Charmian Clift no es la Sylvia Plath australiana
La ensayista y periodista, in¨¦dita en espa?ol hasta ahora, se traslad¨® de Londres a las islas griegas en los a?os cincuenta, presidi¨® la escena art¨ªstica de bohemios expatriados en Hidra y se suicid¨® en 1969
Sucede con algunas escritoras ¡ªy a veces, menos, con algunos autores¡ª que quedan como vampirizadas por sus fotos de juventud. Sylvia Plath en biquini en la playa, Joan Didion apoyada en su Corvette. La autora australiana Charmian Clift tambi¨¦n tiene algunas fotos imposiblemente atractivas, susceptibles de estamparse en una bolsa de lona. Una en la que aparece de perfil, ataviada de griega antigua; otra, con camisa blanca, falda de vuelo y el pelo al viento, la viva imagen del estilo atemporal del que siempre hablan las revistas. Y una tercera, clave tambi¨¦n en su leyenda, en la que sale apoyada en el hombro de Leonard Cohen, que est¨¢ a mitad de canci¨®n, blandiendo una guitarra. Clift pudo o pudo no haber tenido un romance con Cohen en la isla de Hidra, donde ambos coincidieron en el grupo de expatriados bohemios a principios de los sesenta, pero tambi¨¦n es cierto que, como dijo Ronan Farrow respecto a la posibilidad de que Frank Sinatra fuera su padre, cualquier mujer que se cruzara con Leonard Cohen pudo enrollarse con ¨¦l.
Clift, que permanec¨ªa in¨¦dita en espa?ol, ha llegado a las librer¨ªas de la mano del sello Gatopardo, que ha editado Cantos de sirena, el libro en el que la autora y periodista australiana cont¨® las vivencias de su primer a?o en Grecia, en la isla de K¨¢limnos. Lleg¨® all¨ª en 1954 junto a su marido, el tambi¨¦n periodista y escritor George Johnston, y sus dos hijos peque?os, Martin y Shane ¡ªen Grecia tendr¨ªan al tercero, Jason¡ª. El impulso que les llev¨® era el de tantos otros anglosajones en busca de una vida m¨¢s aut¨¦ntica en el c¨¢lido mediterr¨¢neo. Dejaron sus trabajos seguros en la prensa y su casa de Londres y se mudaron a una casa sin agua corriente en K¨¢limnos, una isla en la que casi todos los hombres se dedicaban entonces a la pesca de esponjas. Lo que salva al vibrante Cantos de sirena de ser un entusiasta libro de viajes dedicado a loar el tipismo local es la capacidad de Clift para ir m¨¢s all¨¢. ¡°Su anterior experiencia de Grecia hab¨ªa sido muy breve y como turista, y ahora sab¨ªa lo que era el d¨ªa a d¨ªa de una isla muy pobre. Hay una fuerte corriente de romanticismo e idealismo en el libro, pero Clift no ignora la realidad. Ve la pobreza, el aislamiento y el peligro que viven los trabajadores, las estructuras at¨¢vicas, conservadoras y muy generizadas de la isla, y trata de usar su escritura para reflejar lo que ve y lo que aprende. Trata de observar y no de juzgar¡±, explica Tanya Dalziell, profesora de la Universidad del Oeste de Australia que ha publicado varios trabajos en torno a Clift y es coautora de un libro sobre el c¨ªrculo de Hidra.
A Cantos de sirena le sigui¨® Peel me a Lotus y ah¨ª el tono cambia. El t¨ªtulo es un juego de palabras entre la famosa frase de Mae West (¡°p¨¦lame una uva¡±) y los comedores de loto de la Odisea, que languidecen tragando plantas narc¨®ticas. En esas memorias, Clift se burla en cierta medida de la comunidad que estaba empezando a crecer en Hidra, y de la que ellos fueron, al principio, el centro social. Por all¨ª recalaron el actor Peter Finch, el artista pl¨¢stico Sidney Nolan y el poeta beatnik Allen Ginsberg. Clift se erig¨ªa entre todos ellos como una especie de matriarca. Le gustaba desafiar las normas de la isla usando pantalones y bebiendo retsina, el licor local, en las tabernas, vetadas a las mujeres locales. Pero al final era ella quien se ocupaba de los ni?os y, aunque sus a?os en Grecia fueron muy productivos, era patente que el trabajo de Johnston ten¨ªa precedente en la casa.
¡°Los dos, y particularmente ella, se tomaban en serio el rol que hab¨ªan asumido como figuras s¨¦nior dentro de los expatriados en Hidra. Ellos controlaban a quien aceptaban o no en su grupo bas¨¢ndose en el talento y en su capacidad de trabajo. Inmediatamente reconocieron a Cohen como alguien con talento y ambici¨®n, destinado a grandes cosas. Ella, sin embargo, despreciaba a aquellos que persegu¨ªan alg¨²n tipo de pr¨¢ctica art¨ªstica por el prestigio pero carec¨ªan de la habilidad o la dedicaci¨®n para producir algo meritorio. Hacia el final, ella se resinti¨® de no poder controlar la vida social de Hidra, de no poder seguir en el centro¡±, opina Dalziell.
En los muchos libros, canciones, fotos y poemas que se gestaron en aquellos a?os en la isla, Clift aparece siempre en el medio, el ama de todas las fiestas. ¡°Es cierto que estaban en la taberna al mediod¨ªa, pero tambi¨¦n que empezaban a trabajar al amanecer¡±, escribe su bi¨®grafa, Nadia Wheatley, en un texto titulado Recordando a Charmian Clift. ¡°La raz¨®n por la que los escritores iban al puerto al mediod¨ªa era con la esperanza de que el correo que ven¨ªa de Atenas incluyese un cheque de royalties. En una ocasi¨®n, en Grecia, cuando el pago de una novela fue mucho menos a lo esperado, Charmian se sent¨® llorando en la escalera de su casa, diciendo: no es que me importe ser pobre, sino saber que voy a seguir siendo pobre¡±. Por supuesto, la pobreza de dos escritores australianos en las islas del Egeo era relativa y les permit¨ªa seguir contando, por ejemplo, con la ayuda de una mujer local para llevar la casa. En K¨¢limnos fue Sevasti, de la que Clift dice esto en Cantos de sirena: ¡°Por la m¨ªsera cantidad de cincuenta dracmas semanales ¡ªy no hay quince chelines que se hayan gastado o nunca con mayor satisfacci¨®n¡ª Sevasti es nuestra y nosotros somos de Sevasti¡±.
Al menos, en las islas entend¨ªan su estilo de vida. Al igual que los pescadores de esponjas, compraban a cr¨¦dito y ten¨ªan cuenta abierta en las tabernas (cuenta que iba creciendo a medida que George invitaba a copas a medio pueblo) y pagaban cuando llegaba el barco, como los pescadores de esponjas.
Ni siquiera Sevasti lograba secar las s¨¢banas, explica tambi¨¦n Clift en el libro. Las casas en las islas eran h¨²medas y Johnston, que ten¨ªa secuelas f¨ªsicas de la Segunda Guerra Mundial ¡ªtambi¨¦n su mujer se alist¨® en el ej¨¦rcito australiano de mujeres y lleg¨® a ser teniente¡ª, contrajo tuberculosis. En 1964, consigui¨® ahorrar para un billete para Australia. Poco despu¨¦s, le siguieron Clift y los ni?os. El retorno tuvo algo de triunfal. Johnston public¨® la novela autobiogr¨¢fica Mi hermano Jack, considerada ahora un cl¨¢sico australiano que se lee en las escuelas. Clift volvi¨® al periodismo. Publicaba una columna semanal en el Melbourne Herald y el Sidney Morning Herald que le colocaban en el suplemento de mujeres, encima de los anuncios de medias, pero en la que trataba de todo, tambi¨¦n cuestiones de pol¨ªtica nacional e internacional, empujando siempre a la opini¨®n p¨²blica hacia la izquierda y recordando a los australianos que a¨²n llamaban ¡°hogar¡± a Inglaterra que estaban en Asia y que ten¨ªan una deuda irreparable con los pueblos abor¨ªgenes. El t¨ªtulo de la columna era perfecto: ¡°Sneaky Little Revolutions¡±. O sea, Peque?as revoluciones furtivas.
Aquellos fueron, sin embargo, a?os complicados para la pareja. La salud de ¨¦l segu¨ªa deterior¨¢ndose. Ella empez¨® a sufrir depresi¨®n. Ambos segu¨ªan bebiendo demasiado, ya sin la coartada de los atardeceres griegos. El 8 de julio de 1969, la v¨ªspera de que se publicase una novela de Johnston, Clean Straw for Nothing, en la que se novelizaban muy poco veladamente las infidelidades de Clift en Grecia, ella se suicid¨® tomando una sobredosis de barbit¨²ricos. Ten¨ªa 49 a?os. Un a?o despu¨¦s morir¨ªa Johnston, qui¨¦n sabe si por enfermedad o remordimiento. Martin y Shane, los dos ni?os que aparecen como presencias adorables en Cantos de sirena, tambi¨¦n tuvieron finales tr¨¢gicos. Ella se suicid¨® en 1974. ?l muri¨® en 1994 de complicaciones derivadas del alcoholismo.
Es este destrozo tr¨¢gico de la familia el que ha propiciado, en parte, que creciera la leyenda en torno a ellos. En los ¨²ltimos a?os, en Australia ha habido biograf¨ªas, obras de teatro, novelas y hasta un libro de memorias que reformul¨® la historia de Charmian Clift. Lo escribi¨® en 1994 una mujer llamada Suzanne Chick en un libro en el que probaba que la escritora era su madre biol¨®gica, que la tuvo a los 19 a?os y la dio en adopci¨®n al nacer. Toda esta saga ha convertido a la familia en material literario y a Clift en una especie de ¡°Sylvia Plath australiana¡±, como se la ha llamado a veces, pese a tener poco o nada que ver literariamente con la estadounidense.
¡°A los que acaban sus vidas como Clift ¡ªy como Plath¡ª a una edad temprana y en un momento de ¨¦xito personal siempre se les juzga con ese dato en mente. El suicidio inevitablemente genera una sombra sobre su leyenda y afecta la recepci¨®n de su escritura, y las dos cosas han tenido que escapar a los clich¨¦s de la tragedia personal¡±, se?ala Danziell, quien sostiene, sin embargo, que el inter¨¦s renovado por la obra de Clift no se justifica solo por su final tr¨¢gico. Nadie leer¨ªa ni traducir¨ªa 52 a?os despu¨¦s los libros de una bella mujer muerta solo porque se suicid¨® si no fueran buenos. Respecto a los motivos que la empujaron a acabar con su vida, cree que no hay una explicaci¨®n sencilla. ¡°Los efectos del alcohol y de su relaci¨®n disfuncional con Johnston hab¨ªan afectado a su temperamento generalmente optimista. Hay evidencia de que sent¨ªa la presi¨®n por enviar su columna semanal y terminar su novela autobiogr¨¢fica, que dej¨® inacabada y por la que ten¨ªa grandes esperanzas. Su muerte pudo ser la consecuencia, terriblemente triste, de tener esas pastillas demasiado a mano¡±.
La imagen que ha quedado de ella, la de una mujer talentosa y carism¨¢tica en constante batalla con la mediocridad de lo dom¨¦stico, no es tan distinta a la que ella proyect¨® para s¨ª misma. En 1960, en mitad de los a?os dorados de Hidra, el escritor neozeland¨¦s Redmond Wallis visit¨® a la pareja en la isla y escribi¨® esto: ¡°Ella es, potencialmente, mejor escritora que George, pero ha creado deliberadamente un retrato de s¨ª misma que creo que desea que aparezca en su biograf¨ªa alg¨²n d¨ªa. La reina de un grupito literario, bella, brillante, compasiva, pero tambi¨¦n la madre de tres hijos que lleva una casa. Sudando sangre contra dificultades imposibles, un marido inclinado a los celos infundados, el calor, los retos creativos, los ni?os, los problemas que le causa la otra gente¡ Y aun as¨ª produciendo arte de gran valor¡±.
Babelia
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