Aqu¨ª estamos en contra de todo
Juan Mars¨¦ era r¨¢pido y tajante, y habitante de un barrio mental muy amplio
A veces, narrando, tanto como aconsejando, pod¨ªa ser fulgurante, tajante. En el apartado de los consejos recuerdo el que me dio hace ya muchos a?os cuando me encargaron un art¨ªculo sobre sus or¨ªgenes como narrador y, como fuera que ¨¦ramos vecinos del barrio, se lo coment¨¦ poco despu¨¦s en plena calle del Torrente de las Flores. Me mir¨®, sonri¨® y me recomend¨® que primordialmente me divirtiera. No a?adi¨® m¨¢s, pero fue suficiente, comprend¨ª enseguida.
Un mediod¨ªa, acudi¨® un pintor catal¨¢n que triunfaba en Nueva York a la tertulia que hasta hace poco tuvimos todos los domingos a la hora del aperitivo en un bar de Diagonal / Tuset y se puso a preguntarnos c¨®mo segu¨ªa la vida en la ciudad y qu¨¦ opin¨¢bamos de la alcaldesa, por ejemplo. No sab¨ªa qu¨¦ contestarle cuando Mars¨¦ se adelant¨® y le dijo tajante, con divertida contundencia:
-Aqu¨ª estamos en contra de todo.
No a?adi¨® m¨¢s, y ni falta qu¨¦ hizo. A veces Mars¨¦ me recordaba a Gatsby: hab¨ªa algo brillante en torno a ¨¦l, una exquisita sensibilidad para captar las promesas de la vida, como si estuviera vinculado a una de esas complicadas m¨¢quinas que registran los terremotos a mil millas de distancia. Y no era que tuviera ¡°temperamento creador¡±, ni ninguna de esas cursiladas, sino que ten¨ªa un don extraordinario para observar de cerca hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle de la persona que ten¨ªa frente a ¨¦l o a su lado y, seg¨²n como la viera, decidir en d¨¦cimas de segundo en qu¨¦ lado de sus simpat¨ªas o antipat¨ªas la situaba, d¨®nde pues colocaba a aquellos a los que no pod¨ªa soportar ni en pintura.
Por tranquilo y quieto que pareciera, era r¨¢pido como una centella. Quiz¨¢s por eso era tan tajante, y tambi¨¦n quiz¨¢s por eso era un hombre de una pieza, y lo que le devoraba era el turbio polvo flotando en la estela de sus sue?os. Sobre ellos, sobre los sue?os, hab¨ªa montado una obra entera, de hombre entero, habitante de un barrio mental muy amplio, mundial, y no el que las almas muertas adjudican al territorio barcelon¨¦s donde pas¨® su infancia. Porque ese barrio de sus novelas, que mezcla las antiguas barriadas de La Salut y del Carmel, las del Guinard¨® y Gracia, es atravesado por la fr¨ªa luz de Shangh¨¢i, que en los ¨²ltimos tiempos le llev¨® ¡ªmezcl¨¢ndose con la cuesti¨®n obsesiva de la identidad y el apogeo de la misma en un sector de la sociedad catalana¡ª al descubrimiento de sus ancestros chinos, concretamente malayos ¡ªantepasados en Sumatra¡ª, lo que cambi¨® alguna de sus costumbres m¨¢s aut¨®ctonas, y no as¨ª, en cambio, sus convicciones, porque sigui¨® aplaudiendo a los que apuestan por el chirriante estupor que produce la realidad y se decantan por un incondicional respeto a la ficci¨®n.
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