacio p¨²blico ¡ªpor su nula rentabilidad econ¨®mica y por su car¨¢cter democr¨¢tico¡ª, la autoconstrucci¨®n ¡ªque est¨¢ detr¨¢s de un tercio de las viviendas del planeta¡ª lo reclama. En la citada S?o Paulo, favelas como Parais¨®polis se han convertido en barrios de clase media necesitados de lugares comunes. En Medell¨ªn (Colombia), la instalaci¨®n del metrocable en la colonia Santo Domingo Savio dio lugar a plazas y campos de juego. Tambi¨¦n en ciudades con un urbanismo formal ¡ªes decir, planificado¡ª como Berl¨ªn, Detroit o Zaragoza, los descampados reconvertidos en zonas de recreo conviven ahora con la arquitectura reglada.
Pero hay m¨¢s paradojas. En muchas urbes europeas y norteamericanas el espacio p¨²blico est¨¢ cada vez m¨¢s vigilado por c¨¢maras de seguridad ¡°mientras algunos edificios privados se hacen accesibles durante el d¨ªa¡±, como explica la arquitecta angloiran¨ª Farshid Moussavi. En esa l¨ªnea ambigua, muchos Ayuntamientos llenan las aceras de terrazas ¡ªque convierten la calle en un lugar de pago¡ª y de asientos individuales que tratan de evitar que los sin techo duerman en los bancos afeando las calles. Por eso parece necesario plantear cu¨¢n p¨²blico es hoy el espacio com¨²n que ha definido las ciudades mediterr¨¢neas desde sus inicios y sentado las bases de su modelo de urbanismo.
El turismo puede ser tan depredador para una ciudad como el colonialismo para un pa¨ªs, avisa Marina Garc¨¦s
Aunque lo primero que el arquitecto indio Charles Correa dise?¨® en Bombay fueron bancos ¡°para que durmiesen los miles de personas que llegan a diario en busca de una vida mejor¡±, los pinchos disuasorios proliferan hoy en los alf¨¦izares de los escaparates para impedir que la gente se siente en la calle. ¡°Queremos ciudades en las que pasee la gente, pero solo la gente guapa, limpia y rica¡±, opina el antrop¨®logo Manuel Delgado. La libertad que se reclama desde la ambig¨¹edad del lema Freespace de la presente Bienal de Venecia ¡ªque quiere que la arquitectura sea generosa, pero evita posicionamientos pol¨ªticos¡ª contrasta con la denuncia de ensayos recientes que urgen a repensar nuestro actual modelo de ciudad, como los de Marina Garc¨¦s ¡ªCiudad Princesa (Galaxia Gutenberg)¡ª o Richard Sennett ¡ªBuilding and Dwelling: Ethics for the City (Farrar, Straus and Giroux), Construir y habitar. ?tica para la ciudad, de pr¨®xima publicaci¨®n en Anagrama¡ª.
?Qui¨¦nes utilizan los espacios p¨²blicos de las ciudades?, se pregunta Garc¨¦s mientras describe a los turistas como el paroxismo de la indiferencia: ¡°Consumen sin valorar ni evaluar las consecuencias de su impacto econ¨®mico¡±. En su libro, la fil¨®sofa barcelonesa hace el ejercicio de aplicar a la industria tur¨ªstica masiva el an¨¢lisis que el economista Alberto Acosta ¡ªcandidato a la presidencia de Ecuador en 2013¡ª aplic¨® a la explotaci¨®n colonial y la conclusi¨®n es elocuente: el turismo es una nueva modalidad de colonialismo. Como este, produce dependencia econ¨®mica al concentrar toda la actividad en una sola fuente, genera riqueza r¨¢pida y pobreza a largo plazo, no calcula el valor de lo que destruye, crea ¡°zonas de excepci¨®n¡± jur¨ªdica y urbana y acaba con la diversidad social.
¡°Es la flexibilidad de la imperfecci¨®n la que permite la convivencia de culturas, costumbres y econom¨ªas diversas¡±, opina el urbanista brasile?o Jaime Lerner, padre del modelo de ciudad sostenible que fue Curitiba en los a?os ochenta y que el pasado d¨ªa 14 acudi¨® a Pamplona para participar en el congreso Menos arquitectura, m¨¢s ciudad. Lerner se refiere a los mercados callejeros que conviven con las tiendas de alta costura en las calles de Roma, pero tambi¨¦n a la legislaci¨®n que protege a ese mercado local aunque marcas multinacionales est¨¦n dispuestas a pagar mucho m¨¢s por el lugar que ocupan. Tambi¨¦n el soci¨®logo estadounidense Richard Sennett defiende la informalidad, ¡°los espacios sin acabar para que la gente pobre no est¨¦ inc¨®moda en lugares p¨²blicos¡±.
?Conseguir¨¢ Europa mantener su espacio p¨²blico como el sal¨®n de sus habitantes o pasar¨¢ a ser el escenario por el que desfilar¨¢n quienes visiten el continente convertido en parque tem¨¢tico de su propia historia? Que el espacio p¨²blico se resista a menguar depende de los ciudadanos. Y esa resistencia lo reinventa. Ya no son solo las aceras o las plazas los lugares para el encuentro, el descubrimiento, el conflicto o la reivindicaci¨®n. Tambi¨¦n pueden serlo las infraestructuras: puentes, senderos, m¨¢rgenes de los r¨ªos, carriles bici o una fuente en la que refrescarse en verano.
Tal vez sea necesario recordar que muchos parques p¨²blicos nacieron de decisiones pol¨ªticas, cesiones de terratenientes y poderosos y de reclamaciones ciudadanas iniciadas en el siglo XIX. Tambi¨¦n hoy, mejoras en la iluminaci¨®n o la instalaci¨®n de ascensores urbanos llegan tras pioneras demandas vecinales. Por eso, en el d¨¦cimo aniversario del Premio Europeo de Espacio P¨²blico, fallado el pasado mi¨¦rcoles, el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB) demuestra c¨®mo ha evolucionado este concepto. Este a?o, junto a la peatonalizaci¨®n de la plaza Skanderbeg de Tirana (Albania), que result¨® ganadora, compet¨ªan por el galard¨®n una cocina comunitaria en un poblado de la Costa da Caparica (Portugal), la iniciativa de las supermanzanas barcelonesas para reducir el tr¨¢fico y ganar espacio verde y una explotaci¨®n minera convertida en parque en Essen (Alemania).
El espacio p¨²blico refleja la convivencia y el conflicto. All¨ª se hace historia y se desarrolla la vida cotidiana. A veces se planifica y otras se improvisa. Pero lo que lo define es siempre lo mismo: el acceso universal. Por eso es un lugar de mezcla que hace visibles los problemas y muchas veces tambi¨¦n hace posibles sus soluciones.
Hoy, cuando se cuestiona su falta de rentabilidad, se intenta adulterar su naturaleza abierta limit¨¢ndolo y vigil¨¢ndolo, y cuando la gentrificaci¨®n ¡ªla expulsi¨®n de los habitantes de un barrio al aumentar los precios de los alquileres¡ª o la commodificaci¨®n ¡ªadquisici¨®n de fincas no para vivir en ellas sino como bien de inversi¨®n¡ª lo ponen en peligro, su conservaci¨®n se ha convertido en un asunto m¨¢s pol¨ªtico y social que arquitect¨®nico. As¨ª, muchos barceloneses prefieren que sus calles carezcan de las zonas ajardinadas que prometen las supermanzanas si el precio a pagar es un aumento del alquiler que terminar¨¢ expuls¨¢ndolos del barrio. Que son los ciudadanos y no los edificios los que hacen una ciudad lo escribi¨® ya Arist¨®teles en su Pol¨ªtica.
El espacio p¨²blico inaccesible es un ox¨ªmoron contra el que se puede legislar. Algunos ya lo han hecho. En abril el Ayuntamiento de Palma de Mallorca prohibi¨® el alquiler tur¨ªstico de pisos. El de Pontevedra hace tiempo que solucion¨® sus problemas de tr¨¢fico y contaminaci¨®n y el riesgo de vivir con ¡°una infancia expulsada de las calles¡± cuando su alcalde, el m¨¦dico Miguel Anxo Fern¨¢ndez Lores, propuso defender el ¡°derecho al espacio p¨²blico¡± al llegar a la alcald¨ªa. Lo hizo reduciendo la circulaci¨®n de coches un 97% al tiempo que crec¨ªa la econom¨ªa terciaria.
Los problemas globales pueden tener soluciones locales. ¡°Son los Ayuntamientos los que legislan contra el capitalismo global para proteger las ciudades¡±, opina Sennett, defensor de los lugares p¨²blicos ¡°conquistados desde abajo¡±. No por casualidad, la plaza Tahrir en El Cairo o la Puerta del Sol en Madrid dieron nombre a las protestas que, desarrolladas en ella, recuerda la soci¨®loga turca Nil¨¹fer G?le. G?le habla de ¡°una nueva gram¨¢tica urbana¡±: la ciudad que hacemos con nuestros gestos cotidianos, par¨¢ndonos ante un paso de cebra o no, controlando los prejuicios o el miedo. ¡°Cuantas m¨¢s personas haya en las calles, menos polic¨ªa necesitaremos¡±, clamaba la pionera del urbanismo participativo Jane Ja?cobs, que consigui¨® que la neoyorquina Washington Square se convirtiera en una plaza y no en un nudo de autopistas.
Son muchos los autores que han escrito contra la defensa c¨ªvica de las calles a partir del cl¨¢sico sesentayochista de Henri Lefebvre El derecho a la ciudad, pero no se trata solo de poder entrar en una ciudad o de instalarse en ella, se trata tambi¨¦n de poder cambiarla. En ese sentido, la antrop¨®loga brasile?a Teresa Caldeira habla en el ensayo Europe City, Lessons from the European Prize for Urban Public Space (CCCB?/ Lars M¨¹ller Publishers) de ¡°los habitantes del sur que solo pueden permitirse habitar en ciudades si, directamente, las construyen¡±. Caldeira considera que en el proceso de levantar sus propios barrios los reci¨¦n llegados se transforman en ¡°sujetos pol¨ªticos conocedores de sus derechos¡±. Por eso, esta profesora de Berkeley est¨¢ convencida de que Europa no puede ser ya modelo para la creaci¨®n de las nuevas ciudades autoconstruidas.
?Se ha tendido a legislar en exceso el espacio de todos para que pueda seguir si¨¦ndolo? Muchas de las propuestas recientes defienden, por ejemplo, un uso cambiante de las calzadas. Si el estudio Basar mont¨® en la calle Arthur Verona de Bucarest una piscina para ni?os en el lugar donde antes aparcaban los coches, en Guimar?es (Portugal) bast¨® con cambiar la normativa para que las fuentes se transformaran en piscinas p¨²blicas. Al este de Londres, el Coriander Club de Spitalfields naci¨® como un huerto sembrado por mujeres de Banglad¨¦s para cultivar las verduras que no encontraban en las tiendas y se ha convertido en un lugar de socializaci¨®n para inmigrantes que apenas sal¨ªan de sus casas.
Un huerto en Londres es hoy el lugar de socializaci¨®n de mujeres inmigrantes que apenas sal¨ªan de sus casas
Richard Rogers, autor del Centro Pompidou y asesor de la alcald¨ªa londinense durante la largu¨ªsima urbanizaci¨®n de la orilla sur del T¨¢mesis, defiende todav¨ªa el urbanismo mediterr¨¢neo: ¡°En Inglaterra tenemos el club para los privilegiados y el pub para los trabajadores; la calle es el lugar donde ambos se encuentran¡±. El espacio p¨²blico es siempre una inc¨®gnita. No tiene garant¨ªa de uso ni de ¨¦xito. Ni siquiera quienes lo planifican, regulan o reclaman pueden saber si terminar¨¢ us¨¢ndose para jugar, para protestar o para someter. Tal vez por eso, la democracia, que naci¨® en las ciudades, sigue teniendo en ellas su mayor esperanza.
Lecturas a pie de calle
Ciudad Princesa Marina Garc¨¦s Galaxia Gutenberg
Ciudadanismo Manuel Delgado Catarata
El derecho a la ciudad Henri Lefebvre Introducci¨®n de Manuel Delgado Traducci¨®n de Ion Mart¨ªnez Lorea y J. Gonz¨¢lez-Pueyo Capit¨¢n Swing
Europe City: Lessons from the European Prize for Urban Public Space Diane Grey (ed.) CCCB / Lars M¨¹ller Publishers
Construir y habitar. ?tica para la ciudad Richard Sennett Anagrama (se publica en 2019)
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