El talento apacible de Lahav Shani triunfa en el Festival de Lucerna
El joven m¨²sico israel¨ª imparte lecciones de humildad y buen hacer en dos conciertos muy diferentes al frente de la Filarm¨®nica de M¨²nich, la orquesta de la que ser¨¢ director titular a partir de 2026
Situada estrat¨¦gicamente en un per¨ªodo en el que a¨²n no han cerrado sus puertas los ¨²ltimos festivales de verano y cuando est¨¢n a punto de comenzar ¨Co ya lo han hecho¨C las nuevas temporadas de conciertos, la gran cita estival de Lucerna se aprovecha de ambas circunstancias para asegurarse la presencia de la flor y nata de las mejores orquestas internacionales, casi siempre con programas ya rodados de antemano en otras ciudades o reci¨¦n ofrecidos en sus sedes habituales, como suele ser el caso de los Berliner Philharmoniker tras su par¨®n vacacional, que pasan casi directamente de la Philharmonie berlinesa de Hans Scharoun al KKL dise?ado por Jean Nouvel a orillas del lago de Lucerna.
En el tramo final de la edici¨®n de este a?o se han confiado dos conciertos a la Filarm¨®nica de M¨²nich bajo la batuta de quien est¨¢ ya designado, y as¨ª se anunci¨® oficialmente en 2023, como su director titular a partir de la temporada 2026-2027: el israel¨ª Lahav Shani. La agrupaci¨®n b¨¢vara llevaba descabezada desde que, a poco de iniciada la invasi¨®n rusa de Ucrania, decidi¨® rescindir fulminantemente en 2022 el contrato de Valeri Gu¨¦rguiev, un director muy cercano y poco menos que al servicio de los dictados de su ¨ªntimo amigo Vlad¨ªmir Putin, por lo que se neg¨® a condenar p¨²blicamente la agresi¨®n. Dos meses despu¨¦s de que Shani debutara con la Filarm¨®nica de R¨®terdam en 2016, la orquesta lo eligi¨® como su nuevo director titular a partir de la temporada 2018-2019. Y, desde 2020, se puso tambi¨¦n oficialmente al frente de la Orquesta Filarm¨®nica de Israel, comandada durante medio siglo por Zubin Mehta, convirti¨¦ndose con ello en el primer israel¨ª de nacimiento que ostentaba semejante responsabilidad en la que fuera bautizada originalmente (luego se volver¨¢ brevemente sobre ello) como la Orquesta Sinf¨®nica de Palestina.
No puede dejar de repararse en los paralelismos con otro joven talento que ha dirigido tambi¨¦n este a?o en Lucerna (a su Orquesta de Par¨ªs y, por primera vez, a la propia Orquesta del Festival): Klaus M?kel?. En junio de 2022, la Real Orquesta del Concertgebouw (tambi¨¦n descabezada desde el esc¨¢ndalo desatado por el supuesto comportamiento inadecuado de Daniele Gatti en 2018, en pleno #MeToo) hac¨ªa p¨²blico que el astro finland¨¦s ser¨ªa su nuevo titular a partir de la temporada 2027-2028, la misma en que pasar¨¢ a ocupar id¨¦ntico puesto en nada menos que en la Sinf¨®nica de Chicago, tal como revel¨® la propia orquesta estadounidense el pasado mes de abril. Algo ha tenido que cambiar en el universo orquestal para que dos directores de 35 (Shani) y 28 a?os (M?kel?) sean objeto de deseo y amores poco menos que a primera vista de agrupaciones centenarias, dispuestas incluso a esperar varios a?os hasta que sus elegidos se liberen de compromisos previos. Y ello, adem¨¢s, en una profesi¨®n que, m¨¢s que poder ense?arse, solo puede aprenderse, como la traducci¨®n, a fuer de practicarla incansablemente. Es como si las tornas de siempre se hubieran invertido y ahora hubiera que acu?ar un nuevo adagio que afirmara algo as¨ª como que la titularidad de las mejores orquestas del mundo no es opci¨®n para viejos.
A Lahav Shani no lo acompa?a, es cierto, el enorme aparato medi¨¢tico que rodea desde sus primeras conquistas a Klaus M?kel?. S¨ª ha contado, como es p¨²blico y notorio, con dos valedores, o mentores, excepcionales: el ya citado Zubin Mehta y su ¨ªntimo amigo Daniel Barenboim. Pero la disparidad de sus im¨¢genes p¨²blicas puede deberse, m¨¢s all¨¢ de factores externos, a las personalidades tan diferentes de uno y otro. El fulgor, las candilejas y la velocidad no parecen el territorio natural de Shani, que ha construido su carrera con m¨¢s calma y no necesariamente con menos talento que su colega finland¨¦s. Contrabajista en sus or¨ªgenes, ha demostrado ser tambi¨¦n un pianista de campanillas aun en partituras t¨¦cnicamente exigent¨ªsimas y ha pisado ya los podios de las principales orquestas del mundo. Pero como hombre tranquilo que parece ser, ha hecho todo ello sin armar mucho ruido y, m¨¢s importante a¨²n, sin defraudar nunca, como cuando sustituy¨® en el ¨²ltimo momento a un indispuesto Kirill Petrenko en el Concierto de Nochevieja de los Berliner Philharmoniker en 2021.
Shani renuncia al frac, o al esmoquin, y ha salido al escenario del KKL jueves y viernes como siempre suele hacerlo: con un sencillo traje oscuro y una camisa blanca desabotonada en el cuello (M?kel?, m¨¢s celoso de su aspecto, prefiere atuendos formales y chaquetas cruzadas, aunque tambi¨¦n opt¨® por dirigir aqu¨ª a la Orquesta del Festival de Lucerna sin corbata o pajarita). El israel¨ª tampoco usa batuta y es imposible atisbar en sus maneras o sus movimientos un solo gesto autoritario, gratuito o innecesario. Parece centrar toda su atenci¨®n en dos aspectos: el car¨¢cter de la m¨²sica en cada momento y la precisi¨®n r¨ªtmica. No es de esos directores obsesionados por marcar todas las entradas o prodigar ademanes m¨¢s de cara a la galer¨ªa que dirigidos realmente a sus instrumentistas. ?l no busca imponerse, deja tocar y resulta muy f¨¢cil hacerlo con ¨¦l sobre el podio. Sorprende quiz¨¢ ver que sus dos brazos tienden a moverse a la par, poco independizados uno de otro, pero, al contrario de lo que sucede con otros directores (mejor no dar nombres), existe siempre una correlaci¨®n perfecta entre lo que pide a la orquesta y lo que esta toca, es decir, lo que realmente suena.
Su concierto del jueves fue una rara avis en un festival generalista, ya que interpret¨® dos obras del siglo XX y otras tantas del siglo XXI, ambas recient¨ªsimas, todas probablemente primeras audiciones para el p¨²blico que acudi¨® en un n¨²mero razonable al KKL. Ello se explica por la creciente vocaci¨®n contemporane¨ªsta del Festival de Lucerna, ratificada inmediatamente antes por un breve concierto gratuito en el que tocaron tres galardonados con el premio Fritz Gerber: el percusionista espa?ol Santiago Villar Mart¨ªn, la flautista australiana Phoebe Bogn¨¢r y el pianista portugu¨¦s Freancisco Morais Menendes (que se atrevi¨® con la Sequenza de Berio). En este caso, adem¨¢s, el concierto formaba parte de la serie r?sonanz ¨C Stifterkonzerten de la Fundaci¨®n Ernst von Siemens. Por ello la primera parte se abri¨® con una composici¨®n de la coreana Unsuk Chin, flamante galardonada este a?o con el prestigios¨ªsimo Premio de M¨²sica que concede la fundaci¨®n alemana, mientras que la segunda lo hizo con un encargo realizado al compositor israel¨ª Michael Seltenreich por las Filarm¨®nicas de Israel y M¨²nich y el Festival de Lucerna, si bien financiado asimismo por la propia Ernst von Siemens Stiftung. Un cl¨¢sico del siglo XX, el concierto para viol¨ªn L¡¯arbre des songes de Henri Dutilleux, y una obra apenas conocida, la Sinfon¨ªa n¨²m. 1 de Paul Ben-Haim, completaban un programa valiente y decididamente inusual.
Curiosamente, fue Klaus M?kel? quien estren¨® subito con forza, de Unsuk Chin, el 24 de septiembre de 2020 en el Concertgebouw de ?msterdam (y volver¨¢ a dirigirla en Madrid a su futura orquesta el pr¨®ximo 28 de enero). Compuesta ¡°con motivo del 250? aniversario del nacimiento de Beethoven¡±, ya el arranque mismo, con esa nota Do al un¨ªsono tocada por la cuerda fortissimo y respondida por viento, percusi¨®n (vibr¨¢fono y marimba) y piano, recuerda inevitablemente al comienzo de la obertura de Coriolano, del mismo modo que un pasaje posterior rememora claramente un pasaje fundamental de la obertura Leonore n¨²m. 3. Con su brev¨ªsima duraci¨®n en torno a cinco minutos, subito con forza es una inusual fanfarria que encontr¨® su inspiraci¨®n en los cuadernos de conversaci¨®n de Beethoven, en concreto en la siguiente anotaci¨®n: ¡°Dur und Moll. Ich bin ein Gewinner¡± (¡°Mayor y menor. Soy un ganador¡±). Lo que m¨¢s atrae a Chin de la m¨²sica del alem¨¢n son ¡°los enormes contrastes: desde erupciones volc¨¢nicas hasta una extrema serenidad¡±, una dicotom¨ªa que hace suya desde los primeros compases de su partitura, que acoge nuevos gui?os a otras obras beethovenianas, como la Sinfon¨ªa n¨²m. 5 o los dos ¨²ltimos Conciertos para piano. Shani la dirigi¨® con un dominio absoluto de las din¨¢micas y con su caracter¨ªstica maestr¨ªa r¨ªtmica.
L¡¯arbre des songes fue la m¨²sica de mayor enjundia del concierto y tuvo en Renaud Capu?on a un perfecto conocedor de la obra (la grab¨® en 2002), que toc¨® quiz¨¢s incluso con el mismo viol¨ªn, un Guarneri, con que la estrenara Isaac Stern en Par¨ªs en 1985. No posee el franc¨¦s la potencia sonora del estadounidense (quiz¨¢ su ¨²nica m¨¢cula), pero s¨ª su radiante expresividad y su t¨¦cnica omn¨ªmoda, imprescindible en una partitura exigent¨ªsima, concebida por Henri Dutilleux como una obra ¡°que se despliega un poco a la manera de un ¨¢rbol, porque hay una l¨ªrica del ¨¢rbol cuyas ramificaciones se multiplican y se renuevan constantemente¡±. As¨ª, la suerte de improvisaci¨®n inicial del viol¨ªn reaparece en varias ocasiones, casi como un eterno retorno, con los interludios orquestales (puntillista el primero, mon¨®dico el segundo y como un crescendo constante el tercero, que se abre con el viol¨ªn reafinando literalmente las cuerdas de su instrumento) sirviendo de puentes entre movimientos a fin de no interrumpir lo que el compositor llama el ¡°encantamiento¡±. El uso del cimbalom como un instrumento de percusi¨®n m¨¢s y, sobre todo, el di¨¢logo entre el viol¨ªn y el oboe d¡¯amore en el tercer movimiento (una de las cimas expresivas de la literatura concertante de la segunda mitad del siglo XX) dan fe de la extrema originalidad del compositor franc¨¦s, que ha logrado situar tanto este como Tout un monde lointain¡ (la obra que escribi¨® para Mstislav Rostrop¨®vich) entre los conciertos m¨¢s interpretados del pasado siglo. Shani y Capu?on han tocado juntos en tr¨ªo junto con Kian Soltani, se conocen muy bien y cuesta imaginar una interpretaci¨®n m¨¢s po¨¦tica o intensa que la que ofrecieron.
A su lado, tras el descanso, The Prisoner¡¯s Dilemma, la nueva obra de Michael Seltenreich estrenada el pasado 3 de julio en Haifa (y presentada por ¨¦l mismo en el escenario del KKL como una reacci¨®n ¨ªntima y personal al ataque de Ham¨¢s en territorio israel¨ª el pasado 7 de octubre) pareci¨® excesivamente simple, ingenua incluso. Dividida en tres movimientos (que simbolizan pasado, presente y futuro, siempre en torno a la fat¨ªdica fecha), es dif¨ªcil percibir en ella la conexi¨®n con el t¨ªtulo (un cl¨¢sico de la teor¨ªa de juegos) o la utilidad de algunos recursos t¨¦cnicos desplegados en la partitura (los semiarm¨®nicos, los cuartos de tono o la presi¨®n excesiva del arco sobre las cuerdas). Es quiz¨¢s en el ¨²ltimo movimiento, que va apag¨¢ndose lentamente, donde Seltenreich logra prender m¨¢s nuestra atenci¨®n, pero el conjunto suena elemental, por excelente dirigida que estuviera por su amigo.
El gran descubrimiento del programa fue la Sinfon¨ªa n¨²m. 1 de Paul Ben-Haim, nacido en 1897 en M¨²nich con el nombre de Paul Frankenburger. La llegada de los nazis le hizo huir, a¨²n a tiempo, de Alemania, siguiendo el mismo camino que tomar¨ªa despu¨¦s Bronis?aw Huberman, el extraordinario violinista polaco que fund¨® en 1936 la Orquesta Sinf¨®nica de Palestina, que cambiar¨ªa su nombre por el de Filarm¨®nica de Israel tras la fundaci¨®n del Estado hebreo en 1948. Leer estos cambios de nombres en medio de los horrores actuales en Oriente Pr¨®ximo (y del escenario pol¨ªtico alem¨¢n) invita a muchas reflexiones. El propio Lahav Shani ha sido el encargado de editar la partitura de su compatriota para el Instituto de M¨²sica de Israel y la ha grabado tambi¨¦n con la Filarm¨®nica de su pa¨ªs. A tenor de lo escuchado el jueves puede afirmarse que esta m¨²sica tan desconocida no ha podido encontrar un mejor abogado, porque, aunque presenta una excelente factura, ¨¦l la engrandece y la presenta con una convicci¨®n admirable. Escrita en un lenguaje posrom¨¢ntico, a medio camino entre un Mahler sin excesos y un Korngold con frecuentes dejos orientales y referencias perceptibles al folclore jud¨ªo, la obra parece una m¨²sica muy ¨ªntima, muy sincera, muy personal (est¨¢ dedicada a la memoria de su padre, Heinrich Frankenburger: Ben-Haim, el apellido que adopt¨® tras instalarse en Palestina, significa ¡°hijo de Heinrich¡±), que posee m¨¦ritos m¨¢s que sobrados para encontrar un hueco en el repertorio. Quiz¨¢ para que todos sali¨¦ramos del KKL con este recuerdo auditivo y no con otro m¨¢s banal, Lahav Shani ¨Caplaudid¨ªsimo¨C no ofreci¨® ninguna pieza fuera de programa, como tampoco lo hab¨ªa hecho Capu?on al final de la primera. Fue un concierto reivindicativo, moderno, en el que no parec¨ªa haber lugar para los gestos m¨¢s tradicionales. En los saludos habituales a los primeros atriles de la secci¨®n de cuerda, Shani se desplaz¨® expresamente hasta el lugar que ocupaban los contrabajistas ¨Csus antiguos colegas¨C para estrechar tambi¨¦n su mano.
Los buenos observadores reparar¨ªan a buen seguro en que, en el concierto del viernes, el director israel¨ª decidi¨® situar a los ocho contrabajistas de la Filarm¨®nica de M¨²nich alineados en el centro de la tarima m¨¢s elevada del escenario. Se trataba sin duda de un gui?o a la ubicaci¨®n habitual de esta secci¨®n de los Wiener Philharmoniker en la Musikverein de la capital austr¨ªaca. Lo hizo solo en la segunda parte, en la que dirigi¨® la incompleta Sinfon¨ªa n¨²m. 9 de Bruckner. Antes toc¨® el Concierto BWV 1052 de Bach, no por casualidad en la misma tonalidad que la sinfon¨ªa: Re menor. Con una secci¨®n de cuerda muy reducida (6/6/4/4/2 frente a 15/14/12/10/8 en la obra de Bruckner), Shani dej¨® claras tres cosas: que es un extraordinario pianista, que es genuinamente modesto y que es, por encima de todo, un grand¨ªsimo m¨²sico, con enormes capacidades para todo cuanto acomete, aunque jam¨¢s alardea de ellas.
Su Bach fue expresivo, pero siempre en estilo, sin apenas dirigir a su orquesta m¨¢s all¨¢ de algunas miradas fugaces o m¨ªnimos gestos en comienzos o finales y antes de las cadencias. Sin valerse del pedal, con una pulsaci¨®n limpia y precisa, la cuerda toc¨® tambi¨¦n con golpes de arco cortos, casi siempre en la punta, y una articulaci¨®n n¨ªtida en todo momento: nada que reprochar a una interpretaci¨®n con instrumentos modernos en las que se entendi¨® todo. Tampoco aqu¨ª Shani toc¨® propina alguna a pesar de los persistentes aplausos: de m¨²sicos y p¨²blico por igual. Y, tras el descanso, la Novena de Bruckner, que orquesta y director ven¨ªan de interpretar en la Isarphilharmonie de M¨²nich el 4 de septiembre, el d¨ªa exacto en que se conmemoraba el bicentenario del nacimiento del compositor.
Por fortuna, Shani hizo tabla rasa de la a¨²n reciente tradici¨®n bruckneriana de la Filarm¨®nica de M¨²nich cincelada por Sergiu Celibidache. Ni intent¨® imitar al rumano (una tentativa suicida), ni se acerc¨® siquiera a remedar tampoco sus tempi (en torno a una quinta parte m¨¢s lentos que los del israel¨ª: seis minutos m¨¢s largo el primer movimiento, tres el segundo y cinco el tercero). Deben de quedar tambi¨¦n en la orquesta muy pocos instrumentistas de aquellos tiempos gloriosos de la formaci¨®n b¨¢vara, por lo que Shani decidi¨® empezar a dibujar sobre un lienzo en blanco y lo hizo, de nuevo, de una manera especialmente org¨¢nica, recurriendo una y otra vez a su gesto m¨¢s caracter¨ªstico: mover repetidamente ambos brazos de abajo arriba, como si estuviera desenterrando poco a poco una m¨²sica que emerge y va tomando cuerpo y forma poco a poco, algo muy pertinente al comienzo de la sinfon¨ªa, que parece surgir literalmente de la nada, que el israel¨ª plasm¨® gr¨¢ficamente con un largu¨ªsimo silencio antes de hacer un solo gesto (a esa misma nada, aunque inevitablemente diferente de la anterior, se regresar¨¢ en el ¨²ltimo acorde de la partitura: Shani volvi¨® a plasmarlo gr¨¢ficamente y as¨ª supo entenderlo todo el p¨²blico). Con un sentido arquitect¨®nico prodigioso, el israel¨ª hizo bascular los tres movimientos sobre las dicotom¨ªas que animan toda la obra: calma y lirismo versus agitaci¨®n, fe versus duda, aceptaci¨®n versus rebeld¨ªa.
Sin efectismos, dejando siempre respirar a cada frase, con la mirada puesta en los trazos largos, con los silencios cumpliendo una funci¨®n crucial (el m¨¢s elocuente de todos fue el ¨²ltimo antes de la coda del Adagio, en el comp¨¢s 206), orquesta y director transmitieron el car¨¢cter ag¨®nico de una partitura visionaria que dej¨® truncada la muerte del compositor. Lo escuchado en el KKL el viernes, en una tarde invernal en Lucerna, con lluvia, granizo y baj¨ªsimas temperaturas para esta ¨¦poca del a?o, pero que permiti¨® ver tambi¨¦n un doble arco¨ªris sobre el lago de Lucerna pocos minutos antes del comienzo del concierto, calent¨® sin duda a los asistentes al concierto, adem¨¢s de dejar muchas preguntas en el aire. Y super¨® en todos los sentidos imaginables a la muy pobre versi¨®n dirigida en la misma sala por Franz Welser M?st a la Orquesta de Cleveland en 2022. Vistos los precedentes, nadie esperaba ninguna pieza fuera de programa tras esta m¨²sica desesperada: y no la hubo, por supuesto. Con semejante m¨²sico al frente, y tras varios a?os de orfandad, a la Filarm¨®nica de M¨²nich, plagada de excelentes solistas (como los concertinos Julian Shevlin y Naoka Aoki, el flautista Herman van Kogelenberg o el trompista chileno Mat¨ªas Pi?eira), le esperan muchos d¨ªas de gloria con este joven israel¨ª que irrumpi¨® en la escena internacional cuando se alz¨® vencedor en el Concurso Gustav Mahler de Bamberg en 2013 y que, en poco m¨¢s de una d¨¦cada, ha conquistado ya, sin hacer ruido, a las mejores orquestas del mundo. Y le sobran los m¨¦ritos y el talento para ello.
Nada tiene que ver el final redentor de Parsifal de Wagner con el desgarramiento, casi nihilista, que transmiten muchos compases de la ¨²ltima sinfon¨ªa de Bruckner, uno de sus m¨¢s enfervorecidos admiradores. Y el recuerdo del autor de Trist¨¢n e Isolda (concluida en 1859 en Lucerna) viene al pelo para recordar que esta ciudad suiza ha a?adido un atractivo m¨¢s a sus muchos reclamos, tanto naturales como culturales. No hay wagneriano que no haya peregrinado hasta aqu¨ª para visitar Tribschen, la villa a orillas del lago en la que qued¨® culminada la composici¨®n de Los maestros cantores de N¨²remberg o se retom¨® la de El anillo del nibelungo, y en cuya escalinata Wagner regal¨® a Cosima el estreno del Idilio de Sigfrido el d¨ªa de Navidad de 1870. Pues a orillas del mismo lago, en la pen¨ªnsula de Hertenstein, muy cerca de Weggis, a media hora en barco desde el muelle junto al KKL, por fin puede visitarse la residencia de verano que se construy¨® Sergu¨¦i Rajm¨¢ninov en una imponente parcela que adquiri¨® en 1930 frente al monte Pilatus. Villa Senar ¨Cun nombre formado a partir de las dos primeras letras del nombre del compositor ruso y del de su mujer Natalia, m¨¢s la primera letra de su apellido¨C fue adquirida a los herederos del m¨²sico por el Cant¨®n de Lucerna en 2021 y se reabri¨®, tras una impecable renovaci¨®n, el a?o pasado, cuando se conmemor¨® el sesquicencentario del nacimiento del compositor. El austero edificio ¨Cestilo Bauhaus en estado puro¨C se conserva en perfecto estado, con acr¨®nimos del nombre y el apellido de Rajm¨¢ninov visibles por doquier (manteler¨ªa, cuberter¨ªa, toallas, puertas¡), y no hay que olvidar que aqu¨ª nacieron la famosa Rapsodia sobre un tema de Paganini y la Tercera Sinfon¨ªa, o que por aqu¨ª pasaron muchas de las grandes luminarias musicales de la ¨¦poca. El enclave privilegiado, los amplios jardines, el valor arquitect¨®nico del edificio, la belleza de la decoraci¨®n original, el piano construido expresamente para el compositor por Frederick Steinway, ubicado en su estudio: todo invita a visitar este perfecto contrapunto de Tribschen, dos refugios de felicidad para sus afortunados moradores.
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