Robbie Robertson, el m¨²sico que quiso hacer cine
C¨®mplice de Bob Dylan, fue el principal motor de The Band, grupo que devolvi¨® el rock a sus ra¨ªces rurales
Robbie Robertson, que acaba de morir en Los ?ngeles a los 80 a?os, vivi¨® una vida plena bajo el signo de la simulaci¨®n. Hijo de una india canadiense, era un adolescente cuando se enter¨® de que su verdadero padre hab¨ªa sido un buscavidas jud¨ªo que muri¨® en circunstancias misteriosas en una autopista de Ontario. Corr¨ªan los a?os cincuenta y el chico fue arrebatado por el tsunami del rock & roll, alcanzando una notable elocuencia con la guitarra el¨¦ctrica. Tanto que fue fichado por Ronnie Hawkins, un vigoroso cantante estadounidense de rockabilly. Era menor de edad pero el cebo de Ronnie result¨® irresistible: ¡°No hay mucho dinero, pero vas a mojar m¨¢s que Frank Sinatra¡±.
Acompa?ando al exuberante Hawkins, Robbie y sus amigos se patearon la serie b del circuito norteamericano, endureci¨¦ndose ante todo tipo de p¨²blicos. Hacia 1963, abandonaron a su padrino y ampliaron su repertorio hasta el emergente soul. Acompa?aron al bluesman John Paul Hammond en el estudio y registraron por su cuenta unos singles que pasaron desapercibidos. Hasta que les toc¨® la mano divina. Literalmente.
En 1965, Bob Dylan era Dios: hab¨ªa reventado las convenciones de las letras pop y en ese momento quer¨ªa volver al rock ruidoso de sus inicios. Eligi¨® a Robbie y los Hawks como banda de acompa?amiento: dominaban muchos estilos y no necesitaban ensayar demasiado. Pero ni Dylan ni sus m¨²sicos estaban preparados para lo que les aguardaba en sus giras internacionales: eran abucheados por un p¨²blico purista, que prefer¨ªa al Dylan con guitarra de palo y arm¨®nica y reaccionaba con un endemoniado automatismo ante la parte el¨¦ctrica de los conciertos. Ahora nos parece una reacci¨®n pintoresca pero result¨® lo bastante desagradable para que el cabecilla de The Hawks, el baterista Levon Helm, abandonara la m¨²sica.
Pasado el calvario, se retiraron a Woodstock, una comunidad perdida en las monta?as de Nueva York que atra¨ªa a artistas de diferentes disciplinas. All¨ª estaba Bob Dylan decidido a cambiar de vida pero todav¨ªa con el gusanillo musical: acud¨ªa regularmente a Big Pink, la casa modesta en la que conviv¨ªan sus m¨²sicos. En su s¨®tano, con un equipo m¨¢s que primitivo, grababan canciones ancestrales y nuevos temas dylanianos. Ser¨ªan bautizadas como The Basement Tapes y fueron pirateadas antes de publicarse legalmente.
A la vez, ellos iban cosechando material propio. Pod¨ªa parecer una impostura: se sumerg¨ªan en la historia y la cultura de los Estados Unidos, aunque todos eran canadienses (con la excepci¨®n de Levon Helm, que retorn¨® al redil tras una temporada en una plataforma petrol¨ªfera). Un proyecto polivalente, con tres cantantes de primera (Levon, Richard Manuel, Rick Danko) y dos instrumentistas excepcionales, el teclista Garth Hudson y el propio Robertson a la punzante guitarra.
The Band funcion¨® como purgante para los excesos de la era psicod¨¦lica, con especial impacto en Eric Clapton y otras estrellas brit¨¢nicas, no especialmente atentas ante los matices de canciones como The Night They Drove Old Dixie Down que evocaba las desdichas de la guerra civil sin mencionar la ¡°peculiar instituci¨®n¡± de la esclavitud. Con la inagotable inspiraci¨®n de Robertson como compositor, The Band aguant¨® 10 a?os, que incluyeron una parada para grabar (Planet Waves) y girar con Dylan en 1974.
A pesar de las aportaciones de profesionales como Allen Toussaint, el grupo iba perdiendo impulso, debido a los excesos de alcohol y drogas de varios de sus miembros. Robertson propuso una despedida a lo grande, con un concierto repleto de grandes figuras en San Francisco, bautizado como The Last Waltz e inmortalizado ante las c¨¢maras de Martin Scorsese. Y aqu¨ª discrepan los implicados. Se supon¨ªa que aquello supon¨ªa un mero par¨¦ntesis y que The Band reaparecer¨ªa en el futuro.
No fue as¨ª, al menos con la presencia de Robbie Robertson. Fascinado por el cine, el guitarrista prob¨® como actor (Carny, 1980) y terminar¨ªa convertido en la mano derecha de Scorsese en cuestiones musicales, desde Toro salvaje a la todav¨ªa no estrenada Killers of the flower moon. No hizo ning¨²n esfuerzo por reunir a la banda. De hecho, comenz¨® a editar discos como solista, como Robbie Robertson (1987) o Storyville (1991). Sus excompa?eros necesitaban liquidez y se juntaron a partir de 1993, para girar y registrar tres discos que, ay, pasaron desapercibidos.
Las sucesivas muertes de Richard Manuel, Rick Danko y Levon Helm ensuciaron a¨²n m¨¢s las aguas. Particularmente, Helm se convirti¨® en enemigo mortal de Robertson, revelando que hab¨ªa ido adquiriendo los derechos de autor de sus antiguos socios. Tal vez demasiado tarde, Robbie explic¨® que intentaba ayudar a unos amigos arruinados y procurar que no se dispersara el control del legado de The Band. Lo cont¨® en una cuidada autobiograf¨ªa, Testimony (hay edici¨®n en espa?ol) y lo ratific¨® con un agridulce documental, Once Were Brothers: Robbie Robertson and the Band. Hab¨ªa ca¨ªdo bajo el magnetismo de Hollywood y ?qui¨¦n podr¨ªa recrimin¨¢rselo?
Babelia
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