La mujer que ama a los tigres y a los pulpos
La escritora Sy Montgomery, descrita como una mezcla de Indiana Jones y Emily Dickinson y gran representante de la literatura de naturaleza, publica simult¨¢neamente dos libros en Espa?a
Perseguida por un gorila, desnudada por un orangut¨¢n, mordida por un vampiro.... Incluso una de las aves m¨¢s raras del mundo, el kakapo de Nueva Zelanda, del que solo se conocen 131 individuos, ¡°trat¨® de hacer el amor con mi pelo¡±. No cabe duda de que la estadounidense Sy Montgomery (1958), bautizada como un cruce entre Indiana Jones y Emily Dickinson, autora de una veintena de libros, entre ellos esas dos maravillosas novedades ahora en Espa?a que son El embrujo del tigre (Errata Naturae) y El alma de los pulpos (Seix Barral), y considerada uno de los m¨¢ximos exponentes del g¨¦nero tan en boga del nature writing, la escritura de naturaleza con vocaci¨®n literaria, ha vivido cosas excepcionales.
Empecemos por lo del orangut¨¢n. ¡°Fue en Borneo, adonde viaj¨¦ con motivo de mi libro Walking with the Great Apes, sobre las mujeres estudiosas de los grandes primates, para hablar con Birut¨¦ Galdikas, la gran experta en orangutanes. Sal¨ª del campamento para darme un ba?o, llevaba un vestido. Ellos, los orangutanes siempre estaban muy interesados cuando nos ¨ªbamos a ba?ar: se comen las pastillas de jab¨®n y se beben el champ¨². Vino uno y con una habilidad sorprendente me baj¨® la cremallera del vestido. Me qued¨¦ muy quieta, interesada en ver qu¨¦ pretend¨ªa. Me sac¨® el vestido cuidadosamente por la cabeza y se lo puso. Luego se march¨® por la selva¡±.
Montgomery, una mujer simp¨¢tica y de risa f¨¢cil con una inclinaci¨®n natural, y valga la palabra, a la poes¨ªa, que visit¨® Barcelona la pasada semana para participar en el festival literario Liternatura, pasa a la siguiente historia. ¡°Estaba investigando para el mismo libro en la selva del Zaire, hoy Congo, cuando vi aparecer un hombre corriendo hacia m¨ª con cara de p¨¢nico. Me pas¨® a toda velocidad, y detr¨¢s iba un gorila, un enorme macho de espalda plateada, enfurecido. Aquel hombre no sab¨ªa c¨®mo comportarse, yo s¨ª. A los gorilas machos no los miras a la cara, y nunca corres ante ellos. Lo que has de hacer si te encuentras uno es mirar al suelo, inclinarte como ante un rey. Lo hice. ?l se puso a golpearse el pecho, luego volvi¨® a las cuatro patas y se dio la vuelta y se march¨®. Fui tras ¨¦l, y conoc¨ª a su familia¡±.
?Y el vampiro? ¡°Me encontraba de expedici¨®n en Costa Rica con especialistas en murci¨¦lagos. Pon¨ªamos redes para atraparlos y examinarlos. Uno me mordi¨®, era un vampiro. ?Qui¨¦n puede culparlo? No duele, su saliva posee un anest¨¦sico natural y un anticoagulante para que fluya la sangre. Son altruistas, comparten la sangre con sus parientes. ?Hasta los vampiros tienen algo que ense?arnos! ¡±. Historias todas con buen final. Tambi¨¦n habr¨¢ habido malos momentos. ¡°Bueno, he tenido dengue. Una vez se me despert¨® una hiena que transport¨¢bamos en todoterreno dormida en mi regazo. He pasado miedo en el sudeste de Asia por las minas sin explotar y los bandidos. Y cuando empec¨¦ a investigar para El embrujo del tigre, en las Sundarbans, las marismas del golfo de Bengala, entre India y Banglad¨¦s, el reino de los tigres devoradores de hombres, lo pas¨¦ fatal. El cient¨ªfico indio que ten¨ªa que acompa?arme y hacerme de traductor no apareci¨®. Me fui al final en una barca con unos pescadores a los que no entend¨ªa, hacia los tigres. Fue muy duro, pero al final result¨® genial, hice muy buenos amigos. Viv¨ª cosas incre¨ªbles. Conoc¨ª gente a la que se le hab¨ªa comido un pariente un tigre, curiosamente no le guardaban rencor al animal ni lo odiaban, incluso lo veneraban¡±.
En las Sundarbans, la selva negra, territorio legendario en el que Salgari situ¨® el cubil de Tremal-Naik, aliado de Sandok¨¢n, los tigres dan caza a los seres humanos ¨Cque tratan de protegerse poni¨¦ndose las famosas m¨¢scaras en la nuca-, incluso nadando y subiendo a las barcas. Montgomery explica que se comen sobre todo a los hombres, que son los que se adentran en sus dominios. ¡°A las mujeres las devoran los cocodrilos cuando lavan la ropa o llevan a ba?ar a los ni?os¡±. Una buena noticia ¨Csi no vives ah¨ª- es que los tigres prosperan en las Sundarbans. ¡°Se ha constatado un aumento de su n¨²mero, lo que da esperanzas para esos maravillosos animales¡±. Se comen a la gente, eso es cuando menos criticable. ¡°No lo hacen normalmente, si fu¨¦ramos sus presas habituales morir¨ªan 24.000 indios al a?o. Parece que all¨ª se habituaron por los restos semicremados, crujientes, que les llegan por el r¨ªo¡±. La escritora recuerda que los grandes cazadores cl¨¢sicos de devoradores de hombres como Kenneth Anderson y Jim Corbett (del que por cierto Ediciones del Bronce acaba de publicar su imprescindible La sabidur¨ªa de la jungla) demostraron que esos tigres asesinos suelen ser animales enfermos o da?ados.
?Es el tigre su animal favorito? ¡°No, son los m¨¢s fascinantes, con su ropaje de llamas que dir¨ªa Blake, y tienen un aura m¨¢gica, pero mi preferido es mi perro. En la actualidad un border collie de tres a?os. Del primero llev¨® las cenizas aqu¨ª¡±. La escritora muestra una pulsera met¨¢lica hueca en la mu?eca izquierda. En la derecha luce otra que parece mas¨¢i. ¡°Es himba, de Namibia. Estuve con un especialista en ?us¡±.
?C¨®mo empez¨® su inter¨¦s por los animales? ¡°Antes de hablar. Ya con dos a?os, mis padres se despistaron en una visita al zoo de Fr¨¢ncfort(la ciudad donde nac¨ª) y me encontraron en el recinto de los hipop¨®tamos¡±. Podr¨ªa haber muerto, son muy peligrosos. ¡°S¨ª, pero creo que sab¨ªan que yo era un cachorro. A mi madre le cost¨® superar el susto. Sin embargo, yo nunca he tenido miedo a los animales, ni siquiera a las serpientes venenosas. No quiero pisar una, claro, pero no les tengo miedo; en cambio se lo tengo a las minas. Las serpientes intentan siempre evitarte¡±. Cuando quien firma estas l¨ªneas le dice que tiene una, Montgomery le mira con renovado inter¨¦s. ¡°Vaya, ?y te conoce?¡±. Es dif¨ªcil de decir, el otro d¨ªa me mordi¨®. ¡°Es f¨¢cil que se infecte. El miedo a las serpientes est¨¢ muy arraigado en los humanos, es una herencia de nuestro pasado simio, igual que el miedo a caer, de cuando ¨¦ramos arbor¨ªcolas. Esa sensaci¨®n de cuando te duermes y te despiertas de repente sobresaltado viene de ah¨ª¡±. La escritora ha estado en una fosa con 18.000 serpientes, que ya es sobresalto y ah¨ª s¨ª que no se met¨ªa ni Indy. ¡°Eran culebras inofensivas, estaban saliendo de la hibernaci¨®n en una madriguera en Alberta. Trepaban sobre m¨ª buscando el sol y el calor de mi cuerpo, se me met¨ªan por las mangas. A muchos les parecer¨¢ una pesadilla, pero fue muy emocionante¡±.
De lo de la mezcla de Indiana Jones con Emily Dickinson ¨Chabr¨ªa que a?adir a Gerald Durrell- dice que se siente muy honrada. ¡°No soy tan aventurera como el profesor Jones , pero tengo una afinidad especial con la poes¨ªa de Dickinson. En general, percibo la poes¨ªa de la naturaleza, si la observas detenidamente no es dif¨ªcil sentirla¡±. Entre sus influencias de escritora sobre el mundo natural cita, por supuesto, Nacida libre -la historia de la leona Elsa-; a Farley Mowat, el autor de Never Cry Wolfe; a Jane Goodall, a la Dian Fossey de Gorilas en la niebla... ¡°Visit¨¦ su caba?a poco despu¨¦s de que la asesinaran a machetazos, a¨²n estaban las manchas de sangre en la alfombra y su aliento en unos globos de fiesta que hab¨ªa hinchado¡±.
"Una vez? le describ¨ª a un amigo por el m¨®vil en un tren a Boston el sexo de los pulpos y al colgar en el vag¨®n se hab¨ªa hecho un silencio total"
Sy Montgomery, que vive como una moderna Thoreau en Hancock, New Hampshire, ha conseguido que se acepte pulpo como animal de compa?¨ªa. Pesta?ea al o¨ªr la frase del popular anuncio televisivo del juego de mesa Scattergories. Pero es verdad que en EE UU hay gente que quiere adoptar un pulpo como mascota tras leer su alucinante libro sobre esos oct¨®podos. ¡°Son individuos con personalidad, que piensan, y sienten, est¨¢ comprobado que reconocen nuestras caras y siguen con la mirada cuando les se?alas algo; son muy inteligentes, usan herramientas, les encanta jugar con los mismos juguetes que lo hacen los ni?os, Lego, por ejemplo¡±. ?No hay mucho antropomorfismo en nuestra mirada actual sobre los animales? ¡°Proyectamos nuestros sentimientos en otras personas, es f¨¢cil que lo hagamos tambi¨¦n en los animales. Pero el error de verdad es subestimarlos. Pensar que no tienen memoria, que no pueden razonar. Tienen emociones, aunque sea de otra manera. Es l¨®gico que sean diferentes; intenta t¨² ponerme el pene en la nariz...¡±. No osar¨ªa. ¡°Pues as¨ª es como hace el amor un pulpo. El macho tiene la l¨ªgula, el ¨®rgano sexual, en un tent¨¢culo, y lo coloca no entre las piernas de la hembra (que es donde tiene el pico), sino en una apertura en el manto, en la cabeza. Una vez se lo describ¨ª a un amigo por el m¨®vil en un tren a Boston y al colgar en el vag¨®n se hab¨ªa hecho un silencio total, todo el mundo escuchaba asombrado¡±. El sexo es raro en el mar. ¡°Aj¨¢, ?sabes lo de los caracoles y sus dardos de amor? Y algunos peces se unen tan estrechamente que se funden literalmente con la pareja. El oc¨¦ano tiene tantas ideas que no hemos pensado... Pero no solo, mira el ¨®rgano sexual de las hienas hembra, ese pseudopene por el que copulan, orinan y dan a luz, como parir por una pajita... no quisiera yo¡±.
Aparte de su sexo, es raro que los pulpos sean tan listos porque viven poco y no son sociales. ¡°Cierto, cuatro a?os ya es mucho para ellos y cuando los conoces ya son adultos. Es muy triste, la amistad con ellos acaba pronto. Probablemente son tan inteligentes porque son sabrosos, todo el mundo en el oc¨¦ano quiere com¨¦rselos, incluso ellos mismos son can¨ªbales (observamos a una hembra que se comi¨® a un macho tras aparearse doce veces; a la 13 quiz¨¢ algo la molest¨®, o se le abri¨® el apetito), y no tienen defensa, no tienen c¨¢scara, la perdieron. El mismo factor de evitar ser comidos en la sabana, entre otros, nos hizo inteligentes a nosotros¡±. Sobre los zoos, Sy Montgomery dice que dependiendo de las condiciones y de la clase de animales pueden ser una experiencia buena o terrible. ¡°Es dif¨ªcil hacer la vida interesante en un espacio peque?o para un felino o un elefante, pero para un pulpo, al que fuera le espera un destino atroz, que le garantices la vida y comida es una bicoca. El pulpo m¨¢s afortunado es el que tiene tiempo para reproducirse, y el segundo, el que vive en un acuario. Muchos animales que tienen un rango bajo en su grupo, carecen de territorio y est¨¢n sometidos a los depredadores tambi¨¦n pueden vivir mejor en cautividad que libres. Depende de c¨®mo se los trate¡±.
En todo caso, la escritora y naturalista considera a los animales ¡°otras naciones¡± y afirma que no tenemos derecho a capturarlos. La esperanza de Montgomery es que en la relaci¨®n con los animales se den pasos parecidos a los que se han dado en los derechos humanos. Opina que nuestra compasi¨®n ha de irse ampliando para incluir a seres cada vez m¨¢s y m¨¢s diferentes. ?Los insectos? ¡°Solo los menospreciamos porque son peque?os¡±.
Se?ala especies a punto de desaparecer, entre ellas dos de delfines que le son particularmente queridas, el del Yang-Ts¨¦, y la vaquita marina (uno de sus libros est¨¢ dedicado a los delfines rosados del Amazonas). La autora no come carne y defiende a brazo partido la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Subraya que la mayor¨ªa de estadounidenses ¡°no votamos por Trump¡± y muchos de los que lo hicieron ¡°fueron enga?ados¡±. Los animales, concluye, ¡°nos ense?an que no hay una sola manera de ser, hay muy diferentes formas de sentir, de comportarse, de crear familias, de tener sexo. A veces ellas, las hembras, mandan, como las hienas o las mantis. Es alucinante ver cu¨¢ntas opciones de vida hay¡±.
Babelia
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