Messi: el chico ins¨®lito
El f¨²tbol moderno tambi¨¦n es el 10 de Argentina caminando por el prado hasta que ve un oc¨¦ano donde solo hab¨ªa charcos
Dice mi amigo Jose Manuel que Lukita es nombre de ni?o que vive en Las Tablas, el tercer hijo de una familia que no se atrevi¨® a tanto con los dos primeros y encontr¨® la ventana de oportunidad perfecta el d¨ªa que la madre ¡ªme la imagino alta, con mechas y conduciendo un Smart¡ª anunci¨® que, despu¨¦s de dar a luz, entrar¨ªa a formar parte de una candidatura de Ciudadanos. ¡°Ocurre que, cualquier tarde de oto?o, Lukita baja al barrio a jugar una pachanga con otros ni?os de su edad y, claro, los del barrio tiran fuerte¡±, sentencia mi amigo con una sonrisa maliciosa en la cara: es su particular manera de explicar la victoria de los argentinos sobre los croatas, de la realidad frente al relato, del dios del f¨²tbol frente al en¨¦simo contrapunto de temporada.
Luch¨® Croacia hasta donde pudo, capitaneada por un Modric esencial que ser¨¢ leyenda pese a los detractores irredentos de Messi: ninguna culpa tiene el fino centrocampista de verse en semejante disparadero hist¨®rico, como si todo lo logrado no sirviese de nada porque tampoco ¨¦l fue quien de descabalgar al rey Pulga de su Trono de Hierro. Habr¨¢ que esperar a la final del pr¨®ximo domingo, o a la segunda temporada de La casa del drag¨®n, para encontrar una alternativa cicatera que discuta al argentino su intransigencia, esa tiran¨ªa sin parang¨®n que se extendi¨® durante dos d¨¦cadas y dejar¨¢, a su paso, un reguero incontable de esqueletos con hechuras de defensas infranqueables. ¡°No eres t¨², soy yo¡±, deber¨ªa rezar el lema de su casa.
Parece que fue ayer cuando Asier del Horno lo pate¨® junto a la banda de Stamford Bridge, barbarie contra barbarie, dejando abierta una puerta a la esperanza para cuantos se negaban a reconocer en ¨¦l la reencarnaci¨®n actualizada de Maradona. Tambi¨¦n en Argentina, donde su carrera ha transitado desde la negaci¨®n mayoritaria del prodigio al se?alamiento puntual de sus tropiezos, peque?as tragedias articuladas como ataques personales por un sector de la prensa que encontr¨® en sus hom¨®nimos espa?oles el receptor perfecto para amplificar sus dislates: ?c¨®mo justificar el trato ins¨®lito que recib¨ªa aqu¨ª, sin antes convencer al p¨²blico de lo mucho que se le odiaba all¨ª?
¡°Entre tanto talento ¡ªEto¡¯o, Ronaldinho, Del Piero, Deco, Ibrahimovic, Iniesta, Vieira¡ª vi algo ins¨®lito en aquel chico y me lo quise llevar a Tur¨ªn¡±, reconocer¨ªa Fabio Capello en una entrevista para la revista L¨ªbero a?os despu¨¦s de aquella presentaci¨®n en el Gamper. Recordaba su primer encuentro con la Bestia, todav¨ªa con los dientes de leche y el pelo cay¨¦ndole sobre la cara, como si sintiera alguna necesidad de auto boicotearse para no salirse de los mapas a las primeras de cambio. El martes, cuando se fren¨® frente a Josko Gvardiol para tomarle el pulso antes de certificar su muerte, un ej¨¦rcito de notables insumisos resist¨ªa en la idea de que no era tanto el genio de Messi como aquel h¨¢bitat cuasi perfecto que, a su alrededor, se hab¨ªa construido en Barcelona.
El f¨²tbol moderno, ese al que tantas veces criticamos con absoluto merecimiento por lo evidente, tambi¨¦n es Messi caminando por el prado hasta que ve un oc¨¦ano donde solo hab¨ªa charcos. Como en la canci¨®n, ?recuerdan? Todo un cl¨¢sico de los karaokes, ¨²ltimos refugios del negacionismo m¨¢s rancio y a los que, el d¨ªa menos pensando, acudir¨¢ Lukita, el ni?o de Las Tablas, dispuesto a reivindicarse como el ¨²nico y verdadero rey de la pista: para eso se inventaron el periodismo, el pop y las tradicionales cenas de empresa.
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