La pantalla
¡®Juguetes rotos¡¯ es un himno espa?ol al fracaso. Por solidaridad con la pantalla, me siento fracasado yo tambi¨¦n. Para m¨ª es una pel¨ªcula de terror
La pantalla me roba el alma, las horas, los d¨ªas y los meses. Termino de ver el documental Juguetes rotos, de Manuel Summers, de 1966, con una sensaci¨®n de melancol¨ªa profunda. En esa pel¨ªcula sale un mont¨®n de gente contando su vida y su fracaso. Sale la Espa?a de 1966. Salen el torero Nicanor Villalta o el boxeador Paulino Uzcudun o el futbolista Guillermo Gorostiza. Juguetes rotos es un himno espa?ol al fracaso. Por solidaridad con la pantalla, me siento fracasado yo tambi¨¦n. Para m¨ª es una pel¨ªcula de terror, porque la Espa?a de 1966 era terror¨ªfica.
Para combatir el terror, veo ?Qu¨¦ bello es vivir!, de Frank Capra, de 1946. Mi alma mejora. Y me digo a m¨ª mismo: ?Qu¨¦ bello es vivir! es la mejor pel¨ªcula de la historia. Poco dura la dicha, y le doy a una tecla de mi mando a distancia y aparece en la pantalla El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, de 1935. Otra vez vuelvo a la angustia profunda y al terror. Mi mando a distancia est¨¢ pose¨ªdo. Va por libre. Diez minutos de El triunfo de la voluntad me dejan, en palabras de Woody Allen, con unas imperiosas ganas de invadir Polonia.
Doy a otra tecla y salta El apartamento, de Billy Wilder, de 1960. Mi alma vuelve a mejorar y mis ganas de invadir Polonia se transforman en ganas de tener un apartamento tan coqueto como el de Jack Lemmon en la pel¨ªcula de Wilder. Ya no tengo casa, ni m¨¢s techo que el cielo estrellado, pues mi mando ha vuelto a activarse solo y tengo delante a Robert Redford atravesando nieves inmensas, monta?as legendarias, con la piel de un bisonte a modo de abrigo, pues estoy viendo Las aventuras de Jeremiah Johnson, de Sidney Pollack, de 1972. Es un canto a la libertad esta pel¨ªcula de Pollack, que reconforta el alma de quien se enfrenta a un nuevo confinamiento.
Le digo a la pantalla: ¡°Sorpr¨¦ndeme¡±. Se desvanece Robert Redford y aparece Jack Nicholson conduciendo un coche, con su mujer y su hijo dentro, camino de un hotel llamado Overlook. Redford es el n¨®mada que ama los bosques y los lagos. Y Nicholson es el escritor encerrado y atrapado y confinado. Todos podemos acabar como Jack Nicholson en El resplandor, de Stanley Kubrick. La gente, si la encierras, se puede volver completamente loca. Creo que necesito que mi pantalla me lleve a otro sitio. ¡°Dame otro horizonte, pantalla¡±, grito. Y el mando a distancia se mueve como una g¨¹ija y veo el rostro de Gary Cooper caminando por las calles desiertas del pueblo de Hadleyville en Solo ante el peligro. No te muevas de aqu¨ª ni un mil¨ªmetro, pantalla. Gary Cooper me viene bien. Aqu¨ª me quedo.
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