Antes los escritores se hac¨ªan famosos en la tele, ahora los famosos de la tele se meten a escritores
La Feria del Libro de Madrid visibiliza cada a?o una tendencia notable en el sector editorial: el fen¨®meno de las celebridades extraliterarias que publican un ensayo, una autobiograf¨ªa o una novela
Camilo Jos¨¦ Cela, premio Nobel de Literatura, presumiendo de absorber un litro de agua por v¨ªa rectal. Fernando Arrabal, probablemente achispado por el vino, alertando de la llegada del milenarismo en el programa de S¨¢nchez Drag¨®. Francisco Umbral haciendo historia con el ¡°yo he venido aqu¨ª para hablar de mi libro¡± en el programa de Mercedes Mil¨¢.
Hubo un tiempo en el que los escritores m¨¢s prestigiosos eran famosos, pero famosos de verdad, porque iban a los plat¨®s de televisi¨®n, donde se genera la verdadera fama. Y no solo a programas de literatura sino tambi¨¦n a concursos, debates, magacines, y hasta programas de chafardeo, donde no ten¨ªan apuro en practicar la boutade y liarla parda. Su fama traspasaba el ¨¢mbito cultural y alcanzaba aquella cantidad y calidad que solo se alcanzaba antes, en tiempos de Lola Flores. Hoy parece ocurrir al contrario: los escritores no suelen prodigarse en la tele, pero las celebridades de la peque?a pantalla suelen meterse a escritores.
¡°Eran otros tiempos, la tele acog¨ªa a los escritores, los mimaba, los reverenciaba. Nos educamos con esa tele a la que acud¨ªan personas que hab¨ªan hecho cosas importantes, o interesantes al menos¡±, recuerda la analista televisiva Mariola Cubells. Eran tiempos en los que Terenci Moix lleg¨® a presentar un magazine de sobremesa titulado La tarde durante una semana, por el que pasaron Rafael Alberti, Antonio Gala, Rom¨¢n Gubern o Maruja Torres, y su propio programa cultural, M¨¢s estrellas que en el cielo. Gala, de hecho, ser¨ªa tambi¨¦n un habitual de la peque?a pantalla, con su Paisaje con figuras; como lo fue m¨¢s tarde el fil¨®sofo Gustavo Bueno, que particip¨® como comentarista en los comienzos de Gran Hermano, y lleg¨® a teorizar sobre ese medio en su libro Televisi¨®n: apariencia y verdad (Gedisa).
Con la llegada de las emisoras privadas y la fragmentaci¨®n de las audiencias parece que aquella hermandad entre intelectuales y televisi¨®n comenz¨® su decadencia. ¡°Un d¨ªa todo eso acab¨®, porque la tele fue expulsando la cultura pura y dura primero y luego incluso el entretenimiento cultural. Cada vez quedaron menos espacios en los que pudieras contar de qu¨¦ iba tu libro¡±, a?ade Cubells. Hoy quedan algunos espacios literarios como P¨¢gina 2 o Un pa¨ªs para leerlo, pero es que los escritores tampoco suelen ser requeridos en programas de otras tem¨¢ticas (la variedad tampoco es grande, copada la parrilla por las tertulias pol¨ªticas).
?Umbral en ¡®S¨¢lvame¡¯? ?Cela en ¡®First Dates¡¯?
?Habr¨ªa acudido Paco Umbral a hacer el gamba a S¨¢lvame? ?Participar¨ªa don Camilo en First Dates? Qui¨¦n sabe. Tampoco se ven demasiados escritores en El Hormiguero (Carmen Mola, es decir, los tres autores bajo el seud¨®nimo, s¨ª acudieron tras ganar el Planeta), y tampoco parece que interesen demasiado. Y, ojo: lo cierto es que S¨¢lvame tambi¨¦n ha tenido su cuota literaria, en la figura de Kiko Matamoros, que en los ¨²ltimos a?os se ha revelado como un prescriptor literario de refinado gusto.
¡°A m¨ª me dec¨ªan: mira, ah¨ª va el rubito ese de la tele¡±, recuerda Luis Antonio de Villena, que asegura que nunca tuvo tanta fama como esa etapa, entre 1987 y 1998, en la que aparec¨ªa en programas como los de Manuel Hidalgo, Pedro Altares o Jes¨²s Hermida. Cada semana llegaban al plat¨® sacos enteros de cartas que no pod¨ªa ni revisar. Hasta le tent¨® la prensa del coraz¨®n, pero el poeta rehus¨® repetidas veces a abrirle la puerta de su casa. ¡°Yo hac¨ªa mucha vida nocturna y sab¨ªa que si les daba pie empezar¨ªan a fisgar¡±, dice.
De Villena diferencia entre tres clases de participaci¨®n de escritores en la televisi¨®n: los que ten¨ªan programas (como Moix o Gala, tambi¨¦n S¨¢nchez Drag¨®), los que iban a tertulias (como ¨¦l mismo o ?lvaro Pombo) y los que daban entrevistas memorables (como Cela o Umbral). ¡°A estos los periodistas les invitaban mucho, porque ten¨ªan una buena entrevista asegurada¡±, explica. Sostiene que los escritores dejaron de ir a la tele porque la tele degener¨®. ¡°Yo estoy por encima de esa basura que ahora se estila como S¨¢lvame o Supervivientes, ese mundo sin ning¨²n tipo de cultura o sensibilidad¡±, afirma. ¡°De hecho, ya en aquellos tiempos Pombo y yo nos re¨ªamos y nos sent¨ªamos un poco mal por ir a la televisi¨®n, como si fuera bajar el nivel¡±, a?ade.
¡°Creo que aquellos autores aportaban mucho al paisaje de la tele¡±, explica el escritor Sergio del Molino, ¡°por lo general, eran todo pose, lo que los convert¨ªa en algo maravilloso, de una teatralidad exuberante, ingenua y c¨ªnica a la vez, pues sab¨ªan explotar cierta idea popular del escritor como genio exc¨¦ntrico¡±. Eran dispares y sab¨ªan dar espect¨¢culo, pon¨ªan en escena, sobre los plat¨®s y ante las c¨¢maras, el ambiente de las tertulias, los caf¨¦s ¡°y los salones de las marquesas donde ejerc¨ªan de entretenedores¡±, a?ade el escritor.
Las cosas han cambiado mucho: ahora los escritores son m¨¢s normales, m¨¢s representativos de la sociedad en la que viven. ¡°Ya no somos raros con vidas raras y ya no tenemos tanto cach¨¦ como entretenedores, por lo que la tele nos ha relegado a los menguantes programas culturales, sin frecuentar el faranduleo. No solo somos menos relevantes socialmente, sino m¨¢s aburridos, no damos espect¨¢culo¡±, dice Del Molino.
Ahora, y como se constata cada a?o en la Feria del Libro, son las celebridades las que se meten a escribir y no al rev¨¦s. Sobre todo, los famosos de la tele, que son los m¨¢s famosos de todos, pero tambi¨¦n de otros ¨¢mbitos como internet (youtubers, influencers, tiktokers), el deporte, la cocina o la pol¨ªtica. ¡°Un d¨ªa llegaron los autores medi¨¢ticos¡±, dice Cubells, ¡°parec¨ªa que todo el mundo, de pronto, sab¨ªa escribir. Desde un presentador de informativos a un colaborador extravagante, cualquier celebridad medi¨¢tica. Yo no tengo nada contra ellos, siempre y cuando asumamos todos que si no fueran famosos, si no tuvieran presencia televisiva, nadie les publicar¨ªa¡±.
Si es famoso, tiene libro
Hoy, si alguien alcanza la notoriedad suficiente, lo m¨¢s habitual es que no tarde en publicar un libro (en muchos casos escrito con ayuda de un redactor profesional), ya sea ese libro una autobiograf¨ªa, unos consejos de autoayuda o, los m¨¢s audaces, una ficci¨®n. En los ¨²ltimos tiempos se han publicado novelas de presentadores como Vicente Vall¨¦s, Carme Chaparro, Sandra Barneda o Risto Mejide, por no mencionar los grandes ¨¦xitos editoriales que han llegado a generar Jorge Javier V¨¢zquez o M¨¤xim Huerta. Otros autores salidos de la tele: Alonso Caparr¨®s, Christian G¨¢lvez, Pablo Rivero, Beatriz Rico, M¨¦lani Olivares o Jordi Cruz.
El caso m¨¢s sonado tal vez fuera el de las novelas de Ana Rosa Quintana, que ella firmaba pero que escrib¨ªa con ayuda de un redactor (que caus¨® el esc¨¢ndalo al plagiar p¨¢rrafos de Danielle Steele o ?ngeles Mastretta en la novela Sabor a hiel, publicada por Planeta). El gancho de la fama masiva que procura la televisi¨®n es instrumentalizado por los grandes grupos editoriales para vender su producto. Los defensores de esta simbiosis entre lo editorial y lo televisivo argumentan, de manera similar a como se dijo en el boom de la poes¨ªa de internet, que estos reclamos pueden servir para acercar a un p¨²blico cada vez mayor a las librer¨ªas, para aumentar los ¨ªndices de lectura entre la poblaci¨®n.
Y cada a?o regresan la perplejidad, en incluso la envidia, cuando se ve que son estos ¡°intrusos¡± en la industria editorial (seg¨²n los consideran algunos) los que suelen congregar mayores colas de lectores ¨¢vidos de firmas en la feria y la m¨¢s grande expectaci¨®n medi¨¢tica. Los autores considerados ¡°literarios¡± acaparan menos fama, pero es que adem¨¢s los lectores ¡°literarios¡± son menos proclives a hacer colas para conseguir firmas. Este a?o, por ejemplo, el gran broche de la Feria del Libro ser¨¢ la comparecencia de Ana Obreg¨®n, que firmar¨¢ El chico de las musara?as (HarperCollins), que la celebrity continu¨® donde lo dej¨® su difunto hijo Aless Lequio. Ser¨¢ este domingo a mediod¨ªa, y seguramente ese momento quede grabado de forma indeleble en la historia de la feria.
A Del Molino no le parece mal. ¡°Detesto la tendencia al lloriqueo y la autocompasi¨®n de mi gremio¡±, dice, ¡°?por qu¨¦ la feria, que es un sarao eminentemente popular, una fiesta madrile?a y callejera, tiene que dejar de hablar de quienes cortan el bacalao en ella? Es un sitio grande: cabemos todos¡±. El 19 de mayo, una semana antes de la inauguraci¨®n ferial, el escritor Manuel Vilas fantaseaba en direcci¨®n opuesta despu¨¦s de una rueda de prensa organizada por el Grupo Planeta en Zaragoza: ¡°Aunque cualquier libro es v¨¢lido y la feria es una manifestaci¨®n sociol¨®gica amplia, deber¨ªa crearse una feria solo de escritores literarios separada de la de los famosos que se meten a escritores: actrices, youtubers, cocineros¡ Ser¨ªa revolucionario, una forma de sanidad en la literatura. Estar¨ªa bien ver esa feria¡ aunque igual no iba a nadie¡±. Tambi¨¦n, podr¨ªa a?adirse, ser¨ªa curioso ver la variopinta y populosa feria exclusiva de los famosos.
Babelia
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