El oscuro rastro de la pantera negra
La publicaci¨®n de un libro sobre el excepcional leopardo mel¨¢nico africano invita a recorrer el mundo azabache de ¡®Bagheera¡¯ y de la fiera de Sivanipalli
Parec¨ªa que este era el a?o del leopardo de las nieves y resulta que lo va a ser de la pantera negra. En la estela, en el rastro, por ser m¨¢s exactos, de los estupendos libros de Vincent Munier y Sylvain Tesson sobre el p¨¢lido felino de las cumbres llega The black leopard (Chronicke Books, 2021), de Will Burrard Lucas, la maravillosa historia de la aventura de encontrar y fotografiar al rar¨ªsimo y misterioso leopardo negro en ?frica.
Leopardo (Panthera pardus) y pantera son sin¨®nimos y se emplean indistintamente, aunque se suele usar el segundo t¨¦rmino para los leopardos asi¨¢ticos y especialmente para los leopardos negros de esas regiones que son denominados casi siempre panteras negras (como la buena de Bagheera de El libro de la selva o la feroz pantera negra de Sivanipalli, la otra gran fiera azabache ic¨®nica, cazada por Kenneth Anderson). El leopardo negro (pantera negra) es much¨ªsimo m¨¢s abundante en Asia que en el otro continente en el que vive la especie, ?frica. Eso es as¨ª, seg¨²n los cient¨ªficos, porque el melanismo, el exceso de pigmento que vuelve negra la piel del animal, proporciona camuflaje adicional en las sombr¨ªas selvas del sudoeste asi¨¢tico (Indonesia, Malasia, Tailandia, India, Sri Lanka), mientras que en la sabana africana te hace demasiado conspicuo, lo que no es un rasgo muy adaptativo: siempre es mejor pasar desapercibido.
Por lo visto el negro en los felinos est¨¢ tambi¨¦n asociado a mutaciones beneficiosas del sistema inmune: algunos felinos negros son m¨¢s resistentes o inmunes a retrovirus como el virus de inmunodeficiencia felina (VIF) y el virus de la leucemia felina (VLFe). Son varias las especies de felinos que presentan melanismo, es decir que tienen individuos negros: un total de 13 de las 37 actuales, incluyendo leopardos, jaguares y servales, y, como todo el mundo sabe (y algunos temen), los gatos dom¨¦sticos.
Curiosamente no hay leones ni pumas negros, aunque en las dos especies hay casos de leucismo y albinismo, es decir de fieras blancas. Tambi¨¦n hay tigres blancos ¨Dyo mismo los he visto¨D, pero solo conozco una referencia a un tigre negro: el que menciona como caso excepcional el general R. G. Burton en su libro sobre devoradores de hombres (A book of Man Eaters, Mittal, 1856) y que le regal¨® el rey de Java a Napole¨®n en 1811. El singular obsequio fue interceptado por los ingleses en el mar a bordo de un barco camino de Francia y se exhibi¨® en una jaula en Picadilly. En la menagerie de la Torre de Londres, por cierto, se mostraba un leopardo negro tra¨ªdo de los Sunderbans bengal¨ªes.
Se calcula que el 11% de los leopardos del mundo son negros; parecen muchos, pero al ser negros y especialmente activos en las horas nocturnas resultan muy dif¨ªciles de ver. Pocos animales tan invisibles como un leopardo negro en la oscuridad, la verdad. Sin embargo, en The Leopard in India (Natraj, 2009), J. C. Daniel dedica hasta veinte p¨¢ginas a los leopardos negros, sombras azabaches de la noche, de los que registra numerosos casos y dice que a menudo tienen los ojos de un azul p¨¢lido y que antiguamente se les consideraba una especie aparte, Felis fusca. Destaca que son fieras de mal car¨¢cter, incluso para ser leopardos. ¡°Las panteras son notoriamente inciertas, pero las panteras negras son como las extremidades del diablo¡±, asevera. Pantera negra es, claro, en lo que se convierte la misteriosa serbia Irena Dubrovna (Simone Simon) en Cat People, La mujer pantera, de Jacques Tourneur.
Es cierto que impresionan. Kipling describi¨® la suya, Bagheera, como ¡°una sombra negra, de un negro de tinta toda ella, pero con marcas en la piel, propias de su especie, que seg¨²n como les daba la luz parec¨ªan las aguas que llevan en la trama ciertas sedas¡±. Astuta, atrevida y sin freno, posee un secreto que solo conoce Mowgli: bajo la barbilla, en el cuello, la marca que deja un collar, pues naci¨® en cautividad, en las jaulas del palacio real de Oodeypore, de donde escap¨® para infundir en la selva ¡°m¨¢s terror que Shere Khan¡±.
La otra gran pantera negra de la literatura es una pantera real. Todav¨ªa tantos a?os despu¨¦s, abro el viejo volumen (1961) de editorial Juventud de La pantera negra de Sivanipalli con un escalofr¨ªo. La historia del felino que da nombre al libro es una de las nueve que contiene la colecci¨®n y pese a que se incluyen aventuras tan terribles como las de La pantera asesina de los montes Yellagiris, El asesino de Hyderabad o El devorador de hombres de Pegepalyam, ninguna ha dejado tanta huella en el recuerdo como esa fiera negra como el carb¨®n que apareci¨® en 1934 en la densa espesura selv¨¢tica en las cercan¨ªas de la aldea de Sivanipalli. Kenneth Anderson, que se hab¨ªa enfrentado a leopardos y tigres antrop¨®fagos tan eminentes como el diablo manchado de Gummalapur y la tigresa de Jowlagiri, consideraba a la pantera negra ¡°excepcionalmente peligrosa y agresiva¡±. En un pasaje el cazador avanza en pos del animal en medio de la noche, la oye deslizarse hacia ¨¦l y enciende la linterna que lleva sujeta al ca?¨®n del rifle: aparecen dos perversos ojos de un color blanco rojizo, pero no puede distinguir al animal, invisible en la oscuridad.
En ?frica, como hemos dicho, hay muchos menos leopardos negros. En realidad, nadie sabe cu¨¢ntos menos, pero han de ser muchos menos, dada la escasa frecuencia de observaciones. De hecho, antes del que fotografi¨® Burrard-Lucas y cuyos maravillosos retratos aparecen en el libro del que hablaba, la anterior referencia de observaci¨®n cient¨ªfica de un leopardo negro se remonta pr¨¢cticamente a 1909, cuando se tom¨® una fotograf¨ªa de un ejemplar en Etiop¨ªa. Hay gente que dice que los ha visto, pero sin pruebas claras (?), de manera que el leopardo negro africano es una criatura casi m¨ªtica, stuff of legend que dir¨ªan un white hunter, Jorge de Pallej¨¢ o Hemingway. Se cuenta que los hay en los Aberdares y en el monte Kenia. En la primera zona yo mismo he rastreado huellas de leopardo, pero ni aun con toda mi imaginaci¨®n puedo decir que fueran de leopardo negro.
Entonces, a inicios de 2019 comenzaron a llegar rumores de no uno sino hasta tres leopardos negros en la zona de Laikipia, en Kenia. El fot¨®grafo brit¨¢nico de naturaleza Will Burrard-Lucas hab¨ªa so?ado con ver uno desde ni?o y sali¨® para all¨ª como un tiro. ¡°No pod¨ªa creerlo, ?la oportunidad de ver un leopardo negro en ?frica? Me qued¨¦ sin habla¡±, escribe con pasi¨®n contagiosa. Nacido en Kent, pero criado en Tanzania y con una enorme experiencia en capturar im¨¢genes de vida salvaje africana, Burrard-Lucas hab¨ªa desarrollado sofisticados equipos de fototrampeo que le permitieron obtener incre¨ªbles estampas (est¨¢n en el libro) de lobos et¨ªopes, licaones, leones, leopardos y los grandes tuskers, elefantes de inmensos colmillos, del Tsavo.
Especializado en fotograf¨ªa nocturna, parec¨ªa destinado a encontrarse en la noche africana con el leopardo negro. En Laikipia y ayudado por las fuerzas locales (incluidos los miembros de un programa de estudio de los leopardos sobre el terreno del zoo de San Diego), el fot¨®grafo despleg¨® sus c¨¢maras por todos los sitios en los que se hab¨ªan comunicado avistamientos. Al recoger las primeras trampas fotogr¨¢ficas ya apareci¨® un leopardo: era tan negro en medio de la noche que a primera vista ¡°solo se distingu¨ªan los dos ojos ardiendo brillantes en una parcela de oscuridad de tinta¡±. Pero lo ten¨ªa. ¡°Nunca hab¨ªa capturado una imagen de algo tan raro, de una criatura m¨¢s asombrosa¡±. No hay reto, subraya Burrard-Lucas, ¡°como fotografiar a un animal negro en el negro de la noche; tuve que aprender c¨®mo iluminar un sujeto que casi no refleja la luz en absoluto¡±.
Vinieron m¨¢s fotos de Blackie, como bautizaron al animal, asombrosas. Unas con la Luna llena detr¨¢s del leopardo negro, el felino siempre con una calidad aterciopelada que se funde con la textura de la noche. Ebrio de pantera, obsesionado con la criatura, Burrard-Lucas quiso lograr una ¨²ltima foto: el leopardo con un fondo de estrellas. Y lo consigui¨®. Pero no se qued¨® ah¨ª, luego pudo retratarlo en un ¨¢rbol. Nadie ha fotografiado nunca un leopardo salvaje en el continente africano con semejantes belleza y profundidad. El trabajo no estuvo exento de riesgos. Explorando la maleza para colocar las m¨¢quinas y luego recogi¨¦ndolas, el fot¨®grafo tuvo varios peligrosos encuentros, con una cobra y con un gran leopardo normal (probablemente el padre de Blackie).
Finalmente, una noche colocando las c¨¢maras entre las rocas, se dio de bruces con el mism¨ªsimo leopardo negro. ¡°Lo vi con mis propios ojos, saboreando el momento de conexi¨®n envuelto en un sentimiento de paz¡±. Lo retrat¨® entonces, mir¨¢ndonos fijamente. Negro sobre negro. Toda la belleza salvaje del mundo en su magn¨ªfica, deslumbrante oscuridad.
Babelia
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