Morante de la Puebla es el mejor torero de la historia (o no)
Exageraciones, porf¨ªas, adhesiones y desaires al hilo de la pasi¨®n desatada por el torero sevillano en la Feria de San Miguel
Si una docena de corridas al cabo de todo un a?o provocara la conmoci¨®n y la posterior pol¨¦mica que ha generado la celebrada el pasado viernes en Sevilla, nadie hablar¨ªa de crisis en la fiesta de los toros. Lo que sucedi¨® en La Maestranza fue, ni m¨¢s ni menos, que una catarsis, una suerte de transformaci¨®n interior suscitada por una experiencia vital intensa. Eso fue, una circunstancia extraordinaria, sorprendente e inesperada de la mano de un artista que, sin saber por qu¨¦, se sinti¨® inspirado a la ca¨ªda de la tarde ante un toro que, minutos antes, hab¨ªa provocado el rechazo de gran parte de la plaza.
Pero no ha sido esta una ocasi¨®n ¨²nica. El mismo torero ya protagoniz¨® secuencias trascendentes la tarde del pasado 7 de mayo, durante la Feria de Abril, ante un toro sobrero de Garcigrande, exigente y encastado, al que cort¨® las dos orejas; y otro momento inolvidable se produjo el 1 de octubre de 2021, en la Feria de San Miguel, ante un inv¨¢lido artista de Juan Pedro Domecq, al que tambi¨¦n desorej¨®.
Tres tardes que dan fe del misterio que ha cimentado la tauromaquia a lo largo de m¨¢s de tres siglos; que un d¨ªa, a una hora, sin hoja de ruta conocida, surge esa chispa que es como un calambre que se esparce por los tendidos, hipnotiza a todos los presentes y les inyecta una suerte de felicidad. A partir de ah¨ª, se admiten exageraciones, porf¨ªas, adhesiones y rechazos, que no son m¨¢s que la savia que siempre ha dado vida a la fiesta de los toros, enferma hoy de aburrimiento y desgana.
El m¨¦rito de Morante es reivindicar la tauromaquia como un misterio, descifrarlo y decirlo delante de todos
Ese es el gran m¨¦rito de Morante de la Puebla: reivindicar la tauromaquia como un misterio, descifrarlo y decirlo delante de todos. Pero los misterios son inexplicables y no est¨¢n sujetos a las leyes mundanas, ni a reglamentos, ni a tradiciones ni exigencias. Es una simple y compleja cuesti¨®n de fe. Despu¨¦s de la corrida del pasado viernes, la taberna moderna, esa pe?a tecnol¨®gica de las redes sociales ha echado humo entre partidarios y detractores, entre aficionados que a¨²n siguen bajo los efectos alucinantes de la p¨®cima morantista, y otros que se ha sentido ofendidos por lo que consideran una blasfemia contra el toreo.
Pues ni lo uno ni lo otro. Vamos a ver. El toro de los Hnos. Garc¨ªa Jim¨¦nez, Derribado de nombre, era un t¨ªpico juampedro por familia, hechuras, bravura y nobleza; es decir, un animal dise?ado y criado para el triunfo de las figuras de hoy. Fue protestado de salida porque parec¨ªa renqueante de los cuartos traseros, pero no era un inv¨¢lido y moribundo; despu¨¦s de unos titubeos iniciales, cumpli¨® en el caballo, persigui¨® en banderillas y lleg¨® a la muleta con el alma bonachona y la vida prendida con alfileres. Un toro moderno.
El detalle innovador es que tuvo delante a un artista imprevisible, y entre los dos crearon una obra sugerente, intensa, emotiva, y tan imperfecta como adictiva. Una faena que conmueve o molesta, produce urticaria o eriza la piel.
A partir de aqu¨ª, carecen de sentido las comparaciones, las posiciones radicales, los amores o los odios extremos. Morante de la Puebla es el mejor torero de la historia, han proclamado algunos. No, hombre, no. El mejor son muchos, cada cual en su momento hist¨®rico y en la conexi¨®n de su tauromaquia con el p¨²blico. Morante puede ser el mejor torero de la historia de un aficionado de hoy, que no es poco, pero es imposible compararlo con cualquier otra figura de anta?o. Ha habido tantos y tan grandes que la simple proclamaci¨®n suena a herej¨ªa.
¡°Yo me quedo con Fernando Roble?o ante un torazo de Jos¨¦ Escolar en Madrid. Eso es el toreo eterno para m¨ª. Lo de Morante para ustedes¡±, afirmaba otro. Las opciones son v¨¢lidas, pero odiosas las comparaciones. Roble?o dibuj¨® el pasado d¨ªa 18 en Las Ventas la faena de su vida y una de las grandes obras del a?o, y Morante, otra, igualmente grande, personal y diferente. El arte es incomparable.
¡°Todos los que califican como hecho grandioso la faena de Morante al inv¨¢lido cuarto participan activamente en extender la idea de que el toro es un acompa?ante, no la base del espect¨¢culo¡±, apuntaba un tuitero, y no le falta raz¨®n, no en lo del animal inv¨¢lido, que no lo era, sino en la p¨¦rdida de protagonismo del toro en la tauromaquia moderna.
Sin ¨¢nimo de comparaci¨®n, ?c¨®mo era el toro de la Espa?a de la posguerra civil con el que Manolete forj¨® su leyenda? Lo dicho no pretende justificar el injustificable golpe de estado contra el rey toro por parte del taurinismo actual, sino amparar el axioma de que los toreros legendarios est¨¢n por encima de las modas e, incluso, de las normas.
Fernando Roble?o y Morante, autores de las dos grandes faenas del a?o, no admiten comparaci¨®n
Es verdad que la faena de Morante hubiera alcanzado otra dimensi¨®n ante un toro de encastada nobleza, -como el citado de Garcigrande en la pasada Feria de Abril, pero este de Hnos. Garc¨ªa Jim¨¦nez fue material id¨®neo para narrar otros v¨¦rtices de su particular sentido de la pasi¨®n art¨ªstica. La locura que se produjo el pasado viernes en La Maestranza hay que vivirla para sentirla y hacerla propia; y cuando el espectador se deja atrapar por ese hilo invisible, se le nubla la raz¨®n, y es el sentimiento lo ¨²nico que brota.
En consecuencia, no desprende la misma intensidad la vivencia presencial de un espect¨¢culo tan ef¨ªmero e imprevisible como el toreo en su esplendor que leerlo, escucharlo o visionarlo en un v¨ªdeo posterior. No es lo mismo. Hubo aficionados que se quejaron de que no sacaran a hombros a Morante por la Puerta del Pr¨ªncipe; no hab¨ªa cortado tres orejas ¡ªraz¨®n normativa¡ª, ciertamente, pero quien es capaz de transfigurar una tarde de toros en algo m¨¢gico (caso, tambi¨¦n, de Roble?o en Madrid) tiene derecho a que se le abran de par en par las puertas del toreo.
¡°Coincidir en el tiempo con un torero as¨ª es un privilegio¡±, apuntaba un tuitero. ¡°Me he despertado con la faena de Morante en la cabeza¡±, bostezaba otro. ¡°?Ha llegado el toreo a su culminaci¨®n art¨ªstica con la faena de Morante?¡±, se preguntaba un tercero.
Entonces, ?es Morante el mejor torero de la historia? Seguro que no, pero qu¨¦ m¨¢s da. Ojal¨¢ otros como ¨¦l y Fernando Roble?o fueran capaces de componer una docena de obras de arte como las suyas. Ser¨ªa la mejor prueba de que el coraz¨®n de la tauromaquia palpita con energ¨ªa..
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