El nuevo Thomas Pynchon es tan esquivo que ni siquiera tiene editor
Lo ¨²nico que se sabe de Evan Dara es que no ha le¨ªdo 'JR' y que podr¨ªa ser el escritor Richard Powers. Su fascinante 'La cadena f¨¢cil' acaba de ser publicada por primera vez en espa?ol
El a?o 2016 se puso a la venta No Man's Sky, el primer videojuego interminable. Se dice de ¨¦l que es interminable porque puede mutar hasta el infinito. Gracias a la combinaci¨®n de algoritmos y posibilidades, cada escenario que se pisa es distinto, y lo es en todas partes y para todo el mundo. No Man's Sky es, as¨ª, el primer videojuego que impide compartir la experiencia de juego, pues la tuya no ser¨¢ como la de nadie m¨¢s. ?La din¨¢mica, el argumento? Viajar por el espacio, detenerse en un planeta, descubrir qu¨¦ clase de seres lo habitan, situarlo en el mapa de un universo individual pues solo existe para ti, y seguir tu camino. As¨ª, el viajero, el astronauta, lo que sea que hay detr¨¢s del cursor, es decir, nosotros mismos al otro lado de la pantalla, conquista paisajes, mundos nuevos, hasta que decide que ya ha tenido suficiente. Como quien, una vez cree saber demasiado sobre s¨ª mismo, deja de seguir tratando de conocerse.
El hecho de que el principal y ¨²nico sentido de la b¨²squeda fuese descubrir, contemplar, no conquistar ni someter, hizo que, en su momento, el soufl¨¦ por el hype de semejante premisa (?un videojuego infinito!) bajase casi de forma instant¨¢nea. Sin embargo, con el paso del tiempo, la figura de tan curioso artefacto se va engrandeciendo. En una analog¨ªa no tan imposible con lo literario ¨Cdespu¨¦s de todo, No Man's Sky es una novela posmoderna en la que se juega con la forma sin pensar en el fondo¨C y, como se?ala el profesor Stephen J. Burn, experto en todo tipo de literatura norteamericana ¨Cla que pretende abrir camino y la que se dedica a transitar el existente¨C, en el pr¨®logo a El cuaderno perdido, de Evan Dara (P¨¢lido Fuego), ¡°la narrativa innovadora que plantea preguntas complejas¡± ¨Cen su caso, ¡°acerca de los costes del imperio americano"¨C ¡°ha de ascender a menudo una empinada ladera para obtener mayor reconocimiento¡±.
Se dir¨ªa que Evan Dara est¨¢ en ello si pudiera decirse que Evan Dara existe. Pero lo ¨²nico que se sabe de ¨¦l es que gan¨® una vez un premio nacional cuyo jurado lo integraba, de forma unipersonal, nada menos que William T. Vollmann; que una vez contest¨® un correo electr¨®nico a un periodista y que ha publicado cuatro libros, novelas que son artefactos poblados de di¨¢logos, de voces, que podr¨ªan ser la voz de cualquiera; que huye del yo, de cualquier tipo de yo, instaurando, como dice Burn, una suerte de realidad ¡°comunal¡±, porque ¡°ninguna de esas personas importa porque todas ellas importan¡±. Es as¨ª como el qui¨¦n sabe si tambi¨¦n desdoblamiento de otro escritor ¨Cse dice que tras Dara podr¨ªa encontrarse Richard Powers¨C est¨¢ intentando hacer estallar, desde dentro, lo narrativo, ofreciendo al lector, como toda novela posmoderna que se precie, una puerta a un nuevo mundo listo para ser explorado.
No suprime Dara ¨²nicamente al narrador, convirti¨¦ndolo en un solo organismo que respira ¡°al un¨ªsono¡±, como manifiesta ¨¦l mismo en El cuaderno perdido, la novela con la que gan¨® aquel concurso nacional y que public¨® la editorial independiente Fiction Collective Two en 1995, un a?o antes de que se publicara La broma infinita, de David Foster Wallace ¨Cy que a Espa?a lleg¨® en 2015, v¨ªa la siempre en busca de nuevos paisajes narrativos reconstructivos P¨¢lido Fuego¨C, sino tambi¨¦n la escena en s¨ª, convirtiendo lo que se cuenta en un ir y venir de lo que Burn llama centros, y que superpone a partir de una cita del propio Dara al postulado de Einstein de ¡°que no hay centros absolutos¡± por lo que ¡°todo punto tiene derecho a reclamar una especie de centrismo¡±. Es decir, de la digresi¨®n descontrolada al hallazgo en esa misma digresi¨®n de historias que no necesitan del contexto para existir pero que, apoy¨¢ndose en ¨¦l, pueden llegar m¨¢s lejos.
Y hasta aqu¨ª la teor¨ªa. En la pr¨¢ctica, Dara es a¨²n m¨¢s esquivo que Thomas Pynchon. Lo ¨²nico que dijo en esa entrevista que concedi¨® v¨ªa correo electr¨®nico, o lo ¨²nico que ha trascendido de la misma, es que no hab¨ªa le¨ªdo a William Gaddis antes de escribir todo lo que escribi¨®. Raro, teniendo en cuenta que Gaddis, desde JR (Sexto Piso), no hizo otra cosa que narrar a partir de lo que se dec¨ªa sin acotar ninguno de sus di¨¢logos, como hace el propio Dara. Contaba en esa entrevista que se fue directo a la biblioteca despu¨¦s de leer la pregunta, sac¨® en pr¨¦stamo el mismo JR, ley¨® un par de p¨¢ginas y dijo que aquello no era lo suyo, que no necesitaba ese tipo de influencia. Sarcasmo aparte, si decimos que Dara es a¨²n m¨¢s esquivo que Pynchon es porque no solo no se ha dejado ver nunca sino que ni siquiera ha tenido contacto con un editor, m¨¢s all¨¢ del que debi¨® tener cuando gan¨® el premio de la Universidad del Estado de Illinois.
S¨ª, Dara se edita sus propios libros a trav¨¦s de su propio sello, Aurora, que fund¨® con un socio. Es decir, hay alguien al menos en el mundo que sabe qu¨¦ aspecto tiene. Lo m¨¢s probable es que Vollmann tambi¨¦n lo sepa. En cualquier caso, Dara est¨¢ considerado ¡°el secreto mejor guardado de la literatura norteamericana¡±. Un secreto del que acaba de publicarse en Espa?a su segunda novela, tambi¨¦n, como la primera, v¨ªa P¨¢lido Fuego, en otra atrevid¨ªsima traducci¨®n de su editor, Jos¨¦ Luis Amores. ?Su t¨ªtulo? La cadena f¨¢cil, o c¨®mo reconstruir, desde una aparente infinidad de centros sin nombre ni g¨¦nero, la vida del siempre encantador Lincoln Selwyn, la clase de tipo magn¨¦tico alrededor del que todo pasa. Y, realmente, pasa de todo. Leerla es como subirse a una de las naves de ese videojuego infinito y detenerse cada vez, en un planeta distinto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.