El cirujano de las pistas de baile
Una nueva colecci¨®n discogr¨¢fica pone el foco sobre los remezcladores de los a?os 80. El primer volumen est¨¢ dedicado a Shep Pettibone
Quiz¨¢s hoy, cuando resulta evidente la pavorosa homogeneizaci¨®n sonora de la m¨²sica m¨¢s vendida, ser¨ªamos m¨¢s precavidos. Pero a principios de los ochenta, resultaba excitante la idea de la plasticidad del pop: cada disco pod¨ªa considerarse un work in progress, abierto a sucesivas recreaciones a cargo de guerrilleros.
Es decir, los remezcladores. Heredaban, seguramente sin saberlo, el concepto de la multiplicidad de la grabaci¨®n original desarrollado por los productores jamaicanos, maestros en la extracci¨®n de plusval¨ªa. Sol¨ªa tratarse de pinchadiscos u observadores que entend¨ªan lo que funcionaba en las pistas de baile, tipos como Tom Moulton, rey Midas en los a?os de la disco music. Los a?os ochenta, con la expansi¨®n del mercado, facilitaron la entronizaci¨®n del remix. Se intentaba cubrir diferentes nichos, con mezclas para el mainstream o para discotecas m¨¢s exigentes. Cualquier DJ lo agradec¨ªa, especialmente si ten¨ªa suficiente duraci¨®n para evadirse un ratito de los platos.
En contraste con tiempos anteriores, cuando el artista mataba si se tocaba su obra en lo m¨ªnimo, los remezcladores ten¨ªan barra libre: recib¨ªan el m¨¢ster con todas sus pistas y, como cirujanos, pod¨ªan amputar, implantar, reconstruir, trasplantar. T¨¦cnicamente, todo estaba permitido: a?adir nuevos instrumentos o quedarse ¨²nicamente con la voz, acelerar o transformar radicalmente la grabaci¨®n. Aphex Twin alardeaba de que, enfrentado a la tarea de modernizar un tema ajeno que no le motivaba, mand¨® a la discogr¨¢fica una oscura grabaci¨®n suya, sin ninguna relaci¨®n; fue publicada como si fuera una remezcla audaz.
Aunque a lo largo de los a?os se han publicado antolog¨ªas de diferentes remezcladores, incluyendo al mismo Aphex Twin, la cosecha fue tan inmensa que queda hueco para elaborar recopilaciones ambiciosas. Demon inaugura en septiembre una colecci¨®n llamada Dance Masters, coordinada por otro mago del g¨¦nero, Arthur Baker (por favor, no le juzguen ¨²nicamente por lo que hizo con Bob Dylan). El primer volumen est¨¢ dedicado a Shep Pettibone.
Eso equivale a ir sobre seguro. Pettibone fue seguramente el m¨¢s omnipresente de los remezcladores en los a?os dorados: trabajaba tanto que apenas hay rastro de su vida social. Ecl¨¦ctico, lo mismo se entend¨ªa con los grupos brit¨¢nicos de sintetizadores (Pet Shop Boys, New Order, Depeche Mode, Erasure) que con las divas estadounidenses (Madonna, Janet Jackson, Whitney Houston, Gloria Gaynor). Era capaz de dejar volar la imaginaci¨®n en mezclas que se acercaban a los 10 minutos y luego hacer una contundente single mix que duraba la mitad y pod¨ªa incluso ser pinchada en radios. Aunque son las primeras, con su sentido dram¨¢tico y sus contrastes din¨¢micos, las que cimentaron su reputaci¨®n.
Conviene avisar que Shep Pettibone tambi¨¦n firm¨® algunas basuras. Y que la presente colecci¨®n sufre por trabas contractuales, particularmente lamentables en los casos de Madonna y Prince. Aparte de esas ausencias, lo esencial est¨¢ en Dance Masters: el estuche de cuatro CD contiene 46 remezclas, una cantidad reducida en la futura versi¨®n de vinilo (dos elep¨¦s dobles). En amplitud y presentaci¨®n, la antolog¨ªa sube el nivel y hace desear que veamos futuros vol¨²menes dedicados a Fran?ois Kevorkian, John Jellybean Benitez, David Morales y dem¨¢s estajanovistas de la ¨¦poca.
De momento, la frontera de Dance Masters parece situarse en las dub versions que, siguiendo el modelo jamaicano, prescind¨ªan total o parcialmente de las partes vocales. Un subg¨¦nero, cierto, pero que tambi¨¦n se integraba en aquella banda sonora que cada noche romp¨ªa las expectativas de los oyentes.
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