Udet, el aviador que cay¨® en picado
El general ¡®playboy¡¯ de la Luftwaffe, que vivi¨® aventuras sin cuento antes de caer en desgracia con Hitler y suicidarse, tiene unas interesant¨ªsimas memorias, y le dedicaron una pel¨ªcula
De la amplia y parda n¨®mina de personajes del III Reich, Ernst Udet nunca me hab¨ªa parecido alguien en quien fijarse mucho. Le ten¨ªa por soso, aburridote, tipo Kesselring o Walther Funk, el de los n¨²meros. Craso error. Es curioso que puedas pasarte casi 50 a?os entre nazis ¡ªliterariamente hablando¡ª y equivocarte tanto. Si es que Udet hasta tiene pel¨ªcula, El general del diablo (1955), donde le encarna, m¨¢s o menos, Curd J¨¹rgens.
He descubierto al tipo, a Udet, con bastante retraso, pues muri¨® en 1941; ha sido al leer recientemente sus memorias completas Una vida en el aire (H¨¦cate, 2015), que me compr¨¦ en la librer¨ªa de aviaci¨®n La Aeroteca. En realidad, adquir¨ª dos libros, ese y Aviador de combate (misma editorial y a?o), las cartas de Oswald Boelcke, el mentor del Bar¨®n Rojo, con la intenci¨®n de regalar uno. El de Udet ten¨ªa todos los n¨²meros, pero me puse a hojearlo y ya no pude parar de leerlo. ?C¨®mo se me hab¨ªa pasado por alto una vida as¨ª?
Ernst Udet, caramba, era un pedazo de aviador. As de la I Guerra Mundial con 62 victorias (el quinto en n¨²mero de derribos, el segundo alem¨¢n, solo por detr¨¢s de Manfred von Richthofen, precisamente), gan¨® la codiciada medalla Pour le M¨¦rite, el Blue Max, para entendernos, que tanto deseaba el Bruno Stachel de George Peppard en Las ¨¢guilas azules; fue piloto de acrobacia y de pruebas, actor de escenas de aviaci¨®n en pel¨ªculas, y ganador de r¨¦cords a¨¦reos. Consumado playboy, tuvo numerosas aventuras amorosas, incluida al parecer Mary Pickford (se cuenta que recogi¨® su pa?uelo con el ala de su aeroplano, hay que ser muy h¨¢bil para ligar as¨ª), y eso que era bajito (un metro sesenta), y bebi¨® de lo lindo, lo que no parece muy recomendable en un aviador. Fue, de hecho, el primero en instalar en su avi¨®n un minibar.
Pero es que adem¨¢s particip¨® en expediciones por ?frica y el ?rtico, era un gran dibujante (en especial de caricaturas) y a su buen criterio le debemos el ¨¦xito del Stuka. Ap¨®stol del bombardeo en picado, Udet cay¨® precisamente en picado en la ¨²ltima etapa de su vida, cuando, al mando del desarrollo t¨¦cnico de la Luftwaffe y rimbombante Generalflugzeugmeister, maestro general de la aviaci¨®n, perdi¨® el favor de su ex colega de escuadrilla Goering y de Hitler y se convirti¨® en el chivo expiatorio de los fracasos de la fuerza a¨¦rea alemana. Realmente no estuvo muy inspirado al considerar que Alemania no necesitaba un bombardero de largo alcance, y menos al decirle a Hitler, cuando Rudolf Hess se march¨® a su alocado vuelo, que era imposible que llegara a Inglaterra¡
Pol¨ªticamente bastante poco fervoroso y demasiado desenfadado para ser un nazi (aunque se afili¨® al partido en 1933), Udet, que detestaba la burocracia y trabajar en los despachos, no tuvo las ganas ni la pericia para maniobrar en el juego de intrigas de poder del III Reich, y as¨ª le fue¡ Se peg¨® un tiro tras beb¨¦rselo todo y mientras, al parecer, hablaba por tel¨¦fono con su ¨²ltima amante, que ya es forma radical de cortar. Dej¨® un mensaje tambi¨¦n para Goering, con l¨¢piz rojo en la cabecera de su cama: ¡°Mariscal, ?por qu¨¦ me has abandonado?¡±. Los nazis taparon el suicidio, achacaron la muerte a un accidente a¨¦reo (pusieron el cuerpo entre los restos de un avi¨®n) y le dieron a Udet un funeral de Estado, y a otra cosa mariposa. Fue enterrado junto al Bar¨®n Rojo e inesperadamente se uni¨® a ellos el as de caza Werner M?lders, en pleno ascenso, que se mat¨®, ¨¦l s¨ª, en un accidente de vuelo mientras acud¨ªa al entierro de Udet. Dos p¨¢jaros de un tiro, debieron de pensar los Aliados.
Nacido en 1896 en Frankfurt am Main, nuestro hombre empieza en la I Guerra Mundial como motociclista, pero en 1915 logra convertirse en aviador militar. Entre los muchos episodios que cuenta en Una vida en el aire, figura su legendario duelo con el as franc¨¦s Georges Guynemer en el que al alem¨¢n se le encasquillan las ametralladoras, pero muy caballerosamente el parisino, a lomos de su Spad con la inscripci¨®n ¡°Vieux¡± renuncia a derribarlo. Me ha sorprendido en las memorias de Udet encontrar reflexiones que firmar¨ªa yo mismo como que ¡°la distancia entre el hombre y el cobarde es tan estrecha como el filo de una espada¡±, o que ¡°hay que tener fuerza para asfixiar el miedo del animal que hay en nosotros, porque ese animal quiere vivir a cualquier precio¡±. Claro que ¨¦l finalmente no sale corriendo, sino que se sube a su bello Albatros negro y se enzarza en espeluznantes combates a¨¦reos.
Al derribar un Caudron ve c¨®mo el observador se precipita de la carlinga del aparato en llamas ¡°con los brazos y las piernas extendidos como si fuera una rana¡±. En otra ocasi¨®n encuentra a un camarada, Reinhold, que ha aterrizado su avi¨®n, pero est¨¢ requetemuerto a los mandos, con una bala que le ha entrado por la nuca y salido entre las cejas. Y durante un dogfight contempla horrorizado a otro compa?ero, Puz, abras¨¢ndose en su caza y que, orlado de fuego, levanta el brazo como salud¨¢ndole o reclam¨¢ndole para el infierno, a la manera del postrer capit¨¢n Ahab. Tambi¨¦n vio un B¨¦guet que volaba solo con sus tripulantes muertos. Desde luego con esos espect¨¢culos hab¨ªa que tener reda?os para seguir all¨¢ arriba.
Primer ataque a un tanque
Un momento culminante en la vida de Udet es cuando Richthofen, ¡°el mejor de todos nosotros¡±, le recluta personalmente para su c¨¦lebre escuadrilla y le dan un Fokker triplano. Con ¨¦l ataca un tanque, una de las primeras veces que los dos ingenios, avi¨®n y blindado se enfrentan en un campo de batalla, prefigurando las acciones de un Rudel. Dispararle al tanque era como si un p¨¢jaro carpintero golpeara una puerta de hierro, describe, pero logra inutilizarlo.
Recoge el aviador la conocida an¨¦cdota del piloto ingl¨¦s prisionero que pide permiso para ir a las letrinas en el borde del aer¨®dromo y los aviadores alemanes se lo conceden, pero no pierden ojo por si el rival prefiere la huida a la caballerosidad. Refiere tambi¨¦n c¨®mo, al comunicarle que le conced¨ªan la Pour le M¨¦rite, hizo lo imposible para hacerse con la medalla f¨ªsica para impresionar a su novia Lo (Eleonor, siempre pon¨ªa su diminutivo en sus aviones), lo que da la medida del personaje. Tras la guerra, con el tambi¨¦n as Von Greim (despu¨¦s asimismo general y amante de Hanna Reitsch) consigui¨® unos aeroplanos y se dedicaron a representar combates a¨¦reos para el p¨²blico. Pas¨® a la aviaci¨®n civil, a la industria aeron¨¢utica (dise?a un avi¨®n propio, el Flamingo) y a los concursos de vuelo.
Invitado a unirse a una expedici¨®n cinematogr¨¢fica a ?frica con aviones, vivi¨® la incre¨ªble experiencia de que una leona a la que estaban filmando en vuelo rasante en el Serengueti salt¨® contra el ala de su aparato. Volaba en un biplano De Havilland Moth (polilla), como el conde Alm¨¢sy. Vivi¨® otra aventura en Groenlandia, entre osos polares y leones marinos, filmando con Leni Riefenstahl, S.O.S. Eiseberg. En EE UU le propusieron protagonizar un filme sobre el Bar¨®n Rojo, a lo que contest¨®: ¡°?Richthofen?, no, ?demasiado grande para Hollywood!¡±. Dif¨ªcilmente lo hubiera interpretado mejor de lo que lo hizo en 1971 John Phllip Law¡
Las memorias acaban antes de que se liara con los nazis, pero llevan un ep¨ªlogo en el que Udet hace profesi¨®n de fe en la esv¨¢stica. ¡°Fuimos soldados sin bandera, pero la hemos vuelto a desplegar: el F¨¹hrer nos la ha devuelto¡±. Lo que hay que hacer a veces para que te publiquen. Convenientemente famoso y medi¨¢tico, que dir¨ªamos ahora, y amigo de Goering, Udet fue f¨¢cil presa de los nazis. A ¨¦l mientras le dieran aviones¡ Pero su pacto f¨¢ustico solo lleg¨® hasta el 17 de noviembre de 1941.
Si las memorias nos hablan del Udet del principio, la pel¨ªcula El general del diablo, de Helmut K?utner, nos muestra al del final, apenas disimulado como el general Harry Harras (J¨¹rgens), apuesto, alto (?), mujeriego, borrach¨ªn, arrogante, bromista y deslenguado hasta con las SS. Basada en una obra teatral de 1946 de cinco horas y media del dramaturgo Carl Zuckmayer, de abuelo jud¨ªo y que conoc¨ªa a Udet (que le habr¨ªa dicho ¡°l¨¢rgate de aqu¨ª y no regreses, en este pa¨ªs se ha perdido la decencia¡± y a?adido, ¡°un d¨ªa de estos el diablo se nos llevar¨¢ a todos¡±), la pel¨ªcula es muy sobria y revela sus or¨ªgenes esc¨¦nicos. Sigue la historia de ese sosias de Udet invent¨¢ndose algunos episodios, como su encarcelamiento por la Gestapo y su suicidio a los mandos de un bombardero en picado (el filme utiliza un viejo bimotor Junkers Ju 86 superviviente, un avi¨®n muy feo).
La progresiva toma de conciencia de la maldad del r¨¦gimen por parte del general y su intento de desligarse de los criminales representados por el SS Schmidt-Lausitz (con un aire al coronel campo de concentraci¨®n Ehrhardt de Ser o no ser de Lubitsch) centran la trama que imagina un Udet finalmente resistente, antinazi y capaz de pasar a la acci¨®n, cosas que seguramente el personaje real nunca fue, aunque es cierto que le iba el arma?ac doble. La obra teatral tuvo una versi¨®n para televisi¨®n dirigida por Frank Castorf en 1997 y otra de la BBC en la que al protagonista lo interpretaba un actor llamado Marius Goring (sic).
El general del diablo, con un J¨¹rgens plet¨®rico enfundado en un magn¨ªfico abrigo de cuero y con daga al cinto (rasca a J¨¹rgens y aparecer¨¢ Miguel Strogoff), culmina cuando enfrentado a su ingeniero Karl, que ha saboteado el nuevo bombardero, comprende que ha de elegir bando y que la maldad en el mundo est¨¢ ¡°no solo por los malos sino por los que les permiten obrar sin oponerse¡±. Suelta entonces, ¡°al final de las dudas y la cobard¨ªa¡±, unas frases llenas de emoci¨®n, en las que resuenan Goethe y J¨¹nger. ¡°Ah¨ª afuera en la oscuridad, entre los murci¨¦lagos, est¨¢ el cobrador de las facturas. Quien fue general del diablo en la tierra y le allan¨® el camino con bombarderos debe ir al infierno¡±. Para exculpar a su subalterno se sube al avi¨®n para el ¨²ltimo vuelo. ¡°Viento ligero del Noroeste, huele a agua de mar; hoy vendr¨¢n, que no te cojan¡±. Ser¨ªa maravilloso que Ernst Udet hubiera sido de verdad as¨ª.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.