Simon Yates, el hombre que cort¨® la cuerda, el inspector de Hacienda y su epopeya de supervivencia
El alpinista, antih¨¦roe del libro ¡®Tocando el vac¨ªo¡¯, sufre un grave accidente en el Pamir y es rescatado in extremis por el funcionario Mick Fowler
Ciertos compa?eros de cordada siempre atraen los problemas. Como si fuesen fuerzas magn¨¦ticas dotadas de alma. Puedes relajarte a su lado porque existe la certeza de que si algo malo ocurre en la pared, ellos se llevar¨¢n la peor parte. Siempre. Bien porque recibir¨¢n sobre el casco el impacto de un bloque de piedra; bien porque lo lanzar¨¢n sin querer sobre la cabeza de su compa?ero. Puede que el brit¨¢nico Simon Yates se acabe de convertir en el ejemplo m¨¢s recurrente y famoso de gafe de la historia del alpinismo: recientemente su vida ha vuelto a asaltar las portadas de los medios de comunicaci¨®n brit¨¢nicos.
Simon Yates siempre quedar¨¢ asociado a Joe Simpson, ambos protagonistas de la epopeya que sufrieron en 1985 en el Siula Grande, monta?a peruana que estuvo cerca de devorarlos. En realidad, la monta?a no pero la historia s¨ª, devor¨® internamente a Simon Yates, por siempre jam¨¢s conocido como ¡®el hombre que cort¨® la cuerda¡¯ y envi¨® al fondo de una grieta a su compa?ero Simpson. Milagrosamente vivo, ¨¦ste ¨²ltimo acert¨® a escapar de su tumba de hielo, rept¨® hasta el campo base y se hizo rico contando la tremenda experiencia en el libro titulado Tocando el vac¨ªo.
Yates solo perdi¨® con esa historia: casi todos prefirieron culparle por usar la navaja, sin importarles un detalle: el hombre escogi¨® no abandonar a su suerte a Simpson, quien se hab¨ªa quebrado una rodilla rota durante el descenso. Ayudando a Simpson, fue tan generoso como para poner en peligro su propia vida. Sin embargo, nadie hubiera sido capaz de idear una ficci¨®n tan improbable como la que se gener¨® a continuaci¨®n. Yates tuvo que atar con sus cuerdas a su compa?ero y descolgarlo entre la espesa niebla por las pendientes de nieve por las que buscaban huir de la monta?a. Simpson no advirti¨® que la ladera acababa en un corte y cay¨® al vac¨ªo, quedando colgado de una cuerda unida al arn¨¦s de Yates, quien sentado sobre una fuerte pendiente de nieve inestable y luchando para no ceder, entendi¨® finalmente que estaba atrapado en un dilema. Finalmente, tras una pelea agotadora, tuvo que reconocer que Simpson era un ancla que arrastrar¨ªa a ambos hacia la muerte. Y cort¨® de un tajo seco la cuerda.
Simpson y Yates, m¨¢s compa?eros de cordada circunstancial que amigos, jam¨¢s volvieron a escalar juntos. De hecho, a?os despu¨¦s Simpson dej¨® las monta?as para seguir con su carrera de escritor, mientras Yates nunca renunci¨® a su vocaci¨®n. Pudieron reconciliarse en 2003, cuando Tocando al vaci¨® se estren¨® tambi¨¦n como pel¨ªcula. Pero con las heridas abiertas y supurando de nuevo, Yates se convenci¨® de que, una vez m¨¢s, quedaba como el malo de la pel¨ªcula. Y no se lo perdon¨® a Simpson.
El pasado julio, a sus 60 a?os, Simon Yates se encamin¨® hacia el Patkhor (6.083 m, Pamir) para abrir un nuevo itinerario en estilo alpino por su cara norte. Su compa?ero de cuerda ser¨ªa Mick Fowler, de 67 a?os de edad, dos Piolets de Oro en sus vitrinas y uno de los alpinistas m¨¢s prol¨ªficos que existen pese a su oficio de inspector de hacienda que solo le dejaba un mes al a?o para salir de expedici¨®n¡ hasta que se jubil¨® recientemente. Poco despu¨¦s de pisar Tayikist¨¢n, la pareja brit¨¢nica se instal¨® a los pies de su monta?a, cen¨® comida liofilizada y a la ma?ana siguiente, enfermos, comprobaron que la mitad de su comida estaba caducada.
Pese al error, decidieron racionar su comida y seguir monta?a arriba. Cerca de la cima, el mal tiempo les oblig¨® a abandonar, iniciando as¨ª una serie de r¨¢peles fabricados sobre el hielo de la pared. Para no abandonar tornillos de hielo en cada r¨¢pel, un genial alpinista ruso apellidado Abalakov, de nombre Vitali, invent¨® un sencillo truco: realizar un puente en el hielo con ayuda de los tornillos y pasar por ah¨ª un cordino desde el que poder descolgarse en r¨¢pel. Curiosamente, el hermano de Vitali, Evgeni, fue el primero en alcanzar la cima del Pakthor en 1946¡ Si el hielo es s¨®lido, el anclaje es de lo m¨¢s fiable. La prudencia dicta que, por si acaso, el anclaje quede conectado a un tornillo de refuerzo hasta que el primero finalice su descenso.
Pero ambos ingleses, fatigados, hambrientos y menos concentrados de lo debido olvidaron adoptar la citada prudencia. En cuanto Yates se colg¨®, el hielo cedi¨® y sali¨® volando: ¡°Me dije, ya est¨¢, me voy, se acab¨®¡±, reconoci¨® al Times. Cay¨® 100 metros, golpe¨¢ndose con violencia por una ladera hasta acabar en una terraza nevada. Fowler lo encontr¨® tiempo despu¨¦s: ten¨ªa 5 costillas rotas, y tres v¨¦rtebras aplastadas, confirmar¨ªa el parte m¨¦dico. De pronto, de forma inversa a lo acontecido en 1985, Yates se encontr¨® dependiente de Fowler. Y ¨¦ste logr¨® ayudarle y juntos alcanzaron el campo base, donde Yates se hundi¨® definitivamente: no pod¨ªa dar un paso m¨¢s, agotado, dolorido y al l¨ªmite de su resistencia.
V¨ªa sat¨¦lite, Fowler logr¨® pedir ayuda, pero no hay helic¨®pteros de rescate en Tayikist¨¢n, tan solo viejos aparatos comprados a la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica, monstruos tan gigantescos como poco fiables. Pero ambos esperaron dos d¨ªas, implorando que se produjera un milagro, dos jornadas compartiendo un mismo saco de dormir y sin nada que meterse a la boca. Al tercer d¨ªa, Fowler decidi¨® bajar y pedir ayuda y tras cuatro horas de marcha encontr¨® al equipo de rescate: dos personas con una tienda de campa?a y algo de comida. Tras alimentarse, Yates logr¨® ponerse en pie. Todav¨ªa tendr¨ªan que caminar tres d¨ªas hasta dar con el veh¨ªculo que los condujo a un hospital. All¨ª llegar¨ªan como dos espectros, sin haber ingerido pr¨¢cticamente nada en seis d¨ªas. Fowler y yates, amigos desde su juventud, no hab¨ªan vuelto a escalar juntos desde hac¨ªa 25 a?os. Fowler representa la fiabilidad: es muy raro que regrese de una expedici¨®n sin un ¨¦xito. M¨¢s modesto, Yates quedar¨¢ para siempre retratado como el alimentador de las epopeyas alpinas.
Puedes seguir a EL PA?S Deportes en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.