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El ¡®pissarro¡¯ expoliado del Thyssen: una obra maestra que simboliza el violento siglo XX

El fallo del Supremo estadounidense en favor de la familia Cassirer reabre uno de los casos de reclamaci¨®n de arte robado m¨¢s sonados y largos de la historia, que se acerca a su final sin un desenlace claro

Iker Seisdedos
Thyssen
El 'pissarro' expoliado del Thyssen, en el sal¨®n de la casa de Lilly Cassirer en Berl¨ªn en los a?os treinta, en una foto del archivo familiar.

El 15 de diciembre de 1897, Camille Pissarro escribi¨® una carta a su hijo Lucien en la que le anunciaba que hab¨ªa alquilado una habitaci¨®n del Grand H?tel du Louvre, desde la que poder trabajar: ¡°Me encanta tener la posibilidad de pintar esas calles de Par¨ªs que solemos considerar feas, y que en cambio son tan plateadas, luminosas y llenas de vida. ?Son la plena modernidad!¡±. El decano de los impresionistas ten¨ªa 67 a?os y arrastraba una enfermedad en el lagrimal del ojo izquierdo que lo hab¨ªa retirado de los campos, donde durante d¨¦cadas dio una nueva dimensi¨®n a la pintura al aire libre. A resguardo del polvo y del viento, se dedic¨® a mirar por la ventana, y termin¨® 15 vistas sobre una ciudad que bull¨ªa esos d¨ªas por el caso Dreyfus y el Yo acuso de ?mile Zola, que destaparon el antisemitismo de la Tercera Rep¨²blica. Su galerista, Paul Durand-Ruel, vendi¨® en 1900 una de las m¨¢s bellas, titulada Rue Saint-Honor¨¦ por la tarde. Efecto de lluvia, a los Cassirer, familia jud¨ªa de empresarios y amantes del arte. 125 a?os despu¨¦s de su creaci¨®n, aquel cuadro est¨¢ en el centro de una disputa internacional de m¨¢s de dos d¨¦cadas.

El ¨²nico descendiente vivo de sus primeros propietarios se llama David Cassirer y es un m¨²sico jubilado de 67 a?os que vive en San Diego. Seg¨²n cont¨® en una larga conversaci¨®n telef¨®nica con EL PA?S, est¨¢ decidido a ¡°llevar hasta el final¡± la pelea ¡°iniciada hace casi 23 a?os¡± por su padre, Claude Cassirer. Quiere que la Fundaci¨®n Thyssen-Bornemisza descuelgue la obra de la sala 31 de su museo en Madrid, donde actualmente est¨¢ expuesta, y devuelva a la familia una pieza que los nazis expoliaron en 1939 a su bisabuela, Lilly Cassirer.

Tras dos sentencias en contra de sendos juzgados californianos (uno de Los ?ngeles, en 2018, y el de apelaci¨®n del Noveno Circuito), el caso lleg¨® en enero al Supremo de Estados Unidos, que el mes pasado fall¨® por primera vez en favor de la familia. La sentencia, que busca m¨¢s que nada unificar criterios procesales, no se pronunciaba sobre el destino del cuadro. Pero era categ¨®rica en su decisi¨®n de devolver la pelota al tribunal de apelaci¨®n, al considerar que el juez se equivoc¨® al aplicar la norma de conflicto, que es la que decide qu¨¦ ley impera, si la espa?ola o la californiana, en una disputa como esta en la que hay dos en liza, porque el demandante es estadounidense y el demandado, un Estado extranjero. Espa?a adquiri¨® en 1993 el cuadro junto al resto de las 775 obras de la colecci¨®n del bar¨®n Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza por 350 millones de d¨®lares (unos 336 millones de euros, al cambio actual).

Cuadro Camille Pissarro Thyssen
Dos visitantes contemplan el cuadro 'Rue Saint-Honor¨¦ por la tarde. Efecto de lluvia', en el Thyssen, el pasado mes de abril. LUIS SEVILLANO

Si se aplica, como se aplic¨®, la norma de conflicto federal, prevalece la ley espa?ola, que dice que el pissarro est¨¢ bien donde est¨¢. ?Qu¨¦ pasar¨¢ ahora que tiene que aplicarse la estatal? Como casi todo en esta historia, depende de a qui¨¦n se pregunte.

Para los abogados de los Cassirer, la respuesta ¡°l¨®gica¡± es que mandar¨¢ el derecho sustantivo de California, que afirma que una persona que reciba un bien mueble robado, como es el caso, no puede consolidar su t¨ªtulo de propiedad por mucho tiempo que pase. Los letrados del Thysssen conf¨ªan ¡°en un 99%¡± en que el fondo del asunto lo seguir¨¢ decidiendo la ley espa?ola, seg¨²n la cual, y en virtud del derecho de usucapi¨®n, la posesi¨®n p¨²blica del cuadro durante seis a?os es suficiente para considerar al museo como su leg¨ªtimo due?o. (Pasaron 12, desde que la fundaci¨®n abri¨® sus puertas hasta el momento en que los Cassirer denunciaron en 2005 los hechos en Los ?ngeles).

David Cassirer, el pasado mes de enero en Washington, ante el Tribunal Supremo, que estudi¨® el caso del 'pissarro' de su familia, propiedad actualmente del Thyssen.
David Cassirer, el pasado mes de enero en Washington, ante el Tribunal Supremo, que estudi¨® el caso del 'pissarro' de su familia, propiedad actualmente del Thyssen.Susan Walsh (AP)

El abogado Taddheus J. Stauber, del despacho Nixon Peabody, que representa a la fundaci¨®n desde entonces, record¨® esta semana que el juez de primera instancia John Walter ya hizo en 2018 el ejercicio de imaginar qu¨¦ pasar¨ªa si aplicaba la norma de conflicto estatal y obtuvo el mismo resultado que le llev¨® a dar la raz¨®n al Thyssen. ¡°Hay poca o ninguna relaci¨®n entre California y el cuadro en cuesti¨®n. Fue adquirido con fondos p¨²blicos espa?oles, y lleva d¨¦cadas en Europa, desde que el bar¨®n lo compr¨® en 1976. Su ¨²nica vinculaci¨®n con California es que los demandantes [los padres de David Cassirer, ambos fallecidos desde entonces] se mudaron a San Diego cuando se jubilaron. No tenemos dudas de que imperar¨¢ el derecho espa?ol¡±, zanja Stauber.

Para Bernardo Cremades, cuyo despacho familiar se sum¨® en 2017 como amicus curiae para prestar apoyo a los Cassirer en representaci¨®n de la Federaci¨®n de Comunidades Jud¨ªas de Espa?a y de la Comunidad Jud¨ªa de Madrid, ese argumento es d¨¦bil, porque aquel examen se hizo de una ¡°manera muy superficial¡±. ¡°Fue de pasada, y sin entrar en la cuesti¨®n. Anticipar lo que va a decidir un juez me parece pura especulaci¨®n¡±, explica Cremades. ¡°Me sorprende que Espa?a se siga amparando en tecnicismos para incumplir, a diferencia de otros pa¨ªses, los compromisos internacionales en materia de devoluci¨®n de arte expoliado por los nazis; me refiero a los Principios de Washington y a la Declaraci¨®n de Terezin¡±, a?ade.

El juez Walter tambi¨¦n se refiri¨® en su sentencia a ambos tratados firmados por Espa?a ¨Den 1998 (con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en el Gobierno) y en 2009 (con Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero)¨D. El fallo terminaba con este p¨¢rrafo: ¡°La negativa del museo a devolver la pintura es incompatible [con esos pactos]. Sin embargo, al tribunal no le queda otra alternativa que aplicar el derecho espa?ol y no puede obligar al Reino de Espa?a ni al museo a cumplir con sus compromisos morales¡±.

David Cassirer celebra las ¨²ltimas noticias llegadas de Washington como una gran victoria. ¡°Pensamos que pod¨ªamos ganar, pero nunca so?¨¦ con obtener una sentencia un¨¢nime¡±, dijo sobre una resoluci¨®n que puso de acuerdo a los nueve magistrados del Supremo m¨¢s enconado en d¨¦cadas. ¡°Es muy alentador, y env¨ªa un mensaje a Espa?a y a los museos del mundo: no est¨¢ bien sacar provecho del Holocausto. Este cuadro fue arrebatado a sus v¨ªctimas por los nazis: Espa?a deber¨ªa devolverlo en lugar de continuar con este costoso litigio¡±.

Y en eso, s¨ª est¨¢n todos de acuerdo. Seg¨²n datos proporcionados por el Thyssen, Espa?a ha pagado 2.735.845 euros en honorarios de los abogados en California m¨¢s 310.947 euros en otros gastos. Cassirer cuenta que lleva gastados en su cruzada ¡°entre 10 y 20 millones¡±, lo cual le hace pensar que las cifras hechas p¨²blicas por la parte contraria son ¡°mentira¡±. Si recupera la obra, no le quedar¨¢ otra que venderla porque, dice, no se podr¨ªa ¡°permitir tenerla¡±. ¡°He pensado hacerlo con la condici¨®n de que se exponga p¨²blicamente¡±. Los tres bufetes que han trabajado en su caso, liderados por uno de los abogados m¨¢s famosos de Estados Unidos, David Boies, entre cuyos clientes figuran Al Gore, Harvey Weinstein o, recientemente, la v¨ªctima de Jeffrey Epstein que alcanz¨® un acuerdo con el Pr¨ªncipe Andr¨¦s, han fiado su compensaci¨®n a obtener una victoria. ¡°Tenemos muchas bocas que alimentar¡±, lamenta Cassirer.

Sea cual sea el desenlace de una de las reclamaciones de arte m¨¢s sonadas de la historia, su paso por el alto tribunal ha servido para volver a poner el foco sobre las peripecias de un lienzo y de una familia que se parecen mucho a las de los jud¨ªos en el violento siglo XX. Para reconstruir ambas ha hecho falta acudir a documentos judiciales y a archivos en Washington, as¨ª como a una decena de conversaciones, en muchos casos planteadas como careos, con Cassirer, representantes de la Fundaci¨®n Thyssen, abogados de ambas partes, expertos en Pissarro y especialistas en restituci¨®n de arte robado.

Lilly Cassirer, con su nieto Claude, en una imagen de los a?os veinte en Alemania.
Lilly Cassirer, con su nieto Claude, en una imagen de los a?os veinte en Alemania.

El cuadro lleg¨® a la familia a trav¨¦s de la famosa galer¨ªa que dos Cassirer, Bruno, que adem¨¢s fue el gran editor alem¨¢n de los impresionistas, y el primo de este, Paul, ten¨ªan en el n¨²mero 35 de Viktoriastrasse, en Berl¨ªn. Pertenec¨ªan a una de las estirpes jud¨ªas m¨¢s famosas de Europa, con miembros tan destacados como el fil¨®sofo Ernst Cassirer o Fritz Cassirer, director de orquesta. Este hered¨® en 1924 el pissarro de Julius, su padre. Cuando Fritz muri¨® dos a?os despu¨¦s, se lo dej¨® a su viuda, Lilly. Solo tuvieron una hija, Eva, que falleci¨® joven, durante la pandemia de hace un siglo, pocos meses despu¨¦s de dar a luz a su ¨²nico descendiente, Claude. Fallecido en 2010, fue ¨¦l quien demand¨® a la Fundaci¨®n Thyssen.

Lilly volvi¨® a casarse a los 63 a?os con un famoso m¨¦dico llamado Otto Neubauer que, tras la llegada de los nazis al poder en 1933, fue depurado de sus cargos en M¨²nich por sus ra¨ªces jud¨ªas. Ambos contrajeron matrimonio en 1939. Ese mismo a?o, temiendo, como recordar¨ªa ella despu¨¦s, que pod¨ªan ser ¡°arrestados por la Gestapo, sin raz¨®n aparente, y deportados a Dachau¡±, abandonaron Alemania rumbo a Oxford, cuya universidad contrat¨® a Neubauer para que continuara sus investigaciones sobre el c¨¢ncer.

Poco antes de partir, un marchante enviado por el Tercer Reich acudi¨® a su casa, para fiscalizar qu¨¦ bienes culturales pensaban sacar del pa¨ªs. Les pag¨® 900 marcos por el pissarro, un precio ¡°ultrajante¡±, seg¨²n admitir¨ªa un documento de los aliados al t¨¦rmino de la guerra. Dio igual: Lilly no obtuvo ni eso a cambio, le ingresaron el dinero en una cuenta que ya estaba bloqueada.

El tipo cambi¨® despu¨¦s el ¨®leo de Pissaro, que, como pintor jud¨ªo, ten¨ªa poca salida en la Alemania de entonces ¡ªcuyas autoridades hab¨ªan declarado adem¨¢s la guerra a las vanguardias¨D por tres piezas de artistas alemanes del XIX. Eran propiedad de otro jud¨ªo, Julius Sulzbacher, que trat¨® de llevarse sin ¨¦xito la vista impresionista con ¨¦l en su huida a Brasil. Requisada por la Gestapo, se vendi¨® en 1941 en una subasta en Dusseldorf a un tal Ari Walter Kampf. La obra se volvi¨® a adjudicar dos a?os despu¨¦s. Entonces, un comprador sin identificar se la qued¨® en Berl¨ªn por 95.000 marcos. Y ah¨ª se le perdi¨® su rastro durante una d¨¦cada, hasta que en 1951 apareci¨® en Los ?ngeles.

Lilly Cassirer nunca supo nada de eso; cre¨ªa que el lienzo se hab¨ªa perdido o destruido en la II Guerra Mundial. La mujer muri¨® en 1962 en Cleveland (Ohio), adonde se mud¨® tras su segunda viudez a vivir con la familia de su nieto, el fot¨®grafo Claude Cassirer. Cuatro a?os antes, y tras una d¨¦cada de litigios a varias bandas, Lilly hab¨ªa recibido una indemnizaci¨®n de la Rep¨²blica Federal Alemana de 120.000 marcos, de los que tuvo que pagar 14.000 a la heredera del siguiente due?o, el tipo que trat¨® de llev¨¢rselo a Brasil. El acuerdo establec¨ªa tambi¨¦n que ella no perd¨ªa el derecho a solicitar la restituci¨®n o devoluci¨®n de la pintura, llegado el caso.

Ambas partes est¨¢n m¨¢s o menos de acuerdo en que el precio, fijado por el valor de mercado de Pissarro en esa ¨¦poca, fue justo, aunque difieren en c¨®mo interpretar las implicaciones de aquel arreglo. Para el demandante, el museo se agarra a que ya indemnizaron a su bisabuela para ¡°limpiar su conciencia¡±. ¡°Nos quieren hacer pasar por codiciosos, y que parezca que queremos cobrar dos veces. Es un cl¨¢sico: agitar los estereotipos que hay en torno a los jud¨ªos. Pero hay una gran diferencia entre la reparaci¨®n y la restituci¨®n, y adem¨¢s el dinero que nos dieron habr¨ªa que reembors¨¢rselo a los alemanes si nos devuelven la obra¡±, asegura. Evelio Acevedo, director gerente del Thyssen, explica: ¡°Muchas veces se olvida que se les compens¨®, y cuando se menciona, se hace dando la impresi¨®n de que la cantidad que recibieron fue escasa, cuando no es verdad. Se podr¨ªan haber comprado otro pissarro¡±.

David Cassirer aporta una foto de c¨®mo luc¨ªa el ¨®leo en disputa en el elegante apartamento de Lilly en Berl¨ªn en los a?os treinta para dejar claro que ellos no quieren ¡°otro pissarro¡±, sino el que estuvo durante 40 a?os en su familia. ¡°A¨²n conservo muchos de los objetos que hay en esa imagen, incluyendo el hermoso gabinete y la l¨¢mpara en espiral tallados a mano, o la bella porcelana de Ernst Barlach de una campesina¡±. Cuando los padres se mudaron a San Diego para estar cerca de sus dos hijos (David ten¨ªa una hermana, Ava, que muri¨® en 2018), este, que desarroll¨® su carrera profesional como arreglista para la industria discogr¨¢fica de Los ?ngeles, encarg¨® una copia del lienzo expoliado para colocarlo en el sal¨®n de la nueva casa.

Antes de retirarse en la soleada California, los padres hab¨ªan pasado toda una vida en Cleveland. A esa ciudad del Medio Oeste lleg¨® Claude ¡°sin un centavo¡± en 1941. La guerra lo sorprendi¨® en la Francia ocupada, y pudo huir a Marruecos, donde casi muere de disenter¨ªa en un campo de refugiados. Una asociaci¨®n jud¨ªa lo dirigi¨® a Cleveland, que contaba con una notable comunidad hebrea. All¨ª se convirti¨® en un fot¨®grafo ¡°muy popular, con clientes importantes¡±, seg¨²n su hijo. Cuando estos le anunciaban un pr¨®ximo viaje a Europa, ¡°siempre les ense?aba una foto del pissarro, para ver si daban con ¨¦l¡±.

El eureka lleg¨® en diciembre de 1999, cuando, seg¨²n el relato del demandante, una amiga les mand¨® una imagen del cuadro extra¨ªda de un cat¨¢logo de la colecci¨®n del bar¨®n Thyssen en Lugano (Suiza). ¡°Superados la sorpresa y el disgusto, mi padre decidi¨® que no parar¨ªa hasta lograr que la pintura de Lilly dejase de honrar el legado de una familia de empresarios del acero que apoy¨® a Hitler en sus inicios¡±. David Cassirer se refiere a Fritz Thyssen, que contribuy¨® a aupar al F¨¹hrer, pero acab¨® perseguido por el Tercer Reich. ¡°Sin ¨¦l, ese ser monstruoso no habr¨ªa pasado de ser un pintor mediocre. ?No ser¨ªa este un mundo mejor?¡±, se pregunta.

A los Cassirer les cost¨® unos meses averiguar d¨®nde estaba en ese momento el ¨®leo, que ya era propiedad del Estado espa?ol y colgaba en el palacio Villahermosa, en Madrid. Para lograrlo, contaron con la ayuda del coleccionista Ronald Lauder, presidente del Consejo Jud¨ªo Mundial. Tras pedir su devoluci¨®n sin fortuna, denunciaron a la fundaci¨®n en Los ?ngeles en 2005, alentados por el ¨¦xito que hab¨ªa tenido el abogado Randol Schoenberg (nieto del compositor vien¨¦s) en el Supremo de Estados Unidos. El alto tribunal le reconoci¨® el derecho a litigar en California el que seguramente sea el caso m¨¢s c¨¦lebre de restituci¨®n de arte expoliado por los nazis: la reclamaci¨®n de Maria Altmann al Estado austriaco de cinco pinturas de Klimt arrebatadas a su familia. Acabaron logrando que se las devolvieran al final de un proceso de pel¨ªcula; tan de pel¨ªcula, que acab¨® convertido en una, titulada La dama de oro y protagonizada por Helen Mirren y Ryan Reynolds. (El cuadro m¨¢s famoso del lote bati¨® despu¨¦s ¡ªal ser vendido a Lauder en 2006¨D el r¨¦cord del m¨¢s caro de la historia hasta la fecha, y est¨¢ expuesto en la Neue Galerie de Nueva York).

'Retrato de Ad¨¨le Bloch-Bauer', pintura de Gustave Klimt, restituida por el Gobierno austriaco a Maria Altmann en 2006.
'Retrato de Ad¨¨le Bloch-Bauer', pintura de Gustave Klimt, restituida por el Gobierno austriaco a Maria Altmann en 2006.

Tras dar con el pissarro, los Cassirer empezaron a completar los huecos de su historia. As¨ª supieron que, desde que Lilly le hab¨ªa perdido la pista y hasta que lo compr¨® el bar¨®n en 1976 por 300.000 d¨®lares, dio unas cuantas vueltas. Lleg¨® a Los ?ngeles en 1951 de la mano de un marchante alem¨¢n llamado Frank Perls que era jud¨ªo (¡°ir¨®nicamente¡±, dice David Cassirer, que lo define como un ¡°superladr¨®n¡±). Perls hab¨ªa trabajado durante la guerra como int¨¦rprete del Ej¨¦rcito estadounidense. Se lo vendi¨® a un destacado amante del arte de la ciudad llamado Sidney Brody, que lo devolvi¨® a los pocos meses (seg¨²n el demandante, cuando se dio cuenta, tras estudiarlo, de que era una pieza expoliada). Al a?o siguiente, el mismo galerista se lo coloc¨® al heredero de la fortuna de unos grandes almacenes (otro jud¨ªo), que lo tuvo durante m¨¢s de 20 a?os en Saint Louis. A Thyssen-Bornemisza se lo ofreci¨® un conocido comerciante neoyorquino, Stephen Hahn.

Cassirer describe todas esas transacciones como conspiraciones llevadas en sigilo, ¡°en el mercado negro del arte expoliado por una panda de bribones¡±. Stauber, el abogado de la fundaci¨®n, considera que la reputaci¨®n de esos marchantes ¡°est¨¢ fuera de duda¡± y recuerda que ninguno de ellos aparece en ¡°ninguna de las listas de comerciantes de arte que colaboraron con los nazis publicadas al t¨¦rmino de la guerra¡±. ¡°Me parece atroz que lance esas acusaciones a la ligera contra miembros, precisamente, de su comunidad¡±, a?ade.

El demandante tambi¨¦n considera determinante el hecho de que la pintura conserve parte de una etiqueta de la galer¨ªa de sus antepasados Bruno y Paul Cassirer. Lo sabe desde que mandaron a un perito a Madrid, descolgaron el cuadro y le quitaron el marco (para Acevedo, gerente del Thyssen, gestos como aquel hablan ¡°de la transparencia¡± con la que el museo ha ¡°actuado en todo momento¡±). Del sello han sobrevivido los fragmentos ¡°Berl¨ªn¡±, ¡°Victo¡± de Victoriastrasse, la calle, y ¡°Kunst und Verla¡±, por Kunst und Verlagsanstalt (editorial y galer¨ªa de arte). Cassirer cree que ¡°alguien arranc¨® los nombres de Bruno y de Paul en alg¨²n momento¡±. Que ¡°Hahn sab¨ªa perfectamente lo que esa etiqueta significaba, y un amante del arte como el bar¨®n, tambi¨¦n¡±. Y que si no quisieron verlo fue por ¡°una ceguera interesada¡±. ¡°Es asimismo indignante¡±, contin¨²a, ¡°que los especialistas espa?oles afirmen que no se dieron cuenta de lo que ten¨ªan ante sus ojos cuando compraron el cuadro como parte del lote¡±. ¡°?Era una de las galer¨ªas m¨¢s conocidas de Europa!¡±, exclama.

La galer¨ªa Cassirer, en Berl¨ªn, en torno a 1900.
La galer¨ªa Cassirer, en Berl¨ªn, en torno a 1900.ullstein bild Dtl. (ullstein bild via Getty Images)

El abogado de la fundaci¨®n explica que no saben si la etiqueta estaba intacta cuando el bar¨®n compr¨® la pieza, ni en qu¨¦ estado se encontraba cuando lleg¨® a manos del Estado espa?ol. ¡°Pero da igual, porque un sello de ese tipo solo indica que el cuadro pas¨® por esa galer¨ªa, nada m¨¢s. No prueba en ning¨²n caso que fuera propiedad de Lilly Cassirer, y as¨ª de claro lo dej¨® el juez Walter en su sentencia. Curiosamente, ese tema de la etiqueta solo ha entrado en la conversaci¨®n en los ¨²ltimos a?os, a medida que se les iban agotando los argumentos. A la que cambian de abogado, muta el relato¡±.

En el fallo de primera instancia tambi¨¦n se establec¨ªa como probado que Thyssen compr¨® el pissarro ¡°de buena fe¡±, aunque el historiador Miguel Martorell, autor de El expolio nazi (Galaxia Gutenberg, 2021), aconseja tomarse eso con cautela. ¡°La mala fe es muy dif¨ªcil de demostrar en la usucapi¨®n, no es la clase de intenci¨®n que dejas por escrito. Lo que a m¨ª me parece claro es que el bar¨®n no hizo suficiente por comprobar la procedencia del cuadro¡±, a?ade Martorell, que lamenta la ¡°p¨¦rdida de perspectiva¡± del museo: ¡°A veces da la impresi¨®n de que olvidan, entre tanto legalismo, la historia que hay detr¨¢s, que es la de unas v¨ªctimas del Holocausto buscando una reparaci¨®n a un da?o terrible¡±.

El abogado Stauber recuerda que en los setenta el pissarro no figuraba en ninguna lista de arte robado, porque la familia no lo hab¨ªa inscrito, y que la concienciaci¨®n sobre el tema no era la que se impuso en los noventa. Evelio Acevedo, gerente del museo, aclara, por su parte, que los Principios de Washington sobre arte robado ¡°no establecen una obligaci¨®n en todos los casos de devolver las piezas que fueron expoliadas¡±. ¡°Tratan de defender los derechos de todos los participantes en una operaci¨®n. El que compra de buena fe, como hizo sin duda de la fundaci¨®n, tambi¨¦n tiene derechos, derechos que protegen esos Principios. Los afectados por el expolio ya fueron compensados debidamente, con lo cual, el esp¨ªritu de esos principios ya se materializ¨® en este caso¡±. Stauber a?ade que ese acuerdo multilateral, en cuya redacci¨®n, avisa, particip¨® cuando era un joven abogado, ¡°tambi¨¦n est¨¢ pensado para fomentar el respeto a las leyes de otros pa¨ªses¡±. ¡°No podemos imponer el ordenamiento estadounidense en todo el mundo. Imagine a un tribunal espa?ol aceptando una reclamaci¨®n contra, pongamos, el Smithsonian. Es impensable¡±, opina.

Otro asunto en el que las versiones entre las partes difieren es en lo que hizo el bar¨®n con el cuadro antes de vend¨¦rselo a Espa?a. El demandante lo tiene claro: todo lo posible por mantenerlo oculto. Para demostrarlo, comparte una fotograf¨ªa publicada en 1988 por Architectural Digest en la que se ve el pissarro colgado en una estancia ¨ªntima de Villa Favorita, la mansi¨®n de Heinrich Thyssen en Lugano. Curiosamente, esa misma imagen prueba para la otra parte todo lo contrario. ¡°Si buscaba eso, ?c¨®mo iba a permitir que una de las revistas de decoraci¨®n m¨¢s importantes del mundo sacara algo que no quer¨ªa que nadie viera?¡±, se pregunta Stauber. Para entonces, el arist¨®crata ya estaba casado (desde 1985) con Carmen Cervera. (La baronesa no atendi¨® a la solicitud de este diario de una entrevista para hablar de este tema).

La fundaci¨®n tambi¨¦n encarg¨® un informe a la historiadora Laurie Stein, experta en arte expoliado. En ¨¦l, afirma que particip¨® entre 1979 y su mudanza definitiva a Madrid en exposiciones de relieve en nueve pa¨ªses, de Nueva Zelanda a Alemania. Cassirer dice que ¡°todo eso es falso¡±. ¡°Han usado fotos de archivo para fingir que esa pintura estuvo en Londres o en Tokio. No han sido capaces de presentar nada, ni una imagen, ni un art¨ªculo de peri¨®dico. ?C¨®mo puede ser que el paso de uno de los cuadros m¨¢s famosos de uno de los impresionistas m¨¢s famosos del mundo no dejase rastro en esas capitales?¡±.

A esa acusaci¨®n, Stauber responde recordando que la colecci¨®n del bar¨®n ¡°era una de las m¨¢s conocidas del mundo¡±, y que cuando se puso en venta, ¡°fue cortejada por la Fundaci¨®n Getty, de Los ?ngeles, por el Reino Unido y por Alemania¡±. ¡°La decisi¨®n de que acabara en Madrid fue una noticia de alcance mundial, imposible de mantener en secreto¡±, agrega.

Uno de los motivos por los que el coleccionista se decidi¨® por Espa?a fue que el Estado se comprometi¨® a garantizar la integridad del conjunto, compromiso sellado por ley. A la pregunta de si habr¨ªa que cambiar ese reglamento si finalmente un tribunal californiano decidiera la devoluci¨®n del pissarro, Acevedo responde que ¡°ese escenario ni siquiera est¨¢ sobre la mesa, porque no hay razones para pensar que la sentencia actual vaya a cambiar¡±. Y Cassirer, de nuevo, tampoco est¨¢ de acuerdo en eso.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PA?S en Washington. Licenciado en Derecho Econ¨®mico por la Universidad de Deusto y m¨¢ster de Periodismo UAM / EL PA?S, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al ¨¢rea cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El Pa¨ªs Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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