As¨ª se vende un planeta: vuelven los ¡®Mercaderes del espacio¡¯
El cl¨¢sico de Frederik Pohl y C. M. Kornbluth se reedita por primera vez en 18 a?os sin que haya alcanzado a¨²n la condici¨®n de indispensable que defendi¨® Kingsley Amis, para quien fue considerada ¡°la mejor novela de ciencia ficci¨®n¡± jam¨¢s escrita
El tiempo ejerce, sobre la narrativa de ciencia ficci¨®n y, en concreto, sobre toda aquella que juega con alg¨²n tipo de futuro, un efecto lupa. Es por eso que, a diferencia de cualquier otro tipo de narrativa, nada la rejuvenece m¨¢s, es decir, nada reactiva m¨¢s su vigencia, que el paso de los a?os. Kingsley Amis, el respetad¨ªsimo autor de Lucky Jim, cima de la literatura brit¨¢nica de campus, padre de Martin Amis, y buen amigo de Philip Larkin y Edmund Crispin, public¨® en 1961 otras dos brillantes estrellas del firmamento de lo escrito en el Reino Unido a mediados del siglo pasado, un ensayo en el que inventariaba todo aquello que hab¨ªa le¨ªdo relacionado con el principio del fin de las cosas, o, m¨¢s bien, todo aquello que coquetaba con el fant¨¢stico para apuntar y disparar contra un presente entonces ya tumultuosamente inc¨®modo que hac¨ªa presagiar un futuro absurdamente inhumano.
En ensayo llevaba por t¨ªtulo New Maps of Hell, y en ¨¦l destacaba la condici¨®n premonitoria de toda obra de ciencia ficci¨®n que se preciase, y la necesidad de tomarse en serio lo que aquellos ¡°visionarios¡± ¨Cpor entonces, en una aplastante mayor¨ªa, los autores de ese tipo de ficci¨®n, eran hombres¨C, porque el futuro no solo ten¨ªa pinta de ser rid¨ªculo sino que era evidente el camino que iba a tomar, y todos ellos parec¨ªan estar pintando una parte del cuadro en el que todos acabar¨ªamos. En 1961 hac¨ªa ocho a?os que el portentoso Frederik Pohl ¨Clean todo lo que puedan de ¨¦l, no hay otra prosa igual en la ciencia ficci¨®n de la ¨¦poca, ni la ha habido a¨²n, es una especie de Bret Easton Ellis de lo fant¨¢stico, fr¨ªo y sin escr¨²pulos, pero poderosamente atractivo¨C y C. M. Kornbluth se hab¨ªan aliado para orquestar la m¨ªtica (space) ¨®pera anticapitalista llamada Mercaderes del espacio.
¡°Mercaderes del espacio podr¨ªa ser llamada la mejor novela de ciencia ficci¨®n [...]. Una utop¨ªa donde el sistema econ¨®mico ha devorado al sistema pol¨ªtico, donde las grandes compa?¨ªas ejercen el poder, sin intermediarios, y hasta el fin [¡] y la sociedad ha sido estratificada r¨ªgidamente en productores, ejecutivos y consumidores [¡]. No es meramente un mundo donde el hombre de la publicidad es el rey; combina adem¨¢s el lujo y la miseria, aparatos fant¨¢sticos junto a la falta de combustible, toda clase de bebidas y gomas de mascar, y una extrema escasez de prote¨ªnas. En este aspecto recuerda a una observaci¨®n de George Orwell sobre los lujos, en camino de convertirse en menos caros y f¨¢ciles de obtener que los art¨ªculos de primera necesidad¡±, escribi¨® Amis, y cualquier parecido con el mundo que habitamos no es, se dir¨ªa, pura coincidencia.
Narrada en una poderosa tercera persona, la novela, publicada en 1953, imagina un mundo futuro hiperpoblado, en el que los estados existen ¨²nicamente para garantizar la supervivencia de enormes corporaciones transnacionales. Los ciudadanos han desaparecido. Han sido sustituidos, en realidad, por consumidores. No tienen derecho m¨¢s que a ser expuestos, a diario, a cantidades ingentes de publicidad, con el fin de teledirigirlos hacia este o aquel producto. Los gobiernos comercian con ellos, es decir, en tanto que productos vendibles a las distinas empresas ¨Clo que venden es la posibilidad de impacto de sus anuncios, convirtiendo estar en el mundo al equivalente a contemplar un programa de televisi¨®n en concreto, es decir, convirtiendo al ciudadano en p¨²blico cautivo¨C, los ofrecen y se embolsan lo que les corresponde.
El protagonista es un creativo publicitario, una suerte de Don Draper del espacio ¨Cporque, en el futuro en el que se desarrolla Mercaderes del espacio, la Tierra ha dejado de ser el ¨²nico planeta habitable de nuestro Sistema Solar¨C, llamado Mitch Courtenay, que debe vender a los terr¨ªcolas una vida mejor en la asifixiante Venus. Orquestar una campa?a que haga del caluroso e inhabitable planeta, algo deseable. Para ello, tendr¨¢ que mentir much¨ªsimo, mentir todo el tiempo, y lo har¨¢ encantado. He aqu¨ª la frialdad, y el humor negr¨ªsimo de Pohl ¨Cel tipo que firm¨® la tit¨¢nica, en ese sentido, Homo Plus¨C, destilado, para construir una comedia de enredos espacial que, dicen, fue, en su momento, la s¨¢tira futur¨ªstica m¨¢s certera desde Mundo feliz, de Aldous Huxley. A?adamos en este punto que los productos que los ciudadanos de esa Tierra vendida consumen, contienen sustancias que los hacen m¨¢s adictivos que un smartphone.
Mercaderes del espacio lleg¨® a Espa?a dos a?os despu¨¦s de que se publicara en Estados Unidos, es decir, en 1955. Desde entonces se ha ido reeditando peri¨®dicamente sin que, sin embargo, alcance la fama que merece. Su alt¨ªsimo nivel literario la coloca junto a la reivindicada Cr¨®nicas marcianas, pero el poco brillo de sus autores, m¨¢s en los m¨¢rgenes del establishment de lo fant¨¢stico que al frente, es decir, nunca incluidos entre aquellos que los no forofos del fant¨¢stico reconocen como estrellas, ha hecho que apenas se hable de ella. Minotauro acaba de recuperarla otra vez ¨Cy hac¨ªa exactamente 18 a?os que no lo hac¨ªa, de 2002 data su ¨²ltima reedici¨®n¨C, con el fin de darle otra oportunidad, porque el mundo que describe, mascarillas aparte, no puede parecerse, en esp¨ªritu, m¨¢s, al que pisamos. ?O no ha eliminado el Dinero, con may¨²sculas, a la Pol¨ªtica?
Curiosa es la historia de c¨®mo fue concebida hace pr¨¢cticamente un siglo. Pohl, como Joseph Heller, form¨® parte de las Fuerzas A¨¦reas del Ej¨¦rcito de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. No, no pilotaba un avi¨®n. Tal vez lo hizo en alguna ocasi¨®n, pero b¨¢sicamente a lo que se dedic¨® fue a controlar el tiempo. Aj¨¢, era meteor¨®logo. Le enviaron a Stornara, en el sureste de Italia, a dar partes de situaci¨®n clim¨¢tica. Estando all¨ª, se enter¨® de la muerte de su madre. Se puso nost¨¢lgico y decidi¨® que escribir¨ªa una novela sobre Nueva York. Pohl hab¨ªa nacido en Nueva York al poco de terminar la Primera Guerra Mundial, en 1919 (morir¨ªa en 2013, en Palentine, Illinois). La novela sobre Nueva York result¨® ser una novela sobre la industria publicitaria, en sus palabras, ¡°larga, complicada, mal¨ªsima¡±. La titul¨® For Some We Loved.
A principios de 1946, ya terminada la guerra, reley¨® el manuscrito y se dio cuenta de que su principal defecto ten¨ªa que ver con el mundo de la publicidad. No ten¨ªa ni las m¨¢s remota idea de c¨®mo funcionaba realmente. As¨ª que se puso a trabajar en una peque?a agencia de Madison Avenue nada m¨¢s aterrizar en la ciudad para acabar de darle forma. El trabajo le gust¨® tanto que lleg¨® a perder de vista que solo lo hab¨ªa aceptado para poder reescribir la novela como era debido. No sirvi¨® de nada. En 1950, se deshizo del manuscrito y empez¨® a escribir el germen de Mercaderes del espacio. Es decir, volvi¨® a utilizar el mundo de la publicidad, esta vez, hiperbolizando sus logros e intenciones, pero ambi¨¦ntandolo en el espacio. Escrib¨ªa por las noches, y los fines de semana. No acababa de convencerle, as¨ª que le pidi¨® a su amigo Cyril Kornbluth que le echara un vistazo.
Cyril hab¨ªa dejado su trabajo en Chicago para probar suerte como escritor de ciencia ficci¨®n. Por entonces, el pulp estaba en auge y se contraba a escritores por horas. Cyril se lo ense?¨® a su editor, Philip Klass, que le lanz¨® una serie de sugerencias, que ni siquiera llegaron a o¨ªdos de Pohl. Antes de hacerlo, el propio Kornbluth se puso ante su m¨¢quina de escribir y complet¨® el manuscrito sumando 20.000 palabras a las 20.000 que ya hab¨ªa escrito su amigo. Juntos trabajaron en una tercera versi¨®n que finalmente se convirti¨® en este cl¨¢sico tambi¨¦n del humor (fr¨ªo y) absurdo ¨Cpues todo lo que tiene que ver con la teledirecci¨®n del ser humano tiene mucho de humor absurdo¨C que aport¨® una buena colecci¨®n de nuevas palabras al Oxford English Dictionary.
Por ejemplo, es en Mercaderes del espacio que naci¨® el verbo ¡°encuestar¡±. La palabra ¡°encuesta¡± ya exist¨ªa pero nunca hab¨ªa sido utilizada como verbo. Aqu¨ª lo hace. El uso tambi¨¦n de las palabras ¡°R and D¡± por ¡°research and development¡±, es decir, nuestro I+D, de investigaci¨®n y desarrollo, tambi¨¦n proviene de la obra de Pohl y Kornbluth, que tuvo una secuela, titulada La guerra de los mercaderes. Se public¨® en 1984 y ya solo la firm¨® Pohl, pues Kornbluth hab¨ªa muerto en 1958. No tiene el punch de la primera, pero conserva algo de su corrosiva acidez, aqu¨ª no edulcorada por la prosa menos salvajemente cruel con la humanidad de Kornbluth. Venus ya est¨¢ ocupado, y lo est¨¢ por tipos a los que les vendieron casas horribles donde pasan un calor fatal, y que se rebelan contra el sistema, con un fervor casi religioso. Otra vez, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia sino efecto lupa.
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