Mickelson s¨ª es un h¨¦roe
El zurdo gana su tercera chaqueta verde, su cuarto grande, en una jornada del mejor golf
Fue un d¨ªa para la videoteca, una jornada del mejor golf del mundo jugado entre titanes. La gente ya no sab¨ªa donde mirar porque desde cada hoyo llegaba una ovaci¨®n. Se suced¨ªan en cada rinc¨®n los golpes imposibles, el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, volv¨ªan los eagles, las bolas sacadas entre los ¨¢rboles. Mickelson, Westwood, Choi, Kim, Woods, Couples, todos sacaron el mejor golf que llevan dentro. Pero cuando a falta de cinco hoyos Mickelson atrap¨® un par de golpes de ventaja sobre el pelot¨®n, todo el mundo sab¨ªa que el zurdo hab¨ªa mordido la presa para no soltarla ya, para vestirse con su tercera chaqueta verde (despu¨¦s de 2004 y 2006), su cuarto grande a los 39 a?os tras cuatro sin laureles. El gesto de rabia de Mickelson en el hoyo 13 fue el signo anticipado de la victoria. Aquel golpe entre dos ¨¢rboles llevaba la firma de un genio. Como tambi¨¦n los dos eagles seguidos del d¨ªa anterior.
Cuando a falta de cinco hoyos Mickelson atrap¨® un par de golpes de ventaja sobre el pelot¨®n, todo el mundo sab¨ªa que el zurdo hab¨ªa mordido la presa para no soltarla ya
El gesto de rabia de Mickelson en el hoyo 13 fue el signo anticipado de la victoria. Aquel golpe entre dos ¨¢rboles llevaba la firma de un genio. Como tambi¨¦n los dos eagles seguidos del d¨ªa anterior.
Mickelson estuvo implacable. Nadie pudo aguantarle el ritmo. Fue el ¨²nico entre los mejores en no sumar ni un bogey en el d¨ªa, ni una sola mancha, y poner el lazo con cinco birdies. Ya lo hab¨ªa avisado, ¨¦l no necesita jugar perfecto en Augusta para salir a hombros. As¨ª que cuando lo hizo se acab¨® el debate. Aunque se despist¨® con el driver y fall¨® algunas calles, como en el nueve, como en el 13, sali¨® de las peores trampas con el approach y el putt muy afilados. Y eso que un trozo de hoja de pino le estrope¨® un birdie en el segundo hoyo al desviar la bola. Pero Mickelson pudo con todo y entr¨® en el 18 como un rey. C¨®mo no, acab¨® con birdie: sus 272 golpes finales fueron la tercera marca m¨¢s baja del Masters.
El primer abrazo fue para su caddie, Jim Mackay. El siguiente, y un beso, para su mujer, por cuya enfermedad dej¨® temporalmente el golf hace un a?o. Era la imagen del h¨¦roe estadounidense, ganador, tradicional, familiar, no como el criticado Woods.
La c¨¢tedra de Mickelson dej¨® en segundo plano otras actuaciones de nota. Westwood, otro p¨²gil en el green, fue tan regular como siempre, pero alguien debi¨® decirle que para ganar un grande hace falta m¨¢s chicha. Calmado, en su punto de madurez, parec¨ªa llegada la hora de tutear a los mayores -tercero en los dos grandes anteriores, segundo ayer-, pero torci¨® el juego corto y dej¨® a Faldo sin heredero en el inventario ingl¨¦s y a Europa anclada en los viejos ¨¦xitos de los 80 y 90. Desde que Langer, Faldo, Ballesteros y Olaz¨¢bal arrodillaran al imperio, ninguna chaqueta verde ha cruzado el oc¨¦ano.
Y qu¨¦ decir de Kim, remontando a lo bestia, siete golpes bajo el par en d¨ªa. Este chico s¨®lo necesita centrarse para llevarse un grande.
Choi amenaz¨® con gesta. El hombre invisible, el compa?ero las cuatro jornadas de Woods, lleg¨® al sprint sin hacer ruido. El surcoreano ha hecho un master en comunicaci¨®n de masas con la compa?¨ªa de Tiger. Agazapado, sale de Augusta con todos los honores. No hay que subestimar a Choi, el hijo de un granjero. Detr¨¢s de un dni ex¨®tico se esconde un gran jugador, paciente, sin estridencias.
Choi fue tan met¨®dico que acab¨® igualado a su inseparable Woods.
El Tigre ri¨® por fin. Las remontadas del ¨²ltimo d¨ªa no van con ¨¦l, tampoco esta vez. Por mucho golpe de ri?ones que dio, Mickelson jugaba otra Liga. Y Woods dio por bueno el hueco entre los mejores despu¨¦s de cinco meses en el paro y tantos dimes y diretes. Tiger se vio en Augusta a la intemperie, juzgado por todos, obligado a redimirse y a pedir el cari?o de unos jugadores a los que muchas veces hab¨ªa mirado por encima del hombro. No falt¨® quien festej¨® tal cura de humildad.
Tiger, el dios del golf, dec¨ªa que quer¨ªa ser mejor persona para ser mejor jugador. Y al menos estos d¨ªas ha mostrado una cara m¨¢s amable. "Hay un gran cambio en Tiger. Ahora est¨¢ mucho m¨¢s relajado, m¨¢s abierto a la gente.?Normalmente nunca miraba a los aficionados, ahora habla, saluda", cuenta Robert Lusetich, autor del libro Unplayable, que se publicar¨¢ el pr¨®ximo mes sobre el ¨²ltimo a?o de Tiger. El circuito de la PGA empezar¨¢ a negociar nuevos contratos de televisi¨®n con las cadenas estadounidenses el pr¨®ximo a?o. Suerte que el Tigre est¨¢ de vuelta.
Y unos ¨²ltimos apuntes: el otro surcoreano, Yang, el primer ganador asi¨¢tico de un grande, fue octavo. La segunda potencia de este Masters, por detr¨¢s de Estados Unidos y a la par que Inglaterra; genial Jim¨¦nez, 12?; y bravo Manassero, el debutante m¨¢s joven, jugando con 16 a?itos las cuatro rondas. "?Es el nuevo Seve?", se pregunta The Guardian. De tanto ver v¨ªdeos de Ballesteros, se le da f¨ªsicamente un aire, y el chico es atrevido.
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