A m¨ª que no me despierten
En este punto de la historia en el que ya no parece haber nada nuevo que decir, quiz¨¢s haya llegado el momento de explicar a Messi sin recurrir a Messi
Viendo a Messi juguetear con Phil Jones repar¨¦ en que era eso, precisamente, lo que la vida lleva haciendo conmigo desde que tengo uso de raz¨®n. Al argentino, de vez en cuando, se le antoja entregar a un defensa en pomposo sacrificio y esta vez le toc¨® al de Preston, pobre soldadito ingl¨¦s. Algo debi¨® de intuir Jones sobre el tr¨¢gico destino que aguardaba porque lo vimos saltar al campo con la cabeza fajada, previsor hasta el punto de colocarse la venda antes que la herida. Y algo especial debi¨® de ver Messi en ¨¦l para concederle un lugar preferente en esa videoteca prodigiosa que repasaremos sin cesar cuando ya no est¨¦. ¡°Sal¨ªs en todas las fotos¡±, le concedi¨® un buen d¨ªa a Pepe, que de tanto perseguirlo termin¨® cogi¨¦ndole hasta cari?o. Pertenece el portugu¨¦s, como el propio Jones, Boateng, Ramos y tantos otros, a ese selecto club de los doblemente agraviados: futbolistas obligados a sentir el peso de Messi y de la vida al mismo tiempo, como si no hubiera suficiente castigo en tener que afrontarlos por separado.
Hace unos a?os apareci¨® un equipo de la TVG en el restaurante de mi abuelo. Hab¨ªa llegado a sus o¨ªdos la fama de cierto guiso de callos y all¨ª se plantaron con una sonrisa, un micr¨®fono y una c¨¢mara, dispuestos a sonsacarle los secretos de la receta. ¡°Los limpio bien y los dejo solos¡±, explic¨® el viejo. Despu¨¦s de darle muchas vueltas a lo inexplicable, de leer y escuchar a los mejores analistas de nuestro tiempo, incluso de preguntar a alguno de sus antiguos entrenadores en busca de orientaci¨®n, casi me atrevo a afirmar que la abrumadora excepcionalidad de Messi no tiene mayor secreto que aquellos callos antol¨®gicos de mi abuelo: dejarlos solos, no tratar de entender el c¨®mo, devorarlos a cucharadas porque ni el cuchillo ni el tenedor est¨¢n pensados para domesticar la fantas¨ªa.
En este punto de la historia en el que ya no parece haber nada nuevo que decir, quiz¨¢s haya llegado el momento de explicar a Messi sin recurrir a Messi, simplemente buscando un rastro suyo en nuestra vida cotidiana: dos ancianos que charlan en un bar, un ni?o que regatea a su propia imaginaci¨®n, un plato t¨ªpico de la cocina rosarina¡ Antes lo pensaba pero ahora lo afirmo: las verdaderas obras maestras de Messi est¨¢n lejos de los campos de f¨²tbol, alojadas en aquellos lugares donde nunca se nos hab¨ªa ocurrido mirar.
En los versos de Manuel Alc¨¢ntara, por ejemplo, ahora que nos ha dejado un poco m¨¢s hu¨¦rfanos a todos. O en sus magn¨ªficas cr¨®nicas de boxeo, fotograf¨ªas de un tiempo perdido al que viajar cuando el actual nos empuja fuera de la lona. ¡°Simula estar groggy, jadea, se tambalea, se cachondea (¡) Hasta ahora todo ha sido una farsa, aunque de un solo comediante¡±, escrib¨ªa el maestro malague?o de Muhammad Ali. Tampoco es necesario ser un dechado de imaginaci¨®n para suponer que, en realidad, anticipaba Alc¨¢ntara el primer gol del Messi al United, ese que dej¨® a Phil Jones pensando ¡°Cuando termine la muerte/ si dicen: ¡°?A levantarse!¡±/ a m¨ª que no me despierten¡±.
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