Equipos y Mundiales
En ¡®Equipos de leyenda de los mundiales de f¨²tbol¡¯ (Amarcord), Juan Tejero propone una selecci¨®n de selecciones que han conseguido permanecer en la memoria de los aficionados
Una cosa es un equipo y otra, muy distinta, una selecci¨®n. Aunque a los combinados nacionales se les presupone el m¨¢s alto nivel posible de talento y prestaciones, al final son conjuntos ef¨ªmeros, reunidos durante unas semanas para una competici¨®n. En tan poco tiempo, es complicado funcionar como lo hace un equipo, que entrena todas las semanas, con las mismas personas y puede trabajar una idea de juego que abarque el medio y el largo plazo. De ah¨ª que, en los mundiales, triunfen las selecciones que m¨¢s r¨¢pido consiguen construir algo parecido a un equipo: se convierten en bloques reconocibles ¡ªtanto para su hinchada como para sus rivales¡ª, permiten la aparici¨®n de figuras secundarias que sujetan a la estrella en los momentos de incertidumbre y transmiten una sensaci¨®n de objetivo com¨²n que, sumado a las aptitudes, les permite subir una marcha la velocidad y aumentar la intensidad.
En Equipos de leyenda de los mundiales de f¨²tbol (Amarcord), Juan Tejero propone una selecci¨®n de selecciones que han pasado a la historia ¡ªno necesariamente por haber alzado la copa Jules Rimet¡ª y que han conseguido algo m¨¢s complicado incluso que sumarse al palmar¨¦s: permanecer en la memoria de los aficionados. Como la Hungr¨ªa de 1954, que lleg¨® a la cita mundialista como clara favorita ¡ªle hab¨ªa endosado un 3-6 a Inglaterra en Wembley y un 7-1 en Budapest el a?o anterior¡ª, tras haber dado con la tecla para combinar t¨¦cnica y fuerza. Los Pusk¨¢s, Kocsis y Czibor cayeron en la final frente a Alemania, pero se hicieron un hueco en la historia del f¨²tbol. O la Camer¨²n que cerr¨® un ciclo hist¨®rico en 1990, batiendo a Argentina y cayendo frente a Inglaterra en cuartos de final, con un Roger Milla que lleg¨® a la cita tras una peculiar carambola ¡ªjugaba en la quinta divisi¨®n de la isla de Reuni¨®n¡ª y que sali¨® convertido en imborrable recuerdo. O la Italia que lleg¨® a Espa?a en 1982 con la moral por los suelos y se cruz¨® con un Brasil que parec¨ªa el mejor equipo del momento, dando lugar a un partido ¨¦pico y a ese cruce de trayectorias tantas veces visto en el balompi¨¦. O la Francia de 1998 que alumbr¨® a un Zidane enorme y logr¨® que todo el pa¨ªs pareciera un equipo. O la Espa?a que arranc¨® en Sud¨¢frica con dudas y termin¨® jugando de una de las formas m¨¢s brillantes que se recuerda.
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