El agente secreto
Uno de los n¨²meros de la Guardia Civil que ocuparon el Congreso y que hasta ahora se han librado del procesamiento declararon ayer haber escuchado a diputados que no pueden identificar la siguiente exclamaci¨®n: "?Pero si los que ten¨ªan que venir eran los de la Acorazada!". Otros dan fe de que aquella noche se coment¨® insistentemente entre los guardias una supuesta oferta monetaria del entonces ministro de Justicia, Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, para el civil que asesinara a Tejero. La tropa asaltante como tal -salvadas las individualidades necesarias-, ofrec¨ªa escasas garant¨ªas y a tenor de lo depuesto por el general Prieto constituy¨® un peligro potencial a?adido al de la intentona en s¨ª misma. Tejero arrambl¨® con mec¨¢nicos, oficinistas, camareros y guardias que teniendo destinos apenas han recibido instrucci¨®n de armas. Su vestimenta -que no uniformidad- era variopinta (algunos luc¨ªan calcetines de color) y seg¨²n la opini¨®n del general Prieto cab¨ªa albergar serias dudas sobre su capacidad para utilizar correctamente los subfusiles ametralladores que portaban. A mayor abundamiento, y, por lo que ellos mismos declaran, no se conoc¨ªan entre s¨ª, no obedec¨ªan a sus mandos naturales, no sab¨ªan a qu¨¦ marchaban y -?faltar¨ªa m¨¢s! - ninguno dispar¨® en el sal¨®n del Congreso de Diputados, ninguno zarande¨® al teniente general Guti¨¦rrez Mellado y ninguno apunt¨® su armamento contra el director general del Cuerpo, Aramburu Topete.As¨ª, de la mano del abogado L¨®pez Montero, el teniente coronel Tejero sigue esparciendo en su derredor dudas, supuestas implicaciones, sospechas, miseria personal y pol¨ªtica como esos aspersores de agua que mantienen el verdor de los c¨¦spedes. Estaba en el ¨¢nimo de los m¨¢s sensatos que ¨¦ste no deviniera en un proceso contra el conjunto de las Fuerzas Armadas ni en un proceso de Burgos contra la democracia, en el que unos hombres que han vulnerado unas leyes y unas normas se ven asistidos moralmente por motivaciones altruistas. Lentamente, paso a paso, folio a folio -y el juicio oral propiamente dicho, los interrogatorios, no ha empezado- la democracia , sus instituciones y representantes est¨¢n siendo subliminalmente arrastrados por rastrojos. Los socialistas a cuenta del yantar leridano de sus prohombres con Armada, los comunistas por -un informe del CESID calificado como C-3 (rumor insolvente), Alianza Popular por el piso de la calle Juan Gris, la misma credibilidad de los diputados por sus supuestas esperas del elefante o de los reclutas de la Acorazada..., por no volver sobre el obsesivo goteo, que no se perdona en ninguna sesi¨®n, acerca de la obediencia debida al Rey.
Y ayer el abogado Mart¨ªn Fern¨¢ndez, defensor del teniente coronel Mas, ayudante de campo de Mil¨¢ns del Bosch, hizo un gui?o en su brev¨ªsima intervenci¨®n de por donde van los pasos de la defensa concertada de la mayor¨ªa de los justiciables: se limit¨® a pedir lectura de una prueba propuesta en el plenario para unir a los autos consistente en la petici¨®n a diversos departamentos de estad¨ªstica del n¨²mero de cr¨ªmenes, atentados, secuestros, robos, huelgas, desempleados o empresas quebradas desde la muerte de Franco hasta un mes antes del golpe de febrero. Prueba denegada y que de haber sido admitida por el tribunal nos adentrar¨ªa en el tortuoso supuesto de que los dolores de cabeza se alivian mediante el degollamiento.
Las sesiones de ayer ocuparon los tiempos de los letrados de Tejero, Mas, Cortina y, finalmente, de capitanes y tenientes de la Benem¨¦rita. Mayor relajamiento entre los encausados que cuchichean entre s¨ª y tranquilidad ambiental en el aire friolento del Instituto Geogr¨¢fico. Por primera vez se escuchan risas generalizadas en la sala: cuando un defensor da tratamiento de ilustr¨ªsima al relator (que lo tiene, pero al que por costumbre se le apea) y cuando el teniente coronel Valenciano, relator-jefe del Ej¨¦rcito (que est¨¢ desarrollando un trabajo impagable, atinado, agotador) se confunde por primera vez y alude a la opini¨®n del comandante Cortina sobre los jud¨ªos en vez de sobre los juicios. Cortina hab¨ªa pedido a sus subordinados correcci¨®n y prudencia a la hora de calificar los sucesos de febrero por los que posteriormente ser¨ªa enjuiciado. Lo dicho: risas y un atisbo de buen humor.
El comandante Cortina, jefe del AOME (Agrupaci¨®n de Operaciones y Misiones Especiales) del CESID (Centro Superior de Inteligencia de la Defensa), centr¨® la atenci¨®n de las sesiones; por la ma?ana, gracias a las deyecciones que sobre su figura y su servicio proyect¨® el abogado de Tejero que necesita para su patrocinado la sombrilla protectora del servicio secreto del Estado; en la tarde, a cuenta de las peticiones de lectura del defensor de este agente secreto, ya destruido como tal, salgan las cosas por donde salgan.
La defensa de Tejero insiste en un punto: que el CESID aport¨® apoyo log¨ªstico a la columna de guardias que sali¨® de Valdemoro para tomar el Congreso; que se facilitaron radiotel¨¦fonos y que un autom¨®vil del CESID, gui¨® autobuses de Tejero desde el paseo de las Delicias hasta el Congreso. Un sargento y un guardia del CESID -Cortina trabajaba esencialmente con guardias civiles- deponen adem¨¢s contra su antiguo jefe y el capit¨¢n Garc¨ªa Almenta (no procesado): que hab¨ªan recibido ¨®rdenes para la ocupaci¨®n del Congreso una semana -antes del 23 de febrero, que Cortina hab¨ªa comentado desfavorablemente la actitud de los parlamentarios secuestrados, mostr¨¢ndose laudatorio hacia el general Armada, etc¨¦tera. Y expresiones presuntamente atribuibles a un intento de intimidaci¨®n de los declarantes: "Se le pod¨ªa volar el coche a alg¨²n hijo de puta". "El d¨ªa que se levante la veda de los hijos de puta..." Otros declarantes relacionados con la inteligencia militar admiten que el 23 de febrero a la hora de la toma del Congreso y en sus inmediaciones pudieron coincidir con los autobuses de Tejero tres coches del CESID con matriculaci¨®n trucada y sistemas de radiocomunicaci¨®n de frecuencia inusual en el servicio. Aducen que trabajaban en la operaci¨®n M¨ªster -puede tratarse, esto no est¨¢ declarado, de la detecci¨®n de una estaci¨®n de escucha de la CIA en las inmediaciones del hotel Ritz- y hab¨ªan cambiado las frecuencias de emisi¨®n para no ser detectados. Y niegan cualquier colaboraci¨®n con las columnas de Tejero. El sentido com¨²n abunda en favor del comandante Cortina dado que no parece absolutamente imprescindible para circular desde Delicias a Neptuno de toda la parafernalia de los servicios secretos de un pa¨ªs. El autob¨²s de guardias que se detiene en el paseo de las Delicias en su camino hacia el golpe puede hacerlo, como dicen algunos, para perder tiempo y ajustarse al horario.
Pero para patinar s¨®lo lo imprescindible sobre este segmento tan novelesco como aut¨¦ntico de la historia hay que detenerse en la personalidad del comandante Cortina. A tenor del sumario este oficial es quien enlaza f¨ªsicamente a Tejero y a Armada en esa entrevista a tres de la calle Juan Gris, despu¨¦s de una conversaci¨®n anterior Tejero-Cortina en el domicilio de los padres de este ¨²ltimo. Tejero da detalles de los domicilios. Cortina -como casi todos los que se ven sumarialmente entrevistados con Tejero, excepci¨®n hecha de Milans y su equipo- niega haberle visto. En los careos Cortina-Tejero se advierte cierta desesperaci¨®n en este comandante que, en la sala, sigue negando con la cabeza lo que se le imputa. Cortina es presentado por quienes le han tratado como un hombre no menos imprevisible que su oficio. Se le tiene por quien desmonta la primera Galaxia de Tejero, de lo que se podr¨ªa deducir una nota de rencor personal en las declaraciones del teniente coronel. Fue primer defensor del capit¨¢n de la UNID Restituto Valero y, en los inicios de su carrera militar, amigo personal de periodistas adscritos pol¨ªticamente al PCE, a alguno de los cuales libr¨® de una ca¨ªda policial. Soltero, vive con sus padres, relacionado personalmente con l¨ªderes aliancistas, culto, de la promoci¨®n mili tar del Rey. Quienes le conocen y saben de su trabajo le relacionan con varias operaciones sucias propias de los servicios de inteligencia -alg¨²n allanamiento de domicilio, alg¨²n dossier m¨¢s o menos intoxicador-. Sean cuales fueren las inclinaciones pol¨ªticas de este comandante parece cierto que era el director de lo que podr¨ªamos de nominar trabajo feo del CESID. La doble imagen de todo agente se creto planea sobre este oficial que, adem¨¢s y por razones obvias, no est¨¢ en libertad moral de decir todo lo que sabe para su propia defensa.
Su letrado, Garc¨ªa Villalonga, ha planteado una defensa t¨¦cnica al estilo de la de Armada: no estuvo en su primera y supuesta entrevista con Tejero. Aquel d¨ªa estuvo en El Escorial y recaba el testimonio de su padre -d¨¦bil en raz¨®n del parentesco- y de un conocido con el que trataba negocios pecuarios. Sea como fuere, Cortina y Tejero no son personalidades solubles y mueve a extra?eza la existencia de esas entrevistas confianzudas entre ambos -con el padre de Cortina preguntando desde la cama y el hijo justificando la llegada de unos amigos-, y a¨²n m¨¢s que un hombre como el comandante Cortina, con acceso a sofisticad¨ªsimos medios t¨¦cnicos, no se cubriera mejor las espaldas.
Otras declaraciones de inter¨¦s le¨ªdas ayer son las de Robles Piquer, que escucha a Armada cr¨ªticas a la intervenci¨®n del Rey por radiotelevisi¨®n ("Lo m¨¢s importante es que no se divida el Ej¨¦rcito y lo del Rey es un error y puede propiciar el enfrentamiento")" o la extensa deposici¨®n del general de la Guardia Civil Manuel Prieto, que -curiosamente- viene a reforzar la tesis de Tejero de que ¨¦l nunca amenaz¨® a Aramburu y que ¨¦ste no puso excesivo ¨¦nfasis en intentar reducirle. Prieto asegura que la pistola de Tejero estaba encasquillada y que no se produjeron amenazas contra el director general de la Guardia Civil. Presenta a un Tejero sereno y due?o de s¨ª mismo y dispuesto a cualquier sacrificio personal por la patria. Y una particular subjetivizaci¨®n de aquel secuestro- presentado como una mera retenci¨®n de la C¨¢mara para que no se ausentaran en la espera de la "autoridad militar" que deb¨ªa dirigirles la palabra. Y algunas secuencias que merecen rememorarse:
Un oficial de la Guardia Civil corre por un pasillo del Congreso con el ' t¨¦lex que da cuenta del bando de Milans: "?Ya est¨¢ aqu¨ª; ya hemos triunfado!"
Tejero: -Ya no quiero hablar ni con el general Armada. S¨®lo obedezco a Mil¨¢ns.
O cuando el general Prieto le ofrece una indeterminada cantidad de d¨®lares para que Tejero escape al extranjero y ¨¦ste se palpa el bolsillo superior izquierdo de su guerrera y dice: "Me basta con esto". Prieto cree que alude a su' coraz¨®n. Despu¨¦s, rememorando, supone que se refer¨ªa al papel de Armada con las condiciones de su rendici¨®n, que llevaba en la cartera. Puede ser.
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