La Unesco reaviva las brasas del rai, la m¨²sica que revolucion¨® el Magreb
El reconocimiento como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad restituye su renombre a la irreverente canci¨®n popular argelina que triunf¨® en el mundo en los noventa
En 1989, Javier Valenzuela, por aquel entonces corresponsal de EL PA?S en Rabat, daba noticia del estallido de una ¡°bomba at¨®mica musical en el Magreb entre los j¨®venes¡±. Era el rai, la versi¨®n moderna de un estilo de canci¨®n popular argelina visto como una especie de blues ¨¢rabe subversivo. Esa m¨²sica con letras provocativas que invitaba irresistiblemente al baile ¡ªmezcla de rock, funk y reggae¡ª lleg¨® a lo m¨¢s alto de las listas de ¨¦xitos occidentales en la d¨¦cada siguiente. ¡°Artistas como (cheb, chaval) Khaled o (cheb) Mami¡±, destaca la declaraci¨®n de la Unesco que acaba de reconocer al rai como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, contribuyeron a difundir ¡°un mensaje transgresor y de libertad entre los j¨®venes argelinos y del resto del mundo¡±. Su consagraci¨®n por el ¨®rgano cultural de la ONU, precisamente reunido en Rabat, viene a restituir de alguna forma el renombre a una m¨²sica popular de origen humilde, que triunf¨® en el mundo pese a ser tachada de vulgar e irreverente.
El rai (mi opini¨®n, lo que pienso, en ¨¢rabe dialectal magreb¨ª), combina melod¨ªas festivas de bodas y celebraciones con textos de descarnada crudeza sobre el alcohol y el sexo, dos tab¨²es en la cultura isl¨¢mica conservadora. Su ritmo ha marcado el paso, como elemento de cohesi¨®n frente a las adversidades, de generaciones enteras de magreb¨ªes hartos de frustraciones, de la miseria y la emigraci¨®n, y de todo tipo de represiones.
A finales del siglo XIX empez¨® a escucharse en el medio rural argelino una nueva tonada popular, recapitula la Unesco en su declaraci¨®n del 1 de diciembre del Comit¨¦ de Salvaguarda del Patrimonio Inmaterial reunido en Marruecos. Al principio, las personas mayores cantaban textos po¨¦ticos acompa?ados por una orquesta. Pero en las primeras d¨¦cadas del siglo XX comenz¨® a adoptar un perfil que vulneraba los prejuicios sociales, en un canto a libertad de amar, gozar y desear.
El rai no faltaba en ninguna fiesta. Los cantantes elud¨ªan la censura y dejaban correr libremente su pensamiento. Lleg¨® a estar prohibido en la radio y en la televisi¨®n. Fue el Gobierno de Argel el que present¨® la candidatura ante la Unesco de una m¨²sica considerada como una gloria nacional. Pero antes hab¨ªa dado un vuelco radical en los a?os ochenta del siglo pasado.
La metamorfosis hacia la modernidad se obr¨® en la ciudad de Or¨¢n, en la costa occidental argelina, c¨¦lebre por sus noches licenciosas. Crisol de culturas, miles de colonos franceses y de exiliados republicanos espa?oles se asentaron en sus calles portuarias junto a ber¨¦beres y beduinos hasta la independencia del pa¨ªs, en 1962. Instrumentos como guitarras el¨¦ctricas, bater¨ªas y sintetizadores se incorporaron a las orquestas tradicionales de la mano de una generaci¨®n de cantantes que se hac¨ªan llamar cheb (chaval, muchacho) y no chej (jeque, veterano), como sus predecesores en el rai. La Unesco avala su dimensi¨®n cultural como ¡°canal de expresi¨®n de sentimientos y de ruptura de las opresiones sociales¡±.
Fue una m¨²sica ¨¢rabe de dimensi¨®n mundial y con mayor proyecci¨®n que la era dorada representada por la legendaria cantante egipcia Um Kulthum entre los a?os cincuenta y setenta del siglo pasado. El primer festival de rai se celebr¨® en Or¨¢n, en 1985. Al a?o siguiente se organiz¨® otro en las afueras de Par¨ªs. Y a comienzos de los noventa, las canciones de Khaled, Mami y otros artistas irrumpieron en las listas de ¨¦xitos occidentales, donde escalaron hacia la cima en Francia, que concentra la mayor comunidad de la di¨¢spora argelina.
La fama se volvi¨® contra sus ¨ªdolos, que debieron exiliarse ante las amenazas lanzadas por grupos integristas armados contra una m¨²sica que predicaba ¡°la bebida y la fornicaci¨®n¡±. El apogeo del rai coincidi¨® con la d¨¦cada m¨¢s convulsa en la historia de Argelia desde la lucha por la independencia frente al poder colonial franc¨¦s. Una guerra abierta entre el Ej¨¦rcito y las milicias islamistas se cobr¨® m¨¢s de 100.000 vidas, en una contienda despiadada sembrada de degollamientos masivos y bombardeos contra civiles. Cheb Hasni, uno de los cantantes m¨¢s representativos de la generaci¨®n que transform¨® el rai, cay¨® asesinado a tiros en 1994 en Or¨¢n, la ciudad tolerante que hab¨ªa sido cuna de la revoluci¨®n de la canci¨®n argelina.
Diez a?os despu¨¦s de que publicara las primeras informaciones sobre el rai, EL PA?S daba cuenta del inicio del proceso de reconciliaci¨®n nacional tras el sangriento conflicto interno. Cheb Mami fue el primero en regresar a Argelia en medio de las excarcelaciones de presos para ofrecer en directo un mensaje de esperanza ante miles de espectadores, en su mayor¨ªa j¨®venes. Con su concierto marc¨® un hito en el auditorio Riad el Feth, a los pies del Monumento a los M¨¢rtires que se eleva sobre una colina de la capital argelina. Khaled tambi¨¦n pudo volver a actuar en su pa¨ªs al a?o siguiente tras una larga ausencia.
Nunca ha dejado de sonar en Argelia, ni en el Magreb o entre las comunidades norteafricanas de Europa, donde dominaba el mercado de casetes. Pero emprendi¨® una deriva de decadencia por la expansi¨®n del pirateo digital y ante el empuje del rap, que le desplaz¨® entre los gustos de los m¨¢s j¨®venes. La condena a Cheb Mami en Francia por malos tratos a su pareja tambi¨¦n oscureci¨® el brillo del rai.
Su sonido sincopado dej¨® de encandilar a la audiencia en las pistas de discotecas y clubes occidentales, aunque ha recobrado cierto aliento comercial gracias al m¨²sico franco-argelino William Sami Grigahcine, m¨¢s conocido como DJ Snake. Con Disco Maghreb, un ¨¢lbum en el que rinde homenaje a la tienda y sello musical del mismo nombre de Or¨¢n, que fue semillero del rai moderno hace cuatro d¨¦cadas, ha reavivado las brasas del estilo musical m¨¢s ardiente de Argelia. La Unesco, dirigida por la exministra de Cultura francesa de origen magreb¨ª Audrey Azoulay, se ha sumado ahora al baile.
Guerras culturales norteafricanas
¡°Los conocimientos, pr¨¢cticas y tradiciones vinculadas a la preparaci¨®n y el consumo del cusc¨²s¡± quedaron inscritos hace dos a?os en la lista representativa del Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. La Unesco reconoci¨® entonces el esfuerzo de cooperaci¨®n cultural de Argelia, Mauritania, Marruecos y T¨²nez, que hab¨ªan presentado conjuntamente la candidatura.
Esta inusual entente norteafricana se ha desvanecido. Las guerras culturales acompa?an ahora a la tensi¨®n diplom¨¢tica por conflictos antiguos, como el del S¨¢hara Occidental, reflejada en una escalada de rearme en la regi¨®n. La paternidad del rai, inequ¨ªvocamente argelina seg¨²n acaba de proclamar la ONU, lleg¨® a ser disputada por Marruecos en 2020, que organiza cada a?o un festival sobre esta m¨²sica en Uxda, cerca de la frontera con Argelia.
La tensi¨®n cultural se ha vuelto a disparar hace poco. El Ministerio de Cultura marroqu¨ª demand¨® hace dos meses a la compa?¨ªa Adidas, a la que acus¨® de ¡°apropiaci¨®n cultural¡±, para que retirara del mercado una camiseta oficial de la selecci¨®n nacional de f¨²tbol inspirada en el dise?o del los zellige, los azulejos magreb¨ªes de formas geom¨¦tricas que decoran palacios y mezquitas. Rabat reclama la ¡°propiedad intelectual¡¯ sobre este estilo de arte decorativo, cuyo nacimiento data en el siglo X en Fez. La compa?¨ªa de material deportivo alemana present¨® sus excusas al Gobierno de Rabat y se ofreci¨® a buscar una soluci¨®n al contencioso sobre el inspirador dise?o. Los mismos azulejos tradicionales se encuentran en monumentos de otros pa¨ªses, desde la Alhambra de Granada hasta el palacio del Mechuar de Tlemcen (oeste de Argelia).
Enconadas en una rivalidad por la hegemon¨ªa regional entre Argelia y Marruecos, las guerras culturales magreb¨ªes solo se libran por ahora en las redes sociales y en alg¨²n frente medi¨¢tico. La cultura, la artesan¨ªa e incluso la moda tradicional, siguen dando que hablar. Durante las sesiones de la Unesco en Rabat, el Ministerio de Cultura de Marruecos organiz¨® en una galer¨ªa de arte de la alcazaba de los Udayas una exposici¨®n sobre el caft¨¢n, como parte integrante de la herencia del antiguo reino jerifiano. El titular del Departamento, Mohamed Mehdi Bensaid, adelant¨® que su pa¨ªs est¨¢ preparando la candidatura parar solicitar al organismo de las Naciones Unidas para la Educaci¨®n, la Ciencia y la Cultura la declaraci¨®n del caft¨¢n marroqu¨ª como patrimonio de la humanidad. Esta vez se expone a afrontar las disputas no solo de la vecina Argelia, sino de todo el orbe del extinto Imperio Otomano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.