¡®Vivero¡¯, el relato at¨ªpico de un hombre que asume el cuidado del padre
El chileno A. J. Ponce vuelca en un libro su experiencia de cinco a?os atendiendo a su progenitor, enfermo de alzh¨¦imer y fallecido en 2023
En Vivero. Instalaciones sobre el ritmo, lo senil y lo vegetal, A. J. Ponce (Santiago de Chile, 30 a?os) despliega una panor¨¢mica poco arquet¨ªpica de los cuidados: es el hijo quien ba?a, viste, alimenta y sostiene a su padre enfermo de alzh¨¦imer. Galardonado con el Premio a Mejores Obras Literarias 2022 en la categor¨ªa de novela in¨¦dita en Chile, la editorial Dosmanos lo ha publicado recientemente en Espa?a. ¡°El cuidado no es una cosa bonita. Hay mucho dolor, y no solo tiene que ver con que mi padre se estuviera extinguiendo. Tambi¨¦n hay dolor f¨ªsico: hay manotazos porque el cuidador es un antagonista¡±, explica Ponce en un bar de Madrid, donde reside desde hace dos a?os. La experiencia de cinco a?os al cuidado de su progenitor, que muri¨® en 2023, lejos de ser idealizada, se presenta en toda su complejidad: ¡°Llegu¨¦ a quererlo mucho m¨¢s enfermo que sano. Hab¨ªa fragilidad, juegos e intimidad. Nunca tuvimos conversaciones tan profundas como entonces¡±.
La vida del padre de Ponce es de pel¨ªcula. Involucrado en el narcotr¨¢fico, lleg¨® a pasar temporadas en la c¨¢rcel. ¡°Mientras yo buscaba ropa XS para mi padre enfermo porque nada le quedaba, mi medio hermano me contaba que recordaba a pap¨¢ caminando por las calles de Arica [Chile] con dos guardaespaldas, obeso, vestido de traje y con las manos llenas de anillos de diamantes¡±. Este contraste entre la figura todopoderosa del pasado y su vulnerabilidad presente vertebra la narrativa emocional de Vivero, que se sustenta asimismo en un paralelismo evocador con las plantas.
La estructura de Vivero no es cronol¨®gica: refleja tanto la distorsi¨®n temporal que provoca la enfermedad como el tiempo no lineal de las plantas, un s¨ªmbolo clave en el libro. ¡°Lo escrib¨ª cuando ya no pod¨ªa m¨¢s y me fui de casa; coincidi¨® con la pandemia, as¨ª que no pude ver a mi padre durante esos meses. Luego, volv¨ª a ocuparme de ¨¦l¡±, relata Ponce. La obra naci¨® de un cuaderno de notas donde fusion¨® dos tipos de cuidados: el de las plantas y el de los seres humanos: ¡°Fue mi profesor de tesis quien me sugiri¨® mezclar esos planos¡±. Las plantas, como las personas, exigen un tiempo distinto: ¡°Piensan y sienten de manera diferente¡±.
Con estudios en artes y humanidades, Ponce se especializ¨® en arte y tecnolog¨ªa, trabajando con software. Su inter¨¦s en lo etnogr¨¢fico se filtra a trav¨¦s de la filosof¨ªa de autores como F¨¦lix Guattari y Gilles Deleuze y de pensadoras como Donna Haraway, cuyas ideas est¨¢n muy presentes en su escritura. Ah¨ª radica una de las preguntas de Vivero: ?d¨®nde empieza el cuerpo y d¨®nde termina la planta? Un intento de desenmara?ar algo que, seg¨²n el propio autor, ¡°jam¨¢s se desenmara?ar¨¢¡±. ¡°La buena literatura genera preguntas, pero no necesariamente las responde¡±, afirma. Como con los poemas y las plantas, las preguntas permanecen abiertas y ramificadas, invitando a nuevas reflexiones. ¡°Aparte de Haraway, me inspiran Anna Tsing, Isabelle Stengers y Mar¨ªa Puig de la Bellacasa¡±, autoras que tambi¨¦n exploran cuestiones en torno a la ecolog¨ªa, los cuidados y la interdependencia.
La culpa atraviesa el relato, especialmente cuando Ponce se distancia de su padre y su madre asume toda la carga. ¡°Ella no pod¨ªa irse. Leer el libro fue chocante para ella. Nunca le dije que tomaba notas, tampoco le compart¨ª mis emociones. Me dijo que le habr¨ªa gustado saber c¨®mo me sent¨ªa¡±. Verbalizar el sufrimiento asociado a los cuidados o al parto es reciente: ?cu¨¢ntas mujeres escuchan hoy que las madres antes par¨ªan a m¨¢s de tres hijos y no se quejaban? La obra de Ponce se adentra en este tipo de silencios y plantea una reflexi¨®n sobre la dignidad de la persona cuidada. ¡°Los expertos nos repet¨ªan a mi madre y a m¨ª que no era nuestro hijo, que nunca lo ser¨ªa. En ning¨²n momento hay que infantilizarles porque no son infantes¡±, recalca. El equilibrio entre respeto e intervenci¨®n es complejo y genera tensiones. El autor describe en un cap¨ªtulo c¨®mo el padre todopoderoso se pilla un berrinche y se niega a acostarse, qued¨¢ndose tirado en el pasillo como un juguete.
¡°Aprend¨ª a cuidar a mi padre mientras aprend¨ªa a cuidar plantas. Es otro tiempo, otro ritmo¡±, se?ala el autor, que propone una nueva ecolog¨ªa de los cuidados, basada en la empat¨ªa y la conexi¨®n con el entorno natural. ¡°El ejercicio de lectura y escritura propone formas especulativas de ser: hermana, amiga, hijo¡ Para lo otro ya tenemos a ChatGPT, que ya escribe bien. Deben nacer nuevas formas de literatura: nuevas formas de ser padre, nuevas formas de ser madre, nuevas formas de ser ciudad¡±.
Como en la vida, en lo literario, obviando alguna obra como Patrimonio, de Philip Roth, existen m¨¢s precedentes de hijas cuidando a sus padres. En la relaci¨®n padre-hijo abundan m¨¢s los libros que reconstruyen la figura paterna desde el recuerdo: Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente; La invenci¨®n de la soledad, de Paul Auster; El olvido que seremos, de H¨¦ctor Abad Faciolince, o La muerte del padre, de Karl Ove Knausg?rd. Ponce, eso s¨ª, se suma a una genealog¨ªa que explora la figura del padre desde la vulnerabilidad. No obstante, el tema de los cuidados del hijo al padre sigue siendo una rara avis.
Vivero
Editorial Dosmanos, 2024
Los cuidados, seg¨²n Ponce, son una forma silenciosa de resistencia: sostener lo que se desmorona. La repetici¨®n de gestos cotidianos ¡ªcocinar, lavar, alimentar¡ª confiere orden y permite reflexionar sobre la fragilidad del cuerpo, el paso del tiempo, los afectos y rescatar la memoria que, como las c¨¦lulas en Vivero, se desprende de la piel del padre. Mediante estos gestos, Ponce subvierte las jerarqu¨ªas del poder y reivindica la ternura como acto pol¨ªtico. ¡°Con este libro quise retratar el tiempo fracturado y torcido del cuidado¡±. De ah¨ª su estilo h¨ªbrido, entre la narraci¨®n, la poes¨ªa y el ensayo. ¡°Me inspir¨¦ en las ideas de Deleuze, para el que un libro deb¨ªa ser como una instalaci¨®n: sin trama clara, sin conflicto¡±. El resultado puede incluso leerse desordenado, arrancando por cualquiera de sus cortos cap¨ªtulos.
En Vivero, Ponce ni idealiza ni demoniza los cuidados, sino que invita a ¡°reencantarse¡± con lo cotidiano, a reconocer en los peque?os gestos la amplitud de la vida que persiste, incluso cuando la memoria y el cuerpo se desmoronan. ¡°Debemos aprender de los otros seres¡±, afirma, ¡°pero sin caer en lo buc¨®lico¡±. La naturaleza, como los seres humanos, puede ser cruel: alberga relaciones abusivas. ¡°Hay plantas como los girasoles que son muy ruines: matan a las semillas que se siembran en sus campos, bloqueando el acceso a la luz y al agua¡±. Porque, como en la naturaleza, el cuidado tambi¨¦n alberga momentos de dureza, de crueldad, pero tambi¨¦n de supervivencia, de resistencia y, en ¨²ltima instancia, de humanidad.
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