El asesinato de Celia Barqu¨ªn fue ¡°un acto aleatorio de violencia¡±, seg¨²n la fiscal¨ªa de Iowa
La fiscal del condado de Iowa donde fue asesinada la golfista espa?ola Celia Barqu¨ªn sostiene que nada vinculaba al presunto asesino con la v¨ªctima
El azar. En su versi¨®n m¨¢s monstruosa e inexplicable. Un prot¨®n y un electr¨®n, positivo y negativo, se cruzan en el caos y se produce una reacci¨®n terrible. Una joven de Puente San Miguel, Cantabria, Espa?a, descubre un portentoso talento para el golf que la lleva a Ames, Iowa, Estados Unidos. Una ma?ana, una de tantas, sale a jugar unos hoyos. Del bosque, de la nada, sale otro joven, con sus mismos 22 a?os de edad pero con una historia completamente diferente, y la mata a pu?aladas. De confirmarse las pesquisas de la polic¨ªa, no sab¨ªan nada el uno de la otra. Probablemente, Celia Barqu¨ªn Arozamena,?campeona europea amateur de golf, y Collin Daniel Richards, acusado de su asesinato, no se hab¨ªan visto en la vida. Ella hab¨ªa salido a jugar al golf; ¨¦l, a matar. Fue ¡°un acto aleatorio de violencia¡±, en palabras de la fiscal del condado de Story, Jessica Reynolds.
Dice mucho del arrojo de una adolescente de Puente San Miguel el que fuera capaz de convertir esta localidad del Medio Oeste estadounidense en su casa, hace cuatro a?os, sin apenas hablar ingl¨¦s. Quiz¨¢s los d¨ªas como el de ayer, con el cielo gris y una lluvia persistente, contribuir¨ªan a aliviar la morri?a de Celia por su hogar en la costa cant¨¢brica. Poco m¨¢s pod¨ªa recordarle a la tierruca. Ames, de 60.000 habitantes, la mitad de ellos alumnos de la universidad estatal donde Barqu¨ªn estudiaba ingenier¨ªa, es la t¨ªpica ciudad estadounidense de urbanismo disperso, de una escala inc¨®moda para los est¨¢ndares europeos.
La avenida Lincoln, una autov¨ªa transitada por pick ups y todoterrenos, bordea el campus y las instalaciones deportivas de los ciclones, como se autodenominan orgullosos los miembros de la comunidad universitaria. De pronto, un descampado con unas pocas caravanas abandonadas y un tr¨¢iler con un cartel que anuncia un espect¨¢culo, ahora cerrado, extra?amente premonitorio: ¡°El bosque encantado. No vengas solo¡±. En direcci¨®n hacia el sur, la avenida Maple muere en un peque?o bosque junto a un meandro del arroyo de Squaw.
All¨ª ha habido durante a?os un discreto asentamiento de personas sin techo, en un pu?ado de tiendas de campa?a. ¡°No se relacionaban mucho, no buscaban problemas¡±, asegura Steve, un vecino con pocas ganas de hablar, mientras se aleja de las huertas que bordean el final de la calle. Cuando el oto?o despojaba los ¨¢rboles de hojas, los campistas se las ingeniaban para ocultar sus viviendas clandestinas. No era un foco recurrente de problemas, seg¨²n la prensa local, aunque en 2008 una reyerta entre dos sin techo acab¨® con uno muerto a navajazos.
Ayer, esparcidas entre la maleza, quedaban apenas algunas bolsas con harapos, cascos de cerveza y de bebidas energ¨¦ticas, plata quemada. Restos de vidas miserables abandonados tras la estampida que produjo la llegada el lunes de la polic¨ªa con perros.
All¨ª paraba en los ¨²ltimos tiempos Collin Richards, due?o de un nutrido historial de delitos violentos para sus 22 a?os, que incluyen violencia dom¨¦stica, acoso y robo. All¨ª, junto al campamento del bosque, lo detuvo el lunes la polic¨ªa. Al otro lado del arroyo, unos golfistas hab¨ªan dado la voz de alarma cuando encontraron a primera hora de la ma?ana una bolsa de palos tirada en el hoyo 9. A las 11.03 la polic¨ªa encontr¨® el cuerpo de Celia en un lago del campo. Ten¨ªa pu?aladas en el cuello, el torso y la cabeza.
A las 13.35 los agentes vieron a un hombre alejarse por el camino que bordea el campo de golf. ¡°?Qu¨¦ le ha hecho?¡±, pregunt¨® el hombre cuando los detectives lo abordaron. En el interrogatorio posterior, el hombre cont¨® que Richards, con quien hab¨ªa convivido en el campamento del bosque, le hab¨ªa comentado durante un paseo por la pista que rodea al campo de golf que sent¨ªa ¡°una necesidad de violar y matar a una mujer¡±.
Posible violaci¨®n
La polic¨ªa no ha revelado si Richards lleg¨® a violar a Barqu¨ªn. El azar no depar¨® al depredador una presa d¨®cil. Los ¡°ara?azos frescos en la cara¡± y la ¡°laceraci¨®n profunda en su mano izquierda¡±, que el sospechoso trataba de ocultar cuando la polic¨ªa lo encontr¨®, revelan que la campeona no se lo puso f¨¢cil.
En la comisar¨ªa, Richards dijo a los detectives que hab¨ªa estado con otro hombre ese d¨ªa. La polic¨ªa encontr¨® a ese hombre en un domicilio cercano al campo de golf y lo interrog¨®. Este dijo que Richards hab¨ªa aparecido en su casa despeinado, mojado y cubierto de sangre y arena. El sospechoso, seg¨²n el parte policial, se ba?¨® y se llev¨® su ropa en una mochila negra.
Otros dos testigos aseguran que llevaron a Richards en coche en direcci¨®n a Jefferson, a 70 kil¨®metros de distancia, pero que este les pidi¨® que regresaran al campamento para poder recoger sus pertenencias. Cuando llegaron, la polic¨ªa ya estaba all¨ª. Poco despu¨¦s fue detenido. Los agentes encontraron la ropa manchada de sangre en su mochila y un cuchillo que habr¨ªa entregado a sus dos amigos.
Richards est¨¢ acusado de homicidio en primer grado. El martes ingres¨® en prisi¨®n. Invoca su derecho a permanecer en silencio en virtud de la Quinta Enmienda. Su abogado de oficio dice que planea declararse inocente. Una audiencia preliminar est¨¢ prevista para el pr¨®ximo 28 de septiembre. De ser hallado culpable, se enfrenta a la cadena perpetua.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.