Los cabestros, protagonistas; y la Feria del Toro, un festival ben¨¦fico. ?Socorro!
Si los mansos dominan los encierros, San Ferm¨ªn (y TVE) tienen un serio problema
El cambio profundo que se est¨¢ produciendo en los sanfermines es un aut¨¦ntico clamor. No es noticia novedosa, pero est¨¢ alcanzando una importancia inesperada. Se habla, y con mucha preocupaci¨®n, de lo que sucede en el encierro de cada ma?ana, y menos ¡ªaunque igualmente inquietante¡ª de la muy prestigiosa Feria del Toro que por la tarde se celebra en la plaza de espectadores.
Se dice, con toda la raz¨®n, que la modernidad se est¨¢ cargando los encierros. Y esa consiste, esencialmente, en que los cabestros son consumados atletas, velocistas ol¨ªmpicos, perfectamente entrenados para arropar a los toros, y llevarlos en volandas y a toda prisa y con las m¨ªnimas incidencias hasta los corrales. A su lado, los toros, corredores expertos tambi¨¦n, les acompa?an acostumbrados como cualquier ma?ana en la dehesa; y el l¨ªquido antideslizante es de una efectividad sorprendente, de modo que, entre la profesionalidad animal y la probada calidad del producto qu¨ªmico, el encierro ya no lo conoce ni el que lo fund¨®.
En consecuencia, el encierro actual es un simulacro, una carrera limpia, perfecta, a la que le falta vida, chispa, emoci¨®n, peligro¡
Se olvida que el encierro es una locura en la que en un corto espacio de tiempo se viven emociones fuertes que solo est¨¢n al alcance de unos pocos. Y ese beneficio tiene un coste humano, que es la ca¨ªda, el atropello, el traumatismo, la cornada, el mont¨®n, el miedo, el terror e, incluso, y ha ocurrido ya en 15 ocasiones, la muerte.
El encierro actual es un simulacro, una carrera limpia a la que le falta vida, chispa, emoci¨®n, peligro¡
El alimento de esta fiesta tan singular es el riesgo, pero el riesgo verdadero, en el que existe la posibilidad de morir en las astas de un toro. Ah¨ª reside su internacionalidad y que cada a?o atraiga a personas de todo el mundo.
Por eso, TVE invierte una pasta para retransmitirlos en directo y miles de espectadores se colocan frente al televisor para compartir una emoci¨®n que no conocen en su vida diaria.
Parece, por tanto, que este nuevo encierro, ese que, seg¨²n dice el conocido comentarista televisivo Javier Solano, ¡°ha llegado para quedarse¡±, no interesa. Para ver una carrera vertiginosa de cabestros veloces y toros arropados no merece la pena encender la tele cada ma?ana; no interesa al espectador ni al corredor; para no tocar pelo ni correr delante de los toros, ni sentir en tus carnes el silbido del pit¨®n astifino no vale la pena viajar a Pamplona en busca de sensaciones fuertes que ya est¨¢n desaparecidas.
Argumenta Solano que este nuevo encierro, r¨¢pido y limpio, interesa a los organizadores, el Ayuntamiento y a la Casa de Misericordia, pero ese beneficio actual se puede volver en su contra. Quiz¨¢, descienda poco a poco el n¨²mero de turistas; quiz¨¢, alg¨²n d¨ªa TVE se plantee suspender las retransmisiones ante el desinter¨¦s de los espectadores. Conclusi¨®n: si los mansos dominan los encierros, San Ferm¨ªn (y TVE) tienen un problema.
Y, cuidado, quede claro que el ganadero de los cabestros es un triunfador. A base de esfuerzo y constancia, ha conseguido una parada que hace su trabajo con envidiable profesionalidad. ?l no es el responsable de la situaci¨®n, sino quien le ha contratado. Los cabestros no pueden ser los protagonistas ni m¨¢s famosos que los toros, del mismo modo que el veh¨ªculo de seguridad del circuito de F¨®rmula 1 no es m¨¢s conocido que los coches que participan en la carrera.
Algo falla, y muy gordo, en la organizaci¨®n de este espect¨¢culo, que exige una urgente reflexi¨®n antes de que la limpieza y la rapidez acaben con ¨¦l.
El alcalde, partidario del l¨ªquido antideslizante y dispuesto a negociar sobre los cabestros
Afortunadamente, alguien ha reaccionado a tiempo y ha ordenado retirar de la circulaci¨®n a los cabestros m¨¢s experimentados en las tres ¨²ltimas carreras. He ah¨ª la raz¨®n de que los encierros del viernes, s¨¢bado y domingo hayan ganado en espectacularidad y emoci¨®n en relaci¨®n con los anteriores. Los toros de N¨²?ez del Cuvillo, La Palmosilla y Miura no han producido m¨¢s heridos, y, por el contrario, han permitido bonitas carreras y han recuperado el sentido que los encierros nunca debieron perder.
El alcalde de la ciudad, Enrique Maya, ha declarado que est¨¢ dispuesto a negociar; se muestra partidario del antideslizante y abierto a negociar la presencia de cabestros ilustrados que dominen la carrera y arrinconen a los verdaderos protagonistas de San Ferm¨ªn. Algo, sin duda, habr¨¢ que hacer.
La Feria del Toro, en la picota
Se habla menos de la Feria del Toro, de las corridas que se celebran cada tarde, y que son la raz¨®n misma de los encierros.
Se habla menos, pero no deja de ser un asunto inquietante.
Incomprensibles son, en primer lugar, algunas decisiones de la comisi¨®n taurina de la Casa de Misericordia. Que a estas alturas a¨²n no haya debutado en Pamplona el rejoneador Diego Ventura es una inadmisible desverg¨¹enza que pone en tela de juicio la contrastada categor¨ªa taurina de los miembros de la comisi¨®n; que no est¨¦n en la feria de 2019 Paco Ure?a y David de Miranda incapacita a los organizadores del ciclo, aunque su portavoz argumente que los toreros no aceptaron la propuesta que se les hizo; como inexplicable resulta que la ausencia del herido Rom¨¢n la haya cubierto Luis David.
Por otra parte, no tiene sentido la exigencia en la presencia del toro y que la autoridad incumpla de manera sistem¨¢tica de la reglamentaci¨®n taurina, en especial en el apartado referido a la concesi¨®n de trofeos.
Si es grave que los presidentes regalen orejas, no lo es menos el baj¨ªsimo nivel taurino de la plaza. Cuenta la tradici¨®n que los taurinos entendidos ocupan la sombra ¡ªafirmaci¨®n m¨¢s que dudosa¡ª, y el sol, los integrantes de las pe?as, sobre los que surge la duda sobre si no son m¨¢s que antitaurinos disfrazados de festeros.
Sea como fuere, la corrida en Pamplona es un festival ben¨¦fico, un suced¨¢neo de lo que debe ser la tauromaquia en una plaza de primera categor¨ªa. All¨ª, solo se conceden trofeos en funci¨®n de que el toro muera con rapidez, al margen de la colocaci¨®n de la espada, y de la categor¨ªa de la lidia con capote y muleta.
Ninguno de los trofeos concedidos han sido merecidos en plenitud: ni las dos orejas del novilleros Diego San Rom¨¢n, exageradas las cuatro al rejoneador Leonardo Hern¨¢ndez, esperp¨¦ntica la vuelta al ruedo por su cuenta de L¨®pez Sim¨®n, con el benepl¨¢cito de los tendidos, inmerecida la oreja a Javier Casta?o, m¨¢s que preocupante la que pase¨® Sebasti¨¢n Castella, tombolero el entregado y arrollador triunfo de Cayetano y rid¨ªcula la oreja concedida el s¨¢bado al mexicano Luis David.
No se sabe, pues, d¨®nde est¨¢ el misterio del prestigio de esta feria; si ser¨¢ la historia, Hemingway, los encierros, la seriedad del toro, la suerte¡ Qui¨¦n sabe¡
Afortunada e inexplicablemente, Pamplona mantiene su autoridad, y es bueno que as¨ª sea para la carrera de los toreros triunfadores, pero quede claro que la fiesta de los toros es otra cosa.
Una carrera matinal descafeinada (¡°El encierro contempor¨¢neo es una met¨¢fora de la tauromaquia actual en la que se lidia un toro de laboratorio, manejado por cabestros desde que es a?ojo y entrenado en tor¨®dromos para que aguanten 70 muletazos¡±, en opini¨®n del profesor y aficionado Javier L¨®pez-Galiacho), y un festival ben¨¦fico como corrida, dos serios problemas que el d¨ªa menos pensado pueden pasar factura.
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