En Catalu?a puedes tenerlo todo
Solo en la Catalu?a de ahora est¨¢ permitido hacer gala del pacifismo y al tiempo celebrar la violencia vand¨¢lica
Hace unos a?os adquir¨ª la costumbre de ir recogiendo por ah¨ª cualquier tipo de publicidad que cayera en mis manos. Anotaba esl¨®ganes que ve¨ªa por la calle, o les hac¨ªa fotos, aceptaba las hojas de anuncios que ofrec¨ªan en vano los repartidores de las aceras, me fijaba en las que aparecen por las ma?anas sujetas por los parabrisas de los coches, estudiaba los carteles con propaganda de hipotecas o cuentas o fondos de inversi¨®n en las cristaleras de los bancos, me deten¨ªa a la puerta de las tiendas de telefon¨ªa para recoger esos folletos cuantiosos que transmiten una sensaci¨®n de prosperidad como las revistas ilustradas hace medio siglo. Me sent¨ªa a veces como si fuera por la calle escuchando una multiplicaci¨®n de voces simult¨¢neas que no callaban nunca, y que en el gran mareo de su variedad acababan unific¨¢ndose en un solo mensaje mon¨®tono. Puedes tener todo lo que desees, al instante, sin dilaci¨®n ninguna, y lo puedes tener y elegir a tu manera, aqu¨ª y ahora, como a ti te gusta, cuando t¨² quieras y como t¨² quieras, sin l¨ªmite, todo al mismo tiempo. Puedes tener una cosa y su contraria. Puedes adelgazar comiendo todo lo que quieras. Puedes tener una playa entera solo para ti. Puedes gastar y al mismo tiempo seguir ahorrando.
La consigna que se repet¨ªa por todas partes la resum¨ªa un anuncio de Movistar, en uno de esos folletos llenos de fotos de personas tan implacablemente felices como las de los murales de la Revoluci¨®n Cultural china: ¡°Elige todo¡±, dec¨ªa el anuncio. En el anticuado mundo anal¨®gico, el acto de elegir implica necesariamente una renuncia. Al elegir algo te privas de algo m¨¢s. No puedes tener la tarta y com¨¦rtela, seg¨²n el dicho ingl¨¦s. Si la comes, dejas de tenerla. Si la conservas intacta, es que no te la has comido. En el mundo de Movistar, donde abundan grupos de j¨®venes que saltan como en danzas tribales o happenings de los a?os setenta, todos ellos esgrimiendo m¨®viles en las manos levantadas, con una sugerencia de saludo revolucionario, la antigua limitaci¨®n ha quedado abolida. Elige todo. Puedes tenerlo todo al mismo tiempo. Si as¨ª lo deseas, puedes no privarte de nada.
El ¨²nico sitio del mundo donde el ed¨¦n virtual se ha cumplido, aparte de en los anuncios, es en Catalu?a. Solo all¨ª es posible disfrutar al mismo tiempo de una cosa y de su contraria, elegir algo y seguir teniendo algo m¨¢s. Se puede presidir el Gobierno establecido y al mismo tiempo ponerse a la cabeza de una sublevaci¨®n, todo eso cobrando un sueldo que es el doble del que cobra el presidente del Gobierno opresor. Se puede participar en una huelga de estudiantes universitarios y al mismo tiempo no perder el curso, dado que las autoridades acad¨¦micas, con paternal y maternal indulgencia, suprimen el estorbo de los ex¨¢menes parciales, a fin de que esos j¨®venes puedan ejercer su rebeli¨®n sin llevarse sinsabor alguno. Puedes imaginarte que participas en una especie de temeraria intifada, emboscado bajo la capucha de una sudadera de marca, tirando piedras y bengalas contra la polic¨ªa, y al d¨ªa siguiente tus padres se manifestar¨¢n quej¨¢ndose de que los guardias invasores no te trataron con el mimo que mereces. Se puede repetir esa consigna escalofriante, ¡°Las calles ser¨¢n siempre nuestras¡±, y al mismo tiempo considerarse v¨ªctima de unas ¡°fuerzas de ocupaci¨®n¡±, uniendo as¨ª la jactancia del que manda con la dignidad moral del oprimido. Solo en la Catalu?a de ahora est¨¢ permitido hacer gala de un pacifismo entre evang¨¦lico y gandhiano y al mismo tiempo celebrar las oportunidades de ¡°visibilizaci¨®n¡± que ofrece la violencia vand¨¢lica. Por la noche se puede uno dar el gusto de quemar autobuses y contenedores de basura y a la ma?ana siguiente encontrar¨¢ que unos operarios diligentes han remediado los destrozos, y que junto a esa misma marquesina que derrib¨® o incendi¨® anoche volver¨¢ a detenerse a su hora otro autob¨²s intacto que no solo lo llevar¨¢ a su destino, con gran comodidad y a un precio conveniente, sino que adem¨¢s podr¨¢ ser incendiado a su vez esta noche.
Puedes tenerlo todo. Puedes viajar en el tren y puedes cortar las v¨ªas. En lugares menos avanzados, los trabajadores que van a la huelga pierden d¨ªas de salario y corren el peligro de perder tambi¨¦n el trabajo. T¨² puedes declararte en huelga y como los activistas que la convocan son tambi¨¦n tus superiores recibir¨¢s felicitaciones en vez de sufrir represalias. Puedes declararte v¨ªctima y m¨¢rtir de la represi¨®n y lanzar a un polic¨ªa una piedra o un objeto met¨¢lico que le atraviese el casco y le rompa el cr¨¢neo y d¨¦ con ¨¦l, entre la vida y la muerte, en la UVI de un hospital. Si se da el caso de que te guste la ¨®pera, puedes disfrutar de una funci¨®n de gala en el Liceu, y adem¨¢s de beneficiarte de los muchos millones que puso el Estado para financiar su r¨¢pida reconstrucci¨®n despu¨¦s del incendio, tendr¨¢s el privilegio a?adido de gritar consignas contra la opresi¨®n que dicho Estado te hace padecer. Puedes llamar perros, simios, hienas con forma humana a los que consideras tus adversarios, y a la vez sostener, con la conciencia perfectamente limpia, que los xen¨®fobos son ellos. Puedes quedarte ronco exigiendo libertad de expresi¨®n y al mismo tiempo sumarte a un grupo amotinado para suprimir la libertad de expresi¨®n de otros m¨¢s d¨¦biles que t¨². Puedes hacerte selfis joviales delante de la hoguera que amenaza una casa de vecinos o una gasolinera, y luego compartirla en las redes sociales, y a la vez sentir que formas parte de uno de esos pueblos avasallados durante siglos, jud¨ªos o negros sudafricanos o kurdos. Puedes tener un yate imponente y una mansi¨®n en la Costa Brava y caldearte por dentro con la seguridad moral de los perseguidos y la adrenalina ardiente de los revolucionarios con solo plantar una bandera estelada sobre el tejado de la mansi¨®n o el m¨¢stil del yate; y cenar langosta en cubierta y a la vez imaginarte que formas parte de la tripulaci¨®n del Granma y vas a empezar una sublevaci¨®n como la de Fidel Castro contra Fulgencio Batista.
Siempre habr¨¢ quien acabe pagando: quien recoja los cristales rotos y las bolsas de basura reventadas, ataje el fuego, procure restablecer a su alrededor algo de cordura. Asombrosamente, son los m¨¢s responsables los que mejor saben ponerse a salvo de cualquier consecuencia de lo que ellos mismos desataron. Vivir como en el interior de un anuncio en el que puede tenerse al mismo tiempo todo ha sido siempre un privilegio de clase.
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