¡®La violaci¨®n de Lucrecia¡¯: un gran Nebra pero para ¡®dummies¡¯
El Teatro de la Zarzuela recupera ¡®Donde hay violencia, no hay culpa¡¯, convertida por Rosa Montero en una lecci¨®n simple contra el patriarcado, y bendecida por la imaginaci¨®n musical de Alberto Migu¨¦lez Rouco

Jos¨¦ de Nebra resucit¨® enano, en 2016, en el Teatro de la Zarzuela. La recuperaci¨®n de Iphigenia en Tracia (1747) se comprimi¨® entonces en poco m¨¢s de una hora y cuarto sin descanso. Una sucesi¨®n de n¨²meros musicales, alternados con lecturas de las Ifigenias de Eur¨ªpides y Goethe por una voz en off, que sustitu¨ªan los declamados del libreto de Nicol¨¢s Gonz¨¢lez Mart¨ªnez. Una trama incomprensible que extirpaba de la acci¨®n a todos los personajes que no cantaban. Y una escenograf¨ªa demasiado est¨¢tica, a la que se uni¨® un reparto vocal muy desigual y una direcci¨®n musical poco lustrosa ante una orquesta no especializada.
Casi siete a?os despu¨¦s, el teatro de la madrile?a calle Jovellanos lo ha intentado de nuevo con la zarzuela Donde hay violencia, no hay culpa (1744). La partitura recuperada vuelve a ser de Nebra y el libreto de Gonz¨¢lez Mart¨ªnez, ahora basado en la historia de la violaci¨®n de la patricia romana Lucrecia, a partir de Tito Livio. Una partitura donde se combinan idealmente elementos hispanos e italianos, de seguidillas y coplas con recitativos y arias. Y un libreto salpicado de versos con avanzadas ideas ilustradas contra la tiran¨ªa y en favor de la igualdad entre hombres y mujeres.
Pero se ha preferido volver a suprimir todos los declamados del libreto de Gonz¨¢lez Mart¨ªnez y pr¨¢cticamente todos los personajes que no cantan. Han desaparecido seis de los once integrantes de la acci¨®n, aunque el malvado violador Sexto se reduce a un figurante. Y tan solo vemos en escena los cuatro papeles con n¨²meros musicales: la propia Lucrecia, su criada Laureta, su enamorado Colatino y Tulia, la hermana de este. No obstante, en lugar de voces en off con alocuciones de Tito Livio y Shakespeare, se ha optado por encargar a Rosa Montero una nueva versi¨®n de los declamados del libreto. La escritora ha creado una narradora omnisciente, una suerte de Lucrecia actual, a la que denomina Esp¨ªritu de la leyenda de Lucrecia. Una actriz, que explica los detalles de la trama, los reinterpreta en clave feminista e interact¨²a con los personajes.

Montero es una grand¨ªsima novelista, pero no una dramaturga. Y sus intervenciones narradas entorpecieron, una y otra vez, la tensi¨®n dram¨¢tica de la zarzuela, con su caracter¨ªstica alternancia entre declamaci¨®n versificada y canto. Esa Lucrecia moderna, a la que daba vida la actriz Manuela Velasco, elev¨® un poco la temperatura dram¨¢tica en la segunda jornada. Pero en la primera lo pueril de sus razonamientos e imprecaciones contra el patriarcado nos hicieron sentir a muchos en una especie de concierto did¨¢ctico escenificado. Otro problema fue el personaje del malvado Sexto, que represent¨® el actor Borja Luna, reducido a exhibir su cuerpo, fumar, silbar, gritar, esnifar coca¨ªna, meter mano y violar, pero sin ninguna intervenci¨®n hablada que le permitiese construir un personaje y crear conflictos dram¨¢ticos.
El remate de la intervenci¨®n de Montero fue el a?adido de dos cl¨ªmax inexistentes en la zarzuela original. Me refiero a las escenas de la violaci¨®n y del suicidio de Lucrecia. Fueron dos momentos muy efectivos y bien resueltos esc¨¦nicamente, aunque completamente alejados del esp¨ªritu de este g¨¦nero dieciochesco. El director de escena Rafael R. Villalobos ha trabajado muy duro para conectar las narraciones de Montero con la zarzuela de Nebra y Gonz¨¢lez Mart¨ªnez. Lo hace aportando abundante movimiento esc¨¦nico, algunos destellos en la direcci¨®n de actores y un bello vestuario. Y se vale, adem¨¢s, de la siempre interesante escenograf¨ªa de Emanuele Sinisi: ruinas y escombros romanos presididos por la Lapsus Lupus, la famosa fotograf¨ªa de Luigi Ontani que actualiza la loba capitolina, en la primera jornada, y el entorno dom¨¦stico presidido por la ba?era de Lucrecia, en la segunda.

Pero lo mejor de esta producci¨®n volvi¨® a ser la m¨²sica de Nebra. Esta vez se cont¨® con un grupo de instrumentos de ¨¦poca, Los Elementos, con su creador, el joven contratenor Alberto Migu¨¦lez Rouco, a la direcci¨®n y el clave. Su imaginaci¨®n musical para hacer sonar esta partitura de Nebra fue admirable, a pesar de puntuales desajustes y alguna fanfarria imposible. Escuchamos desde el foso toda la brillantez dram¨¢tica que falt¨® sobre el escenario, con una direcci¨®n y un acompa?amiento lleno de chispa y variedad en el uso del tempo, la din¨¢mica y el car¨¢cter. Quiz¨¢ sobr¨® la m¨²sica creada por ¨¦l mismo, como la sinfon¨ªa inicial. No obstante, sus decisiones de hacer todas las repeticiones con variantes en las arias y de a?adir fragmentos adicionales escritos por Nebra (para las reposiciones de 1748 y 1753) fueron muy acertadas.
Su interpretaci¨®n de la primera jornada fue en ascenso y los mejores momentos musicales se concentraron en la segunda. Por ejemplo, la viveza que aport¨® en las seguidillas fue admirable, y especialmente en Los halagos se mezclan con los martirios, que asign¨® a Tulia, en lugar de a Octavia en la reposici¨®n de 1748. Aqu¨ª pudimos disfrutar del tono esmaltado de la soprano valenciana Marina Monz¨® que fue la gran triunfadora de la noche. Su poderosa interpretaci¨®n del recitativo y aria de la segunda jornada, Huye de m¨ª / Ya, afecto m¨ªo, fue lo mejor y m¨¢s aplaudido de toda la zarzuela. Result¨® bien la dram¨¢tica Lucrecia de la catalana Mar¨ªa Hinojosa Montenegro, en su aria final ?Mi fiera mano airada!, a pesar de su excesivo vibrato fuera de estilo. La mezzo Carol Garc¨ªa aport¨® empaque y musicalidad a la bella aria de Colatino, Corderilla atribulada. Y Judit Subirana fue una aceptable Laureta, aunque con poca gracia. Su divertida aria Si a casa va el majo fue bruscamente interrumpida por la violenta y terrible escena inventada aqu¨ª de la violaci¨®n de Lucrecia. Nos qued¨® bien claro que la m¨²sica de Nebra es un simple adorno, algo superfluo.
¡®La violaci¨®n de Lucrecia¡¯ (o ¡®Donde hay violencia, no hay culpa¡¯)
Música de José de Nebra.
Libreto de Nicolás González Martínez versionado por Rosa Montero.
Con María Hinojosa Montenegro (soprano), Marina Monzó (soprano), Carol García (mezzosoprano), Judit Subirana (mezzosoprano). Manuela Velasco (actriz) y Borja Luna (actor).
Los Elementos. Dirección musical y clave: Alberto Miguélez Rouco. Dirección escénica: Rafael R. Villalobos.
Teatro de la Zarzuela, hasta el 1 de abril. Madrid
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