Espa?a y el prop¨®sito de trascender
Se siente superior y pretende demostrarlo. ?Qu¨¦ la autoriza a tanta ambici¨®n? La valent¨ªa de un entrenador que considera el f¨²tbol como un modo de alcanzar la grandeza
Copiones. El Mundial iguala. Iguala tanto que no distinguimos entre una selecci¨®n africana de una europea. Como todos copian, eso que llam¨¢bamos estilo se fue perdiendo por la fuerza de la uniformizaci¨®n. El regate fue sepultado por el abuso de los entrenamientos en los que son obligatorios uno o, m¨¢ximo, dos toques. Tampoco es f¨¢cil ver pases filtrados porque en el medio del campo es m¨¢s importante no perder la pelota que arriesgarla para mejorar la jugada. Hay una paradoja dif¨ªcil de entender: los equipos asumen m¨¢s riesgos en el ¨¢rea propia que en la contraria. Raz¨®n por la cual se crea m¨¢s peligro presionando la salida de los rivales que construyendo juego. As¨ª es como vamos cayendo en un f¨²tbol burocr¨¢tico, t¨¦cnicamente pulcro y de gran nivel medio, pero en el que poco a poco va desapareciendo el sentido de la aventura que caracterizaba a los jugadores diferentes.
Notables. Las metodolog¨ªas que se est¨¢n apoderando del f¨²tbol premian la correcci¨®n colectiva y penalizan a los aventureros. El efecto m¨¢s relevante es que se ha mejorado mucho el nivel de los jugadores mediocres. Aquellos que solo merec¨ªan un aprobado hoy reciben y tocan la pelota a un nivel notable. Ese tipo de jugador se ha beneficiado de una formaci¨®n que no distingue categor¨ªas. El precio a pagar es que los jugadores sobresalientes han reducido el margen de libertad que disfrutaban en otros tiempos para plegarse al innegociable proyecto colectivo. Hay que tener mucha clase y personalidad para escapar del enjambre e imponer el poder dominante del que llega donde los dem¨¢s no llegan. Por fortuna el f¨²tbol se las arregla para seguir impact¨¢ndonos con su capacidad para sorprender: aunque siempre jueguen los mismos, nunca vemos el mismo partido.
Los nombres propios. La metodolog¨ªa, los f¨ªsicos cada vez m¨¢s poderosos y la sofisticaci¨®n t¨¢ctica est¨¢n terminando con los espacios. Como se sigue jugando en un campo de 100x70, deben ser los m¨¢s inteligentes quienes tienen que descubrir d¨®nde est¨¢n los espacios que nos faltan. Y aqu¨ª las cosas empiezan a ser como parecen. Los grandes talentos son los ¨²nicos capaces de encender una antorcha en el fondo de la cueva para ver lo que otros no ven. Messi es el gran ejemplo en su nueva versi¨®n de caminante estratega. ¡°Camina¡±, dice alguien, escandalizado, a mi lado. No, ¡°piensa¡±, me quedo con ganas de contestar, cuando mira, decide y mete balones milim¨¦tricos que buscan al compa?ero mejor ubicado. Son ellos, los mejores, quienes nos ayudan a elegir a los equipos favoritos. Brasil e Inglaterra tienen en el banquillo tanto talento atacante como en el campo. ?C¨®mo no creer que llegar¨¢n a las ¨²ltimas instancias? A Francia le basta con Mbapp¨¦ para considerarla una amenaza temible. La palabra equipo se agiganta, pero los partidos se siguen ganando con nombres propios.
Distinguirse ya es ganar. Espa?a es la ¨²nica selecci¨®n cuya fuerza reside en su intenci¨®n siempre atacante. En su convicci¨®n colectiva para la presi¨®n si no la tiene y para la asociaci¨®n cuando la recupera. Le da igual que el rival sea grande o peque?o, incluso ir ganando o perdiendo, Espa?a se siente superior y pretende demostrarlo de principio a fin. ?Qu¨¦ la autoriza a tanta ambici¨®n? La valent¨ªa de un entrenador ambicioso que considera el f¨²tbol como un modo de expresi¨®n desde el que podemos alcanzar la grandeza. Los jugadores lo siguen por la m¨¢s sencilla de las razones: el prop¨®sito de trascender. El futbolista es permeable a todas las ideas, pero si se le invita a ser parte de una revoluci¨®n, se entrega con la fe del predestinado. Ahora empieza otro Mundial para Espa?a porque Jap¨®n le advirti¨® de que sue?o y utop¨ªa no significan lo mismo.
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