Las heridas de la modernidad a la espiritualidad agr¨ªcola
El documental ¡®Los fr¨¢giles huesos de la muerte¡¯ explora una ola de suicidios de mujeres en una comunidad rural de Bolivia
En la d¨¦cada de los ochenta se introduce una nueva pol¨ªtica de seguridad alimentaria en la regi¨®n andina de Sudam¨¦rica. En 1983, en Pocona, una peque?a comunidad intervenida por la transformaci¨®n de la producci¨®n agr¨ªcola, 56 mujeres j¨®venes campesinas se suicidan. En el presente, Hermenegildo Layme, esposo de una de las fallecidas, intenta reconstruir su vida y acompa?a a descubrir qu¨¦ es lo que podr¨ªa haber ocasionado la muerte de estas mujeres, condenadas por la iglesia del pueblo al destierro en su propio sepulcro. Los fr¨¢giles huesos de la muerte, del director chileno Claudio Araya, trata de meterse en los surcos de esta tragedia y retratar las heridas de una intervenci¨®n en la relaci¨®n y el equilibrio ancestral que mantienen las culturas quechuas con la tierra.
La historia que cuenta el documental, que se encuentra en competencia en el Festival Internacional de Cine de las Alturas ¨Cen Jujuy, Argentina¨C, tuvo su primer acercamiento con el director hace 25 a?os. Araya vivi¨® dos a?os en una comunidad cercana a Pocona ¨Cque se encuentra a 135 kil¨®metros de Cochabamba, Bolivia¨C. Fue ah¨ª donde escuch¨® esa tr¨¢gica historia. A?os despu¨¦s comenz¨® su labor detectivesca sobre los archivos casi inexistentes de la ¨¦poca. El rompecabezas se fue armando, el mismo que result¨® en el filme y una investigaci¨®n que requiri¨® de cinco a?os, apoyada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, y que fue materializada en el libro Papa ismusqa y la otra vida (CLACSO, 2013), escrito por Yara Morales, Jimena Silva y el propio realizador.
Los pobladores de las zonas rurales de Bolivia a¨²n mantienen una relaci¨®n ritual, emocional y ceremonial con la tierra, con la producci¨®n agr¨ªcola, Cuando la modernidad, a trav¨¦s de agroqu¨ªmicos y pesticidas, interviene los modelos de producci¨®n ancestrales, genera una disfunci¨®n como la que sucedi¨® durante los ochenta. ¡°El endurecimiento de la tierra, el endeudamiento por el cr¨¦dito, la infertilidad, las necesidades de conservar la tierra, todo aquello produce una crisis que afecta la vinculaci¨®n emocional con la tierra¡±, explica Araya en una de sus respuestas al cuestionario enviado por EL PA?S.
Pero tambi¨¦n queda la inc¨®gnita, ?qu¨¦ causas pudo haber llevado a la muerte de estas mujeres? El documental, junto a los testimonios de algunos de los familiares de las fallecidas, antrop¨®logos y etn¨®logos, trata de reconstruir sus vidas y las razones de sus dr¨¢sticas decisiones. Eso no fue sencillo, seg¨²n Araya, ya que todav¨ªa existe un hermetismo latente entre los adultos, adem¨¢s de la condena de la iglesia cat¨®lica, que en su momento prohibi¨® que los cuerpos de las mujeres que se suicidaron sean enterrados en el cementerio local, por lo que se cre¨® un camposanto alternativo, denominado como El pol¨ªgono.
¡°Siempre la pregunta era, ?c¨®mo abordamos un tema tan sensible y condenado por la iglesia? Ya previo a nuestras estad¨ªas en Pocona ten¨ªamos informaci¨®n sobre el contexto estigmatizador creado alrededor del fen¨®meno. Pero tambi¨¦n entendimos que un momento propicio era Todos Santos [celebraci¨®n que guarda similitud con el D¨ªa de Muertos]. Adem¨¢s del ciclo agr¨ªcola, ambas cosas se fueron hilando y el tema de a poco fue surgiendo. El pol¨ªgono estaba a punto de desaparecer, pues constru¨ªan un coliseo sobre lo que antiguamente era este cementerio, sab¨ªamos que cuando se perdiese ese lugar se perder¨ªa gran parte de esa memoria, y esa nueva construcci¨®n tendr¨ªa otro sentido para la comunidad¡±, agrega Araya.
Memoria desde el presente
El rodaje fue complejo debido al seguimiento de los eventos y de los personajes principales, admite el realizador. Debido a que una familia viv¨ªa en Pocona y la otra no, se opt¨® a no forzar situaciones o sacarlas de sus contextos. ¡°Nuestra presencia claramente provocaba una interacci¨®n y reacci¨®n, nunca pensamos en ser sujetos que no provocar¨ªamos una cierta reacci¨®n, est¨¢bamos atentos a que aquello nos brindase posibilidades de observar. Nos interesaba el momento vivido y retratado, la memoria recordada, es decir, la memoria m¨¢s emocional, desde el presente¡±, precisa el director.
Los fr¨¢giles huesos de la muerte explora tambi¨¦n la idea del desarraigo. Hermenegildo Layme es uno de los pocos adultos de Pocona que accede a brindar su testimonio para el documental. Es un hombre que vive con miedo, cuya esposa se suicid¨® y a ra¨ªz de ese fat¨ªdico hecho decide abandonar su aldea para vivir en el exilio voluntario. ¡°Quer¨ªa hablar del concepto de estar aterrado. En el sentido del miedo y el sentido del destierro o de la ausencia de lugar o tierra. Sin ese lugar propio creo que se produce el desequilibrio¡±, dice Araya.
El documental apuesta por una propuesta visual y sonora basada en la relaci¨®n de la mujer con la tierra. Se hace una alusi¨®n a trav¨¦s de las entra?as de la tierra, el despojo de la misma y los cuerpos que no pertenecen a su propia comunidad. Araya utiliza im¨¢genes del terreno con chicha surcando y algunos accesorios t¨ªpicos de la vestimenta de la mujer ind¨ªgena que se unen a las cenizas para completar a la narrativa del filme. ¡°La chicha [alcohol de ma¨ªz] est¨¢ muy presente y los meses previos a la fiesta de Todos Santos [Todos los Santos en Espa?a] en noviembre suelen ser muy secos. Es el momento en el que los muertos est¨¢n m¨¢s secos y el agua, la sangre y la grasa son vida, por eso hay una necesidad de hidratar la tierra, lo que est¨¢ seco, es la retribuci¨®n tambi¨¦n. Los fr¨¢giles huesos de la muerte se rehidratan para volver a la vida, a la nueva vida que procede del ancestro, del que est¨¢ debajo de la tierra¡±, a?ade.
Los fr¨¢giles huesos de la muerte estuvo acompa?ada de otras producciones bolivianas en la competencia cinematogr¨¢fica en Jujuy ¨Ctales como Averno, Algo quema y Wi?ay Kawsay¨C. Mientras, va preparando su participaci¨®n en al menos otro par de festivales, que a¨²n est¨¢n sujetos a confirmaci¨®n.
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